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En defensa de la libertad, los afectos y los bienes

En defensa de la libertad, los afectos y los bienes
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una de sus últimas comparecencias televisivas para explicar las medidas adoptadas para hacer frente a la pandemia, medidas que el columnista Ignacio Serrano Butragueño critica duramente. Foto: Pool/JM Cuadrado.
25/5/2020 06:37
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Actualizado: 25/5/2020 00:35
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No pretendo causar discordia, sino anunciar el ejercicio de mi legítimo derecho de defensa. Así, pues, voy a defender una posición radicalmente distinta de la adoptada por el Gobierno de España para luchar contra la propagación y los efectos nocivos del COVID-19.

Las medidas impuestas por el Gobierno constituyen una clara privación de libertad, consistente en la pena de arresto domiciliario.

Han supuesto una clara privación de los afectos, obligándonos a permanecer lejos de muchos seres queridos y evitar cualquier muestra física de cariño (besos, abrazos y caricias).

Y han generado, en la mayoría de las personas, una clara suspensión o privación temporal -cuando no definitiva- de su trabajo, negocio o industria.

SALUD PÚBLICA 

El fundamento invocado para adoptar tales medidas es la salud pública, en el sentido de que el Gobierno ha de evitar en lo posible los riesgos de propagación y contagio de dicho coronavirus, procurando reducir al máximo sus efectos perversos sobre la población.

Por otra parte, no conviene olvidar que la privación de libertad; de las muestras físicas de cariño entre los seres queridos; y del trabajo, negocio o industria, aunque todo ello sea de forma temporal, puede también causar graves daños a la salud.

¿Qué hacer y cómo reaccionar ante tales medidas? Pues defendiéndonos.

Así, como escribe José Armando Seco Villalba “el hombre que quiere conservar su libertad y su existencia debe velar las armas sin descanso. Luchar por su vida. Defender el fruto de su industria. Proteger sus afectos. Para esto no dispone de otra garantía que … su propio poder de defensa”.

A mi juicio, frente a la privación de libertad acordada en nuestro país, hubiera sido preferible la educación, la concienciación y la motivación.

Educar desde el primer momento en el uso obligatorio de mascarillas “eficaces” en reuniones y lugares comunes. Frenar ciertos desplazamientos al exterior e informar de la forma cómoda y segura de desplazarse en el interior.

QUÉ SE TENÍA QUE HABER HECHO

Hacer controles sanitarios frecuentes.

Realizar el aislamiento de los infectados en el lugar adecuado y por el tiempo imprescindible.

Educar en la adopción de las medidas higiénicas precisas para evitar o reducir los riesgos de contagio.

Administrar las terapias idóneas o apropiadas para curar a los enfermos.

Procurar el uso de material de protección efectivo a todo el personal sanitario, abasteciéndole del mismo puntualmente.

Concienciar a la población mediante explicaciones claras y sencillas de los peligros del contagio y de los efectos, nocivos y perversos, del coronavirus.

Y motivarnos de forma negativa, a través de sanciones para los comportamientos más incívicos e intolerables, y sobre todo de forma positiva mediante mensajes de protección mutua, cuidado y solidaridad; de superación personal y colectiva; y de esperanza en un mañana más saludable y mejor que hemos de construir entre todos, haciendo las cosas bien.

APOSTAR POR LOS BUENOS SENTIMIENTOS Y LA CONFIANZA MUTUA 

Frente a la privación de los afectos y de las manifestaciones físicas de cariño, debe apostarse por los buenos sentimientos y la confianza mutua entre los seres queridos.

¿Quién quiere hacer daño a la persona que ama?

¿No es esto algo contrario a la razón y al modo de ser natural de las cosas?

Que las parejas que vivan separadas se vean privadas de estar juntos y de las caricias.

Que unos padres no puedan besar a sus hijos o los hijos a sus padres.

Que los hermanos que no vivan juntos y los amigos hayan de evitar el abrazo, guardando una “distancia social” de dos metros.

Que nos veamos obligados a despedir a los muertos en el pensamiento y a distancia, con los sentimientos y el dolor encerrados en casa.

Nada de esto resulta necesario ni es de recibo, si de verdad se apuesta porque sean los propios afectos, de forma natural y prudente, los que cuiden de la salud pública.

Y frente a la suspensión o privación temporal del trabajo, negocio o industria vemos cómo muchos de quejan de haber gastado lo poco que tenían, quedándose sin nada.

Y muchos otros, con gran amargura e indignación, protestan de que el Gobierno ha arruinado su negocio o industria.

Los poderes ejecutivo y legislativo nos han privado de la libertad de empresa que consagra nuestra Constitución.

O del derecho al trabajo que también proclama nuestra Carta Magna.

Y a cambio anuncian y promueven ayudas mediante préstamos y subvenciones que habremos de pagar todos.

Y pregunto ¿no hubiera sido preferible el sabio consejo, la dirección o guía, y el apoyo de todas las Instituciones del Estado para cuidar de lo que teníamos, a fin de que siguiera funcionando y mejorando?

¿Para cuidar, proteger y continuar el trabajo, los negocios y las industrias que tantos años de entrega, de esfuerzo y de sacrificio nos había costado alcanzar era necesario cerrarlos?.

TRÁGALA

En definitiva, no puedo admitir que esta situación se convierta en un trágala.

En una especie de patente de corso por la que, al amparo de salvar vidas y de proteger a la población, se impongan medidas tan drásticas que nos priven de la libertad, de los afectos, del trabajo, y de los negocios e industrias.

Ahora ya es un poco tarde.

Pero lo que se ha hecho es tan desproporcionado que, si hay rebrotes y se adoptan las mismas medidas, anuncio que ejercitaré mi derecho de defensa ante el Juez ordinario predeterminado por la Ley, pues hace ya muchos años “los hombres, consultando otros medios que mejorasen la seguridad de sus personas sin los riesgos anteriormente indicados, acordaron unirse en sociedades y confiar su defensa y la de todos sus derechos a una persona que mirándolos con imparcialidad les distribuyese sus derechos y los conservase en paz y en justicia”.

 

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