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Operación Marchena: Tumbar la reputación del juez que tiene que juzgar a los políticos presos del procés

Operación Marchena: Tumbar la reputación del juez que tiene que juzgar a los políticos presos del procés
Carlos Berbell es director de Confilegal.
27/7/2018 13:13
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Actualizado: 27/7/2018 14:33
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Porque al fin y al cabo es lo que es. Una operación para desacreditar a Manuel Marchena, el presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y el hombre que va a presidir el tribunal que va a juzgar a todos los políticos presos del caso procés.

Lo puede ver hasta un ciego.

Marchena es, para una buena parte del ala izquierda política, una «bestia negra», representante de la derecha más extrema; un cruce entre Nicolás de Maquiavelo y José Fouché, un hombre que maneja todos y cada uno de los hilos en el Supremo.

Y no me estoy inventando nada. Lo he escuchado de muchos de sus autores de sus propios labios y se lo he leído. Cosa que no comparto, en absoluto. Marchena es un magnífico magistrado, con una cabeza muy bien amueblada y autor de unos análisis jurídicos muy finos.

Recientemente el Colegio de Abogados le dio un premio por reconocer en una sentencia el gran trabajo realizado por el abogado de oficio en la defensa del violador de Ciudad Lineal, un juicio en el que todo el pescado estaba vendido porque las pruebas eran abrumadoras pero en el que el letrado se batió en defensa del cliente hasta el final de forma brillante. No es normal ni usual ese tipo de reconocimientos en sentencias, lo que dice mucho del magistrado.

Por lo tanto, el caso de su hija, Sofía, ha venido al pelo para esta operación que se ha querido travestir de nepotismo.

Una patada a Marchena en el culo de su hija, en toda regla.

Ayer lo explicábamos en Confilegal.

La chica aprobó el año pasado con el número 25. Un número muy alto, hay que reconocerlo. Cuatro años -que es la media- poniendo codos a razón de 15 horas diarias durante 6 días a la semana.

Cuando fue a la Escuela Judicial del Consejo General del Poder Judicial, en Barcelona, cayó gravemente enferma y tuvo que ser hospitalizada.

No pudo pasar el primero de los cursos.

No hay nada establecido legalmente en un caso como este así que el claustro de profesores de la Escuela constató el hecho y la directora propuso a la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial que, una vez que se pusiera bien, pasara a formar parte de la siguiente Promoción.

La Permanente, con Carlos Lesmes a la cabeza, presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo -que no es íntimo amigo de Marchena, ni mucho menos- y los 7 vocales que la conforman, cada uno de su padre y de su madre, dieron el visto bueno, acordando que se respetara su número de aprobado.

Y así llegamos a este mes de julio, en la que se reunió la Comisión de Selección, un órgano tripartito que conforman máximos representantes del CGPJ, la Fiscalía General del Estado y el Ministerio de Justicia, que son los que organizan las oposiciones a jueces y fiscales.

Estos decidieron que vale, que la chica fuera incluida entre los aprobados, pero en el último puesto.

Los aprobados, en este caso, fueron 97. De 100 plazas ofertadas para jueces y fiscales.

Es decir, quedaban 3 plazas libres.

SE LA PUSO LA ÚLTIMA DE LA PROMOCIÓN

A Sofía Marchena se la puso en el numero 98, la última, para no perjudicar a los aprobados de esta promoción, según decidieron los miembros de la Comisión de Selección. Lo cual contradijo lo acordado por la Permanente, perjudicando a la alumna. Pero se hizo.

En esta ocasión, ya que todo se había retrotraído al cuadro de salida, la chica optó por fiscales. Podía hacerlo. ¿Por qué? Sus razones personales tendrá. Pero hay una diferencia.

Los que han optado a la carrera judicial tienen que pasar un año en Barcelona y un segundo año de prácticas.

Los fiscales, por su lado, tienen un curso de seis meses en el Centro de Estudios Jurídicos en Madrid, detrás de la Facultad de Derecho de la Complutense, y luego comienzan a ejercer como abogados fiscales donde les toque.

Entiendo que la historia de una buena conspiración, con el «malvado» Marchena de fondo, manejando a las personas como si fueran muñecos para colocar a su hija vende más que la mera verdad.

Ya lo decía Guillermo de Ockham (entre los siglos XIII y XIV): «De todas las explicaciones posibles, la más simple es siempre la más probable».

Y la explicación más simple es que desacreditar personal y profesionalmente a Marchena viene muy bien de cara al juicio que va a tener lugar entre octubre y noviembre próximo.

Y va en la línea de lo que la parroquia separatista ha venido argumentando durante los últimos meses: que la justicia española no es independiente.

Además, viene al pelo tras la decisión tomada, precisamente por el tribunal de la Sala Segunda que va a juzgar a Jordi Cuixart, Jordi Sànchez, Jordi Turull, Josep Rull, Oriol Junqueras, Raül Romeva, Joaquim Forn, Dolors Bassa y Carme Forcadell, de denegarles la libertad.

Me temo que vamos a vivir muchas «Operaciones Marchena» hasta entonces; podrán ser «Operaciones Luciano Varela» u «Operaciones Andrés Martínez Arrieta» o contra cualquier otro de los cuatro restantes, miembros del tribunal. La cosa es «demostrar» que España no es un estado de derecho y que es una dictadura encubierta.

Nadie con dos dedos de frente se puede creer esto. Pero, ya se sabe, lo evidente es lo que nadie ve hasta alguien lo explica con claridad.

Espero, en esta ocasión, haber cumplido esta función.

Me tocaba.

 

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