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José Ricardo de Prada, un juez pánfilo en la Audiencia Nacional

José Ricardo de Prada, un juez pánfilo en la Audiencia Nacional
Felicísimo Valbuena, consultor y periodista
28/7/2016 07:55
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Actualizado: 29/7/2016 02:14
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Hace mes y medio, el 15 de Mayo Confilegal me publicó un artículo que titulé “Del delirio gremial de los legistas al juego de fiscales, jueces y magistrados”. Los puntos fundamentales eran los siguientes:

1.- Los fiscales y jueces se están convirtiendo, cada vez más, en el centro de la atención de los contribuyentes. Sólo tenemos que fijarnos en los periódicos y comprobaremos que es rara la semana en que no aparece una noticia sobre ellos. Sobre todo, las noticias que se originan en los Tribunales de Justicia “superiores”, “Supremo” o en la Audiencia Nacional.

2.- Lo importante de este ruido constante que están causando las noticias sobre los tribunales citados es encontrar sentido a tanta confusión. En el artículo citado utilicé dos marcos teóricos: El de Gustavo Bueno sobre el “delirio gremial” y el de Eric Berne sobre los juegos. Más en concreto, sobre el juego “¿Por qué no haces…? Sí, pero…”.

3.- Aplicando la teoría de Bueno, podemos observar cómo los jueces Pedraz, Andréu, De la Mata y De Prada, entre otros, todos de la Audiencia Nacional, emiten unos dictámenes que están dentro de su “mundo entorno”, de manera que “lo que no está en el sumario, no existe”. Son personas muy conservadoras de su “mundo entorno”. Están muy contentos con el presente. En cuanto algo no cabe en su “mundo entorno”, peor para ese algo. Lo mismo podemos decir del ponente del auto sobre la fórmula de toma de posesión de Puigdemont. Están todos cortados por la misma tijera. No distinguen entre los aspectos éticos, morales y políticos de las realidades que les toca juzgar. No se plantean las doce contradicciones que el filósofo Silverio Sánchez Corredera ha distinguido entre esos tres aspectos. Necesitan estudiar filosofía a fondo, no únicamente jurisprudencia.

4.- El juez Baltasar Garzón es muy superior a los citados jueces de la Audiencia Nacional. Sólo hay que leer las páginas 275-345 de su libro de memorias Un mundo sin miedo para darnos cuenta de que él sí supo ver aspectos en los que otras personas no se habían fijado en la lucha contra el terrorismo. Ahora añado: Sólo por lo que hizo, el próximo Gobierno debería indultarlo. ¿O es que “con las glorias se van las memorias”? Es decir, ¿qué justifica que ganar unas elecciones en 2011 por mayoría absoluta cause que Mariano Rajoy, que había sido Ministro del Interior, olvide todo lo que Baltasar Garzón había hecho en la lucha contra el terrorismo?

5.- Entre las noticias más escandalosas sobre los jueces en varios años se encuentran las declaraciones que el 14 de Abril de este año, el juez José Ricardo De Prada efectuó en Tolosa, en un evento que organizó el entorno abertzale. Terminaba mi artículo afirmando: “Este juez tiene obligación de dar explicaciones a los contribuyentes de lo que dijo, puesto que ellos le pagan el sueldo. No vale refugiarse en lo que el Ministro del Interior exclamó sobre esas declaraciones. Ni tampoco vale protegerse con el comunicado que sacó la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE). Ni que otros remitan su caso al Consejo General del Poder Judicial. Personalmente, no creo en cómo funciona ese órgano. Por tanto, que De Prada hable, o escriba, a ser posible bien y claro, sobre su episodio en Tolosa”.

El escándalo que ha causado este Juez con sus declaraciones sólo tiene un precedente todavía más grave:

La periodista de investigación Ángeles Escrivá publicó en 2012 un libro titulado Maldito el país que necesita héroes. Cómo los demócratas acabaron con ETA. Entre muchos y muy bien documentados asuntos, cuenta que en 1998, mientras el gobierno de Aznar sostenía conversaciones con eta, el Presidente de la Audiencia Nacional, Sebastián Auger, dejó abierta una vía, que consistía en lo siguiente:

“Decenas de etarras detenidos pasaban por la Audiencia Nacional y, en vez de ingresar en prisión provisional de manera automática, como era costumbre, salían en libertad de manera automática en espera de ser juzgados. Era una medida legal, pero encerraba el riesgo de que los presuntos terroristas huyesen y engrosasen las filas de la organización.

