Jesucristo sí tuvo defensa en el juicio en el que fue condenado
Escenificación de Jesús ante el Concilio (Sanedrín) y la Negación de Pedro en Paucarpata a cargo del Grupo Parroquial Jesús Nazareno, en 2015.

Jesucristo sí tuvo defensa en el juicio en el que fue condenado

«Una mentira que se repite mil veces se convierte en verdad». Esta era una de las máximas del ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels. En el caso del proceso a Jesucristo, la repetición continua de que fue juzgado por el Sanedrín sin tener abogado defensor se ha convertido en una verdad con pies de barro.

De acuerdo con el jurista Luis Joaquín Garrigues, autor de «Con la venia», Jesucristo sí tuvo defensa.

No era como los abogados defensores de nuestro tiempo, pero actuaban de una manera similar.

Para empezar, es necesario explicar que el Sanedrín era la asamblea o consejo de ancianos del pueblo de Israel.

Estaba compuesto por un mínimo de 23 jueces y un máximo de 71.

Y eran 71 porque la Biblia dice que Dios le dijo a Moisés, cuando estaba en el desierto: «Coge 70 de entre los ancianos de Israel y haz la Asamblea de Israel».

El Sanedrín era, de hecho, la Corte Suprema de la ley judía cuya misión era administrar justicia interpretando y aplicando la Torah, la ley sagrada.

Era competente en asuntos religiosos, penales y civiles.

Sus miembros procedían de tres grupos sociales distintos: los ancianos, los escribas y los sumos sacerdotes.

Los primeros eran los representantes de la nobleza y eran ricos; los segundos se habían distinguido por haber hecho estudios y haber completado una carrera o un oficio y había desde comerciantes, constructores o carpinteros; el tercer grupo, el de los sumos sacerdotes, era el más poderoso y el sumo sacerdote en funciones asumía la Presidencia del Sanedrín mientras que sus antecesores también formaban parte del mismo con el mismo tratamiento.

Las atribuciones del sumo sacerdote respecto al resto del clero eran muchas. La más importante: era la única persona que podía entrar en el Sancta sanctorum del Templo de Adonai, el nombre aceptado por el que podían referirse a Dios; Yahvé era el nombre prohibido que ninguno podría pronunciar.

De la misma manera, era el interlocutor, la máxima autoridad religiosa, del pueblo judío ante los romanos.

EL SANEDRÍN, UN TRIBUNAL INTEGRADO POR ACUSADORES Y DEFENSORES

La función de la defensa, al igual que la de la acusación, estaba integrada en el propio Sanedrín.

Los «jueces», porque el Sanedrín se convertía de facto en un tribunal, se repartían ambas funciones siguiendo reglas muy estrictas.

Por ejemplo: los que ejercían de defensores del acusado no podían pasarse al bando de los acusadores durante el juicio, mientras que los acusadores sí se podían convertir en defensores si cambiaban de opinión.

Para absolver al acusado se requería mayoría simple, es decir, 36 jueces, y la sentencia se pronunciaba al final del juicio.

Para condenar eran precisos 37 votos, uno más que en la absolución, y se pronunciaba in voce, en público, al día siguiente.

¿Por qué se esperaba 24 horas para pronunciar sentencia condenatoria pudiéndolo hacer en el momento?

Para que los defensores pudieran convencer a los acusadores de la inocencia del inculpado. Para dar una última oportunidad al acusado.

El Talmud, el libro sagrado de los judíos, disponía asimismo que en el caso de que el Sanedrín condenara al inculpado por unanimidad este debería ser puesto en libertad.

Esto, que parece una contradicción, tiene su lógica.

Porque la unanimidad implicaba que durante la noche de reflexión no se había producido discusión alguna entre los jueces, con lo cual no se habían respetado las garantías que debían rodear el enjuiciamiento y, por consiguiente, el juicio era nulo.

En tiempos tan remotos como aquellos, se había comprendido la exigencia del debate contradictorio para alcanzar una decisión justa.

Por esta razón, las funciones de la defensa y de la acusación se integraban de forma tan precisa en el seno del Sanedrín.

De ahí que algunos juristas y estudiosos hayan puesto en tela de juicio las versiones de San Lucas, San Marcos y San Mateo, de que Jesucristo había sido condenado a muerte por unanimidad por el Sanedrín.

Si hubiera existido dicha unanimidad, Jesús hubiera tenido que haber sido puesto en libertad obligatoriamente.

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