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Del delirio gremial de los legistas al juego de fiscales y jueces

Del delirio gremial de los legistas al juego de fiscales y jueces
15/5/2016 07:23
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Actualizado: 15/5/2016 07:48
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Los fiscales y jueces se están convirtiendo, cada vez más, en el centro de la atención de los contribuyentes. Sólo tenemos que fijarnos en los periódicos y comprobaremos que es rara la semana en que no aparece una noticia sobre ellos. Sobre todo, las noticias que se originan en los Tribunales de Justicia “Superiores”, “Supremo” o en la Audiencia Nacional.

Obsérvese cómo los adjetivos tienen la característica de palabras lejanas. Pues bien, cuando transformamos esas palabras en próximas o inmediatas, el panorama es muy distinto. Incluso, según vaya pasando el tiempo, los abogados, fiscales, jueces y magistrados pueden convertirse en material para los humoristas. ¿Por qué España va a ser una excepción? Sólo hay que repasar las películas norteamericanas en las que los personajes del mundo del Derecho acaban por hacer reír, y mucho, al público. En Francia, sobresale La Verité, de Henri Georges Clouzot, una película excelente, que recibió premios muy importantes en 1960.

También la excelente serie británica Sí, Primer Ministro, rebosa comunicación política y humor. Concretamente en el capítulo “Secretos oficiales”, podemos leer este diálogo y verlo transformado en imágenes:

SIR HUMPHREY (SH).- Primer Ministro, podemos tratar de encontrar al culpable. Po­demos procesarlo. Pero en nuestro actual sistema político, como estoy seguro de que usted debe de saber, resulta problemático que el Gobierno garantice un fallo condenatorio.

PRIMER MINISTRO (PM).- Naturalmente que lo sabía. Pero, por Dios, se ha hecho más que a menudo. He sugerido unas pausadas copichuelas con el juez encargado.

SH.-¡Impensable! – ha respondido Sir Humphrey el Remilgado. Ha sido una de sus actuaciones menos convincentes-. Primer Ministro, no hay forma posible de presionar a un juez británico.

PM.- ¿Pretende tomarme el pelo? Entonces, ¿qué hay que hacer para asegurarse un fallo condenatorio? – he inquirido.

Muy sencillo -ha replicado sir Humphrey al momento-. Se escoge a un juez al que no haga falta presionar. (Yo no había pensado en eso). Todo es fácil cuando se sabe hacer. Una conversación con el Presidente de la Cámara de los Lores -ha continuado Humphrey-, para encontrar a un juez que esté del lado del Gobierno.

PM.- ¿Y que no le tenga simpatía al Daily Post? -he apuntado. Ninguno se la tiene. Necesitamos a un juez que tenga esperanzas de ser nombrado miembro del Tribunal de Apela­ción. Y luego no hay más que dejar que la justicia siga su imparcial y majestuoso curso.

He querido saber si eso da siempre resultado y Humphrey y me ha explicado que no era un procedimiento a prueba de tontos.

SH.-A veces se les nota tanto que ponen ahínco en conseguir el fallo condenatorio, que el jurado absuelve al procesado por puras ganas de chinchar. Así pues – he resumido a la manera judicial-, el juez que escojamos tiene que tener también un cierto sentido común.

Ha asentido. Yo veo que esto no es tan sencillo como él piensa (refiriéndose al Primer Ministro).

El “delirio gremial” de los legistas, según el filósofo español Gustavo Bueno

Lo importante de este ruido constante que están causando las noticias sobre los tribunales citados es encontrar sentido a tanta confusión. He pensado en dos marcos teóricos muy importantes: El de Gustavo Bueno sobre el “delirio gremial” y el de Eric Berne sobre los juegos. Más en concreto, sobre el juego “¿Por qué no haces…? Sí, pero…”.

Gustavo Bueno resume varios delirios profesionales. En su obra Televisión: Apariencia y Verdad, comienza ocupándose de quien, “viviendo de la televisión, y teniendo la televisión como “su mundo entorno”, como su casa, se comporta como si el Mundo estuviese para él formado por todo aquello que gira en torno a la imagen de la telepantalla y como si estas imágenes de la telepantalla fuesen el Mundo y, por tanto, lo constituyesen”. “Lo que está en la pantalla está en el mundo y lo que está en el mundo está en la telepantalla”.

El filósofo español afirma que esta situación no es absolutamente anómala, porque hay otros delirios gremiales paralelos. “Acaso sea el gremio de los médicos (seguido de cerca por el gremio de los legistas y por el de los químicos) el lugar en el que con más frecuencia encontramos síntomas de estos «delirios reduccionistas» de la omnitudo rerum a las categorías del propio gremio.

