Consuelo Ordóñez: ‘El fanatismo y el odio que alimentaron a ETA durante 50 años no han desaparecido’
La presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, denunció en el acto una agresión verbal que había sufrido el día anterior en un bar del centro de Pamplona.

Consuelo Ordóñez: ‘El fanatismo y el odio que alimentaron a ETA durante 50 años no han desaparecido’

El Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite) ha abordado en su jornada anual los principales retos del posterrorismo de ETA
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15/11/2021 16:14
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Actualizado: 15/11/2021 16:27
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La presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), Consuelo Ordóñez, advierte que «el fanatismo y el odio que alimentaron a ETA durante 50 años no han desaparecido».

Así lo ha manifestado durante la jornada anual del colectivo, celebrada la semana pasada en Pamplona, en el Palacio del Condestable, bajo el título ‘Diez años sin violencia terrorista de ETA: retos y prioridades en el posterrorismo’.

En el discurso de inauguración, Consuelo Ordóñez, hermana del concejal del PP vasco Gregorio Ordóñez asesinado por ETA el 23 de enero de 1995 en San Sebastián, denunció una agresión verbal que había sufrido el día anterior, el pasado miércoles, en un bar de Pamplona. “Un abertzale empezó a gritarme con un odio que parecía que me iba a pegar, sin parar de repetir ‘me voy de aquí porque me das un asco, tía'», explicó.

Consuelo Ordóñez, que es abogada y ha dedicado gran parte de su vida en la lucha contra ETA y su entorno, y la defensa de los derechos de las víctimas del terrorismo (memoria, verdad, dignidad y justicia), lleva tiempo advirtiendo que mientras se sigan defendiendo valores antidemocráticos en las instituciones y en las calles, «nuestra libertad seguirá secuestrada».

“Mientras no hayamos ganado la batalla de la libertad, de la educación en valores y enseñemos la historia reciente que ha vivido este país, ¿quién nos garantiza que ésta no vuelva a repetirse?”, señala.

Durante su jornada anual, Covite celebró tres mesas redondas.

La primera de ellas trató sobre justicia restaurativa y cómo debe aplicarse esta «de forma efectiva» con los presos de ETA. En ella participaron Elena Maculán, investigadora posdoctoral con contrato Ramón y Cajal en el Departamento de Derecho Penal y Criminología de la UNED; Martín Alonso, profesor de Filosofía y doctor en Ciencias Políticas, quien el pasado mes de octubre recibió el XX Premio Internacional Covite, y Miren Ortubay, profesora de Derecho Penal y miembro del patronato de la Fundación Fernando Buesa.

De izquieda a derecha: Martín Alonso, Elena Maculán, Miren Ortubay y Eduardo Mateo, el moderador.

Todos ellos coincidieron en destacar que la justicia restaurativa no es una justicia alternativa ni sustitutiva de la justicia penal, y que en ningún caso en delitos tan graves como los de terrorismo se puede prescindir de la justicia penal. «La justicia restaurativa involucra tanto a los victimarios como a las víctimas y a la comunidad afectada por el delito cometido por el perpetrador para tratar de reparar el daño causado por éste, allá donde no llega el derecho penal”, señaló Miren Ortubay.

La presidenta de Covite defendió que «este tipo de justicia, aplicada a los presos de ETA, debe abordar las tres dimensiones del daño que ha generado el terrorismo de ETA: el daño personal a sus víctimas, el daño social a toda la sociedad y el daño político a nuestro Estado de Derecho”.

Ordóñez reclama que desde las instituciones se prepare un programa de justicia restaurativa que sea específico para los presos de ETA, «puesto que los delitos que han cometido no son delitos privados», y destaca que dicho programa «debe abordar la reparación de esas tres dimensiones, todas ellas interrelacionadas».

La presidenta de Covite sostiene que «es fundamental que quienes formaron parte de ETA contribuyan, con sus discursos y sus actos, al descrédito político y social de la banda terrorista».

«Los terroristas usaron y legitimaron la violencia para hacer política, deshumanizaron a las víctimas y amedrentaron a gran parte de la sociedad, legitimando así un proyecto político totalitario y unos medios violentos para imponerlo. Ahora es el momento de que reviertan su trayectoria criminal y se desmarquen de ella”, manifiesta Ordóñez.

En otra mesa redonda, integrada por tres víctimas del terrorismo, se puso en valor el referente moral y de convivencia pacífica y democrática que han supuesto las víctimas de ETA.

La presidenta de Covite; Íñigo Pascual, en representación de la Asociación Navarra de Victimas del Terrorismo de ETA (Anvite), y Marta Buesa, en representación de la Fundación Fernando Buesa denunciaron en esta mesa redonda que para el mundo de la izquierda abertzale, las víctimas de ETA «siguen siendo invisibles».

De izquierda a derecha: Consuelo Ordóñez, Inés Gaviria (moderadora), Íñigo Pascual y Marta Buesa.

Los ponentes manifestaron su malestar por el «cinismo» de las declaraciones de Otegi del pasado 18 de octubre y porque todo lo que diga el entorno político de ETA «acapare constantemente el foco cuando no dicen nada significativo».

