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Bárcenas: ¿No vulnera el principio de legalidad el intercambio de información por beneficios penitenciarios?

Bárcenas: ¿No vulnera el principio de legalidad el intercambio de información por beneficios penitenciarios?
El cambio de abogado y la nueva declaración escrita del exgerente del PP, Luis Bárcenas, días antes de que comience su juicio en la Audiencia Nacional, pone en tela de juicio su veracidad, según el autor de la columna, Carlos Berbell.
08/2/2021 06:48
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Actualizado: 08/2/2021 10:35
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Hace varios días que me vengo preguntando esto. Tengo muy claro que nuestra especie ha construido una civilización sobre un principio que los romanos denominaron «Do ut des» o «Quid pro quo». Traducido: Doy para que me des.

Es el mismo principio que la Fiscalía Anticorrupción está aplicando con Luis Bárcenas, el exgerente del PP, quien tiene un interés muy evidente: sacar a su mujer cuanto antes de prisión, donde ingresó el pasado 8 de noviembre para cumplir los 13 años que le impuso finalmente el Tribunal Supremo.

A cambio de que Bárcenas le de información para empapelar a aquellos que está investigando, la Fiscalía Anticorrupción no se opondría a la aplicación del artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario a su esposa, Rosalía Iglesias, o incluso el tercer grado, lo que le permitiría salir todos los días de prisión y tener un régimen de semilibertad.

¿Y quién me dice a mí que la información que proporcione Bárcenas es genuina?, ¿que no es una invención, o una mezcla medida de verdades y mentiras, con apariencia de verdad?

Porque es evidente que de lo que estamos hablando es de un proceso de promesa-recompensa.

Si me dices lo que quiero saber, o lo que quiero escuchar, y me facilitas pruebas que, en apariencia, son veraces, a cambio facilitamos la vida para que tu esposa, a la que quieres mucho, esté el menor tiempo tras las rejas.

Eso es lo que ha conseguido hacer su nuevo abogado, Gustavo Galán, con su esposa, Isabel Jordán, la exadministradora de empresas de la trama Gürtel, quien, con una condena a sus espaldas de 20 años y once meses de cárcel, solo ha pasado 15 meses en prisión.

Su «colaboración» con la Fiscalía Anticorrupción se vio compensada con el tercer grado, en el que colaboró, de forma evidente, la Administración penitenciaria.

Esto no está contemplado en la ley, el intercambio de información y colaboración por beneficios penitenciarios.

¿No se está vulnerando, con ello, el principio de legalidad, que establece que todo ejercicio de un poder público debe realizarse acorde a la ley vigente y su jurisdicción, no a la voluntad de las personas?, me pregunto.

Porque este mercadeo no está contemplado en la ley. En nuestra ley. Beneficios penitenciarios, además, a favor de una tercera persona. Eso sí que es rizar el rizo.

Hay quien dice que esto lo hacen mucho las fiscalías estadounidenses. Pero es que ellos sí lo tienen contemplado en la ley. Lo vemos en sus películas. Porque es su sistema. Pero no el nuestro.

Además, cosa muy importante: allí los acusados tienen obligación de decir la la verdad.

O-bli-ga-ción. Esto es fundamental.

En España, por el contrario, los acusados pueden mentir.

O dicho de otra forma, pueden hacer un relato de los hechos –de forma voluntaria– más acorde con lo que la otra parte precisa, necesita o quiere y a ellos les venga bien.

Siempre en beneficio propio. Sin tirarse piedras a sus respectivos tejados.

En perjuicio de otros. Evidente.

¿Y la búsqueda de la verdad? ¿Dónde queda?

¿Eso es hacer justicia?

LAS «BATALLITAS» DE BÁRCENAS

Esto de Bárcenas me recuerda mucho el caso de Ángel Alcazar de Velasco, un anciano periodista, falangista y espía del régimen de Franco durante la Segunda Guerra Mundial, colaborador de José Antonio Primo de Rivera y amigo personal de su hermano, Miguel Primo de Rivera, a quien conocí en 1988 cuando yo era un joven reportero en la revista Panorama, del Grupo Zeta.

Alcázar de Velasco, que tenía 79 años, había participado en muchas operaciones de espionaje del lado de los nazis, incluyendo la Operación Willi, por la que éstos intentaron secuestrar al duque de Windsor cuando se hallaba en Portugal. También creó la red To para los japoneses, espiando a los estadounidenses.

Tenía historias para dar y tomar. Nosotros le compramos algunas. Inéditas.

Supongo que nuestro dinero le vino muy bien para complementar su escuálida pensión. Por lo que pronto, empezó a inventarse otras más sorprendentes.

A su favor tenía que él era el último que quedaba. Nadie podía contradecirle. Y las fuentes escritas para consultar sobre lo que afirmaba, eran escasas.

Para convencernos, nos traía documentos escritos en máquinas de escribir antiguas, en papel amarillo y sellos curiosos. Alguna cosa más publicamos, pocas.

Porque pronto descubrí –yo era el reportero asignado a tratar con él– que su claro interés era crematístico y que la posibilidad de que sus informaciones fueran bolas eran altas. Muy altas.

Así que cortamos la colaboración. Y mira que me gustaba lo que nos traía. Porque Alcázar de Velasco era un gran contador de historias. Había vivido una vida plena en la que se había jugado varias veces la vida y la había salvado.

Sus «batallitas» eran de primera clase.

El caso de Bárcenas puede ser el de un segundo Alcázar de Velasco. Sus «batallitas» tienen que ser como las del anciano espía, que murió en 2001.

Memorables.

¿Facilitará a la Fiscalía Anticorrupción documentos genuinos, nunca vistos, o falsificaciones? ¿Adaptará sus declaraciones a lo que se espera de él? No tiene obligación de decir la verdad, vuelvo a recordar. 

Si Alcázar de Velasco hubiera nacido en nuestro tiempo, con los programas de ordenador y las impresoras de que disponemos hoy, sus falsificaciones habrían sido de primera clase. Y mira que las que nos entregó eran buenas.

El problema es que a mí me apasionaba la historia y tenía por norma leerme todo aquello de lo que me hablaba, contrastando su veracidad. Se sobreconfió y pensó que, como jovenzuelo ignorante, no lo haría.

Me pregunto si la Fiscalía Anticorrupción va a hacer lo mismo que yo hice con Alcázar de Velasco. Yo me jugaba la credibilidad de mi medio de comunicación.

Anticorrupción se juega el éxito de muchas de sus acusaciones. Una carta poderosa que comprende documentos y declaraciones acusatorias.

El «pack» completo.

Las razones de Bárcenas, de decir lo que la otra parte quiere oír para librar a su esposa de prisión, son tan fuertes y poderosas como las que tenía  Alcázar de Velasco cuando trataba de vendernos la «exclusiva» de los planes de los nazis para invadir España.

Solo por eso pongo, debo poner en tela de juicio sus testimonios.

Por no mencionar que, desde mi punto de vista –vuelvo a mencionarlo–, se está contribuyendo a dinamitar el principio de legalidad.

La justicia jamás ha sido un bazar y este tipo de transacción comercial tiene toda la pinta de ser uno de los que se hacen en esos sitios.

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