«Cuando nadie nos ve», un thriller  ambientado en la Semana Santa de Morón de la Frontera con la base USA de fondo
Sergio Sarriá, guionista y escritor., autor del "thriller" cuando nadie nos ve.

«Cuando nadie nos ve», un thriller  ambientado en la Semana Santa de Morón de la Frontera con la base USA de fondo

Sergio Sarriá: “Los procesos judiciales rompen el ritmo de la ficción”

Para aficionados al thriller, a la investigación y a las tramas fuera de lo común se acaba de publicar Cuando nadie nos ve, una  novela  que narra una investigación sorprendente que según Sergio Sarriá su autor, probablemente tiene algún matiz que no es  pura ficción.

Cuenta además con  la peculiaridad de que la protagonista, Lucía Gutiérrez, es una sargento de la guardia civil de mal carácter y con problemas añadidos, como una hija adolescente y una suegra con Alzheimer.

Y la gracia de que se desarrolla en la Semana Santa de Morón de la Frontera entre cofradías, pasos y con el fondo de la base americana, que adquiere un  protagonismo crucial. Este libro, editado por Espasa, guarda muchos secretos, imprescindibles dice el autor para mantener la salud mental.

En la trama aparecen pocos juristas, los justos, es decir el juez de guardia obligado a levantar el cadáver de turno y es que, como señala a Confilegal Sergio Sarriá, novelista y guionista de televisión, “los procesos judiciales son lentos para trasladarlos de una manera fiel a la ficción y se rompe el ritmo”.

Como sea, Cuando nadie nos ve engancha desde la primera página.

Año 2016. Semana Santa en Morón de la Frontera, localidad sevillana en la que se encuentra instalada una base militar estadounidense.

La protagonista es la sargento Lucía Gutiérrez una mujer de 42 años, jefe del puesto de la Benemérita en el pueblo. 

Antonio Jiménez, un joven conductor del autobús escolar aparece muerto en su casa, con un ritual de harakiri. Empieza la Semana Santa y entre los costaleros jóvenes que cargan los pasos procesionales, se suceden casos de ataques de pánico, delirios y desfallecimientos.

Examinados, resultan ser consumidores de diferentes drogas de diseño.

Lucia Gutiérrez investiga junto  al cabo Víctor Martín. Y con la agente María Sánchez.

En paralelo, la acción se desarrolla en torno a la base militar norteamericana de Morón de la Frontera, una auténtica ciudad USA dentro de suelo español que se rige con sus propias reglas.

Allí entrarán en juego dos personajes clave para el desarrollo de los acontecimientos: el teniente y héroe de guerra Andrew Taylor y el capitán y máximo cargo de la base americana Douglas Hoopen.

Un último incidente provoca que sea llamado desde Madrid el teniente Urbizu para ponerse al frente de la investigación sustituyendo a Lucía Gutiérrez: la aparición del cadáver de un soldado americano, desaparecido meses atrás en extrañas circunstancias. Entre Urbizu y Lucía Gutiérrez no tardarán en saltar chispas.

Lucía detecta una conexión de los sucesos que acontecen con la Base Militar de Morón de la Frontera. Pero todo el mundo está empeñado en desviar la mirada hacia otro lado. La realidad que se esconde será mucho más sórdida de lo que se intuye a primera vista.

Sergio Sarriá (1979) es guionista y escritor. Su primera novela fue El hombre que odiaba a Paulo Coelho, una comedia sobre la crisis de los cuarenta en clave de thriller que se está adaptando a televisión.

Ha sido coordinador de guion de El Intermedio (La Sexta) trabajo que le llevó a conseguir varios premios. En la vida personal, el novelista de origen malagueño vivió una infancia muy marcada por la Semana Santa, en la que participó desde muy tierna edad con auténtico interés que cuenta así:

“Me convertí en un capillita precoz. Me aprendí de memoria los escultores de las tallas, la antigüedad de las cofradías e incluso las novedades que presentaban cada año; nuevos arbotantes, nuevo manto para la Virgen, nueva corona de espinas…»

«Era lo que los trekkies a Star Trek, pero con las imágenes de Semana Santa…” Pero el paso del tiempo y una capacidad de fe menor de quienes le rodeaban le llevó a irse desvinculado “de aquella pasión por la pasión”.

