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Opinión | Bartlet, el presidente de «El ala oeste de la Casa Blanca», más deseable que los reales, Biden y Trump
25/2/2024 06:35
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Actualizado: 01/1/2025 03:00
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Analizando quiénes serán, previsiblemente, los próximos candidatos a las presidenciales de Estados Unidos, previstas para el martes 5 de noviembre de 2024, imagino que los norteamericanos no dejarán de sentir cierta nostalgia y envidia con mi presidente favorito, Josiah «Jed» Bartlet, el protagonista de la mítica serie “El ala oeste de la Casa Blanca”.
Las comparaciones son siempre odiosas, pero es que la realidad hace, en demasiadas ocasiones, que nos sintamos mucho más cercanos a la ficción.
Pocas ficciones han alcanzado una influencia y repercusión tales como este presidente inexistente, erigido en faro y guía aspiracional de lo que debería ser la política con mayúsculas.
Rodeado siempre de un equipo presidencial, inspirado en el espíritu de Camelot de la era Kennedy, busca realizar grandes ideales, cumplir su programa (mejorar la educación, la sanidad, prohibir la venta de armas…).
Quien no preferiría a un presidente como Jed Bartlet, (espléndidamente interpretado por el actor Martin Sheen), un Premio Nobel en economía, culto, entusiasta de la historia, trabajador incansable. Poseedor de un sentido de la honradez, la decencia y el deber que, precisamente, en estos tiempos, se echa mucho en falta.
Y eso mismo deben estar preguntándose muchos norteamericanos que, a la espera de que se hagan oficiales las candidaturas, tendrán que optar entre el actual presidente Joe Biden (del que un informe del fiscal general, en relación con el caso de los papeles clasificados, cuestiona su capacidad mental) y Donald Trump (condenado en varias ocasiones por fraude, «abuso sexual» y difamación… y otras cuatro imputaciones penales en varios tribunales).
Trump tiene, además, aún pendiente el juicio por intentar revertir los resultados electorales en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, que le podría inhabilitar para ser candidato a las elecciones.
Y, pese a todo, parte como el gran favorito para la nominación republicana.
Vivir para ver….
El coste político de la ocultación
Es cierto que el presidente ficticio, Jed Bartlet, llegó a la Casa Blanca ocultando al electorado y a todo su equipo que padecía una enfermedad degenerativa, esclerosis múltiple remitente.
Un hecho que se ve obligado a revelar en el último episodio de la segunda temporada, “Dos catedrales”, justo antes de la campaña a la reelección, donde todo su partido le cuestiona por el coste político que esa revelación está generando ante la opinión pública y el miedo de los demócratas a no conseguir renovar la presidencia.
Es memorable la interpelación de Barlet a Dios en la Catedral, al que acusa de vengativo.
— Presidente Bartlet: Sí, mentí. Fue un pecado, he cometido muchos pecados en mi vida. ¿Te ha disgustado eso, matón?. No. Bastan 4 millones de puestos de trabajo ¿eso no fue suficiente? He ayudado a México y aumentado el comercio con el exterior. Ahora hay más hectáreas protegidas. Puse a Mendoza en el banquillo…. No estamos en guerra. He criado a tres hijas, ¿no basta eso para borrarme de tu lista negra?
Pese a esto, Bartlet, no solo no deja su cargo al frente de la Casa Blanca sino que decide presentarse para un segundo mandato, que consigue.
Tras hacer pública la enfermedad, un fiscal especial y la Cámara de Representantes de EE.UU. abren una investigación contra la Administración Bartlet.
Y después de varias comparecencias, el Presidente acepta su culpa a través de una resolución concurrente, la 172 del Congreso, que le condena por haber ocultado su enfermedad y eso, con la oposición férrea de Leo, su jefe de Gabinete, que se niega a aceptar la propuesta.
Pero el propio Bartlet, en una lección de honradez, de lo que tiene que hacer un jefe de Estado, decide hacerlo.
Y se lo explica así:
– Presidente Bartlet: Me equivoqué. Así es Leo, me equivoqué. Ambos lo sabemos. Muchas veces no sabemos qué está bien o qué está mal, pero en otras ocasiones sí lo sabemos. Y esta es una de ellas. Puede que no tuviera siniestras intenciones en un principio, pero he tenido varias ocasiones para enmendarlo.
Ya nadie suele aceptar la responsabilidad al gobernar.
Fomentamos, ofuscamos, racionalizamos… Todo el mundo lo hace. Eso es lo que decimos. Nos hemos atrincherado en una posición en la que culpamos a todo el mundo y nadie acepta la culpa. Soy culpable. Me equivoqué.
Su engaño, como no puede ser de otra manera, tiene un coste, no electoral, pero sí una reprobación moral y un castigo a su familia.
El presidente es reprobado en el parlamento y su esposa, Abbey, pierde su licencia médica por ayudarle y medicarle en secreto.
Honradez y responsabilidad
Ojalá, muchos dirigentes políticos tomaran nota de actuaciones políticas como ésta. Él sabe que es culpable y asume, aunque tarde, su responsabilidad.
Ejemplos como este, o cuando decide ceder momentáneamente la Presidencia de Estados Unidos a través de la 25ª Enmienda, tras el secuestro de su hija Zoey, realzan la figura presidencial, al tiempo que la humanizan.
Bartlet reconoce que no es capaz de actuar como Presidente al no poder garantizar el emitir juicios imparciales en un asunto en el que la vida de su hija está en juego.
Por eso renuncia al cargo. Como en ese momento no hay no hay vicepresidente, será el portavoz de la Mayoría republicana, Glen Allen Walken (genialmente interpretado por John Goodman) quien se convierte en el presidente en funciones.
Una nueva lección de honradez, que han convertido a Jed Bartlet, en ese presidente que todos quisiéramos tener.
No en vano, aún hoy, las altas esferas de Washington utilizan sus citas en los discursos…, y no es para menos.
El legado de Bartlet sigue ahí por el extraordinario peso que aún hoy atesora en el imaginario colectivo estadounidense, sobre todo en el ala demócrata. Aunque muchos republicanos también suspiran por tener un candidato con todas esas virtudes, que no tiene, ni de lejos, su más que probable candidato a las próximas presidenciales.
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