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Un magistrado tarda tres días en elaborar el objeto del veredicto en un tribunal del jurado y roza el juicio nulo

Un magistrado tarda tres días en elaborar el objeto del veredicto en un tribunal del jurado y roza el juicio nulo
Puerta del edificio de la Audiencia Provincial de Madrid, donde se celebró el juicio sobre el que versa esta columna de Carlos Berbell, director de Confilegal. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
21/11/2019 06:30
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Actualizado: 25/2/2020 13:53
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Enrique Jesús Bergés de Ramón, de 60 años, es el magistrado presidente del tribunal del jurado que ha juzgado a cuatro personas en la Audiencia Provincial de Madrid por el asesinato de un joven de 28 años. Ocurrido en 2016.

Pero esta no es la noticia. La noticia es que ha tardado nada menos que tres días en elaborar el objeto del veredicto del caso.

El juicio contra Javier Ceballos Zapata, el supuesto autor material, David Tena MorenoAlejandra Asunción Sánchez Chover, y Francisco Gomara-López Camacho, apodado como ‘Paco El Loco’, había terminado el pasado viernes.

El magistrado debía haber tenido preparado el objeto del veredicto el lunes por la mañana. Tenía que haber llegado «con los deberes hechos».

El objeto del veredicto es el escrito que, una vez concluido el juicio oral, y después de concluidos los informes y oídos los acusados, el magistrado debe haber entregar a los 9 miembros del tribunal del jurado especificando los puntos concretos sobre los que tienen que deliberar y contestar.

Dicho escrito previamente tiene que ser sometido a las partes –fiscal, acusación particular y defensas– con el fin de verificar que las preguntas que se plantean al tribunal del jurado son las adecuadas.

Pero los «deberes» no estaban hechos.

Bergés de Ramón, para quien este jurado popular era, evidentemente, el primero que dirigía –toda su carrera, hasta el año pasado, ha formado parte de órganos unipersonales–, no acertó con la tecla apropiada para un objeto del veredicto ni esa mañana del lunes.

Tampoco por la tarde.

Ni tampoco el martes. 

Las objeciones se sucedieron desde la fiscalía y los abogados de la acusación particular y las defensas.

Y a un borrador del objeto del veredicto sucedieron varios.

No se sabe cuántos se elaboraron. El hombre subía y bajaba en el ascensor a su pequeño despacho de la Sección 23, donde está destinado.

Mientras, los nueve miembros del tribunal del jurado, esperaron pacientemente a ser llamados.

Las discusiones entre el juez y las partes se alargaron, para desesperación de todos, con la amenaza de la declaración de juicio nulo pendiendo como una espada de Damocles.

Solo el miércoles, el magistrado presidente consiguió redactar un objeto del veredicto que satisfizo a todos.

Tres días después.

Pero el jurado popular no pudo deliberar.

Esos tres días que el magistrado presidente invirtió en forjar el objeto del veredicto –que tenía que haber traído de casa «niquelao» el lunes por la mañana– hicieron que se pasaran las reservas de los hoteles.

Son dos días el tiempo medio que suelen emplear los jurados populares en alcanzar un veredicto.

Como los fondos –a cargo de la Consejería de Justicia de Madrid– que se manejan son escasos, y ante la imposibilidad de encontrar otro hotel de inmediato, se les mandó a su casa con la orden de volver el lunes, con el problema del hospedaje resuelto.

Ese día los 9 hombres y mujeres deberán deliberar sobre si el principal acusado troceó o no el cadáver y si lo hizo con la ayuda de Francisco Gomara-López Camacho, entre otros aspectos.

Y tendrán que pronunciarse sobre si los hechos constituyen un delito de homicidio, como pide la fiscal, o un asesinato como plantea la acusación particular.

Han sido tres días que todas las partes quieren olvidar.

Seguro que el señor magistrado presidente, también. Porque a estas cosas hay que venir con los deberes hechos.

Porque este tipo de contratiempos pone en tela de juicio una institución, la del tribunal del jurado, que ha funcionado razonablemente bien desde que echó a andar el 1 de enero de 1996.

Esperemos que la lección haya sido aprendida.

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