Ejerza de líder, sáquenos de esta pesadilla, señor presidente
El columnista, Ricardo Rodríguez hace un llamamiento al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a que actúe como un líder y que acabe con la situación que vivimos. Foto: Pool Moncloa / Borja Puig de la Bellacasa

Ejerza de líder, sáquenos de esta pesadilla, señor presidente

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23/3/2020 06:35
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Actualizado: 22/3/2020 22:35
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El título primigenio que iba a tener esta columna –»El amor en los tiempos del cólera»– es una de las más bellas novelas del tristemente fallecido Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, y autor de numerosísimas obras, algunas de ellas –a mi parecer- en la cumbre de la literatura mundial.

Un título que cambié por este otro, un llamamiento directo y personal a Pedro Sánchez: «Ejerza de líder, sáquenos de esta pesadilla, señor presidente».

Porque representa la síntesis del mensaje que quiero expresar y transmitir; un sentimiento que compartimos muchos españoles.

No teníamos que haber llegado hasta aquí.

Es cierto que estamos pasando una pandemia que desde conocida como “la gripe española” (que no lo era, teniendo su origen –según la mayoría de los científicos– en Kansas, EEUU, pero que se conoce así en la Historia por ser España uno de los primeros países donde se informó de ella), después de la Primera Guerra Mundial que asoló Europa y EE.UU. causando cuarenta o cincuenta millones de muertes.

Esta es la primera a nivel mundial, como ha afirmado la Organización Mundial de la Salud, “una pandemia”.

La primera vez que lo dice.

Estamos todos confinados en nuestras respectivas casas, la primera semana de quince días, pero hoy ha anunciado el presidente del Gobierno que va a proponer al Parlamento la prórroga por otros quince días.

Los más optimistas afirman que estaremos así hasta, al menos, finales de abril.

Es duro, muy duro, quedarse en casa, no disfrutar de la libertad de salir a la calle cuándo y cómo queramos (uno de los derechos básicos de cualquier estado democrático: la libertad deambulatoria), de no ver a nuestros familiares y amigos.

Estamos preocupados de nuestros familiares, de nuestros amigos y –los que aún tenemos la suerte- de la salud de nuestros padres y/o abuelos.

Es deprimente levantarse cada mañana, no tenemos ganas ni de vestirnos.

Intentamos, en la medida de lo posible, hacer “vida normal”: tele-trabajar –los que pueden-, leer, escuchar la radio, ver la TV, recuperar aquellas películas o libros que tantas veces teníamos ganas de releer o volver a ver, hablar con nuestros familiares y amigos sea por las redes sociales o telefónicamente, pero son muchas, muchas horas.

Y se nos cae el cielo encima.

Pero lo cierto es que hay algunos que se juegan la vida por nosotros. Esto es una guerra, no al estilo de las tradicionales, con ejércitos, aviones, cañones y bombas.

No.

Es la guerra del siglo XXI: un virus.

Un virus muy contagioso.

No está en el aire, pero se trasmite de persona a persona y ya en nuestro cuerpo, si entra por las mucosas (nariz, ojos o boca) afecta a los pulmones, con el resultado ya conocido.

En el momento que escribo estas líneas, más de 1.750 muertos en España y casi 30.000 contagiados, de los cuales más de 1.800 están en la Unidad de Cuidados Intensivos sólo en Madrid, y creciendo de forma exponencial.

Otros países están peor, mucho peor, que nosotros, basta ver las cifras italianas.

A nivel mundial los datos empiezan a ser escalofriantes.

¿CÓMO ES POSIBLE…?

Y nuestros héroes son, especialmente, todo el personal sanitario, desde médicos y enfermeras hasta auxiliares, celadores, etc., pero también las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Autónica donde las hubiere, Policía Local), el Ejército y los bomberos.

Están todos ellos en la primera línea de combate, en las trincheras.

Estos “soldados” se quejan de la falta absoluta de medios: no tienen suficientes medios de prevención personal para evitar ser contagiados: no hay mascarillas, no hay guantes, no tienen gafas y trajes de protección.

¿Cómo es posible que pase esto en España, en teoría, uno de los países más ricos del mundo (según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos somos el 14)?

¿Cómo es posible que, con los antecedentes de China y posteriormente de Italia –ahí al lado- pase esto?

