Firmas

Cibernética y Administración de Justicia

Cibernética y Administración de Justicia
Javier Puyol es abogado y socio de ECIXGroup.
31/5/2015 13:39
|
Actualizado: 03/3/2016 13:44
|

La Cibernética, tal como señala Giovanni Guillen, es la ciencia que se ocupa de los sistemas de control y de comunicación en las personas y en las máquinas, estudiando y aprovechando todos sus aspectos y mecanismos comunes.

El nacimiento de la cibernética se estableció en el año 1942, en la época de un congreso sobre la inhibición cerebral celebrado en Nueva York, del cual surgió la idea de la fecundidad de un intercambio de conocimiento entre fisiólogos y técnicos en mecanismos de control.

Cinco años más tarde, Norbert Wiener uno de los principales fundadores de esta ciencia, propuso el nombre de cibernética, derivado de una palabra griega que puede traducirse como piloto, timonel o regulador. Por tanto la palabra cibernética podría significar ciencia de los mandos.

Estos mandos son estructuras con elementos especialmente electrónicos y en correlación con los mecanismos que regulan la psicología de los seres vivientes y los sistemas sociales humanos, y a la vez que permiten la organización de máquinas capaces de reaccionar y operar con más precisión y rapidez que los seres vivos, ofrecen posibilidades nuevas para penetrar más exactamente las leyes que regulan la vida general y especialmente la del hombre en sus aspectos psicológicos, económicos, sociales etc.

Dentro del campo de la cibernética se incluyen las grandes máquinas calculadoras y toda clase de mecanismos o procesos de autocontrol semejantes y las máquinas que imitan la vida.

Las perspectivas abiertas por la cibernética y la síntesis realizada en la comparación de algunos resultados por la biología y la electrónica, han dado vida a una nueva disciplina, la biónica.

La biónica es la ciencia que estudia los: principios de la organización de los seres vivos para su aplicación a las necesidades técnicas. Una realización especialmente interesante de la biónica es la construcción de modelos de materia viva, particularmente de las moléculas proteicas y de los ácidos nucleicos.

Conocer bien al hombre es facilitar la elección de las armas necesarias para combatir sus enfermedades.

Por tanto, es natural ver una parte de las investigaciones orientarse hacia un mejor conocimiento de los procesos fisiológicos. Ayudándose de la química y de la física es como han podido realizarse grandes progresos.

Si quiere proseguir un mejor camino, debe abrirse mas al campo de la mecánica y más aun al campo de la electrónica. En este aspecto se abre a la Cibernética, que sobre el papel,  desde luego no tiene porque estar vedada a otros campos de las relaciones humanas.

La Robótica es la técnica que aplica la informática al diseño y empleo de aparatos que, en substitución de personas, realizan operaciones o trabajos, por lo general en instalaciones industriales.

Se emplea en tareas peligrosas o para tareas que requieren una manipulación rápida y exacta. En los últimos años, con los avances de la Inteligencia Artificial, se han desarrollado sistemas que desarrollan tareas que requieren decisiones y autoprogramación y se han incorporado sensores de visión y tacto artificial.

Podemos soñar con un tiempo en el que la máquina para gobernar remplazará —para bien o para mal al hombre, ¿quién sabe?— la insuficiencia hoy en día evidente de los dirigentes y los aparatos habituales de la política, afirmaba en la década de los 40 el Padre Dominico Dubarle, y desde luego, no es descabellado pensar que se puede llegar a la conclusión consistente en que no existe, probablemente, ningún dominio del pensamiento o de la actividad material del hombre, del que se pueda decir que la cibernética no tendrá, tarde o temprano, un papel que jugar.

Uno de esos grandes retos se encuentra en la sustitución del ser humano en sus funciones por máquinas o robots. Según una noticia recogida por la web comercio y justicia, los investigadores de la Universidad de Oxford (Estados Unidos) afirman que, en un plazo de 10 años, más de 100 profesiones podrían ser desempeñadas por máquinas y robots.

¿Qué sucedería si la tecnología que hoy está al servicio del hombre, se volviera en su contra?

Eso se preguntó un grupo de expertos de la casa de altos estudios norteamericana que concluyó con los resultados sorprendentes.

