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Eloy Velasco, el cuento del escorpión y la rana y la «Operación Lezo»

Eloy Velasco, el cuento del escorpión y la rana y la «Operación Lezo»
Eloy Velasco, Carlos Berbell/Confilegal.
24/4/2017 05:00
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Actualizado: 24/4/2017 09:30
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Si hubiera que definir a Eloy Velasco con una definición positiva esa sería la de que es «todo un carácter». Un carácter impulsivo. Fuerte. Muy marcado. ¿Como son los de Bilbao?, quizá, pero el titular del Juzgado Central de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional, de 54 años, no va de bilbaíno por la vida.

Pero sí tiene mucho de relación con el escorpión del cuento.

Ese escorpión que le pide a una rana que le deje montarse en ella para que le lleve al otro lado del arroyo en dos saltos, uno hasta una piedra en medio del arroyo y un segundo hasta su destino final.

La rana, con todo el sentido común, le dice que no, porque sabe que le va a picar mortalmente cuando hayan dado el primer salto.

El escorpión la persuade haciéndole ver que si hiciera eso morirían los dos, lo que convence a la rana. El problema es que cuando están en la piedra en medio del arroyo, el escorpión pica a la rana que, moribunda, le pregunta «¿por qué?». El escorpión responde: «Es mi carácter».

En la «Operación Lezo» ha aflorado nuevamente ese carácter de Velasco, que recuerda tanto al del escorpión.

Porque no tenía necesidad.

Eloy Velasco había solicitado al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) una de las dos plazas de la nueva Sala de Apelación de la Audiencia Nacional que tiene que comenzar a funcionar a principios de junio.

La convocatoria está reglada.

Velasco cumple la condición esencial: ser un especialista en penal. Es decir, que sí o sí, se va a su nuevo destino donde va a tener todas las tardes libres, para dedicarlas a la producción de libros, la docencia, las conferencias y su familia. Quizá también para ganar más dinero.

Y para poner sentencias.

Esto es importante, porque el objetivo final de Velasco es llegar a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, la cúspide de la jurisdicción a la que llegan sólo un puñado de «elegidos».

En instrucción de la Audiencia Nacional no se ponen sentencias. Sólo providencias y autos.

Esto es un serio handicap, como ya ocurrió con Fernando Román en su intento de llegar a la Sala de lo Contencioso-Administrativo, cuando se encontró con un candidato, Rafael Toledano, que tenía en su curriculum casi 6.000 sentencias, cinco veces más que él.

No más guardias de semana continua. Fuera la ansiedad de la instrucción en uno de los seis Juzgados Centrales de Instrucción que reciben los casos más mediáticos que suceden en el país.

A pesar de su hiperactividad y su capacidad de trabajo, son casi 300 casos al año. Algunos dignos de las primeras páginas de los periódicos, como la Púnica o Aquamed. Y ahora Lezo, con el encarcelamiento preventivo de Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, el otro hombre de confianza de Esperanza Aguirre, Francisco Granados, a quien mantiene en prisión preventiva desde hace más de dos años en un establecimiento carcelario que inauguró el propio Granados.

¿Por qué, entonces, a poco menos de un mes y medio de asumir su nuevo destino Velasco se ha metido en este berenjenal?

Y más, teniendo en cuenta que el asunto no es nuevo, que desde finales del año pasado la cosa tenía un punto de madurez importante.

Respuesta: Para dejar clara, «urbi et orbi», su independencia del poder político.

No hay que olvidar que Velasco fue director general de la Administración de Justicia de la Comunidad Valenciana entre 1995 y 2003, bajo la Presidencia de Eduardo Zaplana, del PP.

Pecado original

Fue el hombre que llevó la informatización a todos los órganos judiciales de esa Comunidad y también el que hizo realidad la Ciudad de la Justicia de Valencia, ejemplo de modernidad y de inversión en la «hermanita pobre» del Estado.

Es su «pecado original».

Un «pecado» que le permitió conocer cómo es la política por dentro. Por eso, tras su regreso a su oficio, ha sido una de las voces críticas con el Gobierno del PP y no le ha temblado la mano de tomar decisiones difíciles.

«Yo he tenido que meter en prisión a gente vinculada al partido político del gobierno al que de alguna forma pertenecí y creo que ahí demostré que un juez es primero profesional y luego tiene ideas particulares», declaró a nuestra compañera Almudena Vigil.

A esto, además, se une un conocimiento profundo de los medios de comunicación y los periodistas.

Me cuentan mis fuentes que cuando era director general de Justicia en la Comunidad Valenciana un día recibió una llamada de una persona cercana a Zaplana para decirle que no podía ser que saliera en los medios más que el presidente.

Y no es porque lo buscara él, sino porque la dinámica política, como dijo Willy Brandt una vez, consiste en materializar proyectos y en venderlos.

Sobre todo, en venderlos.

De nada sirven si nadie se entera de que se han llevado a cabo. Lo cual, a su vez, da los réditos consiguientes en las urnas.

Ese triple conocimiento de los tres mundos, el judicial, el político y el mediático, sin duda ha sido decisivo para la puesta en escena de la llamada «Operación Lezo», el pasado miércoles.

Porque ese mismo, Velasco día hizo que confluyeran tres hechos: el comienzo de la operación, la conferencia vespertina que dio en la Deusto Business School sobre su útlimo libro «Cuestiones Prácticas sobre responsabilidad penal de la persona jurídica y Compliance», que ha escrito a medias, con su esposa, la abogada Beatriz Saura, y que presentaron el pasado mes de enero en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, y la entrevista que concedió al diario «El Mundo», y que ese medio publicó ayer domingo, previo paso de su autor, Carlos Segoviano, en la noche del sábado, por «La Sexta noche».

Una entrevista en la que declaró que con los medios que tiene no puede hacer bien su trabajo y que por eso había pedido otro destino.

En medios jurídicos consultados por Confilegal consideran que lo lógico, sabiendo que se iba a marchar, es que hubiera dejado el asunto para el que venga a sustituirle en el Central 6 de Instrucción.

También se argumenta que la cosa tenía tantas filtraciones que había que reventarla cuanto antes.

Lo ilógico es lo que ha hecho, «abrir el melón», con lo que «el marrón se lo va a comer» -dicho en lenguaje carcelario- el que le sustituya, pronunciar una conferencia el mismo día de la operación, a la que los periodistas acudieron como abejas a la miel,  y dar una entrevista ese mismo día que ha tenido una repercusión mediática máxima.

Y es que Eloy Velasco es imprevisible, inteligente y muy cuidadoso con los detalles.

Por ejemplo, uno muy importante: se negó a entregar el auto del caso a la Oficina de Comunicación de la Audiencia Nacional para que fuera distribuido a los periodistas, como suele ser la norma, aduciendo que había decretado el secreto del sumario.

Velasco sabía que, cuando dicho auto se entregara a las partes, esté encontraría, indefectiblemente, una salida hacia los medios de comunicación. Pero no quería que nadie pudiera acusarle de que había sido él, evitando así problemas judiciales.

No se iba a pillar los dedos.

Recientemente Velasco rechazó su participación en PAcCTO, un programa de cooperación para la lucha contra el crimen transnacional entre América Latina y la Unión Europea de cinco años de duración, participado por España, Francia, Italia y Portugal, por no estar debidamente compensado, desde su punto de vista.

Eso fue antes de solicitar el puesto en la nueva Sala de Apelación de la Audiencia Nacional.

Después de hacerlo, todo parecía indicar que la transición de Velasco iba a ser suave.

Pero no.

Ya se ha visto que no.

Como le ocurría al escorpión con la rana, es su carácter.

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