Firmas

Opinión | De la argumentación política a las campañas de “Y tú más”; cuanto deberíamos aprender de series como “El ala oeste de la Casa Blanca”

Opinión | De la argumentación política a las campañas de “Y tú más”; cuanto deberíamos aprender de series como “El ala oeste de la Casa Blanca”
En los extremos los dos candidatos a la presidencia real de la Casa Blanca, el actual presidente Joe Biden, y el líder de los republicanos, el expresidente Donald Trump, en el centro Jed Bartlet (interpretado por Martin Sheen) en la serie "El ala oeste de la Casa Blanca"
07/7/2024 06:41
|
Actualizado: 08/7/2024 11:17
|

El pasado 28 de junio asistimos atónitos a uno de los peores debates televisivos de la historia de la televisión. Nada que ver con aquellos fantásticos debates ficticios de “El ala oeste de la Casa Blanca”, inmortalizó protagonizados por el demócrata, Jed Bartlet (interpretado por Martin Sheen), caracterizado por su idealismo, frente al gobernador Robert Ritchie (a quien daba vida James Brolin), conocido por su estilo folksy, realista y su forma fácil de conectar con la gente.

O ya en las últimas temporadas de la serie, el enfrentamiento entre el congresista Matt Santos, interpretado por Jimmy Smits, elegido candidato presidencial, pese al establishment del partido, frente al veterano y sólido senador Arnold Vinick, interpretado por un genial Alan Alda, candidato del Partido Republicano.

Si comparamos los debates presidenciales actuales y con aquellos idealizados en la mítica serie «El ala oeste de la Casa Blanca», observamos con nostalgia y un “pelín” de envidia cómo estos eventos han evolucionado desde discusiones de políticas sustantivas hasta confrontaciones que priorizan el espectáculo sobre el contenido.

Este cambio no sólo altera la percepción pública de la política, sino que también influye profundamente en el proceso democrático. Y lo que es peor, provoca una terrible desafección de la ciudadanía hacia la política y, especialmente, hacia la clase política en general.

La serie «El ala oeste«, a través de personajes como Jed Bartlet, Arnold Vinick o Matt Santos, representaba un ámbito político donde prevalecían la ética, el respeto mutuo y una profunda dedicación a la veracidad y la responsabilidad.

¿Se imaginan escuchar a un candidato actual elaborar un discurso de victoria como este de Matt Santos, quién tras ganar las elecciones, felicita a su adversario e incluso le ofrece el puesto de secretario de Estado en su gobierno? ¡¡Impensable!!, ¿verdad?. Es lo bueno de la ficción, nos permite soñar con lo imposible.

Imagen de uno de los tres debates presidenciales entre Matt Santos y Arnold Vinick que se producen en la serie, donde se refleja también la juventud frente a la veteranía.

Matt Santos: Gracias, gracias por haber aguantado toda la noche. Para los que no habéis salido de este salón, está amaneciendo (aplausos). Antes que nada, quiero mostrar mi agradecimiento al senador Vinick y pediros un aplauso para toda una vida de dedicación (aplausos).

Arni Vinick ha hecho de esta una campaña mejor y un país mejor para todos (aplausos). Mi padre era peluquero, mi madre trabajaba en el servicio doméstico y yo nunca soñé con tener esta oportunidad para servir así al pueblo. Me resultaría muy fácil ponerme aquí y afirmar que realizaré cambios radicales, pero no puedo hacerlo. Estas elecciones han sido muy reñidas y mi intención es ser el Presidente de todos: blancos, negros, morenos y amarillos, demócratas y republicanos. Y voy a tener que trabajar mucho para conseguirlo.

Nuestras posiciones se han distanciado. No se puede ser candidato a la Presidencia y no verlo. Nuestros votos están divididos, pero nuestro país no debe estarlo, porque lo importante no es ser de derechas o de izquierdas, es hacer lo correcto.

Y juntos vamos a ayudar a levantarse a los rechazados. Vamos a asegurarnos de que todas las promesas de América no sean privilegios de unos pocos, sino derechos de todos.

No puedo expresar lo mucho que os agradezco esta oportunidad que se da a tan pocos y que tanto cuesta ser merecedor. Dios os bendiga y Dios bendiga a América.

Eran debates que, aunque dramatizados, reflejaban a la perfección ese ideal de cómo debería ser el discurso político: informativo, respetuoso y centrado en ofrecer soluciones reales a problemas complejos.

