Vicente Magro acaba de publicar un nuevo libro que responde a todas las dudas sobre divorcios, separaciones o rupturas de parejas de hecho. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
Vicente Magro, magistrado del Supremo: “Muchas personas piensan que el matrimonio solo puede terminar si ambos están de acuerdo, pero no es cierto”
Acaba de publicar con La Ley “Cómo actuar jurídicamente ante un caso de divorcio, separación o ruptura de pareja”
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09/3/2025 05:45
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Actualizado: 15/3/2025 22:16
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El magistrado de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, Vicente Magro Servet, es uno de los autores más prolíficos del mundo judicial. Hasta la fecha ha publicado 92 libros jurídicos, 51 sobre jurisdicción civil y 41 sobre la penal, además de 6 novelas. Una de ellas, «Expediente ámbar», está llamada a convertirse en una serie de televisión o una película. Y todo esto teniendo al día sus sentencias. Sin retraso alguno.
Hace unos días recibió del Colegio de la Abogacía de Madrid lo que él ha denominado «el balón de oro» de los galardones, el Premio a la Igualdad Belén Landaburu y María Telo.
Magro es el hombre que, desde sus sentencias en el Supremo, más ha contribuido a sensibilizar al Alto Tribunal sobre la problemática de la violencia de género.
Ahora acaba de dar a la luz, de la mano de La Ley, el libro «Cómo actuar jurídicamente ante un caso de divorcio, separación o ruptura de pareja», dirigido a cualquier interesado sobre la materia –porque Magro escribe fácil y de forma divulgativa– y, en especial, a los profesionales de las leyes.
Son 323 preguntas con sus correspondientes respuestas sobre una problemática que cubre un área de 360 grados.
Usted es un penalista y este libro trata sobre una materia que es mayormente civil. Para quien no lo conozca, esto no le cuadra.
[Se ríe]. Me gusta que me haga esa pregunta. El penalista, por naturaleza, tiene que saber civil. El derecho penal y el derecho civil están más conectados de lo que muchos piensan. Un buen penalista no puede ignorar el derecho civil, ya que en muchos casos necesita aplicar conceptos civiles para entender bien un problema legal.
En mi experiencia, esta conexión es evidente. De hecho, cuando publiqué mi libro sobre comunidades de propietarios, regalé un ejemplar a cada magistrado de la Sala de lo Civil, y muchos de ellos reconocieron que les resultaba interesante ver a un especialista en penal escribiendo sobre derecho civil.
«Muchas mujeres que sufren maltrato no tienen la seguridad de si recibirán una pensión suficiente para vivir con sus hijos, lo que las lleva a no dar el paso del divorcio».
¿Por qué este libro?
El libro era una necesidad para mí porque quería complementar mi experiencia práctica en casos de violencia de género con un enfoque en un aspecto que considero clave: el impacto económico de esta violencia. Muchas mujeres no se atreven a dar el paso de separarse o divorciarse porque temen las consecuencias económicas.
No saben qué ocurrirá con ellas si dejan a su agresor, lo que las mantiene atrapadas en la relación. La dependencia económica es, en muchos casos, un factor determinante en la permanencia de la víctima en una situación de maltrato.
El miedo a lo que ocurrirá después de una separación actúa en dos niveles: primero, en lo emocional, por la incertidumbre sobre qué pasará con los hijos; y después, en lo económico, por la preocupación sobre cómo podrá mantenerse la víctima. Muchas mujeres que sufren maltrato no tienen la seguridad de si recibirán una pensión suficiente para vivir con sus hijos, lo que las lleva a no dar el paso del divorcio.
Esta falta de seguridad económica contribuye a que el maltrato continúe, porque el agresor usa esta incertidumbre como una herramienta de control. Les transmite a las víctimas el mensaje de que, si se divorcian, no recibirán nada y hará todo lo posible para pagarles lo mínimo.
Esto deja a muchas mujeres atrapadas en la relación, no por falta de voluntad de salir, sino por la falta de garantías de que podrán ser económicamente independientes.
¿Es importante que la mujer acceda al mercado de trabajo?
El acceso al trabajo para las mujeres es fundamental, especialmente cuando enfrentan una posible separación o divorcio. Tener independencia económica les permite dar ese paso con mayor seguridad.
Sin embargo, aunque ha habido avances, todavía no se ha alcanzado la igualdad en el acceso al empleo como se esperaba. Garantizar esa igualdad es clave para que más mujeres puedan optar por una vida libre de dependencia económica.
