Pilar Sánchez Acera, clave en la filtración del ‘email maldito’, en el ojo del huracán político. Su mensaje a Lobato desató una cadena de movimientos que ahora tiene a la Fiscalía, Moncloa y al PSOE midiéndose con bisturí. Foto: EP.
La guerra sucia del ‘email filtrado’: Moncloa, la UCO y un escándalo con aroma a conspiración
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10/3/2025 05:35
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Actualizado: 09/3/2025 21:24
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El Tribunal Supremo sienta este miércoles como testigos a Francesc Vallés, exsecretario de Estado de Comunicación, y a Pilar Sánchez Acera, actual mano derecha del PSOE madrileño y en aquel entonces asesora de Moncloa.
La jugada viene a cuento del ya famoso ‘email filtrado’, ese documento que acabó en la picadora mediática y que ahora tiene al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, con el agua al cuello.
Un escándalo de manual, con sus dosis justas de intriga, puñaladas políticas y una correspondencia electrónica que, como en los tiempos de la Inquisición, ha cambiado de manos con la rapidez con la que un hereje pasaba de la hoguera al olvido.
El instructor del caso, Luis Ángel Hurtado, accedió a lo que pedía Manos Limpias, esa acusación popular que nunca deja pasar la oportunidad de meter el dedo en la llaga, con la idea de rastrear el camino de ese correo electrónico.
Porque, claro, aquí no hablamos de una carta de amor sino de un documento con la suficiente pólvora como para que en el PSOE más de uno haya empezado a recordar los tiempos en que los duelos se resolvían con espada.
Hurtado quiere saber cómo demonios un correo con fecha de 2 de febrero de 2024 acabó aterrizando en la redacción de ElPlural.com el 14 de marzo, ya destripado y listo para hacer temblar cimientos.
Pero hasta los jueces tienen límites. Hurtado ha dicho que no hace falta llamar a Ion Antolín, otro exsecretario de Estado de Comunicación, ni a Laura Sánchez Espada, la jefa de comunicación del Ministerio de Vivienda. Que no tienen nada útil que decir, o que lo que saben ya lo ha contado otro con más gracia. En cualquier caso, a ellos les ha caído el indulto, al menos de momento.
JUAN LOBATO, EXLÍDER DEL PSOE DE MADRID
Esta nueva tanda de interrogatorios llega después de que Juan Lobato, exlíder de los socialistas madrileños, pasara por el aro el 29 de noviembre. Y no solo eso: con un gesto que haría sonreír a Maquiavelo, entregó su teléfono móvil y un acta notarial a la Guardia Civil para que revisaran hasta la última coma de sus mensajes.
La lección es clara: en la política moderna, lo mejor es ir con una coartada bien sellada y, si se puede, con un notario al lado.
El instructor del caso ya dejó claro en una resolución el 14 de enero que el dichoso correo salió de la Fiscalía con destino a la Moncloa, desde donde se hicieron «gestiones» –llámese empujones, filtraciones o simplemente política– para que el documento viera la luz en el momento más oportuno. Es decir, cuando podía hacer más daño.
El caso estalló después de que el ABC soltara la bomba el 24 de noviembre: «Moncloa filtró el documento secreto del novio de Ayuso».
A partir de ahí, la maquinaria se puso en marcha y los protagonistas empezaron a moverse como en un vodevil de enredos. Se supo que Lobato, con una prudencia que lo honra, había ido al notario para registrar su conversación con Sánchez Acera, la misma que en aquel entonces era jefa de gabinete de Óscar López, a su vez jefe de gabinete de Pedro Sánchez.
Un organigrama que demuestra que en política las manos se lavan de arriba abajo, como en las antiguas cortes donde nadie tocaba un pergamino sin que lo ordenara un superior.
El documento en cuestión era una carta en la que la defensa de Alberto González Amador –pareja de Isabel Díaz Ayuso– reconocía sin rodeos que había cometido dos delitos contra Hacienda y que estaba dispuesto a un acuerdo con el fiscal que le investigaba.
CARAMELO ENVENENADO
Un caramelo envenenado que, convenientemente colocado, podía convertirse en munición política de primer nivel.
La conversación entre Lobato y Sánchez Acera no tiene desperdicio.
A las 8:29 de la mañana del 14 de marzo, ella le envió un pantallazo del correo de la defensa de González Amador, con una indicación clara: usarlo en la sesión de control de la Asamblea de Madrid.
Lobato, con un instinto de supervivencia más afilado que el de un mercenario en tierra hostil, preguntó de dónde venía aquello. «La necesito diciendo de dónde la saco, porque si no parece que me la ha dado Fiscalía».
Casi se puede oír el susurro de los puñales afilándose en las sombras. Sánchez Acera le respondió con una vaguedad marca de la casa: «Porque llega, lo tienen los medios». Y le garantizó que, antes de que él abriera la boca en la Asamblea, la prensa ya habría hecho el trabajo sucio.
El informe de la UCO confirmó lo evidente: que en Moncloa ya se manejaba el correo antes de que apareciera en los medios.
Al menos estaban al tanto Sánchez Acera, Vallés, Antolín y Sánchez Espada. En un chat privado, Lobato discutió el asunto con su equipo y dejó claro que no tenía muchas ganas de prender la mecha: «Pilar quiere que yo saque el ‘mail’ de la Fiscalía. Que no ha salido pero que lo saque yo. No puede ser».
Una muestra de sentido común que, en estos tiempos, es más rara que un duelista con principios.
El asunto no quedó ahí. La UCO detectó que, un día antes, Sánchez Acera le había mandado a Lobato varias noticias sobre el novio de Ayuso con un aviso inquietante: «Dice Francesc Vallés que estés en guardia permanente porque va a ir esto a más».
Un consejo digno de un espadachín que sabe que el combate apenas empieza.
En definitiva, una historia que tiene de todo: filtraciones, intrigas cortesanas, ambiciones desatadas y ese aroma a pólvora mojada que deja la política cuando el espectáculo supera a la realidad. No es una novela de Dumas, pero se le parece bastante.
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