«Nuestras posiciones se han distanciado. No se puede ser candidato a la Presidencia y no verlo. Nuestros votos están divididos, pero nuestro país no debe estarlo, porque lo importante no es ser de derechas o de izquierdas, es hacer lo correcto», Matt Santos, presidente electo (interpretado por Jimmy Smits en «El ala oeste de la Casa Blanca)

Esos grandes discursos o los distintos enfrentamientos dialécticos de la ficción, nos congratulaban con esa máxima esencial, a veces olvidada, de que la política es un servicio público y, como tal, su principal función es mejorar la vida de los ciudadanos.

Algo que estaba muy presente en la Declaración de Independencia de Estados Unidos, que acaba de cumplir 248 años. Y que, en 1948, también fue plasmado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Nada que ver con el bochornoso espectáculo que observamos el pasado 28 de junio en el debate que enfrentó al actual presidente de Estados Unidos y candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, y al líder de los republicanos, el expresidente Donald Trump.

Todo un despliegue de tácticas de «Y tú más», donde ambos candidatos parecían más interesados en desacreditar o descalificar al otro que en presentar soluciones viables a los problemas urgentes que enfrenta la nación.

Este cambio de tono no solo disminuye la calidad del debate público, sino que también refleja una polarización más profunda y peligrosa dentro del electorado americano.

El pasado 28 de junio, la CNN emitió el debate que enfrentó al actual presidente de Estados Unidos y candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, y al líder de los republicanos, el expresidente Donald Trump. Foto: CNN.

Un cambio de estilo… a peor

Por desgracia, los debates presidenciales han pasado de ser foros para discutir políticas a convertirse en arenas para el enfrentamiento personal.

La agresividad y el ataque personal han reemplazado al contenido y al análisis. Un Biden, dubitativo, tartamudeante, e incluso perdido y un Trump, bastante más contenido que en otras ocasiones, que dispersaba desinformación sin réplica, ejemplifican cómo los candidatos utilizan estos foros no para informar a los votantes de sus propuestas sino como un campo de batalla para la dominación mediática. Con titulares facilones y una absoluta carencia de contenido.

Además, el estilo de los debates ha cambiado considerablemente. Antes, el objetivo era demostrar conocimiento y capacidad para gobernar, mientras que hoy parece ser simplemente sobrevivir al escrutinio mediático sin cometer errores catastróficos.

Lo cierto es que actualmente se produce una simplificación excesiva de los mensajes, donde los candidatos prefieren eslóganes pegajosos y ataques rápidos en lugar de discusiones detalladas sobre políticas

Algo que no logró el presidente Biden y que ha hecho que los demócratas empiecen a plantearse la búsqueda de un sustituto. Aunque a estas alturas de la carrera presidencial, es bastante imposible de conseguir, y más si Biden se empeña en mantenerse.

Lo cierto es que actualmente se produce una simplificación excesiva de los mensajes, donde los candidatos prefieren eslóganes pegajosos y ataques rápidos en lugar de discusiones detalladas sobre políticas.

Hablamos de debates teatrales, diseñados para el consumo masivo, olvidándonos de que detrás del espectáculo, hay un costo real. Y visto lo visto, puede ser muy grande.

Los debates presidenciales parecen haber perdido la capacidad de influir constructivamente en el electorado. En lugar de ser una herramienta para informar y empoderar a los votantes, se han convertido en una arena donde prevalece el cinismo y el espectáculo.

¿Podemos mejorar los debates entre los candiatos?

¿Qué se puede hacer para rectificar esta trayectoria? Primero, es esencial que los medios de comunicación y las instituciones organizadoras reintroduzcan unas mínimas normas de decoro y estructura en los debates [por ejemplo, aquí, en nuestro país, eso está más tasado].

Esto podría incluir la verificación de hechos en tiempo real y un enfoque renovado en las políticas en lugar de en la personalidad o defectos de los candidatos. Además, podría ser útil adoptar formatos que faciliten un diálogo más profundo sobre temas específicos, permitiendo a los candidatos discutir detalladamente sus planes y soluciones.

En segundo lugar, los votantes deben exigir más. El espectador debe desafiar la narrativa sensacionalista y buscar fuentes de información que ofrezcan un análisis más profundo y variado. La educación cívica debe jugar un papel crucial en la preparación de los ciudadanos para comprender y evaluar críticamente la información que reciben.

Finalmente, es crucial que los propios políticos reconozcan y asuman su responsabilidad en elevar el tono y la calidad del debate político. Al reflejar los valores que supuestamente representan, y al actuar con la dignidad y el respeto que sus cargos requieren, pueden ayudar a restaurar la integridad y la efectividad de estos debates como herramientas para la toma de decisiones informadas por parte del electorado.

Evidentemente, la responsabilidad no puede nunca recaer solo en los medios o en los moderadores. Es una buena estrategia disparar o “matar” al mensajero.