Con base en una serie de cálculos y complejos algoritmos, los científicos elaboraron además el top ten de profesiones y oficios que corren más riesgo de desaparecer a mano de algún cable, chip o avanzado software informático.

Los agentes de préstamos se ubicaron en primer lugar con 98% de probabilidades de ser completamente automatizados, seguidos de los recepcionistas con 96%, los asistentes legales con 94% y los vendedores del comercio con 92%.

Además, algunos oficios que normalmente se asocian con tareas bastante “humanizadas” tampoco estarán libres de sumarse a esta tendencia, según advirtieron.

Los taxistas y choferes tienen 89% de probabilidades de ser reemplazados por robots; los guardias de seguridad, 84%; los cocineros, 81% y los bartenders, 77%.
El listado termina con los asesores financieros, con 58% de probabilidades de automatización y los corresponsales y periodistas, apenas con 11%.

Esta reflexión es especialmente importante en el seno de la función de juzgar, de impartir justicia.

Son muchas las historias, tal vez los sueños premonitorios  que sobre un futuro próximo podemos llevar a cabo, y ello siempre nos acerca a la disyuntiva que el ser humano puede librar contra su propia existencia, contra sus propias creaciones.

Fernández de Lis se hacía eco en fecha no muy lejanas de las palabras expresadas por Kevin Warwick, un científico inglés que señalaba  que “a todos los que queráis seguir siendo humanos, tengo que deciros una cosa: en el futuro, seréis una subespecie», transmitiendo la necesidad de que los humanos se «actualicen» para no ser eliminados por ellos.

No es algo nuevo; la literatura y el cine de ciencia-ficción están repletas de historias sobre máquinas inteligentes que intentan aniquilar o por qué no, sustituir al género humano.

Warwick considera que los humanos pueden y deben ser actualizados.

Las máquinas son superiores porque tienen, al menos, cinco cualidades de las que carecemos: poseen una memoria casi ilimitada, una capacidad de cálculo extraordinaria, la posibilidad de comprender más de tres dimensiones o cinco sentidos -pueden captar ultrasonidos o emitir infrarrojos- y, finalmente, pueden comunicarse sin hablar.

Lo que muchos consideran el mayor avance del género humano es, según Warwick, «una forma anticuada» de comunicar pensamientos.

Así, argumenta, que si no reconocemos nuestra inferioridad y utilizamos nuestros conocimientos para mejorar, la inteligencia artificial terminará superando y aniquilando a la humana: «El ser humano es sólo superior en comprender bromas o disfrutar de la música. Pero éstas son cosas que, francamente, sólo preocupan a los humanos».

El científico reconoce que conseguir que los seres humanos fusionen sus capacidades con las de las máquinas es aún ciencia-ficción, pero cree que sus experimentos demuestran que no lo será por mucho tiempo. Sin embargo, el desarrollo tecnológico que habilita otras formas de la comunicación humana; comunicación que acelera y transforma los flujos, produciendo impacto en las percepciones y en los procesos cognitivos; circulación del poder y del control; riesgo y posibilidad, he aquí otras dimensiones de la complejidad en la que estamos inmersos y que supone desafíos de muy diversa índole, entre otros, desafíos para las estructuras institucionales conocidas y las formas tradicionales de regulación de las relaciones sociales; desafíos, consiguientemente, para la teoría y los teóricos del derecho.

Desafíos, por último, para la comprensión de tan sofisticados procesos y de las formas de legalidad que a ellos corresponden, que se toman, por razones estructurales, progresivamente más opacas.

A título de ejemplo, puede traerse a colación una obra teatral titulada “Dura Lex”, la cual   hacía referencia a una máquina llamada “Dura Lex Pro 1.0”, que era un aparato mecánico con el que se buscaba impartir justicia.

Entre las variadas prestaciones del invento destacaba su agilidad en el procesamiento de conductas delictivas, su economía de medios facilitada por la supresión de fiscales, abogados, procuradores y otros roles jurídicos, y su irreprochable imparcialidad mecánica. Todo ello para solucionar todas las imperfecciones del sistema judicial.

Ello se justifica, por ejemplo en la afirmación de que el juez que se limita a aplicar la ley es un mal juez, tal como ha señalado J. María Loperena, que indica que en el mundo del derecho, son muy pocas las veces en que la ley recorre el mismo camino que la justicia.

