Carmen Remírez de Ganuza: «Marchena es sinónimo de independencia»
Es autora del libro "Marchena, El poder de la justicia", recién publicado por La Esfera de los Libros
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17/9/2020 02:00
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Actualizado: 17/2/2021 10:25
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¿Quién es, de verdad, Manuel Marchena Gómez, el magistrado que presidió el juicio del «procés»? ¿De dónde ha salido? ¿Cuál ha sido su trayectoria profesional hasta ahora? ¿De qué manera llegó al Supremo? ¿Cómo fue capaz de rechazar el nombramiento de presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial en 2018? ¿Quiénes son sus enemigos en la carrera? ¿Quién es su mujer? ¿Cuál es su pensamiento político?
A todas estas preguntas, y a muchas más, responde la periodista Carmen Remírez de Ganuza, autora de «Marchena. El poder de la justicia», recién publicado por La Esfera de los Libros. Una biografía que hace justicia al personaje y que, sin duda, se convertirá en un libro de referencia para acercarse a conocer la personalidad del presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.
Remírez de Ganuza es una periodista de largo recorrido. Su carrera está jalonada con los más importantes medios nacionales de comunicación : Actualidad Económica, Europa Press, Época y El Mundo, donde cubrió, en una primera etapa, el planeta judicial, para pasar a la Sección de Nacional, con el PP, la Casa Real y Exteriores como focos informativos.
Desde 2016 es analista de TVE, el Canal 24 Horas, Telemadrid, Onda Madrid y Cadena Ser. Y también columnista del diario 20 Minutos, desde cuyas páginas relató, con su forma personalista de escritura, cada uno de los 52 días que duró el juicio del «procés», lo que la hizo reencontrarse con el mundo judicial.
Una actividad que compaginó con la elaboración de este libro que acaba de ver la luz, escrito en román paladino, que decía Gonzalo Berceo en el siglo XIII. En el lenguaje común. Un texto que se lee con gran facilidad lo que denota el gran esfuerzo derrochado por la autora por explicar el intrincado «suajili judicial», esencial en esta narración.
La primera pregunta, es de libro: ¿Cómo definirías a Manuel Marchena?
Marchena es sinónimo de independencia.
¿Por qué decidiste hacer una biografía sobre Marchena?
Porque por primera vez se personalizó, en el juicio del «procés», en una persona de carne y hueso, todo eso que yo había visto años antes en el Poder Judicial. Gente esforzada y preparada, con empatía y personalidad que representaba dignamente al Estado.
Marchena fue una sorpresa. Nunca habíamos visto a un juez que no fuera estrella que fuera popular. Todo el mundo quería verlo cuando llegaba a casa por la noche. Fue un fenómeno inédito. Y llegó en un momento en el que los españoles estaban muy cansados, muy decepcionados y muy deprimidos después de años de desafío soberanista.
Además, después del discurso del Rey, el 3 de octubre de 2017, no se había visto a nadie que representara dignamente al Estado. Marchena lo hizo.
¿Cuál es su gancho, como persona?
Una mezcla extrañísima de brillantez intelectual, autoridad e ironía. Ese punto de sentido del humor le dio mucho más popularidad que sus aseveraciones procesales. Conecto con la sociedad del «tuit», con unas intervenciones muy breves, muy inteligentes y muy irónicas.
Y, además, daba bien en cámara.
¿Hubiera sido el juicio diferente con otra persona al frente?
El resultado habría sido el mismo, porque las decisiones se tomaban consensuadamente. Marchena no hizo nada que no estuviera respaldado por la unanimidad de los seis miembros restantes del tribunal. Pero el efecto, sin él, no habría sido el mismo.
Porque estamos en la cultura de la imagen y este señor, pese a no ser un Pedro Sánchez, tuvo empatía. Supo conectar con los españoles. Se transformó en un personaje sin dejar de ser serio.
Marchena estuvo las 52 sesiones de mañana y tarde que duró el juicio bajo el escrutinio constante de las cámaras de televisión sin tener ningún entrenamiento previo, aunque sí poseía experiencia como docente. Eso fue como torearse 12 morlacos, 12 Mihuras, en una tarde de domingo en Las Ventas.
