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«Modelo 77»: un turno de oficio «de película»

«Modelo 77»: un turno de oficio «de película»
Lourdes Pulido es la socia directora de la firma Alcón Abogados. Critica "Modelo 77" por repetir las ideas manidas de que el turno de oficio lo forman abogados de segunda. Foto: Confilegal.
26/2/2023 06:48
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Actualizado: 25/2/2023 11:53
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Ayer vi la película ganadora de cinco Goyas, «Modelo 77», con una magnifica interpretación por parte de sus actores, y desde luego, digna de ver, porque muestra una versión, bastante real, de lo que pasaba en las cárceles en los años en que está ambientada, tras el final de la dictadura.

Recuerdo perfectamente la primera vez que entré en la cárcel de Carabanchel y se cerró tras de mí una verja de hierro enorme. Ese ruido metálico, que te hacía sentir por todos los poros de tu piel donde estabas.

El ambiente cargado, los cerrojos, las cancelas, los comentarios de los reclusos, las miradas de los que entraban y salían. Esos locutorios cutres en los que a veces ni tenías una silla donde sentarte, y si la tenías, te lo pensabas. Quien no ha estado en cárceles como aquellas, no se siente tan próximo a lo que te muestra la película.

La historia se centra en un joven que entra en la Modelo de Barcelona, pendiente de juicio, por un delito que le podría llevar a estar en prisión una larga temporada, y que ve como pasan los años sin que se celebre su juicio, soportando lo indecible en la cárcel.

Varias escenas se desarrollan en los locutorios de la cárcel, que, a propósito, viendo los locutorios que tenemos hoy en los calabozos de Plaza de Castilla, la verdad es que regresas a esos años, porque, aun cuando se han retocado no hace mucho, resultan tan indignantes como los de los años 70. Pero, volvamos a la película.

El personaje, Manuel, tiene varias visitas en los locutorios, entre ellas, una con su abogado de oficio. La escena es rápida, sin que exista casi conversación entre ambos, distante y terminando el corto intercambio de frases, diciendo el letrado que tiene otros cinco clientes que tiene que atender, y que son todos igual de inocentes como él.

Lo mejor viene ahora, cuando en otra de las escenas de la película, el protagonista se entrevista con un abogado que no conoce y al que le dice que se ha tenido que equivocar de cliente porque él tiene un abogado de oficio, y el letrado le dice, después de explicarle el motivo de su visita, que él le puede ayudar y que el abogado de oficio no le va a sacar de ahí.

Cartel de la película «Modelo 77», sobre la que versa la columna de Lourdes Pulido.

A VUELTAS CON EL SAMBENITO

La verdad, después de más de 36 años como abogada de oficio, me dolió ese comentario, porque pensaba que ese sambenito de que el abogado de oficio no se preocupa por sus clientes y que no va a poner empeño en defenderlos, ya se había desterrado, ya era historia.

Y parece que no, que se quiere seguir dando esa versión casposa del abogado de oficio, que, desde luego, nada tiene que ver con la realidad.

Y no puedo justificar ese comentario despectivo hacia el abogado de oficio, por el hecho de que la película esté ambientada en 1977.

¿Los abogados y abogadas de oficio, seguimos siendo el patito feo de la Abogacía?

Parece que sí, que lo seguimos siendo en pleno 2023, y voy a dar algunas razones.

Una de ellas, es que se sigue sin valorar nuestro trabajo de forma pública. No es suficiente con pedir una calle al alcalde de Madrid, porque, aunque es un gesto, lo reconozco, bonito, se queda corto en la dignificación de la Abogacía de oficio.

A lo mejor lo que tenía que hacer el alcalde, es facilitar nuestro trabajo, con cosas tan fáciles como que podamos aparcar en las comisarías, que disfrutemos de beneficios municipales cuando estamos desarrollando nuestro trabajo en Madrid, como, por ejemplo, en el transporte público.

¿Los ciudadanos piensan a fecha de hoy que los abogados de oficio somos una especie de abogados de segunda categoría?

Si ello es así, posiblemente sea porque nunca hayan visto una campaña publicitaria que ponga de relieve que somos profesionales especializados, y que, para poder atender a sus intereses, tenemos que superar un examen para poder ejercer y tras ello, realizar cursos para poder acceder al turno de oficio.

Y hablando de publicidad, nuestro alcalde, la vicealcaldesa, el decano del ICAM y la presidenta del Consejo General de la Abogacía, han tenido un hueco en su apretada agenda, y no han tenido problema alguno, en estar presentes en la inauguración de una nueva sede en Madrid, de un gran despacho de abogados, cuyo nombre voy a omitir.

Menuda publicidad que se les ha hecho. Que agradecido debe estar este despacho a tan ilustres visitas.