“Los miembros del Ejecutivo sostienen que ellos no tenían “ese tipo de relación” con los jueces para imponer ese criterio y alegaron que los jueces lo hicieron por su cuenta y animados por la actitud del Presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger, que tenía del problema una actitud militantemente buenista. Sea como sea, cuando eta decidió cambiar de registro apenas meses después, centenares de sus simpatizantes, que esperaban a ser juzgados, prefirieron cruzar la frontera e incorporarse a las estructuras y comandos de la organización. El número fue elevadísimo y su influencia posterior, terrible. (Escrivá, Ángeles (2012) Maldito el país que necesita héroes. Madrid, Temas de Hoy, Pág. 227).

LA PERSPECTIVA EMIC-ETIC Y EL SIGNIFICADO DE ‘PÁNFILO’

Ha pasado mes y medio y el juez De Prada no ha hablado ni escrito sobre sus declaraciones en Tolosa. ¿Qué significa esto? El lingüista y misionero Kenneth Lee Pike (1912-2000) estableció la distinción emic/etic, que ha dado mucho juego en ciencias sociales.

La perspectiva emic describe los hechos desde el punto de vista de sus agentes; la perspectiva etic describe los hechos desde el punto de vista del observador (etnólogo, historiador, periodista, juez, &c.). Entonces, De Prada no quiere emplear la perspectiva emic. Pues todavía queda la perspectiva etic, que es la que voy a adoptar. Y mi apoyo fundamental va a ser el libro El terror de eta, que Joseba Arregi Aramburu publicó en 2015 (Madrid, Tecnos-Covite, 237 páginas).

El excelente libro de Arregi, uno de los mejores que he leído en los últimos años, será la alternativa a las posiciones de De Prada. También adelanto que mi artículo va a ser largo, porque procuro fundamentar muy bien mis afirmaciones.

Antes de interpretar las acciones del juez De Prada con perspectiva, conviene explicar qué entiendo por “pánfilo”. No tomo este adjetivo en sentido psicológico, que es al que se limitan los diccionarios: “Que es muy ingenuo, tarda en comprender las cosas o no se da cuenta de estas y se deja engañar fácilmente: «dile que no sea tan pánfilo, que le están tomando el pelo y no se entera».

Los planteamientos psicologistas son muy insuficientes y, en muchos casos, ramplones. Los contribuyentes no pagamos al juez De Prada para que nos exprese que tuvo dudas antes de asistir al acto de Tolosa.

“Pánfilo” en sentido político es quien se declara amigo de todos. El panfilismo puede ser una máscara en manos de quien maneje bien la propaganda. Recuerdo un documental sobre la “crisis de los misiles”, de 1962. Andrei Gromiko, que fue treinta años ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, repetía innumerables veces en inglés la palabra “paz” (peace). A la vez, Nikita Kruschef enviaba los misiles a Cuba.

EL «RELATO» DE LOS «ABERTZALES»

El acto de Tolosa, en el que participó el juez De Prada, se inscribe  dentro de lo que actualmente muchos políticos, desde Arancha Quiroga, hasta Arnaldo Otegui, llaman “el relato”. ¿Y de qué trata el relato? De quiénes son responsables del terror de eta.

Y ese “relato” es la fotocopia de lo que ocurrió en los países europeos que habían colaborado con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial: Noruega, Francia, Estonia, Letonia, Lituania, Ucra­nia, Hungría, Eslovaquia, Croacia y la Bélgica de lengua flamenca.

El gran acierto de Joseba Arregi es que plantea muy bien lo que pasó, demostrando que es mucho más competente que el ágrafo De Prada: La mayoría de esas sociedades europeas optaron por la táctica de enfocar la culpabilidad en un único actor, en los alemanes, mientras que los alemanes hacían lo propio, señalando a los nazis. Por medio de esta táctica, la pregunta acerca de la responsabilidad propia quedó cegada.

A partir de aquí, voy a citar pasajes extensos del capítulo VII y último – “La cuestión de la culpa y de la responsabilidad (Págs. 181-196) – del libro de Arregi. He intentado resumirlos. No lo he logrado. Faulkner, el gran escritor y guionista de cine, leía todos los años los cuatro Evangelios. No porque fuese un fervoroso creyente sino porque admiraba esa manera de escribir que no admite resúmenes porque el lector pierde elementos esenciales. Arregi no escribe como los Evangelios; a veces, emplea párrafos muy extensos. Sin embargo, prescindir de tres líneas suyas, por ejemplo, estrecha el panorama mental.

