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Opinión | “Anatomía de un escándalo”: poder, manipulación y ética entre la élite británica

Opinión | “Anatomía de un escándalo”: poder, manipulación y ética entre la élite británica
Los principales protagonistas de la serie, el ministro James Whitehouse (interpretado por Rupert Friend), Sophie Whitehouse, a quien da vida Sienna Miller, junto a Michelle Dockery (quien interpreta a Kate Woodcroft) y la víctima,Olivia Nytton (Naomi Scott). Foto: Netflix
21/4/2024 06:30
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Actualizado: 21/4/2024 09:57
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El “thriller” psicológico de Netflix “Anatomía de un escándalo” se adentra en las zonas grises entre el poder y la ética. Cómo la clase alta británica ha navegado históricamente en aguas de impunidad. De cómo los privilegios de clase se han traducido en un pasaporte hacia la evasión de responsabilidades, de cómo las conductas abusivas, ya sean sexuales o de otra índole, parecen disolverse en el aire enrarecido que respira esta “elitista” clase social, protegida por un manto de poder y conexiones.

Y se plantea una pregunta inquietante: ¿Continuará este patrón de impunidad en una era que ha visto nacer movimientos como #MeToo?, donde la tolerancia hacia las faltas graves, especialmente las de índole sexual, ha hecho caer a grandes personajes del mundo de la política o la comunicación (como ocurrió con el influyente director ejecutivo de Fox News, Roger Airles, un asunto reflejado a la perfección en películas con “El Escándalo” o en series como “The Loudest Voice”.

El creador de “Anatomía de un escándalo», David E. Kelley, conocido por otros éxitos como «Big Little Lies» y «The Undoing«, colabora aquí con Melissa James Gibson, guionista de series como “House of Cards” o “The Americans” para sumergirnos en una mezcla de drama judicial y thriller psicológico, a través de la adaptación de la novela de Sarah Vaughan, que explora el poder y las agresiones sexuales en el parlamento británico.

La miniserie, compuesta por seis capítulos, narra la historia de James y Sophie Whitehouse (interpretados por Rupert Friend y Sienna Miller, respectivamente), una pareja que vive en un exclusivo mundo de felicidad.

Él es un ministro del Parlamento en ascenso, con una familia encantadora y una carrera prometedora, hasta que una infidelidad conyugal, con una de sus asistentes, Olivia Nytton (Naomi Scott), amenaza con desmoronar todo lo que ha construido.

En la imagen Sophie Whitehouse (interpretada por Sienna Miller) junto a su marido, el ministro James Whitehouse, acusado de violación. Foto: Netflix.

Completa el elenco principal Michelle Dockery, conocida por su papel en «Downton Abbey», quien interpreta a Kate Woodcroft, una “barrister” (los abogados que actúan ante los tribunales) que actúa como fiscal cuya trayectoria profesional se ve igualmente desafiada por las acusaciones que presenta, poniendo en juego no solo la integridad de Westminster sino también su propio bienestar emocional.

La serie nos lleva a través de un viaje psicológico y político, y “flashbacks” del pasado universitario de los principales protagonistas, a las complejidades de la vida pública y privada de aquellos que ostentan el poder.

La citada relación entre James y una empleada, es solo el comienzo de un torbellino de eventos que desencadena reflexiones más profundas sobre la fidelidad, la verdad y las consecuencias de nuestros actos.

La serie sorprende giro a giro dramático. El primero se produce cuando la antigua amante del ministro le acusa de violación. Un asunto que se convierte, rápidamente, en algo explosivo que amenaza con tumbar el gobierno británico. La serie está ambientada en la Inglaterra contemporánea, posterior al #MeToo, en la que la sociedad todavía está lidiando con qué comportamiento sexual se cruza la línea. Y este es quizás el aspecto más flojo de la trama.

No logra profundizar en esta cuestión e incluso aborda con demasiada ligereza y escaso acierto el problema de las agresiones sexuales y las denuncias de violación. Olvidándose de que un “no”, siempre “es un no”. Algo que se observa durante el proceso, donde la abogada defensora, pone en todo momento en duda la credibilidad de la víctima. Aunque como ella misma revela, en una de las muchas conversaciones con la abogada de la fiscalía: “En serio, a veces no me puedo creer que dedique mi vida defendiendo a esta gente”. 

Pero centrándonos en la parte política de la historia. “Anatomía de un escándalo” sí explora la relación entre el poder, la manipulación, la verdad y la ética. Igualmente, refleja el morbo que para la prensa tiene un escándalo dentro de esa élite política, las persecuciones, acosos, y el daño moral y aislamiento social que sufre, también, la familia del acusado.

Lo que resulta más atrayente es la hipocresía de la clase en el poder que tolera que James Whitehouse tuviera una aventura consentida con una empleada, algo “que se perdona una primera vez, pero que no debe volver a suceder”, como le reiteran desde el propio gobierno al que pertenece.