A tal punto se fue distanciando que cuenta en el epílogo de su libro una curiosa historia que le relaciona con el Cautivo, el Cristo por excelencia de la Semana Santa, Rey de Reyes, dice, en el barrio de la Trinidad donde se crió.

Tenía 18 años cuando su abuela le regaló una estampita del Cautivo. Un poco avergonzado, la escondió en la guantera del automóvil que había empezado a conducir. Dos años después tuvo un terrible accidente de tráfico.

Ahí vuelve Sarriá a su conexión con lo que rodea a la Semana Santa: “El coche fue declarado siniestro total y lo único que quedó indemne fue la estampita del Cristo en la guantera”. De todo ese cóctel de emociones, nace el ambiente base de Cuando nadie nos ve.

Morón, la base y la Semana Santa

¿Qué tiene usted con Morón de la Frontera?

Me parece un escaparate de thriller que no estaba aprovechado y es muy potente. En enero de 2002 mientras en la localidad estaban en plena campaña de recogida de la aceituna,   pasaban por la base de Morón los primeros 21 presos con destino a Guantánamo.  De una parte tienes un pueblo tradicional andaluz, con su tipismo,  abierto hospitalario… y al otro lado una localidad de Texas  con sus propias normas, su propio poder  jurídico, sus boleras, sus autocines…en contraste con la Andalucía que conocemos.

¿Le costó trabajo ambientar las referencias a la base?

Yo he trabajado muchos años en El Intermedio y el que fue primer director, Miguel Sánchez Romero, es de Rota y en su día lo que contaba y el concepto de las bases me pareció muy interesante.  Hay una serie policíaca de televisión El puente que en danés se llama Broen y  en sueco, Bron que trata de la investigación policial tras la aparición de una persona asesinada en el Puente que une Suecia y Dinamarca. Es una manera de jugar a eso, al límite entre dos fronteras: guardia civil… policía militar norteamericana. La vanguardia militar estadounidense frente a una tradición andaluza como es la Semana Santa. Me resultaron atractivos esos criterios confrontados.

Lo que sí se ve lleva dentro es lo de las cofradías de Semana Santa. Conociendo sus antecedentes  ¿Es un homenaje o una venganza?

Yo creo que hay más de homenaje, he sido cofrade durante mucho tiempo, creo que el sentimiento religioso esta tratado desde el respeto, pero sobre lo que se refiere a las  estructuras de lo que es una Cofradía puedo tener una mirada más irónica. Pertenezco a eso, le tengo respeto, lo he disfrutado. La verdad es que después de 14 años en Madrid ha sido una forma de volver a Málaga, a la niñez, a la adolescencia. No he empleado un tecnicismo abrumador, he estado muy contenido buscando palabras que se entendieran fuera del entorno de los cofrades. He intentado retratar la idiosincrasia que se ve en las arengas de los capataces… hay  mucha idiosincrasia de lo que es la Semana Santa andaluza.

Personajes potentes

Sus personajes son potentes. ¿Le ha venido la inspiración de la realidad o es pura ficción?

Para esta novela casi todo es ficción. SÍ es cierto que  para el personaje de Lucía me fijé en una serie  británica llamada Happy Valley, una policía áspera, con problemas  personales  que también le afectan, que no se centra solo en el objetivo de resolver un caso. En los thrillers se fijan más en lo que se refiere a la investigación policial pero  me gustaba más que la vida de Lucía no pasara desapercibida, tiene una hija con problemas, su suegra con Alzheimer… Del resto de personajes pillo detalles de gente que conozco. Tengo un amigo que, como María, viajaba poco, pero su habitación estaba llena de postales que le enviaban. Eso siempre me hizo gracia, ese tipo de detalles que  intento poner en valor. Voy formando el personaje que quiero, que me sirva para potenciar a los  personajes principales sobre todo. Que aporte cosas.