El delirio gremial médico fue descrito por Jules Romains en su Knock o el triunfo de la medicina (1923). El doctor Knock, en efecto, pretendió «elevar a la existencia médica» a todo el mundo, comenzando por el mundo constituido por los vecinos de su villa. Síntomas alarmantes de «delirio gremial» por parte de los legistas (sobre todo cuando adquieren la condición de jueces) los encontramos en algunos teóricos o prácticos del «Estado de derecho»; porque ahora los legistas parecen proponerse como objetivo supremo la transformación de toda la vida social y humana en «vida jurídica», la judicialización de la totalidad de las relaciones humanas, tanto las relaciones ad intra (familiares, empresariales, políticas) como las relaciones ad extra («derechos de los animales», «derechos del medio ambiente»)”.

Guy Lefranc llevó al cine la novela de Jules Romains en 1951. Su protagonista, Louis Jouvet pasa por ser uno de los cinco actores más célebres de Francia. Su interpretación es genial y muy divertida. Murió ese mismo año y su fama perdura y perdura.

Bueno se plantea un asunto muy importante. “Ahora bien: en el momento en el que calificamos de gremiales a estos delirios, ¿no nos estamos, al mismo tiempo, obligando a corregir el diagnóstico? Porque el delirio, entre otras cosas, es propio de una conducta individual anómala por relación a la norma de la sociedad en la que el individuo vive. Pero si la conducta de un individuo o de un conjunto de individuos no resulta anómala en relación con el conjunto de individuos que constituyen su gremio, su «mundo entorno», sino que, por el contrario, puede implicar un alto funcionalismo para la vida misma del gremio, entonces tendríamos que dejar de hablar de delirio para hablar de cómo, en su lugar, está actuando una conducta de «sentido común» (del «sentido común» del propio gremio).

Es funcional que el médico vea, en principio, a los hombres sanos «como enfermos que se ignoran», pues esta visión es el principio de la medicina preventiva. Es funcional que el juez trate de calificar cualquier relación entre personas, o entre animales y personas, desde sus propias categorías jurídicas, aunque no sea más que para poner a prueba su sistematismo y determinar sus límites.

Los «gremios» que estamos mencionando estarían desempeñando, en realidad, el papel de «mundos entorno» de los individuos que en ellos y a través de ellos trabajan y viven”.

Aplicando le teoría de Bueno, podemos observar cómo los jueces Pedraz, Andréu, De la Mata y De Prada, entre otros, todos de la Audiencia Nacional, emiten unos dictámenes que están dentro de su “mundo entorno”, de manera que “lo que no está en el sumario, no existe”. Son personas muy conservadoras de su “mundo entorno”. Están muy contentos con el presente. En cuanto algo no cabe en su “mundo entorno”, peor para ese algo. Lo mismo podemos decir del ponente del auto sobre la fórmula de toma de posesión de Puigdemont.

Están todos cortados por la misma tijera. No distinguen entre los aspectos éticos, morales y políticos de las realidades que les toca juzgar. No se plantean las doce contradicciones que el filósofo Silverio Sánchez Corredera ha distinguido entre esos tres aspectos. Necesitan estudiar filosofía a fondo, no únicamente jurisprudencia.

El juez Baltasar Garzón es muy superior a los jueces de la Audiencia Nacional

El caso es que, directa o indirectamente, suele salir el nombre del juez Baltasar Garzón en relación con esos jueces y prácticamente todos ellos se han pronunciado favorablemente sobre Garzón. Ahora bien, Baltasar Garzón es muy superior a todos ellos.

Sólo hay que leer las páginas 275-345 de su libro de memorias Un mundo sin miedo para darnos cuenta de que él sí supo ver aspectos en los que otras personas no se habían fijado en la lucha contra el terrorismo. Captó muy bien las desconfianzas entre policías y guardias civiles, entre éstos y los fiscales y jueces, también entre jueces y fiscales y las dificultades de cooperación con otras policías extranjeras. Y supo dar con el sentido que tenía la documentación que le llegaba después de las grandes operaciones de policías y guardias civiles. Por así decirlo, levantó un plano y, más adelante, un mapa de la realidad del terrorismo etarra. Y actuó jugándose la vida durante años. Como la fiscal Carmen Tagle, a la que los terroristas se la quitaron. Carlos Bueren también fue un juez excelente, pero después decidió pasarse a un bufete privado. Garzón continuó.