Por eso he escrito este libro sobre el divorcio. Como un complemento necesario a la guía sobre violencia de género. Quería ofrecer respuestas claras tanto para hombres como para mujeres sobre las múltiples dudas que surgen en estos procesos.
El divorcio es, probablemente, una de las áreas del derecho con más incertidumbres, no solo durante el trámite legal, sino también después, en la ejecución de la sentencia.
Muchas veces, los problemas más graves aparecen tras la sentencia: ¿Qué ocurre si no se paga la pensión? ¿Qué pasa con los gastos extraordinarios de los hijos? ¿Quién tiene derecho a la vivienda?
La ejecución de un divorcio es una de las áreas más conflictivas del derecho, porque es ahí donde surgen las mayores dificultades entre las partes.
Para cerrar este círculo, en mi libro también dedico una parte importante a la relación entre violencia de género y divorcio, especialmente en lo que respecta al impago de pensiones, un problema clave con graves consecuencias.
En este sentido, en 2019 logramos introducir una novedad en el Tribunal Supremo: el impago de pensiones como una forma de violencia económica.
En la sentencia 239/2019, por primera vez, se reconoció que el incumplimiento en el pago de la pensión no solo afecta económicamente a la víctima, sino que también causa daño moral, por lo que este debe ser compensado.
Este criterio fue reafirmado en la sentencia 41/2024, donde establecimos que una persona que reclama el impago de pensiones tiene derecho a recibir una indemnización por el daño moral sufrido. ¿Por qué? Porque muchas víctimas pasan meses sin recibir dinero, viéndose obligadas a depender de familiares y amigos para poder mantenerse ellas y sus hijos.
«El Tribunal Supremo ya ha dejado claro que las víctimas pueden reclamar no solo el dinero que se les adeuda, sino también una indemnización por el impacto emocional y personal que les ha causado esta situación».
El siguiente reto es establecer cuánto debe compensarse en estos casos. Pero lo importante es que el Tribunal Supremo ya ha dejado claro que las víctimas pueden reclamar no solo el dinero que se les adeuda, sino también una indemnización por el impacto emocional y personal que les ha causado esta situación.
Usted introdujo el concepto de daño moral en el Tribunal Supremo. Cada vez está más extendido no solo en la jurisdicción penal, también en la civil y en la laboral…
Lo que hice fue incluir en la sentencia 437/2022 del delito de odio en Cataluña —donde un grupo de independentistas agredió a unas jóvenes por instalar una carpa para ver los partidos de la selección española— las tres teorías clave para reclamar daño moral. Estas mismas teorías ya las había utilizado previamente en otras resoluciones judiciales.
La primera es la del daño moral irreversible, que se refiere a los delitos que causan un impacto psicológico o emocional que no se puede deshacer. Son situaciones en las que la víctima nunca podrá volver a su estado anterior.
Un ejemplo claro es la violencia sexual o la violencia de género: una mujer que ha sido víctima de una agresión sexual no puede retroceder en el tiempo para eliminar lo ocurrido.
La segunda es la teoría del «antes y el después». Algunos delitos marcan un punto de inflexión en la vida de la víctima, generando un cambio irreversible.
Es el caso de la violencia sexual o de género, donde la persona afectada ya no puede volver a la situación previa a la agresión.
Y la tercera es la declaración de impacto de la víctima Esta teoría, que introduje en una sentencia en 2018, se inspira también en el derecho anglosajón.
En países como Estados Unidos o el Reino Unido los fiscales preguntan a las víctimas no solo sobre lo sucedido, sino también sobre cómo se sienten en la actualidad, cómo les ha afectado el delito y si necesitan apoyo psicológico o médico.
A muchas víctimas les resulta doloroso revivir los hechos, pero sí valoran que se les pregunte por su estado actual, porque sienten que la justicia se preocupa por ellas.
Este enfoque permite evaluar el daño moral desde la perspectiva del impacto real en la vida de la persona afectada.
¿Cómo se mide el daño moral?
El daño moral es un concepto subjetivo, ya que cada víctima experimenta el sufrimiento de manera distinta. Algunas personas pueden estar más afectadas que otras, y por ello la indemnización debe ajustarse al impacto real en cada caso.
Hay quienes defienden la idea de establecer un baremo estándar para cuantificar el daño moral, similar al que se usa en accidentes de tráfico. Sin embargo, yo sostengo que esto no es adecuado en casos de delitos sexuales o violencia de género.
Aquí el daño moral no puede ser medido con una tabla fija, sino que debe evaluarse de acuerdo con el testimonio y la experiencia de cada víctima.
