¿Sabías que, en el pasado, a los abogados se les llamaba boceros, con b de Barcelona?
En el principio de la historia, a los abogados españoles se les llamaba boceros. Pero boceros con b de Barcelona, porque con “boces o con palabras” ejercían su oficio.
Es evidente que el vocablo, en el siglo XIII, no había evolucionado todavía de la be a la uve.
Eran los tiempos de Alfonso X el Sabio. La época de la elaboración y promulgación del Código de las Siete Partidas, que unificó la ley para todos los españoles.
Una época en la que la ciencia de las leyes era considerada la más provechosa de todas las ciencias
A los “boceros”, aquellos abogados primitivos, se les atribuyó, por orden del rey, la capacidad de intervenir ante los tribunales, y citamos textualmente, “para igualar la condición de los litigantes, haciendo que éstos no pierdan sus derechos por mengua de no saber razonar”.
A pesar de la vertiente oral del Derecho, prevaleció, como era natural, su vertiente escrita, la letra.
El proceso, por lo tanto, pasó a identificarse con su parte escrita.
De hecho, desde el Código de Hammurabi, 19 siglos antes de Cristo, las leyes habían venido siendo escritas en todo tipo de medios, ya fuera piedra, tablas, pergaminos o papel, con el fin de fijar su conocimiento y crear la seguridad jurídica necesaria que toda sociedad precisa.
¿QUÉ SIGNIFICABA LETRADO?
En consecuencia de acuñó el término de letrado.
De acuerdo con la historia, el vocablo “letrado” era sinónimo de “sabio”, “docto” o “instruido” en cualquier cosa. Así apareció en los comienzos del castellano.
Pero ese significado se fue perdiendo poco a poco para aplicarse sólo a los juristas.
De la misma forma que la palabra magistrado, se aplicaba a aquellas personas del Estado que ejercían la autoridad y al final se ha quedado para definir sólo a los jueces.
Con la palabra “letrado” se produjo lo que los semánticos denominan “tropo” o cambio de significado.
Así, “letrado” pasó de ser “hombre sabio, docto o instruido” a “hombre sabio, docto o instruido en Derecho” o “jurista, o más concretamente “abogado”.
Algunos especialistas han argumentado que fueron los abogados los que se apropiaron indebidamente del vocablo para sí, pero la realidad es que fue el vulgo, el pueblo, el que se lo atribuyó a los abogados, convirtiendo ambas palabras en sinónimos la una de la otra.
Esto ocurre solo en España. En los países iberoamericanos, donde hablan nuestro mismo idioma, a los abogados se les llama doctores o licenciados.
Sin embargo, en el último año el término letrado ha sufrido una última evolución.
Los secretarios judiciales han dejado de llamarse de esta manera para pasar a llamarse letrados de la Administración de Justicia, lo cual ha añadido cierta confusión adicional.
¿Por qué ha sucedido así? Porque desde ciertos sectores de este grupo de profesionales había quejas de que parte de la ciudadanía los estaba confundiendo con los secretarios de los jueces. Secretarios personales, se entiende. Y eso fastidiaba.
En resumen, los secretarios judiciales han pasado a denominarse ahora «LAJs», que es la denominación que se utiliza en corto.
Todo un follón, ¿verdad? Pero en el «planeta justicia» lo tienen claro. Muy claro.
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