 ¿No se le escapan sus personajes según escribe?

Intento que no, para evitar irme en digresiones. Me  podría gustar más un retrato psicológico, pero  intento que la acción esté delimitada para que no me pase  que el lector sienta que divago. Suelo improvisar más con los personajes secundarios como  Pollito que sí que se me ha ido un poco de las manos.  Hay  una serie de personajes que eran acompañantes y han ido creciendo. Te vas enamorando de ellos y les ves matices que están bien

Tenemos de un lado a Lucía Gutiérrez la sargento jefe de la guardia civil del puesto de Morón  y a su familia  y sus colegas.  Algunos parecen menores y sin embargo todos tienen un papel importante.  Para usted de estos “teloneros” ¿quién es el más interesante?

Pollito es el más interesante porque comparte algo que es también propio de Lucía, la capacidad de convertir un hecho negativo en tu vida en algo positivo.  Hablo de esos  dramas pequeños que te hacen sentir miserable. Me parecía interesante que Lucía se pudiera reconocer en Pollito, alguien muy sencillo definiendo un dolor muy complejo.

Un héroe de guerra

Por otra parte están  los norteamericanos: un héroe de guerra, Andrew Taylor  y el mando de la base, el capitán Douglas Hoopen, ambos  en tensión permanente.

Me apetecía  contar algo así. Mezclando la base y Andalucía, los Rolling Stone y las bandas de cornetas… Jugar con el costumbrismo andaluz y el perfil más arquetípico del thriller americano. Lo he jugado de forma consciente, diferenciando su forma de hablar del habla de la gente del pueblo.

Tenemos además al español teniente Urbizu y su controversia con la protagonista.

Urbizu, aparte de lo que juega en la trama, es un personaje clásico,  me interesa porque aporta la mirada clasista sobre la fiesta, sobre la Semana Santa, una mirada desde fuera de superioridad moral. Me gustaba que jugara ese rol, una mirada de ciudad con componente de clasismo hacia el campo andaluz.

Consigue que se haga un punto antipático

Urbizu al final no se hace bueno, pero consigues empatizar con él.  Eso es algo que me interesa mucho. Yo he trabajado en El Intermedio de la Sexta y habré hecho mil chistes sobre Bárcenas, pero lo que me interesaba era averiguar cómo se convirtió en el personaje que vemos. Ocurre con Lucía, la protagonista. Puede que de arranque te caiga mal pero al final el desarrollo que lleva puede que empatices con ella.

Muchos secretos

En esta Semana Santa en que se desarrolla la historia, del Sábado de Pasión al Domingo de Resurrección, ¿qué día destaca en la trama?

Probablemente coincide y es intencionado con el jueves y viernes santos, coincide la muerte de Cristo con el momento en que ya se empieza a vislumbrar lo que está pasando en el pueblo. Las músicas de las procesiones con tono de funeral, las luces apagadas… juegan a favor del relato. Tienen que ver con el momento cumbre.

Esta es una historia de secretos. Los secretos dan mucho juego en la ficción. ¿En la realidad, considera que también los secretos nos dominan?

Absolutamente. Creo que es un ejercicio sano, no tirar a cuerpo abierto con todas tus debilidades. De lo contrario es necesario que tengas el cerebro muy ordenado. La gente mantiene el secreto porque no sabe cómo será la mirada de otro, por  el temor de que no te juzguen apropiadamente;  miedo a que  aparezcan nazarenos con el rostro tapado… que con esa característica de no dejarse ver nos llevan a la idea de ocultar. Por  pura salud mental, todos tenemos que tener secretos.

