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Opinión | Manuel Marchena: un «gigante» de la judicatura sobre cuyos hombros otros pueden ver más lejos

Ricardo Rodríguez elabora un perfil sobre Manuel Marchena, que acaba de dejar la Presidencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Foto: Confilegal.
20/1/2025 05:36
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Actualizado: 19/1/2025 22:38
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Conocí a Manolo Marchena allá por el año 1995, cuando ambos publicamos un libro. Él unos comentarios al Código Penal, recién publicado (el primero de nuestra democracia y, por eso, también es conocido como “el Código Penal de la democracia”), y yo unos comentarios abreviados a la Ley de Enjuiciamiento Criminal (edición «minor», ya que tenía publicada una anterior más extensa), ambos en la Editorial Comares, de Granada, una de las más importantes editoriales del mundo del derecho español y dirigida por un querido compañero, ya jubilado, Miguel Ángel del Arco.
A partir de ahí nació una ya larga y bien regada y fructífera amistad.
Recientemente ha dejado la presidencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, el más Alto Tribunal de la jurisdicción penal española, cargo en el que ha estado lo máximo permitido por la Ley Orgánica del Poder Judicial: 10 años. En dos nombramientos, de 5 años.
Parafraseando al gran poeta Allan Ginsbert de la «Beat Generation», corriente literaria -incluso de una forma de vida norteamericana- de la década de los cincuenta del siglo anterior, precursora del movimiento hippie y posteriores, en su poema «Hawl» (Aullido), Marchena es una mente preclara y lúcida. De las mejores de nuestra generación.
Pocas veces se ha hecho tanta justicia en un nombramiento: el mejor para el más alto cargo de la Justicia Penal.
MARCHENA PRESIDIÓ EL SEGUNDO JUICIO MÁS IMPORTANTE PARA NUESTRA DEMOCRACIA
En nuestro recuerdo está el juicio del «procés», cuando se juzgó en el Tribunal Supremo a los rebeldes-separatistas catalanes. Uno de los juicios más importantes desde la Constitución.
Quizás el más importante, junto con el del 23F.
Un juicio que duró varios meses. Sus 52 sesiones de mañana y tarde que se trasmitieron por televisión, en directo.
Son célebres sus intervenciones y contestaciones a las continuas provocaciones de los acusados, de sus abogados, de los testigos. De esto ya nos ocupamos en otra columna («El juez Marchena ‘Magister magistorum’«), en Confilegal.
Y si es así, que lo es, ¿por qué Marchena no ha llegado al cargo más alto del Poder Judicial, esto es, ser presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo?
Todos nos acordamos del aciago «Whatsapp» del portavoz del PP en el Senado, Ignacio Coisidó, a los 146 Senadores de su partido, cuando, en los trámites de renovación del CGPJ, se defendía de sus críticas y ataques al hacerse público el reparto de vocales de tal órgano entre ellos y el partido socialista (11 para los socialistas y 10 para el PP, que se llevaba también la Presidencia) reparto en el que el PP perdía la mayoría. y de ahí las críticas.
Afirmó Coisidó que “… con otras palabras, obtenemos lo mismo numéricamente, pero ponemos un presidente excepcional”, en referencia a Marchena y al que consideraba “un gran jurista”, con “capacidad de liderazgo” para que las votaciones “no sean de 11-10 sino próximas a 21-0”.
Pero la frase clave fue que ”con estos números, el PP controlará la Sala Segunda por detrás” (la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo es el órgano judicial competente para enjuiciar diputados, senadores y demás aforados) y “presidiendo la Sala 61”, entre cuyas funciones ésta la de ilegalizar partidos políticos.
Con tan funestas palabras, consiguió quemarle.
UN HOMBRE DE PRINCIPIOS
Marchena, al enterarse, afirmó que “jamás he concebido la función jurisdiccional como un instrumento al servicio de una u otra opción política para controlar el desenlace de un proceso penal”, explicando su renuncia a la presidencia del CGPJ y del Tribunal Supremo.
Declaración de principios que le honra.
Ya no quiso nunca esta Presidencia y me consta que tuvo varias propuestas tanto por el PP como por el PSOE para ser nombrado al más alto cargo del Poder Judicial. Pero siempre, siempre, se negó con rotundidad. No, no y mil veces no… hasta hoy.
¡Qué error de Coisidó, qué grandísimo error! Con ello consiguió frustrar el nombramiento del que, sin duda alguna, sería uno de los mejores presidentes del órgano de gobierno de los jueces. Nadie había, ni hay ahora, tan valorado, tan respetado, tan querido en la Carrera Judicial. «Magister magistorum». No era discutible.
