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Cartas desde Londres: Lord Denning, el «Rockstar» de los tribunales (I)

Cartas desde Londres: Lord Denning, el «Rockstar» de los tribunales (I)
Lord Denning no procedía de la clase alta británica; fue el hijo de un humilde pañero de Hampshire que no tenía medios para pagar los estudios a sus hijos. Foto: IIPImage.
17/11/2020 06:49
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Actualizado: 17/11/2020 02:31
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A diferencia de otros, en un sistema tan judicial como es el “Common Law”, la valoración de los jueces se efectúa, no en función de aparecer más o menos en los medios, sino por la calidad de sus razonamientos jurídicos y su independencia.

En este escenario, Alfred Thompson “Tom” Denning, conocido popularmente como Lord Denning, es seguramente el juez británico más famoso de todos los tiempos.

Un auténtico juez estrella, considerado por muchos como el juez del pueblo (“the People’s Judge”) y que falleció en 1999 nada menos que a los 100 años de edad.

De entre los elogios que recibió, Margaret Thatcher dijo de él: «fue probablemente el juez inglés más importante de los tiempos modernos”, palabras que fueron compartidas por el aquél entonces primer ministro, Tony Blair, quien, por cierto, había tenido la ocasión de comparecer como “barrister” ante el tribunal presidido por Lord Denning.

Así, no es de extrañar que este juez siga siendo hoy día uno de los preferidos por los estudiantes de derecho inglés quienes, evidentemente, deben conocer y apreciar la importancia de sus sentencias, muchas veces particularmente polémicas.

LA BIOGRAFÍA

Hoy nos centraremos en la biografía de Lord Denning, muy alejada de los clichés clasistas que suelen atribuirse a los grandes jueces británicos. Ni pedigrí ni orígenes nobles ni mansiones ni nada de nada. Bien al contrario, era hijo de un humilde pañero de Hampshire, sin medios para pagar los estudios a sus otros seis chavales.

De hecho, Denning inició su escolarización en la Escuela Nacional de Whitchurch, una de las muchas creadas por la Sociedad Nacional para la Educación de los Pobres.

Vamos, una estampa dickensiana en todo su esplendor.

Gracias a su inteligencia y al trabajo duro, Denning consiguió una de las pocas becas para estudiar en Escuela de Gramática de Andover, obteniendo además numerosos premios por sus excelentes redacciones sobre grandes autores en lengua inglesa.

Ya saben lo importante que es leer bien antes de ponerse a escribir, que después sale lo que sale.

La cuestión es que, dándole al callo como estudiante, Denning consiguió ser admitido para hacer las pruebas de acceso a las exclusivas universidades de Oxford y Cambridge. Un gran salto en un tiempo en el que, por cierto, no había planes de estudios con aprobados generales.

Para superarlas, Denning necesitaba aprobar todos los exámenes de acceso, entre los que se incluía el de griego clásico, una lengua que nunca había estudiado.

Cualquiera que haya tenido como asignatura el griego clásico sabe la dificultad que entraña aprender una lengua extranjera y además con un alfabeto propio. Como aprender ruso, vamos.

Lejos de achantarse, Denning se las ingenió para aprender por su cuenta y aprobar todos los exámenes, incluido el de griego, matriculándose así en el Magdalen College de Oxford en 1916 para estudiar matemáticas.

No está nada mal para el hijo de un pañero.

PUDO LIBRARSE DE LA GUERRA, PERO SE EMPEÑÓ EN IR

Pero con la Gran Guerra rugiendo en el continente, la vida académica de este futuro juez pasó al fango francés, donde luchó en el regimiento de ingenieros.

Un simple detalle que muestra el perfil del personaje y su personalidad: aunque en su reconocimiento médico fue descartado inicialmente para unirse al ejército británico, Denning apeló la decisión y consiguió alistarse. Con dos.

Una vez derrotado el del casco con pincho y de vuelta al Magdalen College, Denning siguió con sus estudios de matemáticas y empezó a dar clases en la universidad cosa que, al parecer, le aburría soberanamente.

Hasta que un día, por casualidad, fue a presenciar uno de juicios que se celebraban en aquellos tiempos ante tribunales no permanentes, de los que hemos hablado alguna vez por aquí.

SU AMOR POR EL DERECHO FUE UN FLECHAZO

Denning quedó fascinado. Aquel día decidió que sería “barrister”, un abogado de tribunales inglés.

Total, que volvió a Oxford pero para estudiar derecho en esta ocasión, obteniendo una beca para financiar sus brillantes estudios que continuaron hasta los exámenes finales, en los que sorprendió, además, por sus respuestas correctas a las preguntas sobre la Ley de la Propiedad que había sido aprobada tan solo unos pocos días antes.

Tal y como había planeado, Denning fue admitido en el Lincoln’s Inn (no podría haber escogido mejor “Inn”, pensará alguno que conozco), empezando a trabajar en unas “chambers” incluso antes de haber hecho su examen de acceso a la profesión.

Su “call to the bar” tuvo lugar en 1923, permitiéndole empezar a ejercer ante los tribunales inferiores y emitir informes jurídicos, siendo finalmente nombrado “King’s Counsel” en 1938 gracias a su importante carrera profesional.

Pero lo mejor estaba por llegar con su etapa como juez, que se inició, por cierto, con una escena que parece salida de “Testigo de Cargo”.

En 1944, mientras Denning presentaba un caso ante la Cámara de los Lores (lo que sería el equivalente al Tribunal Supremo del Reino Unido actualmente), aprovechando un receso del juicio, el Lord Canciller se presentó en la sala para ofrecerle una posición como juez del Tribunal Superior de Justicia en la División de Sucesiones, Divorcios y Almirantazgo.

El bueno de Denning aceptó, y el anuncio de su nombramiento se hizo antes de la conclusión del juicio.

Para cuando salió, Tom Denning se había convertido en Lord Denning.

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