¿A qué cree que se debe que las mujeres sean las que más soliciten el divorcio? Un 70 % concretamente.
Creo que cada vez más mujeres han perdido el miedo a dar el paso del divorcio, y esto representa uno de los cambios más profundos que puede experimentar una persona. Separarse implica dejar atrás la convivencia con la pareja, el hogar compartido y, en muchos casos, reorganizar la vida familiar por completo.
Por eso, antes de tomar la decisión, es necesario reflexionar sobre las implicaciones emocionales, familiares y económicas, ya que muchas veces el divorcio no es una opción viable para todos.
Uno de los mayores obstáculos es el económico. En el Tribunal Supremo hemos visto casos donde la falta de recursos para independizarse ha llevado a situaciones extremas, como crímenes o intentos de homicidio dentro de la convivencia forzada.
Hay mujeres que continúan viviendo con sus agresores porque no tienen los medios para irse con sus hijos, y esto es un problema que sigue ocurriendo en casos de violencia de género.
Sin embargo, la situación está cambiando. Cada vez más mujeres acceden al mercado laboral, lo que les otorga independencia económica y les permite tomar decisiones sobre su vida sin depender de su pareja.
Este avance es clave porque una mujer con autonomía financiera tiene más opciones y libertad para salir de una relación si así lo decide.
«Cuanto mayor es la edad en el momento del divorcio, más complicado se vuelve el proceso de encontrar estabilidad económica».
La franja que en la que se producen más divorcios es la que está entre los 40 y los 49 años. ¿Por qué cree que esto es así?
Se ha observado que la franja de edad entre los 40 y 49 años es un período complicado en el que muchas personas deciden rehacer su vida. Este cambio tiene implicaciones importantes, especialmente en el caso de las mujeres que no han trabajado fuera del hogar.
En estos casos, surge la necesidad de establecer una pensión compensatoria, pero el problema radica en que, si la mujer tiene más de 50 años, su acceso al mercado laboral puede ser más difícil que el de alguien más joven.
Este aspecto debe ser considerado en los procedimientos de divorcio. No es lo mismo buscar empleo con 20 o 30 años que hacerlo a partir de los 50.
Por eso, es fundamental evaluar si la pensión debe ser vitalicia o, al menos, mantenerse hasta que la mujer tenga la oportunidad real de encontrar un trabajo.
En cualquier caso, también es importante que la persona beneficiaria de la pensión haga un esfuerzo activo por reinsertarse en el mercado laboral.
Lo que no se puede permitir es que se mantenga una dependencia económica sin que exista una búsqueda real de empleo. Pero, sin duda, cuanto mayor es la edad en el momento del divorcio, más complicado se vuelve el proceso de encontrar estabilidad económica.
El 60 % de los matrimonios de los últimos 18 años ha terminado en divorcio. ¿Cree que la sociedad está evolucionando hacia modelos de relaciones más inestable o simplemente hay mayor libertad y menos presión social para permanecer en un matrimonio insatisfactorio?
No creo que el divorcio deba verse como algo negativo. Hoy en día, las personas ya no se sienten obligadas a permanecer en un matrimonio solo por mantener las apariencias.
En el pasado, muchas parejas seguían juntas incluso cuando la relación no funcionaba, lo que en algunos casos agravaba situaciones de violencia.
De hecho, cuando existe violencia, es aún más peligroso que la pareja continúe junta, ya que el conflicto puede intensificarse con el tiempo.
El divorcio es una buena solución cuando la relación no es sana. Si además hay violencia psicológica, la separación es aún más necesaria. En los últimos años, tanto hombres como mujeres en España han tomado la decisión de romper con matrimonios que no les hacen felices.
Se han atrevido a empezar de nuevo, lo cual no es fácil. Lo complicado es dar el paso de divorciarse; lo sencillo, aunque muchas veces perjudicial, es quedarse en una relación que no funciona.
Permanecer juntos a toda costa no solo afecta a la pareja, sino también a los hijos. Muchas personas creen que el divorcio es perjudicial para los niños, pero en realidad lo que más les afecta es el conflicto constante entre sus padres.
Cuando los progenitores discuten todo el tiempo delante de sus hijos, generan un ambiente tenso y dañino. Esto es especialmente delicado cuando los niños son pequeños, ya que no comprenden lo que sucede y pueden sufrir emocionalmente.
En cambio, cuando los hijos son mayores, pueden tener una mejor comprensión de la situación, aunque sigue siendo un proceso difícil para ellos.