Supo embridar un juicio en el que parecía que iban a estallar todas las pulsiones emocionales, patrioteras de toda clase y condición. Desde los acusados, en el banquillo, hasta la acusación popular. La cosa amenazaba ruina desde el principio.
Sin embargo, fue un éxito. Conectó con la sociedad mediática del momento que lo que quería era un personaje fuerte y empático.
«Estamos en la cultura de la imagen y este señor, pese a no ser un Pedro Sánchez, tuvo empatía. Supo conectar con los españoles. Se transformó en un personaje sin dejar de ser serio»
El presidente del tribunal concitó toda la atención, pero en su libro usted subraya, una y otra vez, que todas las decisiones que se tomaron fueron colectivas, de los siete miembros del tribunal.
Así es. El trabajo previo que realizaron los siete antes del juicio fue muy importante. Sin esa unidad Marchena no habría podido hacer nada. Ellos fijaron las condiciones que blindaron a la Sala. Por ejemplo, decidieron que los acusados, y el público, pudieran los lazos amarillos. Fueron flexibles con los procesado. Les permitieron reunirse con sus familiares. Fueron tratados de forma exquisita.
El tribunal también impidió que se realizara la traducción simultánea, pretendida por las defensas, para dar una imagen perniciosa al mundo sobre ella justicia española, para transmitir que Cataluña era una colonia.
Marchena también tuvo alguna metedura de pata, como cuando repitió las preguntas de la acusación popular que un miembro de la CUP no quería contestar, pero fue menor.
La verdad es que tiene méritos suficientes para no ponerle más méritos de los que tiene. Su mérito ha sido el enfoque del asunto y mantener a la Sala unida.
Fue muy criticado por utilizar un adjetivo…
La ensoñación. Esa palabra fue suya. Le caracteriza como canario. No fue de Luciano Varela, como se dijo. Luciano sí fue autor de la idea de que el “procés” había sido una zanahoriza que se había puesto al burro del independentismo. Que, en síntesis, todo había sido un gran engaño.
Marchena explicó muy bien, en un auto de 2020, respondiendo a los incidentes de nulidad interpuestos por los condenados, que la gravedad de la sedición plasmada en la sentencia se basaba en que tal levantamiento perseguía, “con absoluta deslealtad”, un “desplazamiento del orden constitucional” y una declaración formal de la independencia de Cataluña, “si bien”, se suspendió segundos después. El resumen es perfecto.
Yo creo que la gente tiene derecho a comprender mejor la posición de la Fiscalía, que pedía la condena por rebelión, que de la Sala. Me parece que es tan razonable la visión de la Fiscalía como la de la misma Sala.
Lo que yo defiendo es que la forma de verlo de la Sala es obra de unos jueces que así lo entendieron honestamente, desde su independencia. No tengo ninguna duda de que los magistrados escribieron lo que escribieron con absoluta libertad y honestidad.
Para ellos, lo que se produjo entre septiembre y octubre de 2017 fue un intento de presionar al Estado o al Gobierno, para sentarlo en una mesa para negociar. Así lo han explicado, desde un punto de vista técnico, en su sentencia.
Tan bien explicado que yo barrunto que ni el Tribunal Constitucional ni Estrasburgo va a remover lo fundamental de la sentencia. Han hecho una buena sentencia.
Pero reconozco que la postura de la Fiscalía fue mucho más fácil de entender.
«Hubiera sido un buen presidente del Supremo y del CGPJ y si no lo ha sido es porque él no ha querido, así te lo digo. Lo han intentado hasta el final. Ahora también»
¿Se equivocó Marchena al elevar una cuestión prejudicial al TJUE sobre la situación de Oriol Junqueras, elegido el 28 de abril de 2019 eurodiputado?
Fue un riesgo innecesario. Ellos defienden que es mejor así porque se evitan disgustos futuros. Si no hubieran elevado esa cuestión prejudicial, el día de mañana el tribunal europeo podría haberles enmendado la plana.
Visto lo visto, es verdad que para el prestigio de la Justicia española fue un revés. Luego se restituyó. Pero fueron quince o treinta días aciagos para el estado de derecho.
Se convirtió en un personaje mítico que después, tal como se había elevado, se derribó. Por la condena por sedición en vez de rebelión. Una costumbre muy española, por cierto, esta de destruir a los que antes habíamos elevado a los altares. ¿Afectó de alguna forma a tu libro?