¿Cómo es posible que no se hubieran acopiado materiales de prevención suficientes sabiendo la que se nos venía encima?

¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Me lo van a permitir: por inoperatividad del Gobierno.

El Gobierno sabía lo que estaba pasando en China, pero, especialmente -y no solo por su cercanía sino por las características de su población- en Italia -con un índice de mortalidad muy superior al de China con muchos menos contagios- donde la población, como en España, está muy envejecida.

Han tenido que ser las Comunidades Autónomas, especialmente la de Madrid, la que primeramente empezó a tomar medidas: cierre de colegios, polideportivos, teatros, centros culturales.

El Gobierno dijo que eran medidas muy exageradas.

Y al final tuvieron que adoptarlas para todo el territorio nacional, primero con el cierre de colegios y Universidades hasta llegar a la declaración del estado de alarma, el pasado día 14 de marzo.

SE ANIMÓ A LA GENTE A IR A LA MANIFESTACIÓN DEL 8 DE MARZO 

La primera vez en la reciente historia de nuestra joven democracia, si dejamos aparte la crisis provocada por los controladores aéreos, pero que duró escasos días.

Y el Gobierno, ¿qué hacía?

¡Animar a la gente a que fuese a la manifestación del 8M!, día internacional de la Mujer.

¡Hala!

Sólo en Madrid 120.000 manifestantes, todos juntitos para gritar consignas a favor de la mujer trabajadora, contra las tres derechas, alabar al Gobierno y lo bueno que es manifestarse, con el consiguiente masivo contagio.

Desde una ministra (ahora ya no sé cuántos), la mujer del presidente del Gobierno, etc.

Y, por supuesto, también el Congreso de Vox en un polideportivo madrileño el 7 de marzo: 7.000 personas y contagiados, entre otros su presidente, su secretario general, etc.

¿Es esto serio, es responsable?

EN LA REUNIÓN TÉCNICA DEL 30 DE ENERO SE ADVIRTIÓ DE LA PELIGROSIDAD DEL COVID-19

Creo, sinceramente que no.

Al día siguiente del 8M ya se reconocía el ya famoso Fernando Simón, director del Centro de Emergencias de Sanidad, quien el 2 de marzo y días siguientes no veía problema alguno en que los ciudadanos acudieran a las concentraciones, reconocía que ya había transmisión comunitaria en Madrid, Vitoria y otras ciudades, que eran focos de contagio elevado.

No obstante, ninguna medida se adoptó a pesar de que los días 10 y 12 de marzo hubo Consejo de Ministros.

Fue el 14 de marzo cuando el Consejo de Ministros decretó el estado de alarma.

44 días después de que el 30 de enero en una reunión técnica en el Ministerio de Sanidad por los expertos y científicos a los que alude tantas veces el presidente del Gobierno en sus alocuciones a la Nación- alertó al Gobierno de la enorme peligrosidad del coronavirus.

El Gobierno tenía datos, tenía informes, pero el temor a desatar el pánico y perjudicar gravemente a la economía impuso la inacción.

Grave error.

Perdimos unos días preciosos.

Las medidas adoptadas a partir del 14 de marzo, fundamentales para intentar parar los contagios, han llegado tarde: el virus ya estaba extendido por todo el territorio nacional, el sistema hospitalario está colapsado, los enfermos tienen que esperar largas horas, cuando no días, en sillas de Urgencias, esperando que quede una cama libre, los médicos deben ya elegir quien ocupa una cama de UCI o no.

En fin, medicina de guerra.

¿CÓMO PUDO UTILIZAR EN SU DISCURSO DEL 14 DE MARZO EL PRESIDENTE PALABRAS INSPIRADAS EN UNA NOVELA?

El presidente del Gobierno, en un reciente mensaje a la Nación (14 de marzo, cuando decretó el estado de alarma), en estilo churchiliano, afirmó que “la victoria depende de cada uno de nosotros, en nuestro hogar, en nuestra familia”, “haremos desde el Gobierno lo que haga falta cuando haga falta”, “la victoria depende de cada uno de nosotros”, “tardaremos semana, va ser duro y difícil, pero pararemos el virus”.

Frases muchas de ellas sacadas o, al menos, inspiradas en la novela Las Palmeras de Jimina Sabadú (Editorial Algaida, 2020).

