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Opinión | Bajo la sombra del conflicto: ¿diplomacia o abismo en Oriente Próximo?

Opinión | Bajo la sombra del conflicto: ¿diplomacia o abismo en Oriente Próximo?
Jorge Carrera, abogado, exmagistrado, exjuez de enlace de España en Estados Unidos y consultor internacional, disecciona el complejo tablero bélico de Orienta Próximo, con EE.UU. e Israel por un lado e Irán por el otro. El régimen de Teherán ha invertido masivamente en la producción de misiles y de drones, como el de la foto, para su defensa o para atacar.
15/4/2025 05:35
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Actualizado: 15/4/2025 00:19
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Un fantasma recorre Oriente Próximo. Mientras desde el pasado sábado 12 de abril, delicadas conversaciones buscan abrirse paso en Omán con la esperanza de desactivar una de las crisis geopolíticas más peligrosas de las últimas décadas, la tensión entre Irán, Israel y Estados Unidos pende de un hilo cada vez más fino.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, combinado con las secuelas aún humeantes de la devastadora guerra en Gaza, ha creado un caldo de cultivo donde la retórica belicista amenaza con desbordarse en acción militar.

¿Prevalecerá la cautela diplomática iniciada en Mascate o se impondrá la lógica de la confrontación que podría incendiar no solo la región, sino repercutir en todo el planeta?

Este análisis desgrana las claves de un pulso cargado de riesgos.

El contexto: amenazas cruzadas y una Gaza devastada

El escenario actual está marcado por una escalada verbal y estratégica.

Desde su retorno al poder en enero de 2025, Donald Trump ha retomado una postura de máxima presión hacia Irán, amenazando abiertamente con «bombardeos como nunca antes se ha visto» si Teherán no acepta renegociar el acuerdo nuclear, y reimponiendo duras sanciones económicas.

Esta postura, que combina la amenaza militar con la asfixia económica, ha puesto a Irán en alerta máxima.

La respuesta de Teherán no se ha hecho esperar. El líder supremo, Ali Jameneí, ha advertido que cualquier agresión recibirá «un golpe recíproco y fuerte», mientras figuras clave como Ali Larijani han insinuado que, aunque Irán no busca armas nucleares, un bombardeo podría forzar a reconsiderar esa opción como única garantía de supervivencia.

El mensaje es claro: Irán se siente amenazado existencialmente y está dispuesto a contemplar medidas extremas.

Este tenso diálogo se produce sobre el telón de fondo de la reciente y brutal guerra en la Franja de Gaza (finales de 2023 – enero de 2025). La ofensiva israelí, lanzada tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, se prolongó durante 15 meses, dejando un saldo aterrador de casi 47.000 palestinos muertos, en su mayoría civiles, y más del 90% de la población desplazada.

Israel, aunque acordó una tregua condicionada el 19 de enero de 2025, ha dejado claro que mantendrá el control militar sobre Gaza «por el futuro previsible», implementando planes que equivalen a una anexión de facto y la creación de «zonas tampón» mediante la demolición de vastas áreas.

Esta campaña, calificada por organismos internacionales como posible limpieza forzosa y crimen de guerra, ha dejado una herida abierta y un liderazgo israelí envalentonado por su victoria militar, aunque diplomáticamente aislado. Para Irán, la contundencia israelí en Gaza es un presagio preocupante de lo que podría venir.

El tablero militar: asimetría y disuasión

La comparación militar directa entre Irán y la dupla Israel-Estados Unidos revela una profunda asimetría, pero también las claves de la estrategia iraní.

Fuerzas Convencionales: Irán posee el mayor ejército de la región en número de efectivos (unos 610.000 activos y 350.000 reservistas), superando a Israel (170.000 activos, 465.000 reservistas).

Sin embargo, la superioridad tecnológica de Israel y, sobre todo, de Estados Unidos (con su capacidad de proyección global) es abrumadora. La fuerza aérea iraní, con aviones mayoritariamente obsoletos (F-4, F-14, MiG-29 de los 90), no puede competir con los F-16, F-15 y, crucialmente, los F-35 furtivos de Israel.

Las fuerzas terrestres iraníes, aunque numerosas, también cuentan con equipamiento anticuado comparado con los modernos tanques Merkava israelíes. La armada iraní es modesta, pero capaz de emplear tácticas asimétricas.

La «Espada Larga» de Irán: misiles y drones: Consciente de su inferioridad convencional, Irán ha invertido masivamente en desarrollar uno de los arsenales de misiles balísticos y de crucero más grandes y diversos de Oriente Próximo.

