Vicente Magro, magistrado del Supremo y autor de “Expediente Ámbar”, una novela de ciencia ficción con atributos de “best seller”
El autor de "Expediente Ámbar" posando con un espejo a su espalda, la vía a través de la cual sus protagonistas regresan al pasado en los cuerpos de los que eran entonces pero con la mente actual. Foto: Carlos Berbell.

Vicente Magro, magistrado del Supremo y autor de “Expediente Ámbar”, una novela de ciencia ficción con atributos de “best seller”

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29/1/2023 01:00
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Actualizado: 30/1/2023 10:46
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Que un magistrado del Tribunal Supremo haga buenas sentencias, incluso comprensibles y accesibles para el común de los mortales, sentencias que sientan nueva jurisprudencia de por sí impresiona. Porque lo lógico es que redacten en su “suajili” judicial principalmente accesible para los iniciados.

Pero es mucho más impresionante que ese mismo magistrado escriba novelas con claros atributos de “best seller”.

Este magistrado de la Sala de lo Penal del Supremo tiene un nombre. Se llama Vicente Magro Servet y tiene 62 años. Acaba de publicar su cuarta novela, “Expediente Ámbar”, que a mí, personalmente, me ha gustado mucho. Ha visto la luz de la mano de la editorial La Ley, que no se dedica a este tipo de temática pero que sabe que lo que produce Magro, funciona.

Porque va de regreso al pasado. Sí, de ciencia ficción, avanzo.

El planteamiento, de entrada, es muy simple. Uno de los protagonistas, un abogado, descubre por casualidad, y de forma accidental, que posee el poder de volver a un momento de su pasado. ¿Cómo? Penetrando, a través de un espejo.  

Magro construye una trama conspirativa que se va complicando según va avanzando.

Es una obra que induce reflexionar sobre lo que uno haría –rectificar errores, abrazar a seres queridos que ya no están, forjarse otro destino, en suma, por ejemplo– si uno tuviera la llave de un túnel del tiempo como en este caso.

¿Cómo surge la idea de “Expediente Ámbar”?

Tiene una base muy personal. Yo perdí a mi padre a los 29 años, cuando estaba en mi primer destino como juez, en una guardia, en Benidorm. Hacía un mes que había tenido a mi primer hijo. Me llamaron y me dijeron que mi padre, que tenía 61 años, había muerto de repente. ¿Cómo podía ser posible si el día anterior estuve hablando con él?, me pregunté. Fue impactante.

Aquello me dejó un vacío tremendo. Ahora que estoy en el Supremo, después de todo lo conseguido, daría una vida por poder mantener una conversación con mi padre, por darle un abrazo.  

Yo tengo ahora 62 años, un año más que mi padre cuando murió. Creo que esta idea ha estado madurando en mi subconsciente y se ha materializado primero en una idea y luego en esta novela.

La escena que abre “Expediente Ámbar” es clásica en los casos extremos de violencia de género, una temática sobre la que usted es uno de los grandes expertos. Supongo que su experiencia como magistrado tiene mucho que ver…

Sin duda alguna. Más de 30 años como juez y magistrado te permiten acumular mucha experiencia sobre las conductas de los seres humanos. Y sobre todo sobre la temática de la violencia de género. Mi tesis doctoral, que me dirigió el desaparecido Vicente Gimeno Sendra, fue sobre esta temática.

En muchas ocasiones, tras formar parte de tribunales, me he preguntado qué habría pasado si la persona a la que habíamos juzgado le hubiéramos dado la oportunidad de volver atrás en el tiempo. ¿Se arrepentiría de haberlo hecho? ¿Rectificaría?

En la fase final de los juicios, en el ejercicio del derecho a la última palabra, muchos de los encausados dicen no arrepentirse. ¿Seguirían en sus trece de tener esa posibilidad?, me he preguntado muchas veces.

VICENTE MAGRO
Vicente Magro posando con su novela, «Expediente Ámbar». Foto: Carlos Berbell.

Usted es un firme creyente en la reeducación y en la rehabilitación del delincuente.

Sin duda. Los estudios dicen que el nivel de reincidencia de los que han pasado por las prisiones es muy bajo. Hay que seguir apostando por la reinserción social y por la reeducación del delincuente.

Pero no es solo cuestión de delincuentes. Dos de los protagonistas vivieron una historia de amor que se terminó por el problema con el alcohol de uno de ellos. Los dos siguieron caminos distintos, reflexionando, cada uno por su parte. ¿Qué hubiera pasado de haber afrontado ese problema? La ludopatía tiene tintes similares. Esto es mucho más común de lo que la gente pudiera pensar. ¿Cómo hubiera sido su vida hoy con esa persona de haber solucionado ese problema de alcoholismo o de ludopatía?

Una reflexión a nivel micro, pero también a nivel macro. Porque con ese poder no solo uno puede cambiar su historia personal. También puede hacerlo con la historia de su propio país.

Evidente. Es innegable que ese poder de regresar al pasado es un arma política brutal. Porque puede alterar la historia de tu propio país o de otros países, como por ejemplo Estados Unidos. Puede impedir que Lee Harvey Oswald acabara con la vida del presidente John F. Kennedy la mañana del 22 de noviembre de 1963.

¿Por qué ha elegido como protagonistas principales a dos abogados, dos policías y una ingeniera informática?

