Carlos Javier Galán, magistrado: «en los juzgados entran muchas demandas que hablan muy frívolamente de acoso»
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05/10/2024 00:45
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Actualizado: 07/10/2024 10:39
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El acoso laboral se ha convertido, en los últimos años, en una de las principales preocupaciones y ocupaciones de los profesionales del derecho laboral. Y es que, pese a los esfuerzos normativos y empresariales para acabar con esta lacra, lo cierto es que aún son muchos los casos de acoso que sufren los trabajadores dentro y fuera de su espacio laboral.
Una realidad ante la que el magistrado Carlos Javier Galán, en conversaciones con Confilegal, es claro: «tenemos una normativa dispersa y muy defectuosa en materia de acoso y figuras afines», lamenta.
Algo ante lo que no sólo es importante el gran desafío que es para las víctimas denunciar este acoso, sino también el desafío de las empresas en gestionar y aplicar la normativa exhaustiva, pero defectuosa, en este campo. Situación que llega a los tribunales, en casos de acoso laboral que no pasan desapercibidos. Ni siquiera, para los propios magistrados.
¿Qué desafíos enfrentan las víctimas a la hora de denunciar el acoso laboral? ¿Cuáles son las principales barreras?
Por un lado, la toma de la propia decisión no es sencilla. En los primeros momentos, la víctima no es consciente aún de lo que está sucediendo, pasa por fases de negación, incluso de autoculpabilización… La toma de conciencia del acoso no es inmediata, es todo un proceso. Es frecuente además que, en el marco de la actuación acosadora, se haya provocado cierto aislamiento físico o ambiental , por lo que la persona sometida al mismo puede carecer de redes de escucha o de apoyo en su entorno de trabajo, mientras que en el personal -familia, amigos…- es difícil que lleguen a conocer y entender lo que le está sucediendo.
Luego, cuando la víctima finalmente decide dar el paso de denunciar la situación, se enfrentará a la dificultad probatoria, que es muy marcada en estos casos. Muchos hechos suceden sin testigos y, cuando los hay, no es fácil que se presten a declarar contra su propia empresa o contra algún superior. Por eso en las conferencias sobre esta materia intentamos ofrecer alternativas probatorias y es uno de los aspectos que más interés despiertan entre los profesionales.
Finalmente, los incumplimientos en materia de protocolos internos de acoso en las empresas y la falta de sensibilización y de formación de muchos operadores jurídicos tampoco se lo pone fácil a la persona afectada por estas situaciones. Tenemos todos muchos deberes por hacer.
¿Qué cambios adicionales serían necesarios en la legislación o en la cultura empresarial para mejorar la prevención y la resolución del acoso laboral?
Aunque las obligaciones de implantación de protocolos para prevenir el acoso y reaccionar frente al mismo están fijadas hoy en la ley para empresas de cualquier tamaño, el nivel de incumplimiento es muy elevado. Sospecho que, en un país cuyo sector productivo está compuesto mayoritariamente por pymes, el empresariado se ha visto inundado, en pocos años, con un elevado número de obligaciones laborales de tipo formal, no siempre bien reguladas, y esto no ha ido acompañado por un cambio de la cultura empresarial. Esto sigue siendo otra asignatura pendiente.
También tenemos una normativa dispersa y muy defectuosa en materia de acoso y figuras afines. Yo echo de menos un tratamiento integral y más coherente, como el que sí han abordado otros países.
¿Cuál es la indemnización por acoso laboral más alta que conoce? ¿Sobre qué iba el caso?
De memoria, la más elevada que recuerdo ahora es de 80.000 euros en un juzgado de lo social de Madrid, pero ni de lejos esto es lo habitual. A veces leemos en los titulares periodísticos cifras más altas, pero suele estar sumada la indemnización por la extinción de la relación laboral y no solo la que se fija por la vulneración de derechos fundamentales que comporta el acoso.
Durante muchos años se repetían sistemáticamente indemnizaciones por el mínimo de referencia, actualmente 7.501 euros. Por fortuna, vamos avanzando judicialmente a la hora de fijar cifras que cumplan la doble función de reparar a la víctima y de ser disuasorias para las empresas que por acción u omisión resulten responsables y cada vez es más frecuente ver en sentencias indemnizaciones en la horquilla de los 10.000 a los 30.000 euros.
También creo que los abogados y graduados sociales tienen que ir cambiando criterios y tener en cuenta para su solicitud de indemnización todos los perjuicios sufridos y no solo los daños morales: por ejemplo, perjuicios patrimoniales, daños contra la salud psíquica, etc. Se pueden formular pretensiones indemnizatorias más completas y mucho más detalladas y fundamentadas.
¿Suele ver en su juzgado muchos casos de acoso laboral? ¿Recuerda algún caso que le haya sensibilizado?
Lamentablemente, en los juzgados entran muchas demandas que hablan muy frívolamente de acoso, instrumentalizando esta figura para otros intereses o simplemente para intentar una nulidad cuando las indemnizaciones por despido improcedente son reducidas. No es que no se pruebe, sino que de la mera descripción de hechos de la propia demanda ya se puede concluir que no estamos ante un verdadero acoso laboral. Esta banalización del acoso creo que provoca una actitud de desconfianza en amplios sectores de la judicatura. Sin embargo, no debería suponer que dejemos de prestar atención a los verdaderos casos de acoso, que son devastadores para las personas.
Demandas de acoso de verdad entran menos, pero son casos que realmente impactan.
En el juzgado he visto casos de acoso moral y de acoso sexual, pero el que más recuerdo es de mi etapa como abogado, previa a la judicatura. Llevé un caso de acoso grupal contra un trabajador con discapacidad psíquica y aquello cambió por completo mi percepción de este fenómeno y despertó mi interés por conocer, por estudiarlo, profundizar, escribir… No olvidaré todo lo que supuso en lo profesional, por las cuestiones procesales y sustantivas tan complejas que fue planteando, por la toma de conciencia en todo lo que tiene que ver con la victimología. Pero me marcó también en lo personal, porque con estos comportamientos te asomas a lo más oscuro del ser humano.
Internacionalmente, el caso más extremo que conozco y he estudiado fue el de France Telecom, donde se desplegó una estrategia empresarial destructiva que condujo a que incluso se produjeran varios suicidios.
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