Firmas
Gustavo Bueno y Fernando Sánchez Dragó, dos hombres que veían la realidad más allá de las palabras
26/4/2023 06:49
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Actualizado: 26/4/2023 23:35
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Lo que Bueno pensaba sobre los medios de comunicación y la Filosofía: «… precisamente donde están las respuestas filosóficas es en televisión y en los periódicos, porque en la Universidad no se habla de filosofía ni se puede hablar. ¿Por qué? Porque, si eres profesor de una cosa, tienes que hablar de aquello y no de otras cosas, porque si no, eres un intruso…
Lo que se enseña en la Universidad es lo que llamamos doxografía, o sea, exposición de lo que dicen otros -generalmente, extranjeros, porque si no, tampoco tiene mérito-, pero los asuntos mismos donde se plantean es en las tertulias de la radio, de los periódicos y de la televisión, allí es donde se pregunta en serio.
Por ejemplo, el sentido de la vida. Si esto se explica en la Universidad, te dicen: «Pues según Epicuro tal, pues según fulano cual» y entonces te sacan una lista de opiniones más o menos eruditas, pero no se discute la cuestión». (La Provincia (Las Palmas), 5 de Mayo de 1996, P. 16).
¿Qué es lo que estaba diciendo Bueno en la entrevista que le hicieron?
Pues que, para él, la Universidad era una máquina movida por el combustible de la doxografía o repetición de opiniones años y años. ¿Y qué es lo que ocurre con una máquina que está funcionando? Que no manifiesta los cambios que se producen en su interior.
Cuando nos damos cuenta de cómo funciona una máquina es cuando surge una avería. Y en las averías es esencial el ruido.
¿Y qué es el ruido? Podemos enterarnos de cómo funciona una televisión o un coche cuando viene el que entiende de televisiones o de coches y nos señala en qué consiste la avería y cómo hay que arregrarla.
Él cobra por su trabajo y nosotros quedamos contentos porque, al fin, sabemos cómo funcionan uno de nuestros electrodomésticos o nuestro vehículo. Incluso, cuando hemos comprendido en qué consiste el ruido, podemos atrevernos a abrir las máquinas y atrevernos a arreglarlas.
La única observación que hago a las palabras de Bueno sobre las tertulias es la siguiente: Hay quienes participan en las tertulias y hacen mucho ruido en forma de interrupciones, voces e intervenciones pesadas.
Como siempre hacen lo mismo, terminan por no hacer ruido interesante sino información aburrida, pues siempre repiten los mismos tópicos.
Fernando Sánchez Dragó captaba muy bien los ruidos
Lo que Dragó hizo muy bien durante años y años fue prepararse muy bien los libros que él llevaba a sus programas de televisión, Quiero decir que sabía identificar los ruidos y las inconsistencias y las llevaba a una mesa de discusión.
Y ahí es donde se daba cuenta de muchas más cosas.
Observaba que, cuando alguien quiere conscientemente transmitirnos algo, nos está informando. A la vez, y sin darse cuenta, emite más cosas. Ese alguien está mostrando en su cara, en su voz y en sus movimientos, unos ruidos que, muchas veces, son más interesantes que la información que quiere transmitir.
En lugar de información y ruido, podemos hablar de comunicaciones manifiestas y comunicaciones latentes.
Un periodista puede grabar una rueda de prensa, no hacer preguntas, llegar a la redacción y escribir una noticia. Suele ser lo que hacen los periodistas de agencia, que pasar por ser los más objetivos.
Ahora bien, es mejor periodista el que asiste a cualquier acto y hace preguntas sin amañar. ¿Por qué las hace? Porque ha captado el ruido del hablante, aquello que quería ocultar.
Y después, transforma ese ruido en información para su audiencia.
¿Por qué Dragó siguió durante años a Gustavo Bueno? ¿Sólo por sus libros?
Responder con un sí es una respuesta muy simple; o como diría Bueno, ramplona.
Dragó captó que Bueno sabía, como nadie, detectar el ruido o las comunicaciones latentes primero en la Universidad y después, en los campos más diversos. A la vez, observó que al público le gustaba lo que hacía Bueno, aunque éste a veces se indignaba y lo mostraba sin preocuparse por la imagen que estaba dando.
A muchos televidentes les gustaría tener el saber y el valor que mostraba el filósofo, sin temor al ridículo.
Los dos coincidían en esa forma de ver la realidad más allá de las palabras.
Los dos eran intuitivos. Para Bueno, la intuición es un razonamiento sin término medio. También podemos definirla como una respuesta latente a una comunicación manifiesta.
