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Opinión: Gestores Administrativos: modernos “Teseos” en el laberinto de un Minotauro llamado Administración

Opinión: Gestores Administrativos: modernos “Teseos” en el laberinto de un Minotauro llamado Administración
Los Gestores Administrativos se enfrentan diariamente, en el laberinto de la Administración al Minotauro que le da vida. Ilustración: Confilegal.
20/9/2024 00:30
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Actualizado: 20/9/2024 00:44
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Desde el principio de los tiempos los mitos le han servido al hombre para dar un sentido a la experiencia humana. Para explicar el mundo y el cosmos.

Según el profesor estadounidense Joseph Campbell, mitólogo y escritor –autor del celebérrimo libro “El héroe de las mil caras”, del que George Lucas “bebió” para construir su “Guerra de las Galaxias”–, los mitos ayudan a los individuos a comprender su propio viaje vital por la vida.

Ofrecen una estructura simbólica para que los seres humanos hayamos entendido el amor, el dolor, la muerte y el destino desde el principio de los tiempos.

Uno de esos mitos que siempre han llamado mi atención ha sido la historia del Minotauro y el intrincado laberinto en el que habitaba. Y de cómo Teseo, un joven héroe de la mitología griega, acabó con él.

A mí, como ciudadano, la Administración siempre se me ha asemejado a un intrincado laberinto, como aquel.

Un laberinto que devora a los ciudadanos con sus complicadas normas, ininteligibles, escritas en ese suajili en el que los funcionarios se comunican, sirviendo a un Minotauro invisible cuyo objetivo es frustrar, una y otra vez, lo que las personas pretenden.

Una Administración que repiten, desde las alturas, que está para servirnos. Contradictorio, ¿no?

MITAD HOMBRE Y MITAD TORO

El Minotauro, como se sabe, era una criatura mitad hombre y mitad toro. La cabeza era de toro, para ser más exactos. Era hijo de Pasifae, esposa de Minos, rey de Creta.

Según el mito, la culpa de que naciera ese ser la tuvo el propio Minos. Porque le pidió al dios del mar, Poseidón, un toro para sacrificarlo en honor suyo.

Sin embargo, Minos, cuando vio la belleza del animal –un toro blanco– se olvidó de la promesa y se quedó con él.

Eso sí, para no enfadar al dios del Mar, sacrificó otro toro en su lugar.

Pero ocurrió lo contrario. Poseidón se enfadó y mucho. El dios decidió castigarlo haciendo que su esposa Pasifae, se enamorara locamente del toro.

La mujer, para consumar su amor por el toro blanco, ordenó a Dédalo, un conocido artesano y arquitecto, que le construyera una vaca hueca de madera para, introduciéndose en su interior, poder unirse carnalmente con el animal.

De esa unión nació el Minotauro.

El rey Minos, horrorizado por el hijo que había dado a luz su esposa, tiró también de Dédalo. Le ordenó que en los sótanos de su palacio construyera un laberinto tan

completo que fuera imposible escapar una vez dentro.

Minos encerró al Minotauro en su interior. Pero no se conformó con dejar vivir al monstruo. Exigió exigió a los pueblos que conquistaba que, como tributo, enviaran cada año 14 jóvenes –siete hombres y siete mujeres– para que fueran entregados al monstruo.

Huelga decir que el que entraba en el laberinto no salía con vida. Fijo.

Hasta que llegó Teseo, un joven ateniense, que se ofreció voluntario para ser sacrificado.

Su intención era otra: matar al Minotauro.

Como siempre, en la historia el amor jugó un papel central. La princesa Ariadna, hija de Minos, se enamoró locamente de Teseo. Para evitar que fuera devorado por el monstruo, le entregó un ovillo de hilo.

Le aconsejó que lo atara a la entrada del laberinto y que lo fuera desenrollando mientras avanzaba en su interior.

Teseo siguió el consejo la enamorada. Lo que le permitió conseguir su objetivo. Penetró en el laberinto, se enfrentó al Minotauro y lo mató en combate. Luego, siguiendo el hilo, logró escapar y salvar la vida.

De esa forma puso fin a una pesadilla.

EL LABERINTO DEL MINOTAURO EN NUESTROS DÍAS

El mito sigue vivo hoy día. Modernos Teseos habitan entre nosotros. Y tienen un nombre: Gestores Administrativos.

Penetran todos los días en el laberinto de la Administración pública, navegan por la burocracia, los complejos trámites y las normativas incomprensibles para regresar de su interior con el deber cumplido, en representación de los ciudadanos.

El Minotauro de nuestros días habita en esas complicadas regulaciones, formularios interminables y procesos administrativos lentos y confusos que conforman el laberinto.

El hilo de Ariadna de los Teseos actuales es su conocimiento de los oscuros corredores que lo conforman, de unas herramientas eficaces y de las estrategias para abrirse paso, venciendo dificultades burocráticas hasta llegar a la meta.

Y esto los Gestores Administrativos, héroes aguerridos de nuestros días, lo hacen diariamente. No necesitan matar al Minotauro de la Administración; lo tienen controlado.

Lo hacen de una forma tan fácil y tan eficaz que nos engañan a todos, haciéndonos creer que el monstruo de la Administración se ha rendido, que es, incluso, amigo nuestro.

Pero todos sabemos que no es verdad. Sin estos Teseos, el Minotauro de la Administración seguiría devorando ciudadanos en su laberinto.

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