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O Polonia desiste o Polonia tiene que marcharse de la Unión Europea
El Tribunal Constitucional de Polonia cruzó las líneas rojas que respetó el Tribunal Constitucional alemán
09/10/2021 06:50
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Actualizado: 09/10/2021 06:50
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El Tribunal Constitucional de Polonia ha dictado el 7 de octubre de 2021 una sentencia que ha provocado una convulsión extraordinaria y de la que de manera inmediata se han hecho eco todos los medios periodísticos.
No es para menos, porque la sentencia ataca uno de los puntos medulares del ordenamiento jurídico europeo que han hecho posible la existencia de la Unión Europea (UE) y su supervivencia: el principio de primacía del Derecho de la UE y la competencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) para definir y declarar el alcance las competencias de la Unión.
Con ser la convulsión extraordinaria, el problema, sin embargo, no es nuevo, y podría decirse aquello de que de los polvos de Karlsruhe han venido los lodos de Varsovia.
Si algo hay que criticar a Polonia en cuanto a su posible actitud irresponsable, que efectivamente lo hay porque sitúa a la Unión Europea en un punto de inflexión crítico y deja a Polonia en una extraña encrucijada en la que tendrá que adoptar alguna decisión, como irse del juego cuyas reglas no quiere respetar, primero habría que criticar la actitud irresponsable de otros.
Y quizás habría que criticarlos más que a una Polonia advenediza y poco más que recién llegada al club europeo, porque esa crítica habría que dirigirla a la señorial Alemania, nada más y nada menos que fundadora del primigenio mercado común que hoy es la UE.
EL PRECEDENTE DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL FEDERAL DE ALEMANIA
Eso fue algo que puse de manifiesto en estas mismas páginas hace algo más de un año, en mayo de 2020, cuando el Tribunal Constitucional Federal de Alemania, desde su sede de Karlsruhe, dictó una sentencia en el asunto de la compra de bonos del Banco Central Europeo (BCE) en la que cuestionó la competencia de las instituciones europeas y, particularmente, del TJUE, para, por la vía de enjuiciar la corrección de los actos de la Unión, definir el alcance de las competencias cedidas a la UE por Alemania.
Recordaré de manera breve lo que decía en aquel artículo: la UE no tiene otras competencias que las que han cedido los Estados miembros. Todo lo no cedido pertenece a los Estados.
Si una institución de la UE dicta un acto que excede de las competencias que ha recibido de los Estados, su acto es nulo. Pero aceptado este principio ¿quién tiene la competencia para decidir hasta qué punto se han cedido las competencias?
El TJUE afirma que esa función (esa competencia) le corresponde a él.
Y lo hace por una razón muy elemental: si los Estados miembros hubieran retenido esa competencia, los actos de las instituciones de la Unión se comportarían como el gato de Schrödinger, que serían al mismo tiempo válidos y no válidos dependiendo de la opinión de los tribunales de cada Estado miembro, y eso convertiría en Derecho de la UE en un imposible.
De hecho, lo destruiría.
EL CONSTITUCIONAL POLACO HA IMITADO AL ALEMÁN
Fue el Tribunal Constitucional Federal de Alemania quien inició la doctrina contraria: sólo él, como supremo intérprete de la Constitución Alemana, puede decidir si las competencias soberanas previstas en su Constitución han sido cedidas.
Le niega con ello al TJUE la competencia para hacer esa declaración, que el Tribunal Constitucional alemán se reserva para sí.
Esta actitud del Tribunal Constitucional alemán no es nueva, la inició en los años 70 con las sentencias dictadas en los asuntos Solange I y Solange II, que han tenido más de una reedición, la última con la sentencia de los bonos del Banco Central Europeo del año pasado.
El Tribunal Constitucional alemán nunca ha llegado tan lejos como el de Polonia.
Por decirlo así, se ha contentado con comportarse como un pirómano que, en último momento, apagaba la llamita con la que amenazaba con provocar un incendio.
De alguna manera, se contentaba con amagar, advertir de hasta dónde era capaz de llegar y, después, encontrar la fórmula para darse por satisfecho, quizás porque efectivamente había conseguido que lo satisficieran.
En la práctica, nunca ha ido más lejos de afirmar su fuero.
HA LLEVADO LA DOCTRINA ALEMANA HASTA SUS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS
Lo que acaba de decir el Tribunal Constitucional polaco no es original suyo.
No ha hecho otra cosa que asumir la doctrina alemana de la Kompetenz-kompetenz, con una diferencia: la ha llevado a sus últimas consecuencias, provocando el incendio con el que su homólogo alemán se había contentado con amenazar.
Y no lo ha hecho sobre cualquier tema. La cuestión de fondo que ha suscitado la reacción del Tribunal Constitucional polaco nos toca muy, pero que muy de cerca: la resistencia del gobierno polaco a asumir los estándares europeos sobre Estado de Derecho y, muy particularmente, los relativos a la independencia judicial, los mismos estándares que el gobierno de coalición PSOE-Podemos se niegan a asumir en España.
Está por ver cómo se soluciona esta crisis, que no es una crisis jurídica, aunque lo parezca.
Es una crisis política de una magnitud desmesurada, con una alta potencialidad de transmisión o contagio en otros países del este europeo.
NO ES TOLERABLE
Es evidente que la actitud polaca no es tolerable, sencillamente porque es imposible que la UE pueda funcionar si uno o varios de sus socios se eximen de cumplir las reglas comunes o las aplican sólo cuando les convienen.
Las alternativas son claras y son las únicas posibles: o Polonia desiste o Polonia se queda fuera de la UE, bien porque se vaya o bien porque la echen.
Lo que resulta imposible, insisto, es que se quede manteniendo su actitud.
Ahora toca esperar acontecimientos, aunque mientras tanto es conveniente que todos tomemos nota de las razones de esta crisis.
Unos al norte de Europa, para que hagan examen de conciencia sobre a dónde pueden llevar los juegos de pirómanos.
Y otros al sur, para reflexionar sobre lo que puede suponer resistirse a cumplir los principios que nos obligamos a respetar cuando libremente decimos incorporarnos a la UE.
Mirando a Polonia, es fácil imaginar lo que puede suponer esa resistencia.
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