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¿Por qué se busca convertir a Enrique Arnaldo, candidato al TC, en una pieza de caza a abatir?

¿Por qué se busca convertir a Enrique Arnaldo, candidato al TC, en una pieza de caza a abatir?
Enrique Arnaldo, catedrático del Tribunal Constitucional, sobre el que trata la columna de Carlos Berbell. Foto: Confilegal.
24/10/2021 06:48
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Actualizado: 24/10/2021 06:48
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En muchas ocasiones, desde el periodismo, utilizamos las palabras de la misma manera que en la guerra se lanzaban las bombas de racimo. Bombas que contienen un dispositivo que libera, a su vez, un gran número de pequeñas bombas que, al impactar, multiplican los daños sobre el enemigo.

Una de esas palabras de racimo, es salpicar.

Cuando alguien se ha visto investigado en un asunto, que luego se ha archivado o simplemente se le ha retirado de dicha investigación –lo que antes se describía como imputación–, lo que queda es «salpicado».

Y no debería quedar nada. Porque «salpicado» no es sinónimo de «condenado».

La presunción de inocencia no se ha quebrado. La Justicia ha funcionado. Ha comprobado que no hay delito del que acusar y, en consecuencia, ha archivado.

Es el caso de Enrique Arnaldo Alcubilla, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Rey Juan Carlos, letrado del Congreso, exvocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), abogado en ejercicio y uno de los cuatro candidatos a magistrado al Tribunal Constitucional, propuesto por el Partido Popular en un pacto con el PSOE.

Arnaldo ni tiene antecedentes penales. Jamás ha sido acusado formalmente. Ni mucho menos condenado.

Es cierto que fue investigado por su relación con Jaume Matas, cuando era presidente de la Comunidad Autónoma de Baleares, a través de su bufete, Estudios Jurídicos y Procesales, S.L. Y que su nombre emergió en las conversaciones que mantuvo con Ignacio González, el imputado expresidente de la Comunidad de Madrid, en el «caso Lezo».

Nada ha quedado de aquello.

Fueron conversaciones que mantuvo con González a guisa de abogado y de amigo, en momentos difíciles, que después se filtraron, y que se han vuelto a reproducir para desacreditar su candidatura.

Porque no hay otra explicación.

EJERCICIO DE HIPOCRESÍA

A mí esto me ha parecido siempre un ejercicio de hipocresía.

Porque los seres humanos todos los días mantenemos conversaciones con personas de la máxima confianza que, transcritas, no soportarían ni un minuto de luz pública.

Como las que mantuvo la entonces vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, con algunos de los magistrados del Tribunal Constitucional –conversaciones a cara de perro–, para tratar «de convencerlos» de que votaran en contra de la sentencia que finalmente declaró inconstitucional la declaración del primer estado de alarma.

O las que mantenemos los periodistas y políticos diariamente sobre cualquier materia sensible en un lenguaje crudo y básico, trufado de tacos y exabruptos. Por no hablar de otras profesiones.

Muchas de estas conversaciones tendrían serias consecuencias si alguna vez vieran la luz.

Arnaldo es abogado de profesión. Y ser abogado hoy en día es jugar con fuego.

A veces hasta con lava de volcán a más de mil grados centígrados.

Es el ABC de la profesión.

Por eso, hasta Miguel Durán puede «ver» en esto que existe una dinámica intencionada que busca tumbar la candidatura de Arnaldo al Tribunal Constitucional, desacreditándolo.

Simplemente porque está próximo al Partido Popular y porque, además, se dice que es amigo de su líder, Pablo Casado.

CONEXIÓN ALBERTO RODRÍGUEZ, DESPOSEIDO DE SU ESCAÑO

Además, viene muy bien. Porque justo el viernes, la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, acató la sentencia condenatoria de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, desposeyendo de su escaño al diputado de Unidas Podemos, Alberto Rodríguez.

¿Enrique Arnaldo por Alberto Rodríguez? ¿Una forma de empatar la cosa política?

Tiene toda la apariencia.

De ahí el incidir en la cercanía de Arnaldo con el PP, pretendiendo argumentar que no es un ser de luz, sugiriendo que llega marcado de ese pecado original, «salpicado» de cosas que no tuvieron trascendencia penal alguna.

