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La coherencia de Juan Carlos Campo

La coherencia de Juan Carlos Campo
25/3/2018 06:20
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Actualizado: 25/3/2018 13:53
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No estoy de acuerdo con Juan Carlos Campo, diputado del PSOE y portavoz de este grupo parlamentario en la Comisión de Justicia, en lo que a la prisión permanente revisable se refiere.

Creo que es necesaria.

Pero estoy de acuerdo en que el debate tenía que haberse pospuesto hasta conocer lo que tenía que decir el Tribunal Constitucional, como dijo Campo.

Tiene toda la razón.

Con lo que no estoy en absoluto de acuerdo es con el ataque personal -el político lo descuento- del que ha sido objeto tras su intervención de 8 minutos 20 segundos en el pleno del pasado 15 de marzo, en el que se votaron dos enmiendas, una del PP y otra de Ciudadanos, para ampliar, unos, y endurecer la prisión permanente revisable, otros.

A muchos, los que no lo conocen, les pareció que el diputado fue áspero, duro incluso agresivo, cuando recordó que el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, fue a la misa funeral llevando en la mano la bufanda azul que la madre del pequeño Gabriel, «el pescaito», asesinado por la novia de su padre, le había regalado poco antes.

Conozco a Juan Carlos Campo desde hace quince años y si tuviera que escoger una palabra para describirlo elegiría, sin dudarlo una: coherencia.

Y le pondría dos apellidos: coherencia personal y coherencia política.

Y si pudiera añadir dos palabras más serían capacidad e inteligencia.

Campo habló a las Cortes en ese pleno sin papeles -al estilo de Emilio Castelar o de Melquiades Álvarez, dos gigantes de la oratoria- como viene siendo su costumbre desde el comienzo de esta Legislatura, sin papeles, ayudándose, en esta ocasión, de dos folios para poder citar al pie de la letra.

Uno contenía las palabras de Patricia Ramírez, la madre del «pescaito», haciendo un llamamiento para que no se extienda la rabia.

Transformismo obsceno

Y otro con lo que había dicho antes Ciudadanos en contra de la prisión permanente revisable, para recordarles lo que defiende ahora en lo que definió como un ejercicio de «transformismo obsceno».

Su línea argumental fue muy parecida a la que ya había expuesto dos veces antes, una ante la Comisión de Justicia y otra ante el mismo Pleno.

Sólo que en esta el diputado socialista sacó, en su intervención, lo personal, lo íntimo. Lo que su experiencia vital le ha enseñado.

Y lo puso encima de la mesa.

«Soy padre de dos hijas, juez desde hace 30 años. El dolor de las víctimas no me es ajeno. Conozco su dolor. Y también su vulnerabilidad», confesó públicamente.

«En estos tiempos de modernidad líquida, de criminalización del adversario, del pensamiento único, las víctimas no pueden ser utilizadas. Ni ellas ni su dolor. Señores del Partido Popular y de Ciudadanos, eso es lo que ustedes están haciendo», les recriminó Campos.

«Por eso, desde mi persona y desde el grupo al que pertenezco, siempre hemos tenido muy claro que las víctimas son el eje central de cualquier política, y también de la política criminal».

El diputado socialista es uno de los 350 representantes parlamentarios que mejor conocen el funcionamiento de la Justicia.

Ninguno de ellos tiene su experiencia: magistrado, vocal del Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces, durante 7 años, y secretario de Estado de Justicia (entre 2009 y 2011), con Francisco Caamaño como ministro, en el último gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

No es un don nadie.

Al contrario.

Juan Carlos Campo durante su intervención, que las familias de las víctimas siguieron con mucha atención. Congreso.

Los padres de Marta del Castillo, de Diana Quer y de la pequeña Mari Luz se encontraban en la tribunal de invitados, escuchando atentamente a Juan Carlos Campo. Congreso.

Los padres de las víctimas escuchándolo

Podría volverse a su destino, en la Audiencia Provincial de Cádiz si así lo considerara. No tiene que vivir de eso.

Si está ahí es porque cree firmemente que es en el Congreso donde puede acabar la tarea que tuvo que dejar inconclusa, la de reforma de la Administración de Justicia, diseñada por el PSOE, que la victoria del PP en 2011 cortó de raíz.

Un objetivo que, a la vista de los últimos acontecimientos con la Subcomisión de Justicia, está en punto muerto por culpa de una cámara paralizada por mayorías parlamentarias exiguas.

Pero eso es otra historia.

Hay que reconocer que había que tener redaños para, en ese ambiente adverso, con el cuerpo del pequeño Gabriel descubierto cuatro días atrás, con los padres de las víctimas observando desde arriba, decir lo que dijo Campo.

Muchos redaños.

Para recordar a PP y Ciudadanos que en España hay penas que tienen un cumplimiento de hasta 40 años de cárcel efectivo.

Para hablar de esa forma, en suma.

En un clima tan adverso. A contracorriente. Con casi todos en contra.

Campo lo hizo porque consideraba que lo tenía que hacer, sabiendo el chaparrón que le iba a caer encima. Porque creía en ello y debía hacerlo.

A eso, como decía antes, se llama coherencia.

Ojalá hubiera más coherencia como esa en nuestra clase política. Porque en días como este se demuestra de qué pasta está hecha la persona. Juan Carlos Campo demostró la calidad de la suya. Y tiene todo mi respeto por ello.

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