Despellejamiento de un juez corrupto
La piel de juez corrupto fue empleada para tapizar el sillón desde el que había administrado justicia. Un asiento sobre el que su hijo, Ótanes, siguió administrando justicia después.

Despellejamiento de un juez corrupto

Gerard David (1460–1523) fue un pintor que perteneció a la escuela flamenca primitiva, conocido por su brillante uso del color. Durante su existencia se especializó en grandes retablos, como «Los desposorios místicos de Santa Catalina», en la National Gallery; el tríptico de la «Virgen entronizada con santos» de la colección Brignole-Sale en Génova; la «Anunciación» de la colección Sigmaringen; y la «Virgen con Ángeles y Santos», que pintó sin pedir retribución para las monjas carmelitas de Sion en Brujas, y que hoy en día se encuentra en el museo de Ruan.

Sin embargo, de todos ellos, uno de esos retablos, el «Juicio de Cambises» y «El despellejamiento de Sisamnes», cobra en nuestros días una actualidad inusitada. Pintado en 1498, David relata la historia de Sisamnes, un juez que existió durante el reinado del persa Cambises II, entre el 530 y el 523 antes de nuestra era, perteneciente a la dinastía aqueménida, y que fue hijo y heredero del fundador del imperio persam Ciro II el Grande.

Según relata Heródoto, historiador y geógrafo griego, tradicionalmente considerado como el padre de la historia en el mundo occidental, el juez Sisamnes aceptó un soborno en un juicio y dictó una sentencia injusta.

El rey Cambises II ordenó que lo detuvieran y que, como castigo, se le despellejara vivo, momento que recoge la segunda pieza del retablo. Huelga decir que en ese proceso, Sisamnes murió.

Fue una muerte con un ensañamiento evidente.

La escena de la detención del juez Sisamnes. El rey Cambises II, en el centro dirige el arresto. A la derecha, el juez Sisamnes siendo despellejado conforme a lo ordenado por el rey, que observa con atención.

Cambises II, a continuación, ordenó que su piel fuera utilizada para tapizar el asiento en el que había presidido sus juicios.

Pero ahí no acabó la cosa.

El rey nombró al hijo del juez, Ótanes, para sustituir a su padre administrando justicia.

Y debía de hacerlo sentado sobre el sillón tapizado con la piel de su padre. Para que recordara en cada una de las audiencias y sentencias lo que podía ocurrirle si seguía el mismo camino.

Como aviso para navegantes. Que se sepa, fue un juez recto y justo.

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