El problema para el gobierno surge cuando el ministro es acusado de haber agredido sexualmente a su colaboradora y el caso llega a juicio. Lo que podría complicar los intereses de todos.

Imagen de la conversación entre el primer ministro británico, Tom Southern, y su jefe de Comunicación. Foto: Netflix.

Desde un punto de vista político, resulta curioso observar cómo el responsable de comunicación del gobierno intenta, desde el principio del escándalo, convencer al primer ministro Tom Southern (Geoffrey Streatfeild) para que se aleje de su mejor amigo. Quiere haga un reproche público y “le retire su confianza y cortar relaciones públicamente”. Algo que él se niega a hacer recurriendo a la supuesta lealtad hacia su amigo. “Omertá entre los Libertinos”, lema de su hermandad universitaria.

Responsable de comunicación: No es solo un ministro

Primer ministro: Ya no es ministro, Chris [Está apartado temporalmente a la espera de juicio]

Responsable de comunicación: Es su mejor amigo. La gente se preguntará que tiene él contra usted para que le apoye.

Primer ministro: ¿Qué tal que sea inocente? ¿Serviría de algo?

Responsable de comunicación: Tendría que ser antiguo mejor amigo. Antiguo círculo. Y lo digo como alguien que aprecia a James.

Primer ministro: Sí, se nota a la legua…

Responsable de comunicación: Antes, una cagada así, solo suponía entrar en una lista negra. Ahora es diferente, el camino está plagado de minas del #MeToo. Le suplico, primer ministro que este lío de W. le arrastre a usted también.

Primer ministro: Chris,….

Responsable de comunicación: ¿Tiene algo contra usted? Dígamelo. [No contesta. Se va y le deja solo]

Una imagen del juicio en el que el ministro James Whitehouse (interpretado por Rupert Friend), escucha las acusaciones contra él en un caso de violación. Foto: Netflix.

Sin embargo, rápidamente descubrimos, que cuando hay una amenaza de moción en su partido, y aparecen otras supuestas nuevas acusaciones, intenta presionar a su amigo. Eso sí, este responde amenazando al primer ministro con revelar un caso del pasado que acabaría con él.

James: ¿Cómo lo llevas?

Primer ministro: Iba a preguntarte lo mismo.

James: Ha sido un buen día, la verdad. Mi abogada es muy competente.

Primer ministro: Bien, bien….

James: Chris acaba de venir a verme.

Primer ministro: Sí, me ha dicho que iba a hablar contigo. Qué cosa tan extraña [hablan del supuesto nuevo caso de violación en el pasado, en la Universidad]

James: Extraña porque nunca ocurrió. Es ficción. Pero parece que lo dos estamos lidiando con tonterías. ¿Lo de la moción de censura es cosa de Frisk, envenenado el foso?

Primer ministro: No, va mucho más allá de Frisk,

James: ¿Es por el impás presupuestario?

Primer ministro: Es por ti, en realidad. Tú eres el problema. Quieren sangre.

James: ¿Quiénes? ¿Los nuestros?

Primer ministro: Chris quiere que haga unas declaraciones expresando lo preocupado que estoy y que destituya por las acusaciones de violación.

James: No puedes.

Primer ministro: Preferiría no hacerlo, claro.

James: No puedes. Hablo en serio.

Primer ministro: Es una amenaza.

James: Claro que no. Es una afirmación, un hecho. Yo no he hecho nada malo.

Primer ministro: Seguro que el juicio lo confirmará. Pero tengo que responder ante los Comunes y con esta última noticia, James, hemos llegado a un punto de inflexión.

James: Tom, no me obliges a decírtelo.

Primer ministro: ¿Decir el qué?

James: Tom, me lo debes.

Primer ministro: ¿Entonces me amenazas?

James: Yo no hice nada de lo que se me acusa. Y tú si hiciste algo de los que no se te acusó. Son cosas distintas. Yo te salvé. Te salve la vida, Tom.

Primer ministro: No digas más.

James: Significa eso…

Primer ministro: Que pares de hablar…[Y corta la conversación telefónica].

El acosos de los medios a la familia Woodcroft es constante en toda la trama. Les siguen a todas partes. Foto: Netflix.

Todos ocultan cosas. Todos intentan aparentar algo que no son. Intentan conservar su mundo de confort, sus privilegios de clase privilegiada. Y es esa trama la que atrapa al espectador. También es muy interesante ver cómo investigan en el pasado para ver qué otras cuestiones pueden revelarse y hacerles perder el poder.

La moralidad no cuenta demasiado. Y el relato de acusado, como le dice en varias ocasiones su mujer, la protagonista en muchos momentos de la trama por la complejidad de su personaje.

Sophie: Siempre te he dejado maquillar la verdad, elegir los detalles para que el mundo fuera tal y como tú querías que fuera. Para ti la verdad es como un juguete. Y juegas con ella, a través de omisiones y medias verdades. No puedes evitarlo.

James: Pero todo el mundo hace eso.

Sophie: Y una mierda lo hacen. He hecho la vista gorda durante muchos años porque pensaba que conmigo eras sincero. Y me siento estúpida y avergonzada a más no poder.