Administrarla constituye algo más que aplicar la ley. Si un juez, al dictar sus sentencias, se limita a condenar a cada justiciable con lo que el Código Penal sanciona, es un mal juez.

Fue Kevin Wilkes, un joven graduado en leyes por la Universidad de Yale, quien indicaba que los conflictos judiciales sobre accidentes de tráfico, los resuelve una computadora. Un funcionario introduce en ella el atestado policial, el fiscal sus pruebas de cargo, y los abogados de las partes, las de descargo y sus alegaciones.

El ordenador procesa automáticamente todo aquel berenjenal y, en pocos segundos, aplicando con rigurosidad la ley y la jurisprudencia, dicta sentencia.

Los defensores de la justicia cibernética alegan, como argumento, que las máquinas evitan el tráfico de influencias, la lentitud de los procesos, sus exorbitantes costos y la desigualdad.

Pero por quienes creemos que el concepto de justicia va unido a la igualdad, al ejercicio de la libertad, al derecho a vivir en democracia y a la consecución de la felicidad mediante la distribución equitativa de la riqueza, obviamente se ha de rechazar esta posibilidad.

A contrario sensu, y de manera ciertamente controvertida, recientemente un programa informático se ha hecho pasar por un adolescente de trece años mientras respondía a las preguntas de un jurado y ha conseguido convencer a un tercio de los jueces.

Ello ha determinado que se supere así el mito del test que planteó el matemático británico Alan Turing hace 65 años, aunque, según algunos expertos, el impacto de este avance es más mediático que científico.

El experimento consistía en que un equipo de personas planteaba una serie de preguntas mediante el teclado durante cinco minutos y debía juzgar si las respuestas recibidas procedían de un ser humano o de una máquina. Para superar el test se requería que al menos un 30% de los jueces no lo supiera discernir.

Pero para los especialistas en programación y para todos los aficionados a la tecnología futurista y los conceptos relacionados con la inteligencia artificial, el test de Turing no necesita que nadie ni nada lo dé a conocer, ya que es una de las pruebas tecnológicas que más expectación ha levantado con el paso de las décadas, y que nadie nunca había logrado superar.

Alan Turing propuso el test que lleva su nombre en el año 1950, en un artículo titulado Computing Machinery and Intelligence.

En ese artículo se preguntaba  «¿piensan las máquinas?», y sostenía que si una máquina se comportaba en todo como si fuese inteligente, entonces era inteligente. Fernando Cuartero, recoge las argumentaciones llevadas a cabo por Turing, y analiza una batería de posibles objeciones a su propuesta, en concreto, las siguientes:

a). Argumento teológico. Según esta objeción, pensar es una cualidad del alma inmortal que Dios ha proporcionado a los seres humanos, pero no a los animales ni máquinas. Por tanto, ni animales ni máquinas podrían llegar a pensar. La respuesta de Turing es que esta objeción limitaría la “omnipotencia” divina, pues Dios, debería tener la potestad de conceder el pensamiento a una máquina o a un elefante si lo estimara adecuado.

b). Argumento del avestruz: Las consecuencias del hecho de que las máquinas pensaran serían demasiado horribles, por lo que debemos esperar y creer que no pueden hacerlo. Para Turing, es un argumento poco sólido, más que una refutación, quienes lo esgrimen necesitan consuelo.

c). Objeción Matemática: La Lógica Matemática demuestra que existen limitaciones al poder computacional de las máquinas: El Teorema de Gödel. Turing responde que estas limitaciones son ciertas, pero que también se aplican a los humanos.

d). Argumento de la consciencia: Hasta que una máquina no sepa escribir un soneto o componer un concierto con base en los pensamientos y las emociones que siente, y no a consecuencia de la generación aleatoria de símbolos, no podremos estar de acuerdo en que la máquina pueda ser igual que un cerebro, es decir, que no solamente sepa escribirlos, sino también que sepa que los ha escrito.  Para Turing, esta objeción conduce al solipsismo, pues ¿Cómo se sabe si un humano sabe o no? ¿Cómo se sabe si una máquina sabe o no? ¿Cuál es la realidad?