La trayectoria de Garzón le ha podido llevar a cometer errores. Pues claro. Quien intenta algo y actúa, puede acertar o equivocarse. Quien ni intenta algo ni actúa para conseguirlo, desde luego que no se equivoca. Lo malo es que tampoco acierta. Por ejemplo, la inacción de este Gobierno, que no ha tenido en cuenta lo mucho que los españoles deben a Garzón por su lucha contra el terrorismo. Si hay alguien que merezca un indulto, es él. Tampoco he visto que la pomposamente denominada “Abogacía del Estado” haya movido un dedo a favor de este juez. Su “mundo entorno” les dicta no moverse ante lo desconocido. Ellos/as no corren riesgo alguno.

Desde luego, muchos de ellos, empezando por las abogadas del Estado Sáenz de Santamaría y Cospedal, deberían estudiar filosofía. Nos irían mucho mejor las cosas. Tal como funciona, el cuerpo de abogados del Estado sirve como red de seguridad para que el 40% de ellos/as trabajen en la empresa privada o se dediquen a hacer carrera política. Lo mejor que el próximo Gobierno podría hacer con ese cuerpo sería declararlo a extinguir.

Un juez al que tengo en alta estima es Emilio Calatayud, Juez de Menores de Granada. Está acostumbrado a lidiar con casos novedosos. Sin embargo, se moja, se enfrenta con los hechos, por desagradables que sean, sabe razonar y, encima, escribe bien. Que un juez escriba bien parece un oxímoron. No en el caso de Emilio Calatayud. Cuántas cosas podrían aprender los jueces de la AN fijándose en su colega Calatayud.

El juego favorito de fiscales y jueces que no quieren pronunciarse ante lo desconocido

Después de esta primera parte, que he basado en la teoría de Bueno, conviene que nos preguntemos por qué son tan conservadores y poco creativos los fiscales y jueces de la AN. Para responder a esta cuestión, me voy a valer de la teoría de los juegos de comunicación de Eric Berne. No tengo espacio para exponer esa teoría. Ya lo he hecho en diversas ocasiones. Por ejemplo, en Eric Berne, teórico de la comunicación (Editorial Edipo-Universidad Complutense, págs. 163-226).

Me voy a centrar en un juego sobre el que Berne afirma: «¿Por qué no haces…? Sí, pero…» ocupa un lugar especial en el análisis de juegos, porque fue el estímulo original para el concepto de juego. Fue el primero que analicé fuera de su contexto social, y ya que es una de las materias más antiguas del análisis de juegos, es uno de los mejor entendidos. Es, también, el que más se practica en las reuniones y grupos de todas clases… El siguiente ejem­plo servirá para ilustrar sus principales características:

Blanco: «Mi marido siempre insiste en hacer todas las re­paraciones de la casa, pero es un chapuzas.»

Negro: «¿Por qué no toma un curso de carpintería?»

Blanco: «Sí, sí, pero no tiene tiempo.»

Azul: «¿Por qué no le compras unas herramientas?

Blanco: «Es que no sabe usarlas.»

Rojo: «¿Por qué no llamas un carpintero?»

Blanco: «Sí, sí, pero nos saldría muy caro.»

Marrón: «¿Por qué no aceptas entonces que haga las cosas tal como las hace?»

Blanco: “Sí, sí, pero corremos el riesgo de que todo se derrumbe.»

Una persona presenta un problema. Los otros empiezan a presentar soluciones, cada una de las cuales principia con un «¿Por qué no haces… ?». A cada una de ellas Blanco objeta con un «Sí, pero… «. Un buen jugador puede aguantar a los otros indefinidamente, hasta que todos se dan por vencidos, y entonces gana Blanco. En muchas ocasiones puede verse obligado/a a manejar más de una docena de solu­ciones para llegar al abatido silencio que significa su victoria.

“Ya que las soluciones son, con muy raras excepciones, re­chazadas, está claro que este juego debe servir para propó­sitos ulteriores. «¿Por qué no haces…? Sí, pero…» no se juega por su propósito ostensible (un Adulto en la búsqueda de información o solución), sino para ser tranquilizado y la dinámica es la de rendición (de quienes proponen soluciones). Visto por encima, puede parecer Adulto; no obstante, en la práctica puede observarse que Blanco se presenta como un Niño inadecua­do para enfrentarse a la situación…”.