James: Pero sí que he sido sincero. [Dios, dice ella] Y lo soy ahora. Este es mi verdadero yo y lo siento. Nadie me conoce como tú. Te quiero Sof. ¿Quieres que te suplique?

Sophie: No, por favor.

James: Te lo suplico. [Y se pone de rodillas]

Sophie: No, James. Ya no sé quién cojones eres. Ni quien soy yo, porque siempre me he definido a través de ti. No puedo quedarme. Si me quedo en qué se convertirán nuestros hijos.

James: En lo que están destinados a ser. Por favor, no me digas que te he perdido. ¿Puedo preguntar qué vas a contarles a los niños?.

Sophie: Toda la verdad. [Abandona la habitación, dejándole abatido].

Además, en otra trama cruzada, la abogada Kate Woodcroft (Michelle Dockery) asume el caso en nombre de la fiscalía, ocultando que conoce al acusado de su época en la Universidad, lo que podría inhabilitarla.

En su agenda oculta, ella también tiene otras razones personales para ir intentar culpar a Whitehouse, por un caso del pasado… La principal diferencia es que a ella todo eso le provoca un conflicto moral entre seguir su ética profesional e intentar vengarse del acusado con un duro enfrentamiento en el estrado, intentando que caiga en contradicciones y así poder abocarlo a que sea condenado.

La abogada Kate Woodcroft (Michelle Dockery), quien rompe claramente con los principios éticos de una abogada al no apartarse de un caso donde conoce al acusado y tiene intereses ocultos en el mismo. Foto: Netflix.

Al final, Sophie, al descubrir la verdad sobre su marido, la coloca en una compleja encrucijada. Es consciente de que su todo comportamiento tiene un precio. Y que ella, no puede ser indiferente. Así se refleja en una de las últimas escenas de la serie, en su conversación con la letrada de la fiscalía [una antigua compañera suya de Universidad, a la que había perdido la pista muchos años atrás].

Kate Woodcroft: ¿Por qué has querido verme?

Sophie: James. Sé que en Oxford te gustaba.

Kate Woodcroft: Me agredió.

Sophie: Dijo que había sido consentido.

Kate Woodcroft: Él me agredió.

Sophie: ¿Por qué no lo denunciaste a la policía?

Kate Woodcroft: A quién crees que habían creído. Yo no habría conseguido nada. Fue una violación… A veces me pregunto cómo debe ser saber que actúes como actúes siempre te perdonarán, independientemente de lo que hagas.

Sophie: Yo no sabía nada en aquella época. Créeme. No lo sabía.

Kate Woodcroft: Pero ahora ya sí.

Sophie: ¿Qué estás sugiriendo?

Kate Woodcroft: ¿Quieres que ahora, 20 años después, siga haciéndote los deberes?

Sophie: Durante toda mi vida, me han sobrevalorado e infravalorado a la vez. He comerciado con la moneda que el mundo me decía que era mía…., pero, así fue como me educaron. Eso sí, no pienses, ni por un secundo, que no soy consciente del coste personal de esas transacciones. La gente cree que me conoce. Tú crees que me conoces. Te aseguro que no. ¿Qué hay de ti? ¿Quién eres, Holly o Kate?

Kate Woodcroft: Supongo que ambas, por fin. Oye, ¿Tienes pensado denunciarme?

Sophie: La noche que te violó, fue la misma noche en la que uno de los “Libertinos” perdió la vida.

Kate Woodcroft: Me acuerdo.

Sophie: Fue la única vez que le he visto llorar.

Kate Woodcroft: Dudo que sus lágrimas tuvieran que ver conmigo.

Sophie: No. Lloró porque estaba peligrosamente cerca de destruir su futuro dorado.

Kate Woodcroft: ¿De qué estás hablando?

Sophie: Hoy he llamado a un conocido que trabaja en la prensa. Pasaron muchas cosas horribles aquella noche, además de lo que te pasó a ti.

Kate Woodcroft: ¿Algo que podía juzgarse como crimen?

Sophie: Sí.

Kate Woodcroft: ¿Por qué estás haciendo esto?

Sophie: Cambio de rumbo tal vez. Por un bien mayor. El gobierno de su majestad va saltar por los aires.

«Anatomía de un escándalo» pone en tela de juicio si la sensación de invulnerabilidad que estos individuos han disfrutado durante años podría finalmente encontrarse con un muro de rendición de cuentas.

Insinúa que el cambio está en el aire, aunque la resistencia de las estructuras arcaicas y la lucha por el poder, demuestra, una y otra vez, que aún queda mucho camino por recorrer en la batalla por la justicia y la igualdad…O quizás no. El final es algo esperanzador.

A pesar de sus controversias (en flojo tratamiento del tema #MeToo), la serie invita a la reflexión y el debate, destacando por su narrativa envolvente, actuaciones estelares, y una visión crítica de las dinámicas de poder en la sociedad contemporánea.

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