La rectora, Jeri Ramón Ruffner, otorgó el diploma, la insignia y la resolución rectoral que lo acreditan como flamante doctor honoris causa. Foto: JJM.
La Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima distingue a Javier Junceda como doctor honoris causa
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03/5/2025 00:45
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Actualizado: 04/5/2025 00:53
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El jurista asturiano Javier Junceda Moreno fue investido el pasado miércoles doctor honoris causa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) de Lima, la más antigua de América y una de las instituciones académicas más prestigiosas del continente.
La Universidad ha otorgado su máxima distinción honorífica al reconocido jurista español —miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España— como reconocimiento a su brillante trayectoria académica y a sus valiosas contribuciones en los campos del derecho administrativo y ambiental.
Junceda, abogado, investigador, profesor universitario y académico, cuenta con una amplia y consolidada carrera en el ámbito jurídico, tanto en el ejercicio profesional como en la producción doctrinal.
Su vínculo con el mundo académico iberoamericano ha sido una constante, consolidando puentes entre Europa y América Latina en el estudio y desarrollo del derecho público.
Sus obras sobre derecho ambiental y urbanístico, particularmente su «Manual de Derecho Ambiental Español», son textos de referencia en facultades de Derecho de toda la región.
«El profesor Junceda representa esa rara combinación de rigor académico y compromiso social que caracteriza a los grandes juristas», señaló durante la ceremonia el doctor Francisco Miró Quesada Rada, encargado de la «laudatio».
Su influencia se extiende más allá de las aulas: ha asesorado procesos constituyentes en varios países latinoamericanos y sus críticas a la burocracia excesiva han inspirado reformas administrativas en toda Iberoamérica.
San Marcos: donde convergen dos mundos
Fundada en 1551 por real cédula de Carlos V, la UNMSM ha sido testigo y protagonista de los principales hitos intelectuales del continente. Sus aulas han formado a personalidades como Mario Vargas Llosa y sus archivos guardan tesoros documentales que van desde incunables europeos hasta las primeras ediciones de las leyes de Indias.
«Estos muros -señaló Junceda durante su discurso, mirando alrededor de la Capilla Virgen de Loreto donde se celebraba el acto- no son solo piedra, sino memoria viva. Durante 473 años, aquí se ha cultivado lo que distingue a las grandes sociedades: la búsqueda incansable de la verdad a través del conocimiento».
El núcleo de la intervención del jurista asturiano fue una magistral exposición sobre los fundamentos compartidos del constitucionalismo español y peruano. Con precisión de orfebre, trazó la línea que conecta la Constitución de Cádiz de 1812 -la primera en reconocer soberanía nacional y derechos individuales en el mundo hispánico- con la primera carta magna peruana de 1823.
«Cuando Manuel Pérez de Tudela redactó la Constitución peruana -explicó Junceda- no partía de cero. Bebía de la misma tradición jurídica que había inspirado a los diputados de Cádiz: el derecho romano, la escolástica salmantina y las ideas ilustradas que cruzaron el Atlántico en los barcos que llevaban libros prohibidos junto con mercancías«.
El profesor español destacó cómo principios como la división de poderes o la libertad de imprenta, plasmados primero en la carta gaditana, reaparecen casi literalmente en el texto constitucional peruano. «No es casualidad -añadió- sino testimonio de un diálogo jurídico que lleva siglos desarrollándose».
Asturias en el corazón del Perú
Quizás el momento más emotivo del acto llegó cuando Junceda evocó la poco conocida pero profunda huella asturiana en Perú. Con la minuciosidad del historiador y el cariño del paisanaje, fue desgranando ejemplos sorprendentes:
Desde la Hacienda Cartavio -cuyos dueños asturianos dieron nombre a uno de los rones más emblemáticos del Perú- hasta la presencia actual de negocios con nombres como «Hotel Asturias» o «Café Oviedo» en pleno centro de Trujillo. «A 9,000 kilómetros de distancia -comentó con una sonrisa- uno puede tomar un café escuchando el mismo acento que en las calles de mi ciudad natal».
«Este honor -confesó Junceda al recibirlos- no es solo un reconocimiento personal, sino un homenaje a esa comunidad de saberes que nos une más allá de fronteras y océanos. Lo acepto con la humildad de quien sabe que camina sobre las huellas de gigantes».
Pero fueron las historias de los misioneros asturianos las que arrancaron los aplausos más cálidos del auditorio. Junceda recordó figuras como el padre Álvarez («Apaktone» para las tribus amazónicas), que dedicó 53 años a evangelizar en la selva y hoy está en proceso de canonización, o la Madre Covadonga (María Estrella Valcárcel), dominica que consagró su vida a los más pobres de Ayacucho.
«Estos hombres y mujeres -subrayó- no son personajes de leyenda, sino ejemplos vivos de ese puente humano que ha unido a nuestras tierras. Sus cartas, conservadas en el Archivo Arzobispal de Lima, muestran una fe vivida con extraordinaria humanidad y un amor concreto por esta tierra que adoptaron como propia».
De juristas y virreyes: la huella institucional
La disertación también rescató del olvido a figuras clave como Juan Hevia Bolaños, el jurista asturiano que en el siglo XVII redactó en Lima la «Curia Filipica», obra que durante dos siglos fue el manual de referencia en las audiencias americanas. O José Fernando de Abascal, virrey del Perú entre 1806 y 1816, cuyo gobierno marcó uno de los últimos periodos de estabilidad antes de las guerras de independencia.
«Estos nombres -señaló Junceda- nos recuerdan que la relación entre Asturias y Perú no se limita a lo anecdótico, sino que ha dejado una profunda huella institucional. Cuando un estudiante peruano de Derecho consulta hoy la Curia Filipica, está participando de un diálogo que comenzó hace cuatro siglos».
La ceremonia de investidura siguió al pie de la letra el protocolo de San Marcos, que se remonta a sus primeros años virreinales. La rectora Jeri Ramón Ruffner hizo entrega al profesor Junceda de los símbolos que acreditan su nueva condición: el collar doctoral con el escudo de la universidad, un diploma firmado por el rectorado y una medalla de oro que reproduce las que recibían los profesores en el siglo XVI.
«Este honor -confesó Junceda al recibirlos- no es solo un reconocimiento personal, sino un homenaje a esa comunidad de saberes que nos une más allá de fronteras y océanos. Lo acepto con la humildad de quien sabe que camina sobre las huellas de gigantes».
Próxima estación: Buenos Aires
El periplo americano del jurista español continuará en Argentina, donde el próximo 7 de mayo recibirá un homenaje en el Centro Asturiano de Buenos Aires. Allí será recibido por Carlos Balbín, expresidente de la Corte Suprema argentina y descendiente de asturianos, en lo que será un nuevo capítulo de este viaje académico que parece reescribir, paso a paso, los lazos entre España y América.
Al final, como quedó claro en cada intervención de esta jornada, el derecho no es solo un conjunto de normas abstractas, sino la expresión viva de una historia compartida.
Cuando Junceda citaba a los juristas del pasado o cuando los profesores peruanos reconocían su influencia en las aulas locales, estaban participando de un diálogo que comenzó cuando los primeros libros de derecho cruzaron el Atlántico en los baúles de los conquistadores y que hoy, casi cinco siglos después, sigue tan vivo como entonces.
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