Durante esta mesa redonda también se puso de manifiesto que «las víctimas nunca han respondido a la violencia con violencia y nunca se han tomado la justicia por su mano, rompiendo así la espiral de la violencia a la que los terroristas de ETA y sus cómplices querían arrastrarnos a todos»; que «la paz y la libertad de la que hoy disfrutamos en Navarra, en Euskadi y en toda España es gracias a las víctimas y a la actitud pacífica y democrática que han demostrado en todo momento, además de, por supuesto, gracias a la labor desempeñada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado».

En otra mesa redonda se abordaron las razones y las consecuencias de la presencia «asfixiante» de los miembros de ETA y de sus reivindicaciones en el espacio público, bien en forma de homenajes explícitos a su salida de prisión o bien en forma de pintadas y pancartas con proclamas a favor de la puesta en libertad o de la impunidad de los etarras presos.

Eduardo Mateo, responsable de comunicación y proyectos de la Fundación Fernando Buesa; Joseba Eceolaza, miembro de la asociación Gogoan–Por una memoria digna; y María Jiménez, profesora de la Universidad de Navarra analizaron en ella el significado de los ‘ongi etorris’.

De izquierda a derecha: Joseba Eceolaza, María Jiménez, Eduardo Mateo, y Javier Larequi, moderador.

«Homenajear al terrorista es un mecanismo para integrarlo en la comunidad nacionalista radical, y se hace mediante un discurso de odio hacia quienes no forman parte de esa comunidad», manifestó María Jiménez.

Por su parte, Eceolaza subrayó que «no solo la verdad de lo sucedido podrá asegurar una buena y justa convivencia”.

Hizo hincapié en que también hace falta una transmisión de valores democráticos. «Los ‘ongi etorris’ no son reinserción, son todo lo contrario. Para la paz hacen falta mentalidades de paz”, añadió.

Eduardo Mateo, por su parte, insistió en que “no es posible reforzar la convivencia mientras se lanzan mensajes de impunidad hacia los terroristas». «Pasar por alto este tipo de cuestiones siempre es la antesala al olvido”, sentenció.

El pasado 23 de enero hizo 26 años del asesinato de Gregorio Ordóñez. Uno de los tres etarras condenados como cooperadores necesarios se acercó por detrás mientras almorzaba en un bar de la capital donostiarra (La Cepa) con varios compañeros del partido, María San Gil, Enrique Villar e Iciar Urtasun. El asesino le atravesó la cabeza de un disparo.

Los etarras Francisco Javier García Gaztelu, Juan Ramón Carasatorre Aldaz y Valentín Lasarte Oliden, del llamado comando Donosti, fueron condenados por su asesinato. En marzo de 2015 quedó libre Lasarte, tras cumplir 18 años.

Gregorio Ordóñez estaba casado con Ana Iríbar y tenía un hijo de 14 meses, Javier.

Unos meses después del asesinato de su hermano, Consuelo Ordóñez comenzó a ir a las concentraciones que pedían la liberación del secuestrado de turno. Iba sola. “Desde entonces, salir a la calle, codearme con la primera línea del activismo, se convirtió en mi vía de escape, en mi mejor estrategia para sobrellevar el duelo. Tenía que recoger el testigo de mi hermano en su lucha por los derechos más básicos. Se lo debía”, explica la presidenta de Covite.

Teresa Díaz Bada, Cristina Cuesta y Consuelo Ordóñez unieron sus fuerzas en 1998 para poner voz a las víctimas del terrorismo en Euskadi por primera vez como colectivo, a través de Covite.

«Decidimos hablar por nosotras mismas y reivindicar que no queríamos ser también víctimas de la paz», manifiesta Ordóñez, quien sucedió en el cargo a Díaz Bada y a Cuesta.

Las tres son víctimas del terrorismo y fundaron Covite durante la tregua de 1998 de ETA, «en un momento en el que muchos sectores sociales y políticos hablaban en nombre de las víctimas para negociar las condiciones para la paz», recuerda Ordóñez.

Ordóñez destaca que se opusieron a «una falsa paz basada en el olvido y en la impunidad para los terroristas, y a costa de sacrificar los derechos de las víctimas a la legítima Justicia, a la Verdad y a la Memoria».

Covite también ha informado durante su jornada anual, en su XIX edición, que desde septiembre de 2016 hasta la fecha ha documentado en su Observatorio de la Radicalización un total de 751 actos de apoyo al terrorismo de ETA, siendo 180 de ellos homenajes explícitos a miembros de ETA.

En septiembre de 2016, Covite puso en marcha un espacio en su web en el que desde entonces se registran todos los actos relacionados con la radicalización violenta en el ámbito del terrorismo de ETA. En lo que va de 2021, Covite ha registrado 171 actos de apoyo a ETA, 29 de ellos fueron homenajes públicos a etarras.

Covite denuncia que España es «el único país de la UE en el que se homenajea a terroristas sanguinarios orgullosos de su pasado criminal con total impunidad”, y llama a aplicar “con urgencia” políticas de prevención de la radicalización violenta abertzale.

La próxima semana, el 28 de noviembre, se cumplirán 23 años del activismo de Covite combatiendo el terrorismo con la palabra.

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