UNA DECEPCIÓN POR EL DESPRECIO AL TURNO DE OFICIO

Es decepcionante ver, como una película que van a ver millones de personas, siga presentando al abogado de oficio como alguien que no va a conseguir lo que uno particular consigue, porque, es un error que se sigue manteniendo, el pensar que el abogado de oficio, solo es abogado de oficio, cuando la realidad es que los letrados que trabajamos de forma independiente o incorporados en despachos, somos profesionales que prestamos nuestros servicios a clientes particulares, empresas, etc., y además, unos cuantos, estamos incorporados a los diferentes turnos de oficio.

Y desde luego, somos igual de listos, eficientes y redactamos los mismos escritos, cuando tenemos delante a un cliente particular o a uno del turno. Les aseguro que nosotros no tenemos dos cerebros, uno de oficio y otro particular, que en función del modo que usamos, redacta escritos de primera o de segunda.

«Modelo 77», es una más de las películas o series que tratan al abogado de oficio con cierto desprecio, que, sinceramente, duele a quienes nos llaman de madrugada para ir a asistir a un detenido, y tienes que ir con tu coche, pagando la gasolina que gastas o el taxi, y no puedes aparcar ni en la comisaría a la que vas; o cuando tienes que estar horas esperando a que se le tome declaración en unos calabozos indignos; o cuando recibes en tu despacho a una persona a la que el banco le reclama una hipoteca impagada y tiene que verse en la calle en un tiempo.

Durante todo ese tiempo en que ejercemos como abogados de oficio, nos dedicamos en cuerpo y alma a nuestros clientes, sin recibir una remuneración coherente con el trabajo que efectuamos.

Puede que no se sepa que, el abogado de oficio, si tiene un accidente cuando va a la comisaría o cuando va al juzgado, a atender a su cliente beneficiario de la Justicia Gratuita o no, porque luego se le deniega, no tendrá ninguna contraprestación de ningún tipo, ni recibirá un pago de ningún organismo público, ni se le reconocerá derecho alguno, a nada.

Y todo ello, viendo cómo se sigue denostando la figura del abogado de oficio, y sobre todo, que desgraciadamente, las instituciones hacen bien poquito para poner en su lugar a los abogados que consiguen ganar pleitos a entidades millonarias, abogados que consiguen precedentes que ni los grandes bufetes logran.

En una ocasión, hace ya unos muchos años, tuve un problema con un asunto de oficio. Le gané una reclamación a la cliente, que, a propósito, no consiguieron anteriores compañeros particulares.

EL TURNO DE OFICIO ES LA ABOGACÍA OLVIDADA

Solicité la ayuda del colegio, que fue inexistente, y cuando fui a hablar personalmente con nuestro Decano, Luis Martí Mingarro, para exponerle lo ocurrido y que, ante la desprotección del colegio me daba de baja del turno de oficio, me pidió, por favor, que no dejara el turno, que entendía mi enfado, que el Colegio me había fallado, pero que siguiera.

Y a día de hoy, sigo siendo letrada del turno de oficio.

Como ejemplo de un gran profesional “de oficio”, voy a referirme a nuestro compañero Cesar Pinto, al que tengo el honor de conocer personalmente. Abogado que ha conseguido, entre alguno de sus procesos, que el Tribunal Supremo anulara la venta de casi 3.000 viviendas sociales por parte de la Comunidad de Madrid, o que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tenga que resolver si se discriminó a otro de sus clientes en un desahucio, o haber ganado 12 recursos de amparo ante el Tribunal Constitucional.

Un modelo de profesional con una valía enorme, que ha puesto a favor de los ciudadanos todos sus conocimientos.

Pero eso sí, quienes nos representan, si tienen tiempo y ganas de ir a inauguraciones de despachos, que “ponen en valor la abogacía preventiva”, como ha publicado nuestro ICAM: “El Decano del ICAM pone en valor la abogacía preventiva en la inauguración, junto al Alcalde de Madrid, de la nueva sede de ….”.

El turno de oficio, además de abogacía preventiva, es la abogacía que pone la tirita en la herida, la que hace una desesperada transfusión de sangre a un cliente al que le está desangrando una tarjeta revolving o una hipogteca, la que acompaña cuando no hay solución, y la que sigue siendo la abogacía olvidada.

Y como dudo mucho que la presidenta del CGAE, ni el decano del ICAM, ni el señor alcalde, ni la vicealcaldesa, vengan a mi despacho, les traslado a través de este artículo, una petición que ruego no caiga en saco roto, cual es, que se dejen de hablar en sus discursos de dignificar el trabajo de la abogacía de oficio, y que se pongan manos a la obra, en remunerar adecuadamente nuestro trabajo, que se nos reconozcan derechos asistenciales que tiene cualquier trabajador, que se nos trate adecuadamente.

En definitiva, que no se llenen los eventos públicos de huecos reconocimientos que a los abogados del turno de oficio ya no nos sirven.

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