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La Administración Biden cumplió el acuerdo que Trump cerró con los talibanes el año pasado

La Administración Biden cumplió el acuerdo que Trump cerró con los talibanes el año pasado
El presidente estadounidense Joe Biden ha mantenido los acuerdos suscritos por la Administración de Donald Trump con los talibanes el año pasado por los que pactaron que las tropas estadounidenses saldrían de Afganistán este año. Diego Miranda explica las claves en su columna.
18/8/2021 12:27
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Actualizado: 18/8/2021 12:27
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La noticia hoy es Afganistan cuando en 20 años a prácticamente nadie le ha interesado lo que allí ocurría a diario. Cuando los atentados no eran noticia en telediarios y mientras nuestros hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas, de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y de los Servicios de Inteligencia se han dejado allí la piel para hacer de ese país, casi para una generación, un lugar un poco mejor.

Sí ha servido, por tanto, su esfuerzo. El esfuerzo de personas totalmente opuestas en su forma de trabajar, ser y sentir, a nuestros políticos, gobernantes y tertulianos, quienes no saben situar Afganistán en un mapa mundi.

Afganistan es cómo es y no es cómo España ni cómo Europa, sus fuerzas militares y policías, es cierto que cuentan con medios y capacidades superiores a la de los talibanes, pero no cuentan con la convicción de estos segundos.

Estados Unidos y sus aliados –nosotros, entre ellos– hemos salido de forma desleal, desordenada e injusta, abandonando a su suerte a colaboradores y amigos, quienes sí nos han sido fieles porque creían en nosotros, a pesar de tener muchas menos «cosas en común» que con los talibanes.

El ejército Afgano –que tenía 300.000 efectivos–y su policía son instituciones con los pies de barro como con gran precisión y conocimiento de causa citaba recientemente el coronel Pedro Baños.

Fuerzas Armadas y policiales formadas por personas analfabetas, ausentes, que abandonaron sus puestos, que desertaron porque no les pagaban (en una de las principales ciudades del país, Kandahar, las tropas no habían recibido sus pagos en los últimos seis o nueve meses, según el Washington Post).

O que entregaron sus armas a los talibanes a cambio de dinero o de simples móviles.

El sustrato que posibilitó esto fue la desmoralización provocada por el anuncio del presidente estadounidense, Joe Biden, de que abandonaban Afganistán. Los militares afganos se sintieron desprotegidos y sin liderazgo interno claro.

Y los tertulianos en España hablando de un país medieval, cuando no lo es.

Obviando cómo el rodillo ideológico de la diversidad o de las políticas de género se ha intentado meter con embudo en una sociedad como la afgana, cuya mayor parte nunca va a entender ni a aceptar esto.

Una sociedad, la afgana, que ha visto cómo la corrupción era el caldo de cultivo en el que se movían «sus salvadores», los occidentales, y su propio gobierno, que hizo unas maletas llenas de dinero, abandonando después a su pueblo de forma ruin y vil y sin avisar. 

Jorge Gaspar en su libro «Desmemorias de un policía español en Afganistan: Destino Kabul» (libro que tuve el placer de presentar en noviembre del 2018) relata cómo el contingente español de policías fue el único de los allí presentes en no ser visitado por su ministro de Interior, el desaparecido Alfredo Pérez Rubalcaba.

A NUESTROS POLÍTICOS LO QUE PASE EN AFGANISTÁN NO LES IMPORTA NADA

Porque lo cierto es que a nuestros políticos lo que pase en Afganistan simplemente les importa un comino. Eso sí, siempre que en España no se manifieste nadie por una u otra decisión que se tome al respecto.

Los mismos que opinan en redes sociales o en platós de televisión por lo que allí sucede, mañana lo harían si participásemos en acciones armadas por este asunto.

Y lo cierto es que esto va de castas, tribus, religión y sociedad que nada en absoluto tiene que ver con la nuestra. Ni lo pretende ser.

Pastunes, kurdos y/o talibanes que son una nación sin un Estado propio.

Afganos con un pie en Pakistan, con el sentimiento compartido de su indiferencia y odio a Estados Unidos y a la OTAN.

Con todo el tiempo del mundo a su favor, sin prisa. Lo que ellos no hagan lo harán sus hijos, nietos…

Y con una agenda previamente pactada por el gobierno de Joe Biden y los talibanes.

Porque no hay que olvidar que la Administración Trump firmó un acuerdo en septiembre del año pasado en Doha, capital del emirato de Catar–, por el que se comprometió a dicha retirada. 

Previamente, el 29 de febrero de 2020, en esa misma ciudad el representante especial de EE.UU. para la reconciliación de Afganistán, Zalmay Khalilzad, y el cofundador de los talibanes, Mullah Abdul Ghani Baradar, se dieron la mano tras firmar el acuerdo de paz que fue la base que hizo posible lo que está ocurriendo ahora.

Andrew Watkins, analista para Afganistán en el International Crisis Group, publicó en The Wall Street Journal que «el acuerdo de Doha les dio a los talibanes un indulto de un año». Añadiendo a continuación: «Pudieron reagruparse, planificar, fortalecer sus líneas de suministro, tener libertad de movimiento, sin temor al bombardeo estadounidense».

El presidente afgano, Ashraf Ghani Ahmadzaiy gran parte de los mandos de esas fuerzas armadas esperaban que el nuevo presidente demócrata, Biden, revirtiera esa decisión. No ha sido así.

De hecho el acuerdo suscrito en septiembre contemplaba que la retirada se produjera el 1 de mayo pasado. Lo que ha hecho el nuevo presidente de los Estados Unidos ha sido solo retrasarlo tres meses. 

Desde entonces, la salida ha sido la crónica de una retirada anunciada que, recordemos, también buscó sin éxito el presidente Barak Obama.  

Con esta información, si ustedes están atentos a los comunicados de los talibanes, de la Casa Blanca y de la Unión Europea –la  palabras de Josep Borrell, por ejemplo–, verán que todo apunta en una misma dirección.

La verdad es que cada vez tenemos menos capacidad para discernir y menos pensamiento crítico los ciudadanos. Es una pena.

¿Ha servido para algo nuestra presencia allí? Mi opinión es que sí. Estar allí ha servido para que nuestros policías, militares y análogos hayan dejado un país un poquito mejor.

Ellos han reído y llorado con el pueblo afgano.

Ellos han sudado, derramado sangre y tragado polvo juntos.

Y volverían a ir si el deber lo demandase, sin dudarlo.

Los políticos no han ido cuando era una obligación y no saben de Afganistán nada, absolutamente nada que no sea repetir cómo loros que desde hace unos días allí todo va a ser peor para las mujeres. Y esto es aplicable a los contertulios, auténticas cajas de resonancia, vacías.

Mi recuerdo para los 102 compatriotas que dejaron su vida en ese país, para ellos honor, respeto y el que nunca jamás caigan en el olvido.

Su trabajo desde el 24 de enero del 2002 a hoy en día allí, sobre el terreno, ha servido para que ese mundo haya sido un poquito mejor. Y eso es mucho. Sin duda alguna.

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