En absoluto. En vez de desanimarme fue un acicate para avanzar con el libro. Me di cuenta de que el libro tenía más consistencia de lo que yo había pensado al principio.
Porque al final el retrato de Marchena iba a ser el de un juez singular, preparado y orgulloso de su independencia, que ya dio la espantada el año anterior, en 2018, rechazando la Presidencia del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, después de que algunos quisieran manipularlo.
Y que volvía a dar la espantada con una sentencia inesperada para los que consideraban que era de los suyos. A mí eso me parecía que eso agrandaba el personaje. Hacía más representativo de lo que es el Poder Judicial.
¿Hubiera sido un buen presidente del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial?
Sí, y si no lo ha sido es porque él no lo ha querido, así te lo digo. Lo han intentado hasta el final. Ahora también.
En tu libro tocas el tema del posible indulto a los condenados por el «procés», y lo ves improbable. Pero sí ves con posibilidades una reforma, «en ciernes», de los delitos de rebelión y sedición.
Ya lo dijo Sánchez y lo ha repetido el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo.
¿El objetivo es dejarlos en la calle?
Ellos no declararán ese objetivo, pero será una consecuencia clarísima. No solo eso, sino que, desde el Supremo, se cree que podría afectar a la propia sentencia, de forma directa.
Hay un segundo delito, por lo que respecta a Junqueras, Romeva, Rull y Bassa, de malversación de fondos públicos. Son más de 4 millones de euros, que tendrían que pagar antes de salir a la calle.
A mí me cuesta imaginarse lo que, a futuro, prepara el Ministerio. Pero solo con que se redacte un nuevo tipo de sedición impropia que encaje con los hechos de la sentencia, es muy posible que se diera la vuelta a la tortilla.
Lo importante es que se deslinde muy bien el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial. Lo que importa es que los españoles sepan que los jueces aplican las leyes que hacen los parlamentos y que promueven los gobiernos.
Eso no invalidaría el trabajo del Supremo.
¿Marchena es de derechas o de izquierdas?
Por lo que yo he sabido, nació en el seno de una familia militar. Su padre fue un oficial de la Legión destinado en el Sáhara, primero en Villacisneros y luego en El Aaiún. Él se vio educado en la disciplina.
Pero siguió el mismo recorrido que tantos jóvenes de la época. De una familia de derechas, luego se escoró a la izquierda, se leyó todos los textos marxistas disponibles en ese momento, desde Karl Marx, Lenin hasta Marta Harneker. Después fue bandeando de un sesgo a otro. Hasta quedarse en un liberal de creencias y de costumbres, y conservador. Un hijo de su tiempo.
Yo creo que ha votado a todos los partidos políticos, según me contó una persona de su entorno. Pero él es un juez que opera por la ley y según su forma de ver. No le gusta que le encasillen porque tiene criterio personal y profesional.
«Lo más importante es que tiene un temperamento alegre. Es divertido, dicharachero, que le nace ser simpático. Tiene mucho carácter y es un hombre que se lo pasa bien. Es disfrutón»
¿Quién es, desde un punto de vista personal?
Es una persona de grandes amistades. Los amigos son muy amigos. Y los cuida. Es, por encima de todo, muy polifacético. Posee una cabeza privilegiada y es un gran trabajador. Ha dedicado, y dedica, muchas noches al estudio del Derecho, siempre con música de fondo. Es un melómano al que encanta la ópera y también la música actual. Está a la última. Aparte de ello, es un magnífico fotógrafo. Le apasiona el fútbol. Es del Real Madrid.
Ahora le ha dado por nadar y correr. Es un señor muy constante en las cosas que hace.
Lo más importante es que tiene un temperamento alegre. Es divertido, dicharachero, que le nace ser simpático. Tiene mucho carácter y es un hombre que se lo pasa bien. Es disfrutón.
Es proactivo en las relaciones sociales. Lleva la iniciativa. Por carácter. También porque es inteligente y es interesado, en el buen sentido de la palabra. Y si ve que hay alguien con el que tiene problemas, procura llevárselo al huerto, salvo que exista alguna incompatibilidad personal.