“No hace falta rebuscar mucho en la opinión pública vasca para detectar tácticas parecidas… desde los momentos de la incipiente derrota de ETA, debida entre otras cosas a la eficaz voluntad del Estado de derecho de luchar con todos los medios a su disposición: contra ETA y su entorno, es decir, de impedirle jugar al mismo tiempo dos juegos, el juego de la política institucional y en el campo de la democracia, y el juego del terror fuera del sistema, aprovechándose de las ventajas de cada juego, el discurso fue derivando a proteger todo el entorno de ETA afirmando que ETA no eran más que sus comandos y que era antidemo­crático criminalizar esos entornos. Del discurso de que ETA era más que ETA, se pasó al discurso de que ETA era sólo ETA, nada más que ETA, sólo los comandos, sólo los militantes de ETA, mientras que los demás, el llamado entorno, el brazo político de ETA, no eran ETA, y vincularlos con ETA suponía una criminalización indebida”.

Baltasar Garzón se opuso a esta táctica: ETA era mucho más que sus comandos y, por eso, Garzón encausó a los variados frentes de su trama civil. Ha vuelto a sus mejores momentos hace muy pocos días, en un curso de verano. Al pronunciarse contra lo que está haciendo el presidente turco Erdogán, ha demostrado que lo que está haciendo éste es mucho más grave que acusar a un clérigo opositor que está asilado en Norteamérica.

Garzón ha señalado los diversos sectores contra los que está yendo Erdogán. Así es que, aunque De Prada en el plano personal se lleve bien con Garzón, aunque le haya apoyado en algunos momentos, esa relación entra dentro de la ética, es decir, de las normas que rigen la conducta individual; o moral, que abarca las normas que rigen la conducta de los grupos; pero le separa de él un abismo político.

Garzón aprendió mucho en la Audiencia Nacional.

¿De qué le ha valido a De Prada su estancia durante 26 años en la AN? Pues para emitir graves afirmaciones, sin aportar pruebas, y para apoyar las posiciones de la extrema izquierda abertzale. Ya puede ponerse ahora de perfil y callarse.

Él ha contraído una muy grave responsabilidad con los contribuyentes. No le vendría mal estudiar las tres funciones del lenguaje que distinguió Karl Bühler, o las seis de Roman Jakobson, para hacerse cargo de sus afirmaciones.

Si sigue queriendo juzgar asuntos de terrorismo, conviene que lea el libro de Arregi, en el que encontrará pasajes como estos:

“Sabemos por los historiadores que esa táctica oculta la verdadera historia y las muchas responsabilidades individuales que hubo en la his­toria de los crímenes nazis. Y sabemos, porque mientras el mito de ETA estaba vivo era opinión pública hegemónica en la sociedad y en la política vasca que ETA era mucho más que ETA, que esta asignación de culpabi­lidad única y exclusiva, cerrada y excluyente de otras responsabilidades, no se sostiene en los datos de la historia vasca reciente. Por eso es necesa­rio plantear la pregunta de las responsabilidades en la historia de terror de ETA”.

“Es importante leer algunos de los análisis que, en forma de resumen, articula Tony Judt en la obra The Politics o Retribution. Las políticas de retribución ya citada. Escribe Judt: «Otra forma de ver esto es decir que la mayor parte de la Europa ocupada o bien colaboró con las fuerzas ocupantes (una minoría), o bien aceptó con resignación y ecuanimidad la presencia y las actividades de las fuerzas alemanas (una mayoría). Los nazis nunca hubieran podido mantener su hegemonía sobre la mayor parte del continente por tanto tiempo como lo tuvieron si hubiera sido de otra forma: (los países que antes he citado) se aprovecharon de forma entusiasta de la oportunidad que se les ofrecía para arreglar cuentas étnicas y territoriales bajo supervisión benevolente de los alemanes. La resistencia activa estaba limitada, hasta los meses fi­nales, a un grupo limitado y auto‑limitante de personas: socialistas, co­munistas (después de 1941), nacionalistas, y ultramonárquicos, junto con otros, como los judíos, que tenían poco que perder dada la naturaleza y propósitos del proyecto nazi. Estos resistentes se enfrentaban no pocas veces a resentimiento y oposición, e incluso eran acusados de traición por parte de la población local bien porque implicaban problemas atrayendo la venganza de los alemanes, bien porque a la mayoría étnica y política indígena les gustaban todos éstos ‑resistentes‑ menos que los alemanes y no tenían reparos en que los cazaran y los removieran» (p. 295).

