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¿Que el abogado pierda casos? Tan inevitable como necesario

¿Que el abogado pierda casos? Tan inevitable como necesario
Abogados defensores de los 15 acusados en el juicio por el caso Madrid Arena, que tuvo lugar en la Audiencia Provincial de Madrid. Confilegal.
27/3/2018 06:14
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Actualizado: 26/3/2018 12:22
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Dicen que “el colmo de un abogado es perder el juicio”, frase jocosa que pone el acento en la derrota, pues, se afirma  ¿qué puede haber peor para un abogado que obtener una sentencia desfavorable?

Sin embargo, yo disiento de dicho pensamiento, que asocia una especie de fatalidad, desgracia o negativismo a uno de los resultados más que probables de nuestro trabajo.

Ciertamente, cuando estudias a fondo un asunto, le dedicas muchas horas, te ilusionas con la aplicación de esta o aquella línea de defensa, llevas a cabo un magnífico interrogatorio o un alegato brillante, resulta desoladora la sensación que albergas cuando recibes la resolución desfavorable.

¡Tanto esfuerzo para nada!

¡Y ahora, encima, a informar al cliente!

Sin embargo, si somos honestos, todos los que estamos embarcados en esta profesión, sabemos cuándo aceptamos el encargo o en las primeras fases del mismo, cuáles son las probabilidades de éxito de nuestra defensa.

Sin perjuicio de la existencia de pocos casos en los que la balanza puede inclinarse de igual forma para cualquiera de las partes, lo cierto es que los asuntos que llegan al despacho, lo hacen condicionados por una serie de circunstancias que los convierten en favorables o desfavorables (asuntos UCI, UVI o cadáver), y rara vez, y digo, rara vez, el abogado gana un caso perdido o pierde uno que estaba ganado inicialmente.

Por lo tanto, como diría Alan Dershowitz, la mayoría de los abogados ganan los casos ganadores y pierden los casos perdedores.

Por esa razón, los abogados hemos de ser conscientes que no se es mejor o peor abogado por el número de asuntos que gane o pierda respectivamente, pues todo dependerá de la clase de asuntos que defiende y del grado de dificultad que entrañan; el mejor abogado, será aquel que alcanza éxitos en casos en los que, o bien la balanza está muy igualada, o porque a pesar de que pintan bastos, el asunto se resuelve finalmente de forma favorable.

Continuando con Dershowitz, querer siempre ganar sería algo parecido al médico que solo quiere pacientes que se curen siempre, frente aquellos, como los cirujanos que, desgraciadamente, a pesar de su esfuerzo, pierden todos los días pacientes en la mesa de operaciones, pero también salvan muchas vidas.

Siendo por tanto difícil la elección de los casos ganadores por el abogado (salvo que estés consagrado, y muy consagrado), el resultado desfavorable de los pleitos no debe provocar desazón o devastación en el profesional, pues a pesar de la inmensa dificultad que entraña desligar tales sentimientos del resultado negativo del litigio, el abogado, por razones que van desde lo psicológico a lo deontológico debe considerarlos más que una cuestión finalista (de resultado) como una cuestión de pasión, de entrega y de responsabilidad hacía el cliente y hacía su profesión ya que una vez conocidas por el abogado las opciones reales y objetivas de éxito o fracaso de la pretensión, e informado que sea el cliente sobre las mismas, si finalmente éste desea seguir adelante, al abogado solo le queda una opción: luchar denodadamente por ganar, es decir, por alcanzar un resultado acorde con las expectativas del cliente, infundiendo a su trabajo entrega, pasión y una vocación decidida a la victoria.

La profesionalidad de quien actúa así sienta las bases del éxito, pues ganar, al final, se asociará no con el resultado del pleito, sino con la confianza generada en el cliente, con su satisfacción de que se han defendido sus intereses con la máxima dedicación y persistencia.

Es una cuestión de forma de hacer las cosas y del modo en el que nos sentimos haciéndolas.

Esta es la gran victoria del abogado. Luego, llegará la sentencia: ganamos, enhorabuena; perdimos, lo hemos intentado, ¡y de qué manera!

¿Cuántos abogados no han recibido el reconocimiento y confianza de su cliente a pesar de que las cosas no salieron como éste deseaba?

En definitiva, si nuestra conciencia nos dice que hicimos todo lo que estaba en nuestra mano y que jamás nos rendimos, habrá valido la pena y podremos incluso sacar alguna enseñanza de la derrota (pues es de todos sabido que más se aprende de esta que de la victoria).

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