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Luis Navajas: Un mal final para una larga carrera profesional

Luis Navajas: Un mal final para una larga carrera profesional
El mandato de Navajas como teniente fiscal acabó el 14 de octubre del año pasado; la fiscal general del Estado renunció a sustituirlo y prolongar su responsabilidad hasta el 17 de diciembre próximo, cuando se jubila. ¿Fue un error? Sus declaraciones han provocado la peor crisis reputacional para la Fiscalía de los últimos 20 años. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
18/10/2020 06:50
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Actualizado: 18/10/2020 12:49
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El próximo 17 de diciembre Luis Manuel Navajas Ramos cumplirá 72 años y pasará a la jubilación como fiscal. Han sido 44 años y 7 meses de carrera profesional.

16.270 días que van a terminar con un mal final. Un colofón negro para una longeva carrera profesional que le perseguirá hasta el resto de sus días. Por actuar en caliente. Por dejarse llevar por una mezcla de ingenuidad y soberbia. O más bien de soberbia ingenuidad, que para el caso es lo mismo.

Todo comenzó con las críticas públicas, y también internas, que recibió su informe ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo solicitando la inadmisión de las 15 querellas contra el Gobierno por la gestión de la pandemia.

El número 1 de la carrera fiscal y teniente fiscal del Tribunal Supremo –número 2 de la Fiscalía General del Estado– quiso contestar públicamente, y con rotundidad, de una forma que nunca antes había hecho.

Fue la peor de las ideas que ha tenido en 44 años y 7 meses de carrera profesional. La más devastadora para la carrera y para sí mismo.

Al parecer, pidió permiso a la fiscal general del Estado, Dolores Delgado. No podía suceder de otra forma.

Navajas se comportó como un elefante en una cacharrería.

En OkDiario y en Onda Cero arremetió contra dos fiscales de la Sala de lo Penal del Supremo –dos de los cuatro fiscales del juicio del proceso catalán–, a lo que acusó de tratar de «influenciarle» sobre el sentido que debía tener el informe del Ministerio Público sobre las querellas contra el Gobierno.

Identificó a uno de esos fiscales como la exfiscal general del Estado, Consuelo Madrigal. Al otro no lo nombró.

La verdad es que los fiscales de la Sala de lo Penal del Supremo llevaron mal que Navajas se negara a convocar una Junta de Fiscales de Sala para abordar el informe de la querella.

Y que optara, por el contrario, por hacerla con el apoyo de la Secretaría Técnica de la Fiscalía General del Estado, a cuyo frente está Álvaro García Ortiz, mano derecha de la fiscal general del Estado, y exportavoz de la Unión Progresista de Fiscales.

Navajas se despachó en ambos medios como nunca lo había hecho.

Acusó públicamente a los dos fiscales, que trataron de presionarle, de estar «contaminados ideológicamente».

No hubo que tirarle de la lengua. Navajas se tiró el solo. 

“Hay un refrán que dice que a veces es mejor estar solo que mal acompañado. Yo con esa tropa no podía entrar a debatir”, afirmó en Onda Cero, desconociendo –o despreciando– el poder mediático.

Hubo dolo evidente en sus palabras.

Intencionalidad.

Lo que no especificó Navajas fue la naturaleza de subalternos de ambos fiscales. Porque él, como teniente fiscal y número dos de la FGE, era el que estaba en la posición jerárquica superior.

Tampoco explicó por qué, si eso había ocurrido en mayo, no lo había denunciado entonces, en mayo.

Y por qué lo estaba haciendo en septiembre ante dos medios de comunicación y no ante el fiscal jefe inspector de la FGE, Fausto Cartagena, como hubiera sido lo debido. 

Después de aquello, la FGE abrió unas diligencias informativas a Consuelo Madrigal por las declaraciones de Navajas. Pero a Navajas no le abrieron nada. Lo lógico habría sido cesarlo en su puesto.

Entiendo que, para lo que le queda en el convento… No puede haber otra explicación.

PLEGA VELAS CON STAMPA

Navajas no se paró ahí. También declaró que él habría apartado de su destino al fiscal anticorrupción, Ignacio Stampa, uno de los dos asignados en la causa Tándem, en la que se investiga al comisario pluriempleado José Manuel Villarejo Pérez, por su supuesta relación íntima con la abogada de Podemos, Marta Flor.

“Vomité, vomitamos cuando nos enteramos por los periódicos de lo de la abogada (Marta Flor) y sobre si tenía relación. Eso nos dio un asco tremendo y yo me pronuncié y se lo dije a la fiscal general del Estado: ‘Este tío hay que…, vamos a ver’. Pero yo respondo de mi parcela y yo sé lo que yo hubiese hecho, y también sé lo que haría para evitar el problema: cada cinco años estos fiscales deberían pasar un examen y entonces ‘los Stampas’ serían un problema que durarían cinco años”, declaró a Ok Diario.

Además, lo acusó de filtrador.

Si hay fiscales que no me gusta como orientan, que son filtradores, que tienen amistades peligrosas tengo que tener la posibilidad de quitármelos de encima. No me lo tengo que comer con patatas hasta que decida marcharse”, explicó a Carlos Alsina, en su programa «Más de uno», en Onda Cero. “Mi idea es que si tenemos un problema que no nos dure toda la vida solo 5 años”.