Con miles de proyectiles de corto, medio y largo alcance (hasta 2.500-3.000 km), capaces de alcanzar cualquier punto de Israel y bases estadounidenses en la región, este arsenal es su principal herramienta de disuasión y represalia. Lanzamientos recientes contra Israel en octubre de 2024 demostraron su capacidad de penetrar, aunque limitadamente, las sofisticadas defensas antimisiles israelíes (Cúpula de Hierro, Honda de David, Arrow).

Complementando los misiles, Irán ha desarrollado un avanzado programa de drones, incluyendo los notorios «kamikaze» Shahed-136 (usados por Rusia en Ucrania) y modelos de ataque más sofisticados. Estos drones permiten ataques de saturación de bajo costo y hostigamiento asimétrico.

Capacidades navales asimétricas: La estrategia naval iraní se centra en la «guerra de enjambres»: uso de numerosas lanchas rápidas armadas para hostigar buques mayores en el Golfo Pérsico, junto con la capacidad de desplegar minas y misiles antibuque, amenazando potencialmente el vital Estrecho de Ormuz.

La dimensión nuclear: Israel mantiene una ambigüedad estratégica sobre su arsenal nuclear, estimado entre 90 y 200 ojivas, con capacidad de alcanzar Irán.

Irán, aunque oficialmente niega buscar la bomba, ha avanzado significativamente en el enriquecimiento de uranio (hasta el 60%), acercándose al umbral necesario para un arma nuclear, lo que representa una línea roja para Israel y EE.UU.

En esencia, mientras Israel y EE.UU. confían en su superioridad tecnológica, aérea y de precisión, Irán apuesta por la disuasión asimétrica: compensar su brecha tecnológica con la cantidad y alcance de sus misiles y drones, su capacidad de movilización masiva, y su voluntad de infligir y absorber daño.

Las opciones estratégicas de Irán: un mosaico de respuestas

Ante una agresión, Irán no se limitaría a una defensa pasiva. Su doctrina contempla una respuesta multidimensional diseñada para disuadir el ataque o, si este ocurre, hacerlo insoportablemente costoso para el agresor:

1.- Represalia directa (misiles y drones): La respuesta inmediata sería el lanzamiento masivo de misiles balísticos y de crucero contra objetivos militares y estratégicos en Israel (bases aéreas, centros de mando, infraestructura crítica) y contra bases estadounidenses en toda la región (Golfo Pérsico, Irak).

Ataques con enjambres de drones kamikaze buscarían saturar las defensas enemigas. El objetivo: imponer un castigo rápido y doloroso.

2.- Activación del «Eje de la Resistencia»: Irán movilizaría a su red de aliados y milicias para abrir múltiples frentes. Hezbolá en Líbano, con su vasto arsenal de cohetes (~150.000), lanzaría ataques masivos contra el norte y centro de Israel.

Hamás (debilitado pero aún presente) y otras facciones palestinas podrían actuar desde Gaza o Cisjordania. Milicias proiraníes en Siria e Irak atacarían posiciones israelíes y bases estadounidenses.

Los hutíes en Yemen podrían lanzar misiles/drones hacia Israel o amenazar la navegación en el Mar Rojo. Esta estrategia busca dispersar los recursos del enemigo y convertir un ataque localizado en una guerra regional.

3.- Guerra económica y naval: Intentar cerrar o perturbar gravemente el tráfico en el Estrecho de Ormuz mediante minado, ataques a buques o hundimientos deliberados, buscando disparar los precios globales del petróleo y presionar a Occidente.

También podrían atacar infraestructuras energéticas de rivales regionales (Arabia Saudita, Emiratos) como hicieron en 2019 contra Abqaiq.

4.- Defensa en profundidad: Si la confrontación escala a una invasión (escenario improbable), Irán recurriría a la defensa de su vasto y montañoso territorio, utilizando fortificaciones subterráneas, tácticas de guerrilla, y movilización popular para desgastar al invasor, evocando la experiencia de la guerra Irán-Irak.

5.- Acciones no militares: Retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y acelerar abiertamente hacia la bomba atómica.

Lanzar una ofensiva diplomática en la ONU (con apoyo de Rusia y China) para aislar a los agresores. Realizar ciberataques disruptivos contra infraestructuras críticas en Israel, EE.UU. o Europa. Utilizar la presión migratoria o la amenaza terrorista sobre Europa.

La estrategia iraní, aunque defensiva en su concepción, es proactiva en su planificación de represalias. Busca convencer a sus adversarios de que iniciar un conflicto tendría consecuencias inaceptables para ellos mismos.

Escenarios de conflicto: del roce a la conflagración

Ante este panorama, se perfilan varios escenarios posibles, con probabilidades y consecuencias muy distintas:

1- Ataque quirúrgico (probabilidad moderada): Israel o EE.UU. realizan bombardeos limitados contra instalaciones nucleares o de misiles iraníes. Irán respondería con represalias limitadas (misiles contra bases), pero con alto riesgo de escalada incontrolada.