El juez De Prada, como no me consta que escriba artículos ni libros, puede que no establezca una relación clara entre lo que expone Tony Judt y la situación de quienes no eran nacionalistas en la Comunidad Autónoma Vasca durante años y años. El estudioso Arregi sí sabe dar en el clavo.

“… Ello facilitó la construcción de versiones oficiales de la guerra entre los años 1945 y 1948, de forma que para esta última fecha los mitos sobre la guerra y los comportamientos de los ciudadanos durante la misma ya habían adquirido carácter oficial.

Es lo que ahora el mundo abertzale quiere construir, con la ayuda del juez De Prada, a quien los españoles pagamos el sueldo. Él está ayudando a ese mundo, a pesar de que este juez pueda decir que no le han interpretado bien.

LA IDEA DE «PAZ» DE DE PRADA NO FAVORECE LA RESPONSABILIDAD PERSONAL

La idea de “paz” de este juez recuerda una escena de la película Un, dos, tres, de Billy Wilder. Schlemmer, secretario de Mac Namara, director de la Coca-Cola en Berlín, ha pertenecido a las SS durante la guerra.

MAC NAMARA.- Entre nosotros, Schlemmer, ¿qué hizo durante la guerra?

SCHLEMMER.- Estaba en el subsuelo, en el subterráneo.

MAC NAMARA.- ¿En la resistencia?

SCHLEMMER.- No, conductor, en el subterráneo, en el metro.

MAC NAMARA.- Y desde luego era usted antinazi y nunca le gustó Adolf.

SCHLEMMER.- ¿Qué Adolf? Abajo, donde yo estaba, no me enteraba de lo que ocurría arriba; no se me dijo nunca nada.

MAC NAMARA.- Eso es todo, Schlemmer.

Frente al concepto de “paz” de De Prada, está un documental de Marcel OphülsLa tristeza y la piedad- que en 1969 contó, durante 251 minutos, lo que ocurrió en Francia durante la Ocupación. A De Prada le sonará a algo demasiado lejano, cuando realmente es una anticipación de lo que ocurrió en la Comunidad Autónoma Vasca durante el terror de ETA.

“El trabajo de enfrentarse a la propia culpa, a la propia responsabilidad y a la propia obligación de reparación no es un fin que se agota en sí mismo, sino que es el inicio de un futuro que sólo se puede basar en la libertad adquirida en esa asunción de responsabilidad”.

Desde esta perspectiva “se pueden plantear las cuestiones pertinentes respecto a la responsabilidad de la sociedad vasca. Y para ello es sobremanera importante analizar por dónde van los esfuerzos institucionales dedicados a la cuestión. Dichos esfuerzos se caracterizan, por un lado, por estar integra­dos bajo la rúbrica de la convivencia y la consolidación de la paz, y por otro por la voluntad de no dejar fuera ninguna de las denominadas vio­laciones de los derechos humanos, extendiendo el período, a veces, hasta la época de la guerra civil, en cualquier caso, incluyendo siempre el perío­do de la dictadura franquista. Es decir: la libertad producto del cambio de conciencia por la asunción de la responsabilidad propia en lo acaecido no aparece por ningún lado, al contrario de lo que propone Karl Jaspers, y la verdad histórica de lo que ha sucedido en la sociedad vasca, y a par­tir de ésta en el conjunto de la sociedad española, sólo se puede conseguir por medio de una contabilidad numérica de todas las violaciones de de­rechos humanos sin referencia ni a las intenciones de los que las causaron, ni a los contextos, ni a los fines o proyectos políticos en los que recibían su sentido, es decir, renunciando a la verdad histórica que nunca es sólo cuantitativa, sino que es sobre todo cualitativa, la verdad que trata de entender cómo pudo suceder lo que ha sucedido. La simple cuantificación de lo sucedido ni responde a pregunta alguna, ni permite o impulsa la formulación de pregunta alguna. Sobre ella no es posible ningún cambio de conciencia que conduzca a la conquista de la libertad interior necesaria para construir un futuro en libertad y abandonar la pretensión de libertad frente al exterior por parte de hombres no libres, como formula Jaspers”.

Es en este aspecto cuantitativo donde De Prada les resultó muy útil a quienes organizaron el acto de Tolosa.