Un caso fue el de Luciano Varela, con el que llegó al Supremo. Tuvieron choques. Y fue el tesón de Marchena, de irse al Café Gijón, todos los días, a tomarse un café con él, lo que le hizo cimentar una de las relaciones más fructíferas en lo personal y en lo profesional.
Porque han discrepado muchas veces en las deliberaciones pero siempre ha habido un entendimieto muy especial entre ellos. Y eso se vio en la sentencia.
Lo que no ocurrió con Cándido Conde-Pumpido cuando estaba en el Tribunal Supremo.
Ahí hubo siempre un choque de egos.
Conde-Pumpido lo cesó cinco meses después de ser nombrado fiscal general del Estado. Marchena, fiscal de carrera, hay que especificarlo, estaba destinado entonces en la Secretaría Técnica de la Fiscalía General del Estado. Era bajo el primer mandato del Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Es verdad. Marchena se resistió pero al final fue cesado. Pero, como dice la canción, las vueltas que da la vida. En 2007 se convirtió en magistrado de la Sala de lo Penal del Supremo, ocupando la plaza de otro compañero de la carrera fiscal, José Antonio Martín Pallín, por el turno de jurista de reconocido prestigio.
Y en 2011, una vez que Conde-Pumpido regresó al Supremo después de ocho años de fiscal general del Estado, éste se encontró con Marchena como compañero de Sala.
Ambos se presentaron, en 2015, al puesto de presidente, vacante por la jubilación de Juan Saavedra. Y en esa ocasión, Marchena ganó por goleada. Un resultado que no entendió Conde-Pumpido. Porque él tenía más experiencia, había sido ocho años fiscal general del Estado…
Marchena y Conde-Pumpido eran dos de las mentes más brillantes y más ambiciosas del Supremo. Porque no basta con tener buena cabeza. No basta tener buenas relaciones personales sino también tener ambición de influir, de saber, de llegar a lo más alto. Una ambición sana, a mi entender.
No todos los jueces poseen este tipo de iniciativa, esta facultad. Es lo mismo que pasa con los médicos. Hay médicos que no tienen interés por la administración hospitalaria. En cambio, hay jueces que, además de ser muy celosos de su función, les interesa que funcione la Administración de Justicia. Quieren influir. Ese es el caso de Marchena y de Conde-Pumpido.
Tampoco hubo entendimiento con Baltasar Garzón.
Yo creo que quienes han puesto piedras en el camino de Marchena son aquellos a los que la labor de Marchena ha impedido su propio camino. Esto se vio claramente con Baltasar Garzón. Porque Garzón perdió su condición de juez gracias a jueces como Marchena.
Este es un caso peculiar porque de todas las instrucciones que se llevaron contra Garzón –la de las grabaciones en prisión entre clientes y abogados, la de la Memoria Histórica y la de los cursos de Nueva York– la que le hizo más daño fue esta última, desde el punto de vista mediático y personal.
No hay más que leerse el libro que Garzón publicó en respuesta a todo el proceso que vivió. Garzón tiene una fijación especial hacia Marchena. Cree que fue uno de los que más esfuerzo puso para que le condenaran.
Pasó lo mismo con otros jueces que perdieron su condición de jueces y que ahora han creado asociaciones de querellantes que le han hecho mella en su vida personal. Es el precio de ser juez.
En su libro, cita una frase de Marchena, que es verídica –lo he comprobado–: «El matrimonio consiste en una verdadera relación de amistad con momentos eróticos». ¿Quién es su mujer?
Se llama Sofía Perea y dicen que es muy inteligente. Como alta funcionaria del Estado ha tenido puestos en la Administración muy importantes, ha estado destinada incluso en Moncloa. Ella ha sido la avanzadilla de la vida de su marido. A través de ella, Marchena conoció a Eligió Hernández, con el que trabajaba en la Delegación de Hacienda.
Hernández luego fue fiscal general del Estado con el PSOE y se llevó a Marchena a la Secretaría Técnica de la Fiscalía General del Estado.
Sofía Perea es una mujer de carácter.
¿Más carácter que su marido?
Más carácter que él, sí. Ella es vasca. Se conocieron cuando Marchena estudiaba en Deusto. Este origen, sin duda, imprime carácter, valga la redundancia. Es una pareja muy unida. Las grandes decisiones las hacen compartidas.
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