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¿»Carriles de regreso» en las empresas para las profesionales que se dedican a la familia? Una idea a considerar

¿»Carriles de regreso» en las empresas para las profesionales que se dedican a la familia? Una idea a considerar
Gonzalo Jiménez-Blanco, abogado del Estado en excedencia y abogado en ejercicio.
08/11/2016 13:04
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Actualizado: 08/11/2016 13:05
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Hace alguna semanas hablé sobre las mujeres en la abogacía. Comenté que si bien en el nivel de entrada de los grandes despachos la situación se acercaba bastante a la paridad, lo cierto es que muy pocas mujeres alcanzan el nivel más alto, el de socio, en las grandes firmas.

Esta circunstancia suele atribuirse a la disyuntiva a la que aún hoy, más o menos abiertamente, las mujeres profesionales suelen enfrentarse: carrera o familia. Volveremos sobre esta disyuntiva más abajo (sin extenderme en criticar el obvio sexismo que la misma conlleva).

Hoy querría ampliar el foco de la discusión para hablar de las mujeres en las profesiones liberales y en la empresa en general.

Empecemos constatando algunos hechos básicos: desde hace décadas, en España las mujeres estudian tanto como los hombres. Los índices de escolarización primaria y secundaria no diferencian entre sexos.

Lo mismo ocurre en el nivel universitario.

De hecho, las mujeres estudian mejor que los hombres, obtienen mejores cualificaciones y son mayoría en muchas carreras. El nivel de salida de la educación reglada es, por supuesto, el nivel de entrada de la vida profesional, o sea que no estamos diciendo nada nuevo: al comienzo de una carrera profesional (casi) es igual ser hombre o mujer.

O sea que todo bien, ¿no?

Pues no.

Cuando veo el panorama general, y no sólo el de los despachos de abogados, sino el de las firmas de auditoría, consultorías, bancos, etc, se repite el mismo patrón una y otra vez: las mujeres se caen de la escalera de los ascensos con mucha mucha mayor frecuencia que sus compañeros varones.

A medida que se va avanzando en el escalafón el porcentaje de mujeres disminuye y sigue siendo mínimo en los niveles más alto. Las mujeres tienen una “mortandad” profesional mucho mayor.

Y yo me pregunto: ¿es esto justo?

Por supuesto que no.

¿Es inevitable?

No tiene por qué serlo.

Pero tal vez la pregunta más crítica sea: ¿tiene esto sentido económico para las empresas y para la sociedad?

La respuesta, sin duda, es que no lo tiene, y constituye un enorme desperdicio de talento.

En mi opinión, a la hora de razonar sobre muchas cuestiones del mercado laboral seguimos prisioneros de esquemas que sencillamente ya no tienen sentido. Entre otras cosas, seguimos razonando como si ignoráramos todo lo que ha cambiado ya en la demografía, tanto en España como en cualquier otro país comparable.

Me refiero, por ejemplo, al hecho de que la esperanza de vida de las mujeres españolas sea ya superior a los 85 años, ligeramente superior a la de nuestros varones.

O a que ya no se puede sostener una expectativa realista de jubilarse a los 62 años, y sí empezar a contemplar una jubilación cada vez más tardía para cualquier trabajador, sea varón o mujer (me resisto a escribir lo de “trabajador o trabajadora”, ustedes me perdonarán).

O a que la inversión de la pirámide demográfica impondrá su realidad en breve y que tendremos que plantearnos de verdad cómo aumentar el ratio entre el número de trabajadores en activo, de cotizantes a la seguridad social, y el número de jubilados.

Todo ello hará inviable a la larga la exclusión de la fuerza de trabajo una parte de la sociedad particularmente bien educada y madura.

La disyuntiva carrera o familia citada en el primer párrafo pertenece también a la familia de cuestiones en las que razonamos de acuerdo con hipótesis desfasadas.

Seguimos pensando como sociedad que la mujer que, a los 30 años, decide dedicarse total o parcialmente a sus hijos (¡ni soñaría yo con decir “a su marido y a sus hijos”!) ha descarrilado para siempre su carrera en una firma profesional y ha renunciado a los ascensos que, sin duda, sí disfrutarán sus colegas varones (aunque tengan familia, por cierto) y aquellas mujeres que han apostado de lleno por su carrera.

Pero parecemos no darnos cuenta de que, como mucho, esa plena dedicación a los niños ocupará unos 10 o 15 años dentro de una vida de más de 85.

¡Dentro de una vida laboral potencial de más de 40 años, quedarán 25 o 30 años libres de esa labor!

Seguimos pensando que las carreras en las firmas de servicios profesionales empiezan a los 26 o 28 años, (después de más de 20 de estudio) y que después de unos 12 o 14 años de ascensos, se debe llegar al nivel de socio poco después de los 40, o se ha fracasado.

Y aún más, pensamos que después de unos satisfactorios y lucrativos años más, hacia los 50 o 55 nos acercaremos a una dorada jubilación.

De manera que quien haya estado ausente entre los 30 y los 45 se habrá perdido toda la película y no tendrá más salida que lamentar en silencio la oportunidad perdida.

Pero ¿es ese planteamiento correcto cuando la vida se prolonga y las condiciones de salud mejoran para la inmensa mayoría? ¿Lo es cuando la sociedad empieza a darse cuenta de que los trabajadores en activo no va a ser suficientes para costear a los jubilados?

El problema fundamental es que esos 10 o 15 años dedicados a la familia dejan a la mujer de nuestro ejemplo con 45 años.

Y además, reconozcámoslo abiertamente, esos 15 años dedicados a criar niños no “venden bien” en un CV.

Se consideran años perdidos.

Pero la verdad, o esa es mi experiencia, es que la mujer de 45-50 años, con el mismo nivel de educación que un varón de su misma edad, está en plenitud de facultades; que ha sacado adelante una empresa de considerable dificultad como sacar adelante a una familia y ha gestionado infinidad de situaciones complejas y crisis de mil variedades; que se encuentra con tiempo y ganas de volver a trabajar “entre adultos”; que tiene ante sí 20 o 30 años de madurez productiva; que ha aprendido mucho de la vida que no se aprende en los despachos; y que, si me lo permiten, da mil vueltas a muchos varones de la misma edad.

Piénsenlo.

La sociedad no puede dedicar recursos masivos a preparar académicamente a la mitad de su población durante 20 o más años para prescindir de sus capacidades para siempre después de sólo 10 años de trabajo.

La sociedad se lo pierde…, y las empresas también.

Creo que la solución requeriría que las firmas profesionales deberían crear y mantener carriles de regreso (yo los llamaría incluso carriles de aceleración) para que ese «pool» de talento, que ha madurado en otros avatares de la vida, regrese a la carrera profesional si quiere hacerlo.

No pasa nada por llegar a socio unos años más tarde, sobre todo si la capacidad de trabajar y muchas carreras profesionales – las de los hombres también – van a durar hasta cerca de los 70 años.

En esto, la función pública lleva una amplia ventaja al sector privado.

Creo sinceramente que es la empresa privada, y en particular la firma profesional de servicios, la que se está perdiendo un gran recurso disponible y cercano, y que debería empezar a despertar a las nuevas realidades.

Seguro que las mejores ya lo están pensando.

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