Ayer –para los lectores de esta columna, antes de ayer- en otra comparecencia ante la Nación, de más de una hora, volvió a afirmar que “el virus mata”, “nuestro enemigo es el virus”, “hemos pasado una semana queda otra”, “seguiremos haciendo lo que haga falta, cuando haga falta y donde haga falta”.

¡Qué frases más vacías de contenido!, ¡qué mensaje más hueco!, ¡qué argumentos más manidos!

Pero, vamos a ver,  ¿esto es serio?

¿Por qué no se pone todo el sistema productivo textil o cualquier otro a fabricar medios de protección a personal sanitario, a las distintas policías, al Ejército?

¿Cómo es posible que afirme el presidente de Gobierno que “en las próximas horas de los próximos días de las próximas semanas llegará material médico y de protección?”.

Ya han fallecido varios sanitarios y varios funcionarios policiales y del Ejército y ya no digamos infectados en residencias de la tercera edad, que mueren por docenas, y por falta de medios de prevención.

Los sanitarios infectados superan el 12 % del total de infectados, ¡qué barbaridad!

Son nuestros héroes y todos les homenajeamos a las 20 horas de cada día desde nuestras ventanas, desde nuestros balcones, desde nuestros hogares.

Pero no queremos que se nos mueran, que por salvarnos a nosotros se mueran ellos.

¡Y por falta de medios de protección!

¿A qué se espera para entregar estos medios?, ¿a qué esté todo el personal sanitario contagiado y ya nadie infectado por este maldito virus pueda ser atendido?

No sé si son ciertas las quejas de, por ejemplo, la presidenta de la Comunidad de Madrid –por cierto, también infectada, como otros miembros de su Gobierno, que lo dirige desde la habitación de un apartahotel para respetar la cuarentena, al contrario de un vicepresidente del Gobierno que ya la ha roto, al menos, en tres ocasiones– de que se está bloqueando en la Aduana mascarillas, gafas y otros medios de protección encargados antes de la declaración del estado de alarma en el aeropuerto de Adolfo Suarez-Barajas.

No lo sé, pero sí es cierto sería muy, pero muy grave.

¿POR QUÉ NO ANUNCIÓ EL SÁBADO QUE IBA A PEDIR LA PRÓRROGA DEL ESTADO DE ALARMA?

Y lo que ya no se entiende es que ayer el presidente, en la citada alocución a la Nación, no dijese que iba a solicitar al Congreso la prórroga del estado de alarma para otros quince días más, lo que se ha hecho hoy.

Apenas veinte horas después del anterior mensaje.

¿Por qué no lo anunció ayer?

¿Qué ha pasado entre ayer y hoy para que nos informe de que se va a solicitar al Congreso la prórroga del estado de alarma?

No tiene ninguna explicación o, perdónenme, yo no la veo, se me escapa.

Cuando una alta institución se dirige a la Nación –sea el Rey, sea el presidente de Gobierno–, además de explicar cómo está la situación, de darnos esperanza, de animarnos, debe decir que más medidas piensan adoptar para combatir este virus ya que estamos desbordados.

Es lo que esperamos de un verdadero líder.

No se consigue nada –o así lo entiendo yo– decir la semana pasada que este fin de semana “llegaríamos al pico” de los contagios y ayer decir que será la próxima semana y ocultar que hoy mismo va a solicitar una prórroga por quince días más.

Así no, señor presidente, así no.

Lo estamos pasando mal, muy mal, estamos confinados, preocupados y tenemos miedo; los sanitarios se contagian a centenares y lo menos que podemos pedir es que nos digan la verdad y no por cuentagotas.

Repito, así no, señor presidente, así no.

Una de las frases célebres de Winston Churchill es “nunca me preocupo por la acción, sólo por la inacción”.

Señor presidente, por favor, actúe.

Otra –tiene muchas– “no tiene sentido decir “estamos haciendo todo lo posible”.

“Tienes que tener éxito haciendo todo lo que sea necesario”.

Señor presidente está bien que hable, que nos informe de lo que va a hacer, pero, por favor, actúe, ejerza de líder, sáquenos de esta pesadilla.

El refranero español es muy sabio: “menos hablar y más hacer”. Se lo pedimos por favor, señor presidente, o, mejor, se lo exigimos.

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