Marchena tiene una gran, magnífica «curricula»: nacido en Las Palmas de Gran Canaria, estudió Derecho en la Universidad de Deusto, obteniendo el premio extraordinario de Fin de Carrera (el mejor expediente académico); doctor por la Universidad de La Laguna; Fiscal en el año 1985, con varios destinos hasta que fue nombrado Jefe de la Secretaría Técnica de la Fiscalía General del Estado, con categoría de Fiscal de Sala (el más joven en la historia del Ministerio público); Fiscal del Tribunal Supremo; nombrado Magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo en 2007 y, en 2014, su Presidente –reitero- hasta diciembre de 2024.
Actualmente es Magistrado de esta Sala de lo Penal.
Académico de Número de la Real Academia de Doctores y Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, los premios, títulos y honores que se le han concedido son ingentes: Cruz distinguida de Primera Clase y la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Pañafort (la más importante en el mundo jurídico); Premio a la «Excelencia y Calidad de la Justicia», otorgado por el CGPJ; premio «La Ley» al mejor artículo doctrinal del año (el mejor dotado económicamente y de gran prestigio); premio de la Asociación de Letrados del Turno de Oficio; premio “Puñetas de Oro”; Premio «Balanza de Oro», otorgado por el Colegio de Procuradores; Premio «Confilegal» en la categoría de «Independencia»; Medalla de honor del Colegio de Abogados de Madrid; Premio premio «Jurista del Año», de la Asociación de Juristas y Profesionales del Derecho San Raimundo de Peñafort, y un largo etcétera.
Sus artículos, conferencias, charlas y su dirección de cursos son inconmensurables. Aburriría al lector sólo con citar una mínima parte… Sólo me cabe afirmar que, seguramente, no hay capital de provincia o población importante que no haya visitado e impartido alguna de sus magníficas conferencias.
Manuel Marchena es uno de esos «gigantes» intelectuales –en este caso un gran jurista–, sobre cuyos hombres generaciones posteriores suelen elevarse para obtener grandes logros.
Un «gigante», según el concepto acuñado por John de Salisbury y popularizado por Isaac Newton, que pertenece a nuestro tiempo. Y que es, además, uno de los nuestros. Algo sobre lo que no podemos sentirnos más orgullosos y más afortunados.
UNA PERSONA HUMILDE Y DE UNA PROFUNDA HUMANIDAD
Pero lo que quiero destacar es su profunda humanidad, además de ser culto, muy culto y gran conversador. Manolo es una persona afable, cariñosa, muy cercana. Me sorprendió, nos sorprende a todos su agudeza, su retentiva, su facilidad de comunicación.
Sus maravillosas conferencias son profundas, muy profundas pero no aburridas, llenas de anécdotas que las hacen amenas y divertidas… y sin mirar un documento, un papel, siquiera una nota.
Es espectacular, brillante.
Asombra su capacidad de síntesis… muchas veces –y soy testigo- era mejor el resumen que hacía que la propia conferencia dada por el ponente.
Me acuerdo que en un Congreso Nacional de «Compliance Officers», allá por el año 2019, el último día interveníamos él y yo, con una mesa redonda después los dos juntos; obvio es que yo intervenía primero y él clausuraba.
Estuvo empeñado en que clausurase yo en Congreso. Cuánto honor, mi querido Manolo, cuanto honor: Clausurar un Congreso en presencia del Presidente de la Sala Penal del Tribunal Supremo.
Obvio es que, pese a sus intenciones y deseos, me negué en rotundidad y él clausuró, eso sí, a regañadientes. Así es Manolo, humilde, cariñoso, nada ególatra. Antes, al contrario.
Es gran conversador, humilde como todos los sabios; es habitual que en sus charlas diga que lo más importante de su «curriculum» es ser socio del Real Madrid, el equipo de sus amores; tiene, además, cierta retranca parecida a la gallega.
Humano, vitalista, gran nadador, pero, para mí, lo mejor es que es gran amigo de sus amigos y amante de su familia, de los suyos.
Cuántas veces he comido con él y con su hijo Manu, magnífico abogado penalista. Comidas amenas, divertidas, familiares. ¡Cuánto me recuerda Manu a mi hijo, a mi niño! Esa sonrisa franca, que todo lo invade, que trasmite cariño y dulzura y como el padre le mira cuando habla con dulzura y una eterna sonrisa. Bonito, muy bonito, enternecedor.
Ahora, en esta nueva etapa, sigue trabajando, sigue dictando tus magníficas sentencias, pero tendrás más tiempo a disfrutar de tu mar, de tu natación, de tu familia, de tus maravillosos nietos, de tus grandes amigos…, y de tu Real Madrid.
Manolo, querido, gracias, muchas gracias por tus consejos, por tu eterna amistad, por tu cariño… y por estar siempre ahí.
¡Cuánto me has animado en mis momentos más bajos!, ¡Cuánto…!. Disfrutar de tu amistad es uno de los privilegios que me ha dado la vida. Eres uno de mis maestros de derecho y de vida. Eternamente agradecido.
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