e). Argumento de varias incapacidades: Admito que usted puede compeler a las máquinas a hacer todas las cosas que acaba de mencionar, pero nunca podrá inducir a una máquina a hacer determinadas tareas, por ejemplo: Ser bueno, fértil en recursos, guapo, amistoso, tener iniciativa, tener sentido del humor, enamorarse, disfrutar las fresas con nata, etc. Es más, también sabemos que las máquinas no pueden cometer errores, y los humanos sí. Turing responde que la primera objeción se basa en una aplicación equivocada de la inducción científica. Del hecho de que las máquinas no han hecho tales acciones, se pretende deducir que no pueden hacerlas. La segunda objeción es aún más extraña, ¿acaso son peores por no cometer errores? En cualquier caso, podrían ser programadas sin problemas para poder cometer errores.

f). Argumento de Lady Lovelace. Una máquina no pretende crear nada. Sólo puede hacer cualquier cosa que sepamos ordenarle que haga. Para Turing, el argumento más utilizado como crítica, pero advierte que cualquier sistema suficientemente complejo puede ser indistinguible de un sistema “creativo”. No podremos saber si su decisión es autónoma o determinada por su programación.

g). Argumento de la continuidad del sistema nervioso. El sistema nervioso no es una máquina discreta. Un pequeño error en un impulso nervioso de una neurona, puede representar una gran diferencia para el volumen del impulso saliente. Turing acepta la objeción, sin embargo señala que aunque los circuitos eléctricos binarios son discretos, en la programación esa consideración desaparece. En el juego de la imitación esta objeción no tendría sentido.

h). Argumento de la informalidad del comportamiento. Según el cual, no es posible elaborar un conjunto de reglas que describa lo que una persona debería hacer en cualquier serie de circunstancias. Para Turing, se confunden “reglas” con “leyes de comportamiento”. Las máquinas obedecen las reglas con exactitud, pero si fuese un sistema de reglas lo suficientemente complejo, los imponderables complicarían la toma de decisiones.

i). Argumento de la percepción extra-sensorial. Adaptación a las posibilidades de la percepción extra-sensorial en sus cuatro variantes: telepatía, clarividencia, precognición y psicoquinesis.  Este argumento es bastante curioso. Parece muy poco serio, y no está claro si la objeción es una posible ironía de Turing o en realidad aceptaba realmente estas ideas hoy completamente desacreditadas y que no merecen atención.

Al hilo de ello, Mayer-Schoenberger, recogía recientemente unas reflexiones con relación a la técnica Big Data, y a la posibilidad de juzgar a una persona, a través de sistemas de computación y de criterios de aproximación a la verdad sobre la base del tratamiento masivo de datos.

De tal modo, que simplemente por ese tratamiento acumulativo de datos, podría llegarse a un veredicto de culpabilidad o de inocencia basado en criterios de mera aproximación, en función de la información acumulada con relación a una persona.

Todo lo anterior, nos lleva a reflexionar sobre el avance de la cibernética en relación con la Administración de Justicia, y por muchas justificaciones, teorías y explicaciones que se puedan aportar, hay llamar la atención sobre el hecho de que por muy intenso que sea el desarrollo tecnológico, lo único que es insustituible es el ser humano, al menos de momento.

Por todo ello, quedémonos con la expresión afortunada de Pierre J. Proudhon, en la que se señaló «que la justicia es humana, absolutamente humana, nada más que humana y que es injusto relacionarla con un principio superior a la humanidad».

Otras Columnas por Javier Puyol Montero:
Últimas Firmas
  • Opinión | Mocro Maffia y micro justicia
    Opinión | Mocro Maffia y micro justicia
  • Opinión | CDL: El pleito de M&A más complejo y largo de la Historia: La compra de Autonomy por Hewlett-Packard (V)
    Opinión | CDL: El pleito de M&A más complejo y largo de la Historia: La compra de Autonomy por Hewlett-Packard (V)
  • Opinión | Entidades especializadas en las ejecuciones civiles: la eficiencia de exportar un modelo de éxito
    Opinión | Entidades especializadas en las ejecuciones civiles: la eficiencia de exportar un modelo de éxito
  • Opinión | Un abogado civil en la corte militar: el caso de Cerro Muriano
    Opinión | Un abogado civil en la corte militar: el caso de Cerro Muriano
  • Opinión | ¿La Justicia es una lotería?
    Opinión | ¿La Justicia es una lotería?