Efectivamente, se esforzó por quitar toda validez al trabajo policial, a la Audiencia Nacional y afirmó que habían existido muchos casos de tortura. No aportó prueba alguna. Pero es que ninguna. Con lo cual se comportó como aquellos intelectuales –mucho más valiosos que De Prada- a los que los soviéticos invitaban a visitar la Unión Soviética. Regresaban proclamando las maravillas del régimen. Los soviéticos tenían varias expresiones para denominar a aquellos viajeros. De Prada puede averiguar cuáles eran esos sintagmas.

DE PRADA ESCAMOTEA LA POLÍTICA

“Planteando la convivencia futura sobre la base de una memoria cuan­titativa y sin referencia alguna a la libertad interior como fruto de un cambio de conciencia producido por la asunción de la responsabilidad propia se escamotean tanto el pasado como el futuro, tanto la memoria como el proyecto. Y sobre todo, se escamotea la política. Plantear la res­puesta a la historia vivida por los vascos, y por el conjunto de los espa­ñoles, como una apuesta por la convivencia que deja de lado la razón política que ha producido esa historia es apostar por un futuro que, ce­gando la política, acabe dando la razón a la política que produjo tantos asesinatos. Y dar la razón a la razón causa de tantos asesinatos es seguir encerrados en la atmósfera de sometimiento, es negarse a la libertad a conquistar por miedo a enfrentarse a las preguntas que son la puerta in­evitable para conseguir el cambio de conciencia y la libertad futura”.

¿QUÉ FUTURO LE ESPERA A DE PRADA?

Si juzgamos por el currículum de este juez, cualquier día pueden llamarle para cualquier organismo internacional. Ya ha estado en alguno de ellos y está muy viajado. ¿Sabemos qué hizo en ese puesto y los países que visitó? No. Creo que a muchos contribuyentes les gustaría saberlo. Por mi parte, aporto dos testimonios: 1) Aranguren decía que él nunca llamaría Magnífico a un Rector, por muy magnífico que fuera; 2) El boxeador Urtáin solía decir que los golpes de su último combate no le servían para el próximo. Ya ha podido De Prada hacer maravillas en el extranjero. Maravillas que no constan. No le sirven para el gran follón que él ha causado.

De Prada puede recibir ofertas de algún bufete. El juez Carlos Bueren, a mi juicio una de las cinco personas más valiosas que han pasado por la Audiencia Nacional, decidió pasarse al ejercicio privado de la Abogacía. Hace veinte años. Desde luego, los bufetes de abogados nos podrían hacer un gran favor a los contribuyentes si hicieran una buena oferta a De Prada, por si se anima a abandonar la Audiencia Nacional.

La opción más probable es que De Prada siga empeñándose en ocuparse de casos de terrorismo.

Sus declaraciones en Tolosa ya han hecho que impugnen su presencia en dos juicios. En uno de ellos, los jueces del Supremo han considerado que la impugnación ha sido extemporánea, puesto que el juicio ya ha tenido lugar.

En el otro, los jueces se han dividido en 8-7 a favor de rechazar la impugnación. Una victoria pírrica y, además, con el testimonio de un juez a su favor que dijo que sus declaraciones no afectaban a su imparcialidad. Sería muy bueno que ese juez escriba un artículo explicando sus razones. Aunque da la impresión de que ese juez es uno más de los que se acogen a los dos sintagmas favoritos de muchos otros jueces: “alarma social” y “libertad de expresión”.

Entonces, De Prada puede optar por hacerse cargo de los delitos de narcotráfico o crimen organizado. Ahí puede lograr éxitos… con tal de que deje de ser “pánfilo”. Porque también contamos con, al menos, tres jueces “pánfilos” psicológicos y/o políticos: Carlos Cezón, Juan José López Ortega y Carlos Ollero constituían aquel tribunal que en la Navidad de 2001 dejó escapar al narcotraficante “El Negro”.

Ha sido uno de los mayores escándalos de la Justicia en España. A consecuencia de aquel flagrante error, los tres perdieron su destino en la Audiencia Nacional.

¿Ha dejado de ser un “pánfilo” López Ortega? Parece que no. Él, junto con Mario Pestana Pérez y José Joaquín Hervás Ortiz, dejaron en libertad al “clan de las bosnias”, las mayores y más recalcitrantes ladronas en toda la historia del metro de Madrid.

El panfilismo es un concepto que merece una profunda reflexión y que resulta muy fértil para analizar muchos comportamientos políticos. Entre ellos, los de no pocos jueces.

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