A largo plazo, no eliminaría el programa nuclear iraní y podría endurecer su determinación de obtener la bomba. Generaría inestabilidad regional y volatilidad económica.

2.- Guerra abierta regional (probabilidad baja): Escalada total. Campañas aéreas masivas de EE.UU./Israel contra Irán. Irán responde con todo su arsenal de misiles contra Israel y bases de EE.UU., activa a Hezbolá (abriendo un devastador frente norte), cierra Ormuz y moviliza a todas sus milicias regionales.

Las consecuencias serían catastróficas: miles de muertos en Israel, Irán y Líbano; caos regional; crisis humanitaria y de refugiados; shock económico global (petróleo a precios récord, posible recesión mundial).

Aunque EE.UU./Israel prevalecerían militarmente, el coste sería exorbitante para todos, dejando una región aún más inestable y traumatizada. Es el escenario que todos quieren evitar, pero no imposible por error de cálculo.

3.- Ataque inicial de Irán (probabilidad muy baja): Irán golpea primero si percibe un ataque como inevitable. Lanzaría una salva masiva y sorpresiva de misiles/drones y activaría a sus proxies.

La respuesta de EE.UU./Israel sería fulminante, llevando probablemente al escenario de guerra abierta, pero con Irán aislado diplomáticamente como agresor.

4.- Conflicto indirecto prolongado (probabilidad alta): Es la continuación del status quo: sin guerra directa, pero con tensiones manejadas a través de sanciones, ciberataques, sabotajes (operaciones encubiertas israelíes contra el programa nuclear iraní), asesinatos selectivos, y enfrentamientos de baja intensidad vía «proxies» (Hezbolá en la frontera libanesa, milicias en Irak/Siria contra bases de EE.UU.).

Mantiene la región en vilo y con violencia localizada, pero evita el cataclismo de una guerra total. Sin embargo, perpetúa la carrera armamentista y el riesgo constante de que un incidente prenda la mecha de una escalada mayor. A la vez, deja una ventana abierta, aunque estrecha, para la diplomacia.

El mundo observa: implicaciones globales

Un conflicto abierto tendría repercusiones mundiales, afectando los intereses de otras grandes potencias:

Rusia: Apoyaría diplomática y logísticamente a Irán (sin intervención directa), buscando debilitar a EE.UU. y beneficiarse del alza del petróleo. Su postura podría variar dependiendo de las negociaciones sobre Ucrania.

China: Condenaría la agresión y apoyaría económicamente a Irán, pero su principal preocupación sería la estabilidad del suministro energético del Golfo, vital para su economía. Probablemente intentaría mediar para un cese el fuego rápido.

Europa: Temería las consecuencias económicas (precios de la energía), de seguridad (terrorismo) y humanitarias (refugiados). Intentaría disuadir la acción militar y presionar por la contención, aunque probablemente se alinearía estratégicamente con EE.UU. si la guerra estalla, a pesar de posibles divisiones internas.

Equilibrio del terror o precipicio inminente

La encrucijada actual entre Irán, Israel y Estados Unidos se define por una peligrosa mezcla de desconfianza profunda, objetivos irreconciliables y un formidable poder destructivo en todas las partes.

Las agresivas declaraciones de Trump y la reciente demostración de fuerza israelí en Gaza han convencido a Teherán de que enfrenta una amenaza existencial, llevándole a reforzar su postura disuasoria basada en la capacidad de infligir un daño inaceptable.

Aunque la probabilidad de un ataque preventivo limitado no es nula, el fantasma de una guerra regional total, con sus consecuencias devastadoras para todos, actúa como un poderoso freno. Rusia y China buscan activamente evitar este escenario, mientras Europa observa con profunda preocupación.

Nos encontramos ante una suerte de «equilibrio del terror»: la certeza de la destrucción mutua podría, paradójicamente, ser el principal garante de que no se cruce el Rubicón hacia la guerra directa.

Sin embargo, este equilibrio es inherentemente frágil.

La continuación del conflicto indirecto, las operaciones encubiertas y la retórica inflamada mantienen la tensión al límite. Una sola chispa –un error de cálculo, un atentado mal atribuido, un incidente marítimo que escale– podría bastar para encender una conflagración de proporciones históricas.

Mientras las conversaciones en Omán ofrecen un resquicio de esperanza, la región, y quizás el mundo, contienen la respiración, atrapados entre la imperiosa necesidad de la diplomacia y la oscura atracción del abismo.

La elección que se tome en los próximos meses definirá no solo el futuro de Oriente Medio, sino que proyectará sus sombras sobre la estabilidad global.

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