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«Postverdad», ego y ambición

«Postverdad», ego y ambición
Diego Miranda, de 47 años, es uno de los grandes especialistas en formación y capacitación para profesionales de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y de profesiones afines, en España. Confilegal.
30/10/2017 06:00
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Actualizado: 29/10/2017 23:04
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Se atribuye a Sócrates la frase “Sólo sé que no sé nada” cuando la pronunció tras que un colega suyo consultase el oráculo de Delfos, y lo señalara como el hombre más sabio de Grecia.

Sócrates sabía que él no era un experto en asuntos de carácter social, de relaciones humanas, de política o de convivencia entre los ciudadanos, pero esto precisamente es lo que lo convertía en un sabio.

El maestro Sócrates además llego a comprender y a aceptar con total normalidad que no existían los sabios ni expertos en estas materias.

Algo que hoy en día sigue siendo así.

Los gobiernos autoritarios necesitan imponer ciertas certezas con el objetivo de alcanzar el poder. No hacen falta programas. No hacen falta proyectos. Simplemente una “postverdad y la emocionalidad” que provocan determinadas imágenes, eslóganes o pequeños vídeos. Y poco más.

Y esto es debido a que la gente no lee, no contrasta la desinformación y no comprende que las redes sociales son una herramienta de comunicación con una fuerza incalculable hoy en día, y por el contrario no son una buena herramienta de información.

Desinformación

Hace años que les hablo de los “disparos de información mal intencionada o de desinformación” como una nueva forma de atentar o de matar en vida a una persona física o jurídica, pero poco caso me haces ustedes sobre esto.

El maestro Sócrates fue capaz de adquirir una gran comprensión sobre cómo nos comportamos en la sociedad, en donde siempre habrá distintos puntos de vista, siendo una gran parte de estos moldeables, manejables y fáciles de cambiar en igualmente un gran número de ciudadanos.

Estos conocimientos son los que hicieron sabio e “inmortal” a Sócrates, y a su vez provocaron que perdiese la vida, como ustedes saben, 399 años antes de Cristo, bebiendo un vaso de cicuta por sentencia.

Pues bien, si antes la transmisión de una historia y de un legado requería tiempo y se hacía a través de relatos como los publicados por Platón o Jenofonte, discípulos del maestro (fueron quienes hicieron posible que conozcamos hoy a Sócrates), hoy en día cualquier persona puede provocar sin esfuerzo alguno que una idea, relato, o acontecimiento cierto o no, se expanda a una velocidad y distancia imposible de calcular. Inimaginable.

Quienes mejor han entendido esto son los que como forma de vida se instalan en una práctica del “no esfuerzo” pudiendo ir en paralelo con el terrorismo, la actividad criminal, los nacionalismos y aquellas actividades que son las que reclutan a lo peor de la sociedad.

A gente que huye del mérito, del esfuerzo y de la conducta ejemplar, haciendo de estas actividades “formas de vida” que en algunos de los casos hay que “blanquear”,  recreando para  este fin historias, excusas, pretextos y motivaciones que contadas de forma que son “atractivas”, calan en personas como ellos.

Y en ocasiones en incautos que sin ser malas personas, buscan alinearse con “ofertas de forma de vida” en las que encajen de manera fácil, sin requerimientos serios y sobre todo en las que se les promete recompensas.

En contra de lo establecido

Y la vida no es así, la vida requiere esfuerzo, dedicación y trabajo para todo.

En occidente instalados en la comodidad, donde tenemos un sinfín de cosas al alcance de la mano, y en donde no valoramos el agua caliente, no pasar frio ni calor, comer varias veces al día, la seguridad y libertad que tenemos.

Hay “movimientos delictivos y sociales” que ofrecen mucho a cambio de poco si te alistas para ir en contra de…

Unos y otros, movimientos delincuenciales, criminales o terroristas, y nacionalistas o sociales que persiguen ir en contra de lo establecido y que funciona bien (aunque tenga aspectos que mejorar), ofrecen una recompensa a quién se alinee con ellos. Esto a los “candidatos, adoctrinados, militantes o votantes” se les ofrece de manera que seduzca.

Las personas tenemos necesidad de filiación, de pertenecer a un grupo. Algo que ha sido, es y será así toda la historia del hombre. Y normalmente en sociedades sanas, agrupa a personas de parecida forma de pensar, entender la vida y comportamientos (todos nos hemos equivocado en alguna ocasión de lugar y momento, esto es normal y es parte del aprendizaje)

Dos aspectos fundamentales

Indistintamente de lo que cada uno piense y haga, hay dos aspectos que deben de ser los que todos en sociedad debemos de respetar.

El primero de estos no es negociable y es el cumplimiento de la Ley. Y el segundo es aconsejable y es estar en aquél sitio en el que sepamos explicar a un tercero si nos pregunta, que es y porqué estamos ahí.