En 2023 hubo un descenso del 5,3% de de número de divorcios y separaciones. ¿Es un fenómeno coyuntural o es una tendencia a largo plazo que pienses?
Creo que algunas estadísticas no reflejan completamente la realidad, ya que la tendencia al alza en las separaciones podría ser mayor de lo que indican los números oficiales. Esto se debe a que muchas parejas no formalizan su ruptura legalmente, sino que simplemente dejan de convivir y cada uno sigue su camino sin tramitar el divorcio.
En muchas conferencias y conversaciones con amigos, me han comentado que hay personas que siguen casadas, aunque en la práctica ya no tienen relación. Siempre advierto que esta situación puede generar problemas legales.
Por ejemplo, si uno de los cónyuges abandona el hogar y la otra persona decide denunciarlo, podría enfrentarse a una acusación por abandono de familia, lo que en ciertos casos puede constituir un delito.
El motivo principal por el que muchas parejas optan por esta separación «de hecho» en lugar de un divorcio formal es el coste económico. Un proceso de divorcio implica gastos de abogados y procuradores, y algunas personas prefieren evitar ese gasto, aunque esto puede ser un error. Legalizar la ruptura es importante para evitar problemas en el futuro.
La realidad es que hoy en día las personas toleran menos relaciones que no funcionan, lo que no debe verse como algo negativo, sino como una muestra de que se atreven a tomar decisiones para su bienestar.
«El motivo principal por el que muchas parejas optan por esta separación «de hecho» en lugar de un divorcio formal es el coste económico. Un proceso de divorcio implica gastos de abogados y procuradores, y algunas personas prefieren evitar ese gasto, aunque esto puede ser un error. Legalizar la ruptura es importante para evitar problemas en el futuro».
¿Cuáles son los errores más comunes que cometen las parejas al iniciar un proceso de divorcio o separación a propósito de esto?
No buscar el asesoramiento adecuado de un abogado y un procurador. Contar con apoyo legal es fundamental para afrontar correctamente la ruptura y evitar problemas en el futuro.
Otro error frecuente es no explicar bien a los hijos lo que está ocurriendo. Es importante que comprendan la situación de manera clara y sin manipulaciones. Un aspecto especialmente dañino es cuando uno de los progenitores culpa al otro de la separación y transmite ese mensaje a los hijos.
En muchas ocasiones, el divorcio no es una decisión mutua, sino que es una de las partes quien toma la iniciativa porque ya no soporta la convivencia. Y aunque cada persona es libre de tomar esa decisión, lo que no se debe hacer es utilizar a los hijos como instrumento para enfrentarlos contra el otro progenitor.
Es un error muy común que la persona que recibe la petición de divorcio, y que tal vez no quiere separarse, se haga pasar por víctima ante los hijos, presentando al otro como el culpable de la ruptura. Esto genera conflictos emocionales en los niños y puede afectar su relación con ambos padres.
Mucha gente cree que el matrimonio es un vínculo que solo puede romperse si ambas partes están de acuerdo, pero esto no es así. El divorcio es una decisión unilateral, lo que significa que una persona puede solicitarlo sin necesidad del consentimiento del otro.
Antes esto no era posible, pero hoy en día, una persona tiene el derecho de separarse si considera que la relación no funciona, sin que la otra parte pueda impedirlo.
Es importante entender que el divorcio no rompe una familia, sino que permite que cada miembro pueda reconstruir su vida de una manera más saludable. Mantener un matrimonio en el que hay conflictos constantes, más allá de problemas puntuales, solo genera sufrimiento para ambas partes y para los hijos.
En estos casos, la mejor opción es aceptar que la relación ha llegado a su fin y buscar una solución que garantice el bienestar de todos.
¿Qué aspectos legales deben considerarse antes de tomar una decisión de divorciarse?
El divorcio no solo implica una separación emocional, sino también una serie de consecuencias económicas que deben analizarse con detenimiento.
Un aspecto clave es la vivienda: si la pareja compartía una casa, después del divorcio necesitarán dos, lo que supone un gasto adicional importante.
También es fundamental calcular los costos asociados, como la pensión para los hijos o, en algunos casos, para el cónyuge que dependía económicamente de la otra persona.
Cuando trabajaba en Elche, recuerdo que algunas personas me decían: “¿Cómo espera que pague 400 euros por cada hijo si solo gano 1.600 euros al mes?”. Y mi respuesta siempre era la misma: “Yo no me estoy divorciando, es usted quien ha tomado esa decisión”.