El viernes publicamos en Confilegal que Navajas se había retractado y que le había pedido disculpas al fiscal Anticorrupción Stampa. Por escrito.

Disculpas que habían sido «plenamente aceptadas».

“Los días 19 y 21 de septiembre me realizaron sendas entrevistas en Ok Diario y Onda Cero en las que vertí algunas manifestaciones extremadamente desafortunadas, vinculadas a la trayectoria profesional de D. Ignacio Stampa Fuente, fiscal en situación de comisión de Servicios en la Fiscalía Anticorrupción, manifestaciones relacionadas con el denominado caso Tándem, desafortunadas por imprudentes por cuanto que en ese momento me limité a hacerme eco de anteriores publicaciones periodísticas que ahora sé que eran rotundamente falsas en lo que al señor Stampa Fuente se referían, sin hacer las comprobaciones a que por mi cargo estaba obligado”, escribe textualmente.

¿Cómo sabe el teniente fiscal que esas informaciones periodísticas son «rotundamente falsas»?, me pregunto. Porque la fuente de esas afirmaciones es nada menos que José Manuel Calvente, excoordinador legal de Unidas Podemos.

¿Es, quizás, porque su colega, Fausto Cartagena, el fiscal jefe inspector, archivo una denuncia contra Stampa pidiendo que se abstuviera de actuar en la pieza del «caso Dina» –una de las 25 piezas en que se divide la causa Tándem– por su «amistad íntima» con la abogada Marta Flor?

Cartagena argumentó para ese archivo–estamos en 2020– que el concepto «amistad íntima» no era asimilable al matrimonio ni a una unión de hecho.

Para que exista una unión de hecho no formalizada, explicó en el decreto de archivo, es preceptivo que exista una convivencia estable y duradera durante un periodo ininterrumpido de 12 meses, existiendo relación de afectividad.

Es decir, dos personas que mantengan relaciones sexuales diarias, semanales o mensuales, que coman o cenen o tomen copas con regularidad, que se llamen cada día, pero que no viven juntos, no tienen, legalmente, una «amistad íntima». 

Y se escudó en el artículo 219.1 y el 2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) que dicen que es causa de abstención la existencia de vínculo matrimonial o situación de hecho asimilable con las partes o el Ministerio Fiscal.

“Ninguna de ambas causas de abstención se ha podido acreditar en el expediente 115/2020”, dice Cartagena en el mencionado Decreto.

Toma del frasco, carrasco. Perdón, por el exabrupto. Llevo tiempo sin poderme contener. Porque es un insulto a la inteligencia tamaño Empire State Building.

Dudo que el señor Cartagena se crea una palabra de lo que ha escrito sobre la «amistad íntima». Y Navajas tampoco. 

CON MADRIGAL NO HA HABIDO DISCULPA ALGUNA

Con Madrigal, sin embargo, el teniente fiscal no se ha disculpado. Silencio sepulcral.

Un silencio que tanto la Asociación de Fiscales como la Asociación Profesional Independiente de Fiscales le han reprochado públicamente.

Ambas asociaciones opinan que el teniente fiscal dañó, con sus declaraciones, la imagen pública del Ministerio Fiscal de forma muy grave. 

Yo, también.

Navajas tenía que haber haber cesado en su puesto de teniente fiscal del Supremo el 31 de octubre de 2019, tras cumplirse su mandato de 5 años. La inminencia de las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019 aconsejaron aplazar su relevo.

Visto lo visto, lo más lógico habría sido nombrar a su sustituto a principios de este año. Se hubiera evitado este estropicio mayúsculo.

La nueva fiscal general del Estado lo dejó permanecer en su puesto hasta la jubilación y renunció a buscarle un relevo. El hombre tenía razones para estar agradecido.

Navajas fue el fiscal que actuó en el juicio, en el Supremo, contra Baltasar Garzón, sobre la Memoria Histórica, en la que hizo una vigorosa defensa de la inocencia del exmagistrado y pidió su absolución porque, dijo, no cometió ningún delito habiendo querido enjuiciar los crímenes del franquismo. Garzón, como sabemos todos, fue absuelto.

Lo curioso de Navajas es que, a lo largo de su carrera, siempre ha mantenido, lo que se define comunicativamente, como un perfil bajo. Tirando a muy bajo. Evitando, en la mayoría de lo posible, la relación con los medios de comunicación.

Es de suponer que la fiscal general del Estado confiara que Navajas, en su ejercicio del derecho a la libertad de expresión, se pronunciara con la debida prudencia.

Pero no lo hizo.

El siempre temeroso y prudente Navajas montó, con sus declaraciones, una de las peores crisis reputacionales de la historia de la FGE de los últimos 40 años.

Y con ello puso fin a una carrera que podría haber pasado por brillante.

Fue un suicidio profesional y público en toda regla, por mucho que todavía siga en su cargo.

¿De verdad que nadie de su entorno le dijo que uno es esclavo de sus palabras y señor de sus silencios?

Entiendo que ahora lo habrá aprendido. Pero ya es muy tarde. Demasiado tarde.

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