Si de esto no somos capaces, mal asunto.

Por eso si se conjuga que hay muchas personas que no están bien armados en valores y principios, que no saben identificar la verdad de la «postverdad», que no les gusta sacrificarse y entender que las cosas cuestan trabajo. Y si además caen de manera fácil en la propaganda que se les hace llegar a través de la emocionalidad que proporciona según qué imágenes, relatos, eslóganes y vídeos, las “tropas, integrantes, bases o votantes” de estos movimientos anti sistema se dediquen a delinquir o a romper los estados de derecho están garantizadas, pues mala cosa.

Unas personas que son conscientes de a dónde van, y otras no lo son.

Solo piensan en ellos mismos y en nadie más

Todos estos movimientos además están liderados por individuos que solo piensan en ellos mismos y en nadie más.

A quienes dirigen estos movimientos les mueve el ego y la ambición, y no es raro que movimientos delincuenciales o incluso terroristas se alineen con movimientos antisociales y nacionalistas.

¿Les va sonando el relato? Y es en la anarquía y en la ausencia de poder y en el incumplimiento de la Ley como mejor se mueven y donde se garantiza su supervivencia.

Los gobiernos en Occidente no lo están comprendiendo, por lo que no hacen frente con la contra narrativa quese  requiere y la estrategia que se debería de llevar a cabo, parecida a la del “enemigo” a estos problemas.

Por un lado pensar que los “malos” obedecen a los mismos valores y principios que los buenos es uno de los primeros errores, ya que para ellos ni el tiempo, ni la forma de hacer las cosas o los daños colaterales que produzcan tienen el mismo significado que para nosotros.

El nuevo campo de batalla es Internet

Los gobiernos no entienden que el nuevo campo de batalla es Internet. Y no entienden, como si lo hacen las redes sociales más conocidas y que todos usamos, que lo importante es cuántos (el número de personas) y no quienes, ya que -a modo de ejemplo- vale lo mismo un «me gusta» de una persona anónima o un «troll», que el de una persona identificada con nombre y apellidos al igual que en el mundo no digital.

Recuerdo una vieja historia en la que un noble de la antigua china imperial preguntó una vez a su médico, quién pertenecía a una familia de sanadores, cuál de ellos era el mejor en el arte de curar.

Este médico tenía una gran reputación, pero le contesto al noble:

“Mi hermano mayor puede ver el espíritu de la enfermedad y eliminarlo antes de que cobre forma, de manera que su reputación no alcanza más allá de la puerta de casa”.

“El segundo de mis hermanos cura la enfermedad cuando esta todavía es muy leve, así que su nombre no es conocido más allá del vecindario”.

“En cuanto a mí, perforo venas, receto pociones y coloco huesos rotos, de manera que de vez en cuando, mi nombre llega a oído de los nobles”.

Sun Tzu, el referente

Este relato capta con gran belleza la esencia del “Arte de la Guerra” de Sun Tzu, siendo este el primer texto clásico de la ciencia de la estrategia de los conflictos.

Conflictos los de antes, que son los mismos que los de ahora.

Si bien los teatros de operaciones han cambiado en Europa y Occidente, y la tecnología y el mundo digital nos ofrece nuevos campos de batalla, las problemáticas y las motivaciones de quienes las provocan son tan antiguos como la Grecia Clásica y lo que ya entendió en Maestro Sócrates.

Estos dos últimos meses han sucedido en España un cúmulo de acontecimientos tristes y de difícil forma de hacer frente que por el contrario eran todos previsibles.

En esta ocasión el Gobierno de España y durante los cuarenta años últimos ha sido parte del problema que ahora tenemos, y solo él y la ciudadanía, nosotros, somos con el estado de derecho, el imperio de la ley y la constitución quienes podemos solucionar el problema del nacionalismo catalán.

Los ciudadanos españoles hemos sabido estar a la altura porque nos hemos refugiado y hemos mirado en lo más esencial que tenemos los seres humanos, siendo esto nuestros principios y valores.

Pero este problema en concreto, y otros muchos que vendrán requieren decisión y determinación, no hacer concesiones con según qué cosas y sobre todo no dar ni la más mínima ventaja a quién no tiene los mismos códigos de conducta, honorabilidad y su meta final persigue conseguir cosas que van en contra del interés común, la paz social y la salva guarda de una gran nación como es España, decisiva y determinante para que el mundo tal y como es y lo entendemos hoy en día sea así.

Pocos países han dejado un legado como el nuestro, algo que debemos de preservar y proteger ante quienes solo llevados por su egoísmo, no haciendo caso a nada ni a nadie por culpa de su ego desmedido, articulan realidades paralelas construidas en una «postverdad» siendo esto, su caballo de Troya.

Aprendamos y comprendamos esto, y actuemos como debemos de hacerlo.

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