Muchas personas estaban acostumbradas a vivir con 2.000 euros, pero tras el divorcio, esa cantidad ya no es la misma porque deben destinarse recursos para el bienestar de los hijos y, en algunos casos, para la expareja.
Por eso, la realidad es que divorciarse no es barato. No es lo mismo separarse con estabilidad económica que hacerlo sin recursos suficientes. Sin embargo, esto no significa que el divorcio sea un «privilegio para ricos», sino que es fundamental entender su impacto financiero y no ignorarlo al tomar la decisión.
Un punto clave en este aspecto es la independencia económica de la mujer. Si una mujer no tiene ingresos propios, puede encontrarse en una situación de vulnerabilidad tras el divorcio.
Por eso, es esencial garantizar el acceso de las mujeres al mercado laboral con sueldos dignos e igualitarios. Si no se logra esta igualdad, muchas mujeres se verán atrapadas en matrimonios no por decisión propia, sino por falta de recursos para poder empezar de nuevo.
«La realidad es que divorciarse no es barato. No es lo mismo separarse con estabilidad económica que hacerlo sin recursos suficientes. Sin embargo, esto no significa que el divorcio sea un ‘privilegio para ricos’, sino que es fundamental entender su impacto financiero y no ignorarlo al tomar la decisión».
¿Cuáles son las principales diferencias jurídicas entre divorcio, separación y ruptura de pareja de hecho?
Muchas personas creen que una pareja de hecho es equivalente a un matrimonio civil, pero no es así. En un matrimonio, si la relación termina en divorcio, el vínculo legal desaparece por completo y ambas personas pueden volver a casarse si lo desean.
En cambio, la separación no rompe el matrimonio legalmente, sino que simplemente implica que la pareja deja de convivir, manteniendo el vínculo matrimonial.
Hoy en día, la mayoría de las personas que deciden terminar su matrimonio optan por el divorcio, pero aún hay quienes eligen separarse en lugar de divorciarse. En la mayoría de los casos, esto no se debe a motivos religiosos, sino a la incertidumbre sobre si la relación realmente ha llegado a su fin.
Algunas personas piensan que podrían reconciliarse con su pareja, por lo que prefieren separarse antes de tomar una decisión definitiva. Si después quieren retomar la relación, pueden presentar un escrito de reconciliación en el juzgado y el matrimonio seguirá vigente, sin necesidad de volver a casarse.
Por otro lado, hay quienes eligen formar una pareja de hecho en lugar de casarse porque prefieren evitar el compromiso legal del matrimonio.
Muchas personas no son conscientes de que, si la pareja de hecho está registrada oficialmente, las consecuencias legales en caso de ruptura pueden ser muy similares a las de un divorcio.
Aunque el procedimiento judicial para resolver la separación es diferente, los problemas que pueden surgir son prácticamente los mismos: reparto de bienes, uso de la vivienda familiar, pensiones y otras obligaciones económicas.
Por ello, es importante que antes de decidir entre matrimonio o pareja de hecho, las personas conozcan bien las implicaciones legales de cada opción, ya que en muchos casos, la diferencia no es tan grande como parece.
¿Cómo se protege el interés superior de los hijos en un proceso de separación o divorcio? Habla mucho en su libro sobre ello.
El interés del menor es un principio fundamental que el Tribunal Supremo ha ido incorporando en su jurisprudencia con el tiempo. En 2018, incluí este concepto en una sentencia porque consideraba que no se le estaba dando la importancia que merece.
Durante mucho tiempo, en los procesos de divorcio se dejaba de lado lo que realmente era mejor para los niños, sin considerar su opinión ni el impacto que la separación tendría en su vida. Sin embargo, este aspecto es esencial y debe tratarse con especial cuidado.
La opinión del menor es importante, pero debe ser escuchada sin presiones y sin que uno de los progenitores intente manipularlo en contra del otro.
Aquí es donde entra en juego un fenómeno muy problemático: la alienación parental, que, aunque algunos sectores de la academia no lo reconocen oficialmente, es una realidad que ocurre con frecuencia.
En muchos casos, uno de los progenitores intenta influir en los hijos para ponerlos en contra del otro, buscando que tomen partido en la separación. Esto no solo es injusto, sino que genera un daño profundo en los niños y en su relación con ambos padres.
Una ruptura de pareja debe manejarse con la mayor cordialidad posible. Si la separación se convierte en un conflicto constante, el verdadero perjudicado será el menor. Algunos padres creen que «ganan» cuando logran que su hijo rechace al otro progenitor, pero en realidad, lo que están haciendo es perder.