Porque se relacionan con mi actividad profesional y por mi querencia por la informática y por su progreso. Fui el primer magistrado de la historia que celebró un juicio por videoconferencia. ¿Los policías? Porque desempeñan un papel fundamental hoy en nuestro país. Y los abogados, por mi conocimiento de su mundo. Además, imagino que los lectores serían gente relacionada con mi entorno profesional.

«Es innegable que ese poder de regresar al pasado es un arma política brutal. Porque puede alterar la historia de tu propio país»

Tal como le ha salido. No lo creo. Su público es, sin duda, generalista. A los protagonistas, el don de regresar al pasado les viene dado por unas pruebas a las que se sometieron siendo jóvenes…

La llave, sí.

¿Y el espejo? ¿De dónde saca el recurso?

Dicen que lo evidente es lo que nadie ve hasta que alguien lo explica con claridad. En este caso, diría hasta que alguien lo ve con claridad. Los espejos son algo común en las casas. El recurso era, para mí, el más evidente.

Los personajes tienen la capacidad de regresar al cuerpo que tenían 5, 10 o los años atrás que se deseen, con la mente de la actualidad, con toda la experiencia de vida acumulada. ¿Dónde hay que firmar, que se lo firmo?

[Se ríe]. Pero es un caramelo envenenado, ojo. Porque no hay garantía de que todo vaya a suceder de la misma forma. Puede tener un accidente, contraer una enfermedad, sufrir algún contratiempo inesperado. En mi caso podría no haber terminado derecho, o haberlo terminado y, por circunstancias del momento, no haber la oposición a juez y no haber llegado al Supremo, como he llegado.

Apuesto a que esto se lo ha planteado a algunos amigos.

A más de 20.

¿Y qué le han dicho?

Ninguno querría volver. Todos ellos, que tienen en torno a los 60 años, se quedan con su vida.  

Pero la inmortalidad está garantizada. Uno puede vivir varias vidas. Y cuando llega a los 65 años, pongamos, regresa a los 20 o 25 y pone el contador a cero.

La inmortalidad estaría garantizada siempre y cuando no sucediera un evento extraordinario, sí. Porque el destino no está escrito y se puede cambiar en cualquier momento. Un despiste en un paso cebra por parte del conductor puede cambiar su vida y la de la víctima. Por cierto, ¿sabía que en caso de que un vehículo y un peatón coincidan en un paso cebra quien tiene preferencia es el vehículo? Usted que ha leído la novela, ya sabe por qué se lo digo.

También el regresado podría procurarse una vida de opulencia. Bastaría con volver al día del gordo para conocer el número y luego retornar días antes para comprar todos los números…

Las posibilidades de manipulación del futuro son inmensas, sí.

Su novela es la historia de una conspiración en toda regla. Me recuerda aquella frase de “el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”.

La gente buena puede volverse mala, es cierto. Todos conocemos los motivos por los que las buenas intenciones desaparecen y el lado oscuro posee finalmente a las personas, como le ocurrió a Smeagol cuando poseyó el anillo único y se convirtió en Gollum, el personaje de “El señor de los anillos”, de Tolkien.

¿Por qué motivo ha titulado a su novela “Expediente Ámbar”?

Mi primera intención fue titularlo “Detrás del espejo”, pero ya existía una novela con ese título. Luego pensé en “La segunda oportunidad”. Manejé hasta seis títulos diferentes hasta llegar a este “Expediente Ámbar”. Es el más preciso.

«A mí me cuesta muchísimo más escribir una novela que escribir un libro de derecho. Un 80 % más, si me pide que lo cuantifique»

Durante el proceso de escritura uno se suele meter a fondo en la historia, de tal forma que puede llegar a confundir la ficción con la realidad. ¿Le sucedió a usted esto en algún momento?

Es la consecuencia de meterte en el proceso de producción de la narración. En algún momento llegué a pensar que era posible, sí. Para transmitir lo que tienes que contar al lector tienes que sentirlo primero tú mismo.

Usted es magistrado y su lenguaje de trabajo es el legal. ¿Qué es más difícil, escribir en legal o escribir en román paladino, en el lenguaje del lector de novelas?

A mí me cuesta muchísimo más escribir una novela que escribir un libro de derecho. Un 80 % más, si me pide que lo cuantifique.

Es cierto que, en las sentencias, como jurista trato de que se me entienda. Creo que sería importante que, en asuntos mediáticos, descendiéramos un poco del rigor técnico contenido para que los ciudadanos nos entiendan mejor.

En los últimos seis meses usted ha publicado dos libros de derecho, “Guía práctica de la prueba en el proceso penal”, “Guía práctica para juristas, vecinos y presidentes de comunidades de propietarios” y ahora “Expediente Ámbar”. Además de estar al día con todas sus sentencias. ¿Cómo lo hace? 

No hay ningún secreto, es voluntad, capacidad de trabajo y organización. También deporte. Yo corro diariamente. Lo que me permite tener buena salud y estar en una buena condición física. Esto me facilita el trabajo, tanto el profesional como este, el creativo. Porque cuando salgo a correr mi cerebro activa un montón de ideas. Luego es cuestión de recordarlas para, en el caso de “Expediente Ámbar”, dale la forma final que ha tenido.

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