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Cartas desde Londres (III): «Barristers», los expertos en «Common Law»

Cartas desde Londres (III): «Barristers», los expertos en «Common Law»
Las mujeres han irrumpido con fuerza en el mundo de los "barristeis" en el Reino Unido, sobre lo que trata esta columna de Josep Gálvez. La foto corresponde a la serie británica "Silk" (seda), en referencia a la toga de seda negra que los "Queen's Counsels" tienen derecho a vestir ante el tribunal frente a la vestimenta estándar. La actriz es Martha Costello.
01/9/2020 06:50
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Actualizado: 27/2/2024 11:19
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En recuerdo al maestro José Juan Pintó, quien nos ha dejado en este pasado 23 de agosto. Como en aquella obra de Middelton, “Michaelmas Term” (1607), en la que se dice que la muerte de un buen abogado solamente puede tener lugar durante las vacaciones, ya que no tienen tiempo para hacerlo en otro momento.

Como no podría ser de otra manera, esta semana nos centraremos en el “barrister”, figura inglesa asociada por excelencia al ejercicio de la “advocacy”, la defensa de un caso ante los tribunales.

No obstante, hay que empezar aclarando que lo que distingue realmente al “barrister” de otros profesionales, como puedan ser los “solicitors” (de los que ya hablaremos), no es tanto la naturaleza de su actividad, sino su vasto conocimiento y especialización, habida cuenta de la complejidad del sistema “Common Law”, basado en el precedente judicial, como ya analizamos.

Así, aunque actualmente es posible ver a “solicitors” ante los tribunales ordinarios e, incluso, ante el Tribunal Supremo del Reino Unido, la “advocacy” sigue siendo un área propia del “barrister”.

Entonces, ¿qué es lo que les hace diferentes?

Los «barristers» se diferencian de los «solicitors», principalmente por la peluca de crin de caballo.

“COMMON LAW» y “CIVIL LAW”

Veamos, primero, de dónde le viene la casta al galgo inglés. Para ello, pongan el marcador de su máquina aproximadamente al Siglo XII.

Como veíamos la semana pasada, la actividad judicial es la que marca, a golpe de sentencia, el desarrollo del derecho común en el terruño, el “Common Law”, el que se aplica a cualquier hijo de vecino.

Ante estos tribunales, en muchas ocasiones ambulantes o en aquellos otros situados en Westminster, Londres, se creará un nuevo grupo de profesionales jurídicos bajo diferentes denominaciones: “advocates”, “serjeants-at-law”, “procurators” o attorneys” (del francés antiguo “atorné”, es decir, alguien nombrado como representante).

Estos primeros abogados tendrán la sensible función de interceder entre los jueces y los litigantes.

No obstante, frente al popular “Common Law” también existía en Inglaterra un derecho prestigioso, el “Civil Law”.

Esta es una denominación presente aún hoy día para referirse al derecho continental y que deriva del tocho codificado de derecho romano “Corpus Iuris Civilis”.

Este “Civil Law” era esencialmente un cuerpo jurídico de derecho canónico vinculado a las instituciones del país y que se estudiaba en las exclusivas universidades de Oxford y Cambridge.

Esta situación se mantuvo hasta la declaración de nulidad del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón, en 1533. Ya saben que, con esto, llegó el escándalo, el cisma de Inglaterra, la ejecución de Santo Thomas Moro y la prohibición del derecho canónico en Inglaterra.

Parece que al bueno de Enrique VIII que no les gustaba que le llevaran la contraria, so pena de perder la cabeza.

En consecuencia, como señala Wilfrid R. Prest en “The rise of the Barristers”, el “Civil Law” desaparecerá progresivamente de Inglaterra en favor del «Common Law» y sus “practicioners”, entre los que emergerá el “barrister”, heredero del “serjeant-at-law”, un profesional experto en conocer el proceso y sobre todo el precedente judicial que conforma el particular derecho inglés.

Volvamos a poner la máquina del tiempo a 2020.

La foto corresponde a un grupo de «barristers» de Irlanda del Norte.

«BARRISTERS» Y QC’S

En términos generales, un “practising barrister” es alguien quien, habiendo completado su formación legal, ingresa en el Bar (“call to the Bar”), mediante una ceremonia de graduación, pudiendo desde entonces ejercer la abogacía, especialmente ante los tribunales, habiendo obtenido derecho de audiencia (“right of audience”) o mediante la elaboración de opiniones legales en su área de especialización.

