Opinión | 3 de febrero, día del abogado, una fecha para celebrar

Y como hace dos años en esta misma fecha y en Confilegal, recordaré que el 3 de febrero en España se celebra el día del Abogado/a, ese Licenciado en derecho, según la RAE, «que ofrece profesionalmente asesoramiento jurídico y que ejerce la defensa de las partes en los procesos judiciales o en los procedimientos administrativos«. Pero, en realidad, es mucho más que eso.

Abogado procede del latín advocatus, letrado que defiende o acusa a alguno en juicio; del verbo abogar, lat. advocare: llamar a otro en su ayuda y defensa.

Abogacía es el acto de abogar y el oficio con apoyo en la ley.

Los abogados, por tanto, auxiliamos a las personas cuando tienen problemas de índole jurídica y administrativa pero, lamentablemente, no siempre se ve ni se valora el trabajo, la dedicación, el tiempo, etc., que implica nuestra labor, menos si la ejercemos de Oficio.

En alguna ocasión algún cliente, después de decirle el coste de mis honorarios para un caso, me ha preguntado: “¿Eso me vas a cobrar por un día?”.

Como si nuestro trabajo lo hiciéramos en un día, el día del juicio nada más, sin saber que detrás hay horas de estudio, redacción de escritos, comparecencias, reuniones…, que, en ocasiones, nos llevan días y nos quitan el sueño.

Como si la experiencia y los conocimientos no tuvieran valor. Es algo con lo que tenemos que lidiar en nuestro día a día, con paciencia y comprensión, y en ocasiones, hay recompensa.

Hace unos días he recibido, creo, el mejor halago por parte de un cliente, de esos que según el artículo 94 del Código Penal sería un reo habitual, y fue a la salida de un juicio en Salamanca, ciudad, por cierto, en la que me doctoré y me maravilla.

Y el comentario fue: “Sylvia, menos mal que eres Abogada, porque si llegas a ser Fiscal, estaba j…”.

Me hizo reír.

ANTES LLAMADOS «BOCEROS»

En el Título 6 de la Partida 3 del Código de las 7 Partidas del Rey Alfonso X el Sabio, al abogado se le llama “bocero”, porque hablamos en nombre de otro, y resulta muy curioso todo lo que dice acerca de los abogados.

Aunque la Ley 3 dentro del Título 6 de la Partida 3, contiene un párrafo con el que hoy nos echaríamos las manos a la cabeza, yo la primera, transcribo:

“Ninguna mujer, aunque sea sabedora no puede ser abogada en juicio por otro; y esto por dos razones; la primera porque no es conveniente ni honesta cosa que la mujer tome oficio de varón estando públicamente envuelta con los hombres para razonar por otro; la segunda, porque antiguamente lo prohibieron los sabios por una mujer que decían Calfurnia, que era sabedora, pero tan desvergonzada y enojaba de tal manera a los jueces con sus voces que no podían con ella. Otrosí viendo que cuando las mujeres pierden la vergüenza es fuerte cosa oírlas y contender con ellas, y tomando escarmiento del mal que sufrieron de las voces de Califurnia, prohibieron que ninguna mujer pudiese razonar por otra. Otrosí decimos que el que fuese ciego de ambos ojos no puede ser abogado por otro, pues como no viese al juez no le podría hacer aquella honra que debía ni a los otros hombres buenos que estuviesen allí. Pero aunque ninguno de estos no puede abogar por otro, bien lo podría hacer por sí mismo si quisiese, demandando o defendiendo su derecho«.

Menos mal que yo he nacido en el siglo XX, porque si a mi me llegan a decir esto los jueces en el siglo XIII, seguro iba a gritarles más que la pobre Califurnia, también conocida como Carfania y Caya Afrania, la abogada rebelde que irritaba a los jueces de la antigua Roma, conocida por sus elocuentes exposiciones y por su dominio de la retórica. 

Pero, por lo visto, era tan vehemente en la defensa de sus clientes, que esto molestó tanto a los jueces que, por “culpa” de ella, se dictó la Lex Afrania, que prohibía el ejercicio de la abogacía a las mujeres.

Este recuerdo, a esta y otra abogadas de Roma, ya lo hizo un periodista hace un par de años en este medio de Confilegal, y es de agradecer, y de necesidad, que también los hombres reivindiquen los derechos de las mujeres.

En ese interesante artículo, Gonzalo Pérez Ponferrada nos recordaba que hasta 1922 no se colegió en España, concretamente en Valencia, la primera abogada de la historia de nuestro país, Ascensión Chirivela Marín.

Y tres años después, la segunda abogada que se colegió, y primera en el Colegio de Abogados de Madrid, (hoy Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid), Victoria Kent, abogada republicana que se negó colaborar con el dictador Miguel Primo de Rivera.

Gracias a estas mujeres, hoy puedo decir con orgullo que soy abogada, gracias a ellas que nos abrieron el camino a las más de 60.000 abogadas que hoy existen en España.

Ya nadie nos puede decir que la Abogacía es una profesión de hombres, pero ni esta ni ninguna profesión. Por ello, a nuestras pioneras les debe estar dedicado muy especialmente este día.

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