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A pocos les va a gustar lo que pienso sobre lo ocurrido a Alfonso Merlos

A pocos les va a gustar lo que pienso sobre lo ocurrido a Alfonso Merlos
Alfonso Merlos es director de Comunicación del ICAM.
28/4/2020 06:50
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Actualizado: 20/5/2020 17:11
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No pensaba escribir esta columna. Había decidido mantenerme al margen, vaya por delante la aclaración. Pero siento la obligación de hacerlo.

Porque no me gusta nada lo que estoy viendo y leyendo sobre Alfonso Merlos, el director de Comunicación del Colegio de Abogados de Madrid (ICAM) y colaborador habitual de variadas tertulias en diferentes cadenas televisivas, convertido en poco menos que un muñeco de feria.

Desde hace poco más de 48 horas tirios y troyanos llevan disparando sobre su persona todo tipo de improperios tanto desde las redes sociales como desde algunos medios de comunicación, algunos hasta en formato papel.

¿Por qué?

Por una joven que entró y salió en pocos segundos, en ropa interior, del fondo del plano televisivo en el que Merlos estaba contestando a una entrevista que su colega, Javier Negre le estaba haciendo.

Inesperadamente, aquellas imágenes se han convertido en virales.

Se suponía que la novia de Merlos era Marta López, una «exgran hermana». Aquella era la constatación de que el comunicador le estaba siendo infiel con una joven algunos lustros más joven, en un periodo de pleno confinamiento por la pandemia del COVID-19.

¿Y a quién le importa?, me pregunto.

Eso es algo que pertenece a su esfera privada, íntima. En principio atañe a la señora López y a él mismo. A nadie más.

Bueno, y a la anónima protagonista del plano.

Merlos y López no están casados, no tienen hijos y no parece que hubiera planes de boda a la vista. Esto también es muy importante.  

Entiendo que por el perfil mediático de ambos, la televisión haya querido rentabilizar el asunto en horas de emisión, para mantener o aumentar la audiencia y, por lo tanto, la publicidad y los ingresos, que de eso es lo que va la cosa al final de todo.

«Show must go on» (el espectáculo debe continuar), dice la canción de Queen. Y es lo que está pasando.

Comprendo que López se preste a ello, siendo como ha sido profesional de los platós de televisión.

Tiene muchas cosas que ganar, tanto desde el punto de vista de puro resarcimiento personal y público como de ingresos crematísticos. 

También entiendo que Merlos se niegue a seguir ese juego y responda con el silencio, y argumente que lo sucedido pertenece a su esfera privada.

Y porque su perfil es de comentarista político.

Pertenece a una galaxia opuesta a la de los «grandes hermanos», las «islas de los famosos» o los «salvamés».

A la galaxia «seria», la de la primera división política, siendo, además, como es, un hombre que cuida su imagen, que proyecta cierta elegancia y va siempre bronceado.

Por eso es comprensible el morbo vengativo de la «galaxia salvamé», a la que pertenece López, sobre la «galaxia política», de la que forma parte Merlos.

Una nueva versión de la vieja historia de la mujer engañada y desengañada que carga contra la persona que amó.

Pero funciona.

Los índices de audiencia televisivos como los de visitas a los medios digitales son la mejor prueba de ello.  

LINCHAMIENTO MEDIÁTICO 

Lo que no entiendo es el linchamiento mediático de que ha sido objeto por miembros del Colegio en el que presta sus servicios, sobre la base de «lo mucho que cobra» y que ahora pidan su cabeza por ello.

Eso sí que me parece hipócrita y escandaloso. 

No soy amigo de Merlos.

Soy un colega de un medio de comunicación con el que habla de vez en cuando y al que facilita las cosas cuando se lo pide, o no, porque no puede.

Lo digo para que quede claro. Cristalino.

También soy alguien que sigue de cerca el devenir del Colegio de Abogados de Madrid, donde las cuentas, en lo que se refiere a los servicios de Merlos, siempre han estado claras.

Recuerdo que el pasado 16 de diciembre el ICAM celebró la Junta General que aprobó los presupuestos para 2020, con un 83 por ciento de apoyo de los presentes.

En esa Junta General los miembros de la Asociación Libre de Abogados y Abogadas sacaron a colación los emolumentos por los servicios de Merlos, los 185.000 euros anuales, y votaron en contra. 

Pero fueron aprobados, junto con el resto de los presupuestos por 1.148 votos a favor, 232 en contra y 7 abstenciones.

Mario Conde, en sus tiempos de presidente de Banesto, solía repetir una frase: «Una cosa vale lo que alguien está dispuesto a pagar por ella».

Ese es el valor que el decano José María Alonso y su Junta de Gobierno confieren a los servicios de Merlos, que fue, por otra parte, el director de la campaña electoral que les llevó a la victoria, todo hay que decirlo y recordarlo.

Hay que señalar, de un modo especial, que el censo de colegiados del ICAM está formado por 76.000 abogados, entre ejercientes y no ejercientes.

Los presupuestos fueron votados por el 1,51 por ciento de todos ellos. 

Si uno se desentiende del Colegio, si no acude a las Juntas Generales donde se toman decisiones, si no participa, no tiene sentido después quejarse de los resultados, como está ocurriendo ahora. 

Como corporación profesional democrática está abierta a la participación de sus miembros.

Comprendo, por otra parte, que a algunos les chirríe el hecho de que el director de Comunicación del ICAM colabore como contertulio en programas de televisión de gran audiencia.

No es muy normal que personas en esa situación lo hagan, principalmente porque representan a su institución y sus opiniones privadas podrían confundirse con las de su Colegio.

Otra vez, no es culpa suya.

Desconozco su acuerdo con el decano y con la Junta de Gobierno, pero sin él no hubiera sido posible que Merlos compaginara su puesto en el Colegio con la de contertulio político. 

La responsabilidad en esto es compartida.

Hasta ahora, que yo sepa, no ha habido ninguna queja por ello. Todo el mundo en el calle Serrano, sede del ICAM, parece estar conforme con ello. No parece que haya afectado a su trabajo en el Colegio.

Por ello, no son justos los ataques contra la persona de Merlos.

Ataques que, en parte, ocultan cierta animadversión personal o política, porque su ideología es conservadora. 

No son justos porque nada tienen que ver con lo que ha provocado este escándalo: el plano de la joven semidesnuda, lo cual oculta cierta envidia hacia el comunicador –todo hay que decirlo– por parte de algunos.

«El personal confinado en sus casas y él, pasándoselo bien (supuestamente) con una bella señorita», es el pensamiento que anida en el fondo del cerebro de muchos que lo atacan.

Son ataques a modo de río Pisuerga que, como todo el mundo sabe, pasa por Valladolid.

Nada nuevo bajo el sol.

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