Por su parte, aquellos “barristers” que cuentan con más de 15 años de práctica pueden solicitar el nombramiento como “Queen’s Counsel” (QC), una importante distinción de honor y prestigio profesional como experto, nada fácil de conseguir según parece.

Cuando un abogado es nombrado “QC”, a eso se le conoce popularmente como «tomar la seda» (“taking the silk”), debido a su derecho a usar vestidos de seda negra ante el tribunal, en lugar de la vestimenta estándar.

Curiosamente, el término “barrister” no se encuentra relacionado con una actividad profesional hasta mediados del siglo XV. Concretamente en unos documentos del «Lincoln’s Inn», referiéndose a estos como “utter-barristers”, es decir, estudiantes quienes habiendo superado su etapa de formación, podían ejercer ya “ouster le barre”, es decir, tras la barra de su “inn”.

Según parece, originariamente esa barra pertenecía a la zona de asientos en la zona de estudios en el “inn”, tratando de replicar la disposición de la “Court of Common Pleas” en Westminster, donde existía una barrera que separaba a los abogados del público.

Cada año unos 1.700 estudiantes pagan las más de 12.000 libras (13.444 euros) que cuesta inscribirse en el curso de acceso al Bar.

LOS “INNS OF COURT”

Aunque su origen es aún incierto, el término “inn” equivale a una posada, esto es, un establecimiento en los que encontrar alojamiento y comida, ya que según parece, eran edificios donde se hospedaba a los abogados que acudían al tribunal en Londres.

Propiamente, los “Inns of Court” son unas asociaciones realmente atípicas y que no tienen comparación ni con otros colegios profesionales británicos, ni mucho menos en España.

La función de los “Inns” desde el siglo XIII ha sido formar y alojar a los “barristers” ingleses de forma semejante a las universidades.

Aunque había muchos más, actualmente existen cuatro “Inns of Court”, todos ellos en Londres: “Gray’s Inn”, “Lincoln’s Inn”, “Inner Temple” y “Middle Temple”.

Según parece, los primeros en establecerse fueron los dos últimos, “Inner Temple” y “Middle Temple”, con la condición de que las tierras «fueran usadas en los tiempos venideros para el alojamiento y la educación de los estudiantes y practicantes de las leyes del reino”, ocupando una zona que pertenecía originariamente a la Orden de los Caballeros del Temple, situada hoy entre el río Támesis y Fleet Street.

De hecho, aún hoy sigue en pie la Iglesia templaria circular, consagrada en 1185, una fantástica visita que recomiendo a aquellos que no lo hayan hecho ya.

Los “Inns of Court” son dirigidos por los denominados “masters of the bench” o “benchers”, entre los que se incluyen “barristers” de larga trayectoria y miembros de la judicatura inglesa.

Pero es importante saber que, además los “Inns” llevan a cabo una importante función para desarrollar una carrera profesional como “barrister” ya que, además de ser miembro, y superar los cursos de acceso, el futuro abogado cuenta con un mentor, quien les guiará sobre la realidad de la actividad profesional en el Bar.

“CALL TO THE BAR», UNA COMPETICIÓN SOLAMENTE PARA LOS MEJORES

Esencialmente, para acceder a la profesión de «barrister», en primer lugar, es necesario haber obtenido un título universitario contando con un excepcional expediente académico (“with 2:2 (hons) as a mínimum”), siendo crítico haber intervenido durante la carrera en “moots” (procesos judiciales o arbitrales simulados) o cualquier otra muestra de genuino interés por la “advocacy”.

Pero esto es solamente el principio de un largo proceso donde la máxima exigencia intelectual y la competencia entre candidatos son la norma.

Para muestra, un botón: según las estadísticas, cada año unos 1.700 estudiantes pagan las más de 12.000 libras (13.444 euros) que cuesta inscribirse en el curso de acceso al Bar, que incluye además de las correspondientes evaluaciones, una serie de entrevistas, aportar cartas de recomendación e innumerable burocracia y papeleo.

No obstante, menos del 25 % conseguirán superarlo y acceder a una de las escasísimas plazas de “pupilage”, la última etapa para convertirse en “barrister”.

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