El proceso legal rompe el ritmo

Veo que en esta historia abogados, jueces y fiscales han tenido poco trabajo. Incluso con un problema de competencia con la base americana. Apenas el juez que tiene que levantar algún que otro cadáver. ¿Le tentó incluir a algún jurista en la trama?

Hay un tema que siempre ocurre en la ficción tanto en las series como en las novelas. He tenido asesoramiento  de guardias civiles, investigadores, policía nacional… pero cuando lo que te explican lo llevas a la narración, el ritmo se pierde. Si tengo que contar el proceso judicial real, la historia se me cae. Le doy prioridad a la trama que al hecho legal, entendiendo siempre que lo que se cuenta sea verosímil.

Ya sabe que la Justicia es algo lenta

Los  procesos judiciales son lentos para trasladarlos de una manera fiel a la ficción. Imagine que el juez tenga que   dar permiso para que Lucia avance en su investigación… me podría suponer una semana de espera.  Lo que son los procesos de la justicia ralentizan mucho la acción de la novela, por eso se omiten. Tengo que jugar la carta de que sea atractivo para el lector, darle prioridad a que puedas leer el libro en un par de días porque te resulta apasionante, que te enganche… no sé si con jueces de por medio lo hubiera conseguido.

Usted pone por delante la descripción del entorno.

Sin duda, prefiero hablar más de lo que sé que de lo que ignoro.  Le doy más importancia a que el universo andaluz se comporte como tal porque no creo que Lucia pueda reaccionar igual que un agente del FBI de Estados Unidos. Un sevillano no es un americano o un sueco. Mire, lo que ocurrió en la Semana Santa de la madrugada del pánico en Sevilla;  la gente corría espantada pensando que se estaba produciendo un tiroteo. Yo estaba en la Plaza de Armas y aún con el terror, multitud de parejas se paraban frente a un puesto,  pedían media docena de churros y seguían corriendo…. Le he dado prioridad a que los personajes fueran reales,  la trama realista… por lo demás, me he contentado con que fuera verosímil.

¿La protagonista repetirá?

Por un lado me gustaría pero creo que ahora necesito hacer una comedia, porque hay escenas que, bueno,  me dejaron mal. Al final lo truculento deja el cuerpo un poco raro. Estaría bien iniciar una saga, otro caso con Lucía y María.

¿Existen los monstruos?

¿Cómo cree que le mirarán las cofradías en la próxima Semana Santa?

Creo que bien, porque he puesto más una mirada de niño  que una visión crítica. El relato de las procesiones está hecho con cariño aunque en lo que se refiera a cómo es la estructura de las cofradías, me he permitido cierta crítica, pero en ese caso no estamos hablando de un sentimiento religioso.

¿Y en la base militar de EEUU? ¿Le habrán declarado persona non grata?

Eso puede ser. No lo sabemos. Cierto es que en este caso  la ficción tiene apariencia de verdad.  Y no deja de ser un reto interesante, intentar averiguar si lo novelado es cierto.

¿Sigue con los mismos sentimientos contradictorios hacia el Cautivo? ¿Lleva aún la estampita en la guantera del automóvil?

La llevo, la llevo al día de hoy y con bastante cariño. Me he acordado mucho de mi abuela, que también tuvo Alzheimer,  al escribir de  las procesiones  y la he recordado antes de  la enfermedad así que  la novela me ha permitido recuperarla. El Cautivo no sólo representa una idea religiosa, es parte de mi familia, mi abuela, mi madre, mi tía,  lo han tenido siempre como si fuera alguien de la familia. Para mí es como cerrar los círculos.

Dígame la verdad ¿al final existen  los monstruos?

Respondería que no porque somos todo, todo lo bueno y todo lo malo, no estamos compartimentados.  No eres ni un monstruo ni una buena persona las 24 horas.  En la novela hay momentos buenos de algunos malos. Nadie es un monstruo todo el tiempo. ¿Existen?,   creo que no. Pero tampoco existen los santos.

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