El verdadero éxito en una separación es que el niño pueda relacionarse libremente tanto con su madre como con su padre, sin sentirse obligado a elegir un bando. Convertir el divorcio en una batalla solo lleva a un fracaso total en el bienestar familiar.
¿Cuándo es recomendable la mediación en estos casos?
Desde el momento en que una pareja entra en conflicto y siente que la relación ya no tiene solución, es fundamental buscar ayuda. La mediación puede ser clave en este proceso, ya que un mediador puede ayudar a encontrar puntos de acuerdo o, en algunos casos, incluso salvar la relación antes de llegar al divorcio.
Muchas veces, lo que falta no es amor, sino comunicación, y un profesional externo, como un psicólogo o mediador, puede facilitar el diálogo y ayudar a identificar el origen del problema.
En ocasiones, las parejas no buscan ayuda porque creen que ya están demasiado enfrentadas. Sin embargo, un psicólogo puede ayudarles a gestionar mejor sus diferencias, enseñarles a comunicarse de manera más efectiva o, al menos, a separarse de forma menos conflictiva.
La mediación no busca evitar el divorcio a toda costa, sino asegurarse de que, si se toma esa decisión, se haga de la mejor manera posible para ambas partes.
Cuando la ruptura es inevitable, el mediador también juega un papel clave en la negociación de los términos del divorcio. Su labor es asegurar que los acuerdos sean justos para ambos y que la separación se desarrolle de forma equilibrada, evitando conflictos innecesarios.
En el ámbito del derecho de familia, la mediación es una herramienta fundamental para gestionar divorcios y separaciones de manera más pacífica y eficaz.
Sin embargo, hay situaciones donde la mediación no debe aplicarse, como en los casos de violencia de género. Algunas personas creen que se podría mediar en estos casos, pero esto es un error. No se puede pedir a una mujer maltratada que intente negociar con su agresor, porque esto solo perpetúa el ciclo de violencia.
En estos casos, la mediación no es una opción, ya que el problema no es un simple conflicto de pareja, sino una situación de abuso que requiere una respuesta legal firme.
«Desde el momento en que una pareja entra en conflicto y siente que la relación ya no tiene solución, es fundamental buscar ayuda. La mediación puede ser clave en este proceso, ya que un mediador puede ayudar a encontrar puntos de acuerdo o, en algunos casos, incluso salvar la relación antes de llegar al divorcio».
¿Cómo se determina la pensión compensatoria y en qué casos puede modificarse?
Sería muy positivo establecer tablas económicas oficiales para calcular de manera más objetiva las pensiones compensatorias, evitando arbitrariedades y diferencias significativas entre distintos juzgados. Algo similar ya se ha hecho con el baremo de tráfico, que fija indemnizaciones en función de la edad y los ingresos de la persona afectada.
En Málaga, por ejemplo, un juez introdujo este tipo de tablas, y sería conveniente que el Consejo General del Poder Judicial o el Ministerio de Justicia adoptaran un sistema similar a nivel nacional.
Uno de los debates más recurrentes en este ámbito es la extinción de la pensión alimenticia de los hijos. Muchas personas se preguntan hasta qué edad deben seguir pagándola, y algunos consideran que, al cumplir 23 o 24 años, los hijos deberían mantenerse por sí mismos. Sin embargo, esta visión es demasiado simplista.
En la sentencia 239/2019, que abordaba la violencia económica y el impago de pensiones, dejé claro que no se trata solo de una cuestión legal, sino de una obligación moral y natural.
Si un hijo sigue necesitando apoyo económico, los padres deberían ayudarle en la medida de sus posibilidades, sin buscar la manera de cortar esa responsabilidad en cuanto el hijo cumple determinada edad.
Hoy en día, muchas familias siguen apoyando a sus hijos hasta bien entrada la adultez porque la realidad económica lo exige. ¿Cuántos padres conocemos que ayudan a sus hijos de 30 o 34 años porque les cuesta llegar a fin de mes? Y ninguno de ellos se plantea si tienen la obligación de hacerlo; simplemente lo hacen porque son sus hijos.
Eso no significa que la pensión deba mantenerse indefinidamente. Hay casos excepcionales en los que se justifica su extinción, por ejemplo, cuando existe maltrato o abandono por parte del hijo.
Hemos visto situaciones en las que un padre no tiene contacto con su hijo desde hace 20 años y, sin embargo, se le exige seguir pagando.