Quienes proponen soluciones pueden estar jugando limpio o con engaño. En cualquiera de los dos casos, el propósito del juego no es el de recibir sugerencias, sino el de rechazarlas. A los jueces, en concreto, les viene muy bien justificar su rechazo porque los grupos que plantean las sugerencias sean poco conocidos o estén desprestigiados. Sin embargo, los hechos son muy recalcitrantes, a pesar de que fiscales y jueces se muevan en el tiovivo de su delirio gremial. Esa distancia entre la realidad y el delirio gremial es la que pone de manifiesto el poco prestigio del que gozan los jueces en la opinión pública.

Y ahora, vamos con el juez José Ricardo De Prada

El 14 de abril próximo pasado, se celebró una jornada en Tolosa, promovida por el entorno abertzale, a la que fue invitado, y acudió, el juez de la Audiencia Nacional José Ricardo de Prada. He leído la crónica que Ramón Sola firmó en Gara. Por supuesto, no voy a poner aquí los juicios de valor de ese periodista, pues sería hacer propaganda al entorno abertzale . Me voy a centrar en las palabras que el periodista atribuye, entre comillas, a De Prada y las voy a poner en forma de preguntas:

  • ¿Es cierto, o no, que el juez de la AN dijo que había acudido a Tolosa hablaba como ciudadano que tiene derecho a expresarse, más que como juez?

Si la respuesta es afirmativa, De Prada es un ejemplo de cómo un juez no sabe distinguir entre la ética –su decisión individual-, la moral –conjunto de normas que rigen el comportamiento de los grupos-, y la política, basada en proponer y llevar a cabo planes y programas para lograr un buen orden social. Este juez decidió acudir a Tolosa sin saber que el grupo abertzale iba a entender sus palabras como provenientes de un juez y de una manera que fortificase sus creencias; a la vez, tampoco calculó la repercusión que sus palabras iban a tener sobre el prestigio del grupo de sus compañeros y de la AN. Finalmente, mostró una miopía o ceguera valorativa, porque no se dio cuenta de que los abertales iban a utilizar políticamente sus palabras. Como así ha sido.

  • ¿Dijo que la AN «concentra muchísimo poder y los partidos se han dado cuenta de que es rentable meter jueces. No quiero ser más explícito, pero es un tribunal controlable? ». ¿Por qué no quiere ser más explícito?; ¿qué ha hecho durante 25 años de juez en la AN?; ¿Cómo puede ganarse la vida en un organismo en el que no cree?
  • ¿Lamentó que «antes existía una posibilidad de saber qué era terrorista y qué no, pero luego surgieron estrategias que pensaron que se podía acabar con ello atacando a los entornos políticos»?

Si es verdad que pronunció esas palabras, lo que realmente hizo fue deslegitimar todo el trabajo de Baltasar Garzón, que éste expone detalladamente en las páginas de su libro que ya he citado. Y demuestra que tiene una idea muy somera, muy pobre, de lo que es el terrorismo.

  • ¿Afirmó que «me ha dejado perplejo cómo se han ido introduciendo técnicas probatorias como periciales de inteligencia, aportando relatos que quieren suplantar el propio razonamiento del juez con conclusiones muy dudosas»?.

¿Qué es eso de quedarse perplejo? Lo que él tenía que haber hecho o todavía puede hacer es aportar pruebas de sus afirmaciones.

  • ¿Son suyas las palabras «Cuando yo empecé a ejercer, se descartaba cualquier valor de la declaración policial, pero ha habido una involución tremenda en esto y se ha llegado a que era prueba suficiente para la condena de esa persona y de otras»?

De nuevo: Que presente pruebas de lo que dice. “Involución tremenda” es un sintagma muy lejano. Que concrete. Todo lo que no sea esto es dedicarse a marear la perdiz a costa de los contribuyentes.

  • ¿Y estas otras: «La tortura se ha producido de manera clara, y yo he tenido muchos casos de sospecha fuerte de tortura a la que los tribunales no han dado respuesta como corresponde a un Estado de Derecho»?.

Si tuvo muchos casos de sospecha fuerte de tortura, y no los denunció, ¿cómo se denomina en derecho a los que omiten poner en conocimiento de las autoridades lo que saben?.

Este juez tiene obligación de dar explicaciones de lo que dijo a los contribuyentes, que son quienes le pagan el sueldo. No vale refugiarse en que lo que el Ministro del Interior exclamó sobre esas declaraciones. Ni tampoco vale protegerse con el comunicado que sacó la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE). Ni que otros remitan su caso al Consejo General del Poder Judicial. Personalmente, no creo en cómo funciona ese órgano. Por tanto, que De Prada hable, o escriba, a ser posible bien y claro, sobre su episodio en Tolosa.

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