El peso debe que recaer en aquellos que se postulan para liderar un país como Estados Unidos, cuyas políticas pueden llegar a afectar a otros muchos países.

Durante las últimas décadas, muchos estadounidenses han soñado con tener un presidente con los valores que encarnaba Jed Bartlet (interpretado por Martin Sheen), en la serie «El ala oeste de la Casa Blanca». Algunos seguro que hoy apoyarían a un candidato con esos principios.

La política no debe reducirse a meros intercambios de insultos o el manido “y tú más”

En una era donde la política se consume como entretenimiento, conviene recordar las palabras de Giovanni Sartori en su obra «Homo videns», donde argumenta que la visualización de la política está cambiando su esencia, priorizando la imagen sobre el contenido.

Sin embargo, la política no debería reducirse a meros intercambios de insultos y acusaciones sin fundamento; debe ser una plataforma para la deliberación seria y el debate sustantivo. Solo entonces podremos esperar que los debates presidenciales sirvan al propósito para el que fueron concebidos: guiar al electorado hacia decisiones informadas.

Es crucial que la integridad y el compromiso con la verdad sean reinstaurados como pilares centrales en el discurso político, ofreciendo un modelo a seguir que se asemeje más a los ideales que una vez representaron personajes como Jed Bartlet, Arnold Vinick o el propio Matt Santos que a las figuras polarizadoras de hoy.

Algo que observamos en este fantástico discurso salido de la pluma de Aaron Sorkin, en la cuarta temporada de “El ala oeste”, tras un atentado ocurrido en la Universidad de Kenniton State, que provocó la muerte de 44 personas.

Un discurso que pronuncia en una cena de Gala, en uno de los muchos actos de pre-campaña electoral para su reelección. [Mientras suena de fondo la música de «I don`t like Monday», porque es el día en que se ha producido el atentado]

Presidente Bartlet:  Recuperándonos de la crisis económica. Asegurando la paz en una época de conflictos globales. Manteniendo la esperanza en este invierno de temor y de ansiedad.

Es la primera vez, en la historia más reciente, que el destino de América no está en nuestras manos. No buscamos ni provocamos un asalto a nuestra libertad y a nuestro estilo de vida. No esperábamos, ni incitamos un enfrentamiento contra el mal. Aun así, la fortaleza de un pueblo se demuestra haciendo frente a las adversidades.

Cuarenta y cuatro personas han muerto hoy en la Universidad de Kenniton State, tres nadadores del equipo masculino han muerto y otros dos están en estado crítico. Estaban entrenándose, y al oír las explosiones corrieron hacia las llamas para socorrer a la gente… Corrieron hacia las llamas.

Esta noche, las calles del cielo están llenas de ángeles. Son nuestros estudiantes, maestros, padres y amigos. Las calles del cielo están llenas de ángeles. Si dudamos de nuestra capacidad para afrontar un desafío, miremos todos al cielo y recordemos que esa capacidad no tiene límites.

Es la hora de los héroes de América. Haremos lo más difícil: conseguir la grandeza. Es la hora de los héroes de América. Miremos a las estrellas. Que Dios les bendiga. Y a vosotros y a los Estados Unidos de América. Gracias.

Mientras que «El ala oeste » nos ofreció una visión idealizada de lo que podría ser la política, la realidad actual de los discursos y debates presidenciales nos muestra cuánto necesitamos revisar y mejorar la forma en que los líderes políticos se presentan ante el público.

Solo entonces podremos esperar que estos eventos vuelvan a ser lo que una vez fueron: un medio vital para informar y empoderar a los ciudadanos en su elección de líderes.

Pero claro, eso es algo que, a día de hoy, todos vemos como algo lejano… Una pena.

Otras Columnas por Yolanda Rodríguez Vidales:
Últimas Firmas
  • Opinión | Justicia a la mexicana
    Opinión | Justicia a la mexicana
  • Opinión | Consecuencias de limitar la acción popular
    Opinión | Consecuencias de limitar la acción popular
  • Opinión | ¿Es acertada la estimación de la medida cautelarísima por el Consejo Superior de Deportes en el ‘caso Dani Olmo’?
    Opinión | ¿Es acertada la estimación de la medida cautelarísima por el Consejo Superior de Deportes en el ‘caso Dani Olmo’?
  • Opinión | CDL: ¿Embargarán los acreedores el Juan Sebastián de Elcano con la Princesa Leonor a bordo?
    Opinión | CDL: ¿Embargarán los acreedores el Juan Sebastián de Elcano con la Princesa Leonor a bordo?
  • Opinión | El Supremo denuncia fraude procesal en una demanda por usura con fines lucrativos
    Opinión | El Supremo denuncia fraude procesal en una demanda por usura con fines lucrativos