En estos casos, se puede argumentar que no hay una verdadera relación familiar y, en circunstancias extremas, incluso se podría hablar de desheredación. Si un hijo ha roto la relación con su progenitor de manera consciente y tiene edad suficiente para mantenerse por sí mismo, es razonable que el padre decida no seguir prestando apoyo económico.
¿Qué derechos tienen las parejas de hecho en comparación con los matrimonios en caso de ruptura?
La jurisprudencia y la legislación han ido evolucionando para lograr un equilibrio entre los derechos de las parejas de hecho y los del matrimonio. Hoy en día, en muchos aspectos, la ley ya reconoce derechos similares para ambas figuras, incluso en temas como prestaciones de la Seguridad Social y otros ámbitos legales.
Es importante que cualquier legislación nueva continúe avanzando en esta línea, garantizando una equiparación de derechos. Sería injusto que dos personas que han construido una vida en común tuvieran diferencias legales significativas solo por no estar casadas.
En este sentido, la tendencia del derecho es clara: asegurar que las parejas, independientemente de su estado civil, tengan las mismas garantías y protecciones.
¿La custodia compartida es un avance? Antiguamente se hablaba de los “niños caracol” porque el progenitor que se quedaba con la custodia exclusiva se quedaba con la casa y con el dinero.
La custodia compartida ha supuesto un cambio importante en la manera en que se entiende la relación entre padres e hijos tras un divorcio. Era una medida necesaria, ya que no tiene sentido que, por cuestión de género, uno de los progenitores tenga más derechos sobre los hijos que el otro.
Durante años, existió la creencia de que, como el padre trabajaba fuera de casa, no podía hacerse cargo de los hijos a tiempo completo. Sin embargo, este argumento ya no es válido. Hoy en día, muchos padres saben compaginar su vida laboral con la crianza, igual que lo hacen las madres.
Lo importante no es quién trabaja más o menos, sino quién está dispuesto y capacitado para cuidar de sus hijos. Evidentemente, si se demuestra que uno de los progenitores no atiende ni cuida a los niños como corresponde, se pueden modificar las condiciones de custodia.
La custodia compartida ha sido un gran avance en la jurisprudencia, impulsado por el Tribunal Supremo, y ha llegado para quedarse. Sin embargo, esto no significa que sea obligatoria en todos los casos.
Hay padres que, por diferentes motivos, reconocen que no pueden asumir la responsabilidad de estar una semana entera con sus hijos. En esos casos, pueden optar por un régimen de visitas adaptado a su disponibilidad.
Lo realmente preocupante es cuando uno de los progenitores intenta limitar la relación del otro con los hijos, buscando que pasen más tiempo con él y menos con su expareja. Esta actitud es un error y perjudica directamente a los niños, ya que no se basa en su bienestar, sino en un intento de ganar ventaja en la relación post-divorcio.
Si se pensara realmente en el interés del menor, ningún padre o madre trataría de reducir el tiempo que los hijos pasan con el otro progenitor.
En estos casos, la orientación de un psicólogo puede ser clave. Muchos padres no se dan cuenta del daño que causan al intentar apartar a los hijos del otro progenitor. Un profesional externo y neutral puede explicarles que este comportamiento afecta emocionalmente a los niños, generando problemas a largo plazo.
Es importante que la psicología juegue un papel más activo en los procesos de divorcio, ayudando a los padres a entender que la custodia no debe ser un campo de batalla, sino un acuerdo que garantice el bienestar de los hijos.
«Está surgiendo una nueva tendencia de convivencia que algunos han llamado “Living Together Apart” (vivir juntos pero separados). Se trata de parejas que mantienen una relación estable, pero optan por vivir en casas separadas, evitando compartir una vivienda permanente.
Esta modalidad permite mantener independencia personal sin renunciar a la relación, y en algunos casos, puede ser una alternativa para evitar las complicaciones que pueden surgir en una convivencia diaria».
¿Cómo influye la nueva legislación en los acuerdos prenupciales y en la liquidación del régimen gananciales?
En los últimos años, los acuerdos prenupciales y otros pactos similares han ganado popularidad. Esto se debe, en gran parte, al alto índice de divorcios, lo que hace que muchas parejas, antes de casarse o registrarse como pareja de hecho, ya contemplen la posibilidad de que la relación pueda no funcionar a largo plazo.
Mucha gente aún no firma este tipo de contratos, especialmente cuando no hay dinero o bienes de por medio. Sin embargo, cada vez más parejas los utilizan para proteger sus intereses y evitar futuros conflictos en caso de separación.