¿Acaso el PSOE y el PP no han propuesto candidatos afines ideológicamente? Ramón Sáez e Inmaculada Montalbán, por una parte.

El primero fue vocal del CGPJ por Izquierda Unida, con el apoyo del PSOE (1996-2001).

Inmaculada Montalbán, también fue consejera del órgano de autogobierno de los jueces por el PSOE (2008-2013) y expresidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género; conocida feminista.

Los dos son miembros de la asociación progresista Juezas y Jueces para la Democracia.

Y por otra Enrique Arnaldo, también vocal del CGPJ (1996-2001), éste por el PP, lo mismo que Concepción Espejel (2008-2013), sobre la que, durante un tiempo, se le recordó su «amistad» con la entonces secretaria general del PP, Dolores de Cospedal.

NO EXISTEN LOS SERES DE LUZ

Ninguno de los cuatro, ni ninguno de los que están en el Tribunal Constitucional, son seres de luz.

Los seres de luz, como los unicornios o los caballos alados, no existen.

Son quimeras.

Todos los seres humanos llevamos encima mochilas ideológicas.

Platón decía que la política era el arte de gobernar a los hombres con su consentimiento. No existe el líder «apolítico».

Y quien afirme lo contrario miente o es un hipócrita redomado.

Cuando Bill Clinton, el presidente demócrata de los Estados Unidos eligió a Ruth Bader Ginsburg para ser juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos lo hizo precisamente por su mochila ideológica, por su visión progresista del mundo.

Una elección a la que después dio el visto bueno el Senado.

De la misma manera que hizo uno de sus sucesores, el presidente republicano, Donald Trump, con a la sucesora de Ginsburg cuando esta falleció, escogiendo a la conservadora Amy Coney Barrett.

La Cámara Alta estadounidense también la ratificó.

La democracia es el único sistema que permite que personas de diferentes ideologías vivan en paz sobre la base de unas reglas de juego muy simples: quien tiene más votos que el contrario, gana. Se hace con el poder.

Y entre elección y elección unos y otros hacen de todo para conquistar a la opinión pública.

Uno de esas vías somos los medios de comunicación, que, en ocasiones, convertimos en ejercicio de hipocresía, precisamente, nuestro oficio de informar.

Voy a poner un ejemplo.

Cuando, desde Confilegal, aportamos públicamente el testimonio de los dos testigos que vieron cómo el entonces magistrado progresista del Tribunal Constitucional, Fernando Valdés Dal-Re, maltrataba a su esposa, aquellos que tendrían que haber salido en defensa de la mujer, guardaron sepulcral silencio.

A muchos les molestó. Valdés Dal-Ré fue detenido por malos tratos. El caso, inevitablemente, condujo su renuncia dos meses más tarde.

El magistrado era el ponente del recurso de amparo que Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la Violencia de Género (por Podemos), interpuso ante el Constitucional contra una sentencia del Tribunal Supremo que anuló una sentencia anterior, del TSJ de Canarias, que ésta había ganado frente a la Fiscalía.

Rosell jamás dijo nada del caso.

¿Quizá esperando que la sangre no llegara al río y que Valdés Dal-Re continuara?

No fue así. El recurso todavía está pendiente de resolución.

Tampoco se hizo mucha sangre sobre el caso desde determinados medios de comunicación afines.

Ahora toca tumbar a Enrique Arnaldo por su mochila ideológica conservadora y, sobre todo, porque el podemista Rodríguez ha perdido su escaño. Por lo que es de justicia que los del PP lo paguen, con la cabeza de Arnaldo.

Para empatar el partido y obtener un resarcimiento.

Porque, en el fondo, es esto lo que está ocurriendo.

Pero los dos casos no son lo mismo. Porque el podemista Rodríguez fue condenado en firme por el Tribunal Supremo y Arnaldo jamás se ha sentado en el banquillo de los acusados.

Y no se puede asimilar «condenado» a «salpicado», por mucho que se intente en esto, que es un nuevo capítulo de la lucha política. La lucha sin fin.

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