Además, está surgiendo una nueva tendencia de convivencia que algunos han llamado “Living Together Apart” (vivir juntos pero separados). Se trata de parejas que mantienen una relación estable, pero optan por vivir en casas separadas, evitando compartir una vivienda permanente.
Esta modalidad permite mantener independencia personal sin renunciar a la relación, y en algunos casos, puede ser una alternativa para evitar las complicaciones que pueden surgir en una convivencia diaria.
Estas nuevas formas de relación reflejan cómo ha cambiado la manera en que las parejas afrontan la vida en común, adaptándose a realidades más flexibles y prácticas.
Es lo que hicieron Woody Allen y Mia Farrow en su momento. Cada uno tenía su casa pero estaban juntos.
El “Living Together Apart” es un modelo de relación que está ganando popularidad, especialmente entre personas que se han divorciado. Se trata de parejas que han llegado a la conclusión de que la convivencia no les funciona, pero que, aun así, desean mantener una relación estable.
En este sistema, cada persona vive en su propia casa, pero siguen compartiendo momentos juntos: salen a cenar, viajan, disfrutan de su relación, pero sin la presión de convivir bajo el mismo techo. Muchos consideran que la convivencia diaria genera conflictos innecesarios y que, al vivir separados, las discusiones se reducen drásticamente.
Al no compartir espacio las 24 horas, los momentos juntos se valoran más y la relación se mantiene con menos tensiones.
Este modelo, que proviene de Estados Unidos, se está extendiendo en España, sobre todo entre personas que han pasado por un divorcio y no quieren repetir la experiencia de una convivencia complicada.
De hecho, cada vez es menos común que alguien que se divorcia vuelva a casarse. Muchas personas prefieren esta alternativa porque les da independencia y evita los problemas de la vida en pareja que, en algunos casos, llevaron al divorcio en primer lugar.
Por supuesto, hay quienes siguen apostando por la convivencia tradicional porque la consideran fundamental en una relación.
Pero también hay casos de personas que han pasado por varios divorcios y, tras repetir el mismo patrón varias veces, terminan dándose cuenta de que simplemente la vida en pareja bajo el mismo techo no es para ellos.
Por eso, este modelo se ha convertido en una alternativa atractiva para quienes buscan mantener una relación estable sin las complicaciones de la convivencia diaria.
Y si se produce la ruptura, lo tuyo es tuyo y lo mío, mío, ¿no?
Exacto ahora, antes de casarse lo del acuerdo prenupcial es fundamental, sobre todo entre personas que tienen capacidad económica.
Por último, qué recomendaciones daría para minimizar impacto emocional y económico en un proceso de divorcio.
Para minimizar los conflictos en una separación o divorcio, es fundamental contar con la ayuda de profesionales. Antes de tomar una decisión definitiva, lo ideal sería que la pareja acudiera primero a un psicólogo. Muchas veces, los problemas de pareja pueden resolverse con ayuda profesional, por lo que el primer paso debería ser intentar salvar la relación.
Si, después de explorar todas las opciones, la pareja concluye que la convivencia es insostenible, entonces es momento de buscar asesoramiento legal.
Una vez tomada la decisión de separarse, es recomendable que ambos cónyuges busquen un mismo despacho de abogados, en lugar de contratar a dos abogados distintos que puedan generar un enfrentamiento innecesario.
Los divorcios y separaciones deberían ser, en la medida de lo posible, de mutuo acuerdo, ya que cuando el proceso se vuelve conflictivo, el principal daño lo sufren los hijos.
Cuando una separación es contenciosa, no solo se crean tensiones entre los ex cónyuges, sino que se alarga el proceso judicial y se generan disputas que pueden durar años.
Además, una vez firmado un acuerdo de divorcio, debe cumplirse con buena fe, salvo que existan cambios económicos o laborales que hagan imposible seguir con los términos pactados.
Uno de los mayores problemas en los divorcios es el incumplimiento de los acuerdos, ya sea en la pensión de alimentos, el régimen de visitas o cualquier otro aspecto.
Cuando esto ocurre, se inician procedimientos judiciales de ejecución que pueden prolongarse indefinidamente, convirtiéndose en una fuente de conflictos constantes.
Por eso, para evitar separaciones conflictivas y apostar por acuerdos claros y respetados es la mejor forma de garantizar que el proceso no se convierta en un problema interminable para ambas partes y, sobre todo, para los hijos.
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