Por eso, Bueno tenía muchos golpes de humor en momentos decisivos.
Dragó comprobó que sus programas ganaban mucha audiencia con personajes como Bueno. Y así se fue formando un clima de opinión. Bueno también se dio cuenta de la importancia de los medios de comunicación para difundir su sistema filosófico.
Un compañero mío durante años, el historiador Ángel Bahamonde, era muy, muy estudioso y, a la vez, uno de los cinco profesores más graciosos que he encontrado en mi vida. Recuerdo que organizó un Congreso y me dijo: “Voy a pedir a Bueno la conferencia inaugural, porque Bueno llena los salones”.
Después, cayó enferma Carmen, la mujer de Bueno, y éste renunció a atender a invitaciones académicas. No pudo inaugurar aquel Congreso.
Algunos debates que moderó Dragó y en los que participó Bueno
Traté a Bueno durante años y nunca le vi reírse de una persona sencilla, fuese una eminencia o un hombre de pueblo al que le gustaba la caza de la perdiz con reclamo. A la vez, no soportaba a los pedantes y a los que van de sobrados por la vida.
Entonces, sí que era implacable. En esto coincidía también con Dragó.
Ha habido varios casos que han pasado a la pequeña historia. Dragó eligió el libro «El mito de la izquierda», de Gustavo Bueno y, a la vez, «¿Sin Dios o con Dios? Razones del agnóstico y del creyente», de Ignacio Sotelo y del jesuita José Ignacio González Faus para que debatiesen los dos en el programa «Negro sobre Blanco».
Fue captar Bueno la pose condescendiente o, como ahora se dice, sobrada, de Sotelo y le hizo ver que no había entendido su libro porque no se lo había leído; que sus juicios sobre asuntos y pensadores o filósofos eran equivocados y, que con el dominio de autores y épocas que mostraba Bueno, sabía más o mucho más que él.
Y sobre todo, que él tenía una gnoseología o teoría de la ciencia original mientras que Sotelo, no.
Sotelo dijo que Bueno se estaba poniendo nervioso. Como si alguien califica de “nervioso” a un púgil que está administrando una lluvia de pequeños y grandes golpes en un combate.
Y Bueno le desconcertó aún más diciendo que él no creía en el diálogo. Traducido: “Si ser hombre de diálogo es escuchar las necedades que estás diciendo y hacer como que no pasa nada, entonces no creo en el diálogo”.
Programa «Negro sobre blanco», que presentaba Fernando Sánchez Dragó en la 2, de TVE. El fotograma corresponde al que compartieron Gustavo Bueno e Ignacio Sotelo, al que se refiere Felicísimo Valbuena en esta columna.
Mientras tanto, Dragó se lo estaba pasando muy bien, porque ese tipo de disputa hace subir la audiencia y más y más gente iba a pedir aparecer en su programa.
Anunció el tiempo que quedaba y el resultado fue que Sotelo, con su actitud altiva, logró que no se hablase de su obra.
Francisco Umbral se hizo más célebre de lo que era porque fue a televisión y luchó por su tiempo con su tan recordada frase “Yo he venido a hablar de mi libro”. Y al final, claro que hablaron de su libro.
Bueno se rió también de José Antonio Marina, pero en diferido. Marina se marchó de un programa de Dragó en que también estaba Bueno, al parecer porque perdía el tren.
En su libro «La fe del ateo», Bueno examina varios libros de Educación para la Ciudadanía; entre ellos, el de Marina, editado por la Sociedad de los Marianistas. Ridiculiza algunas expresiones del libro, que llega a calificar de majaderías, pero cuando revela Bueno cómo se las gasta con los vanidosos sin orillas es en este párrafo:
«Este subjetivismo psicologista queda consciente o inconscientemente simbolizado en los planos de ciudades ideales que figuran en la portada y contraportada y en las guardas del libro…, planos cuyas calles y plazas («Plaza de la Conciencia Cívica », «Plaza de la Ciudadanía», «Avenida de la Responsabilidad», «Calle de la Fidelidad») aparecen integradas en el interior de dos cráneos siameses unidos frente a frente, con posibilidad de diálogo, por la «Calle del Respeto» (P. 180)
De lo que ya no podrán hablar Dragó ni Bueno, pero sí los españoles
Bueno publicó «El animal divino» en 1985; Dragó, «Carta de Jesús al Papa», en 2002.
Dragó descalifica a la Iglesia Católica y, sobre todo, a San Pablo, al que considera el origen de todos los males. Ahora bien, después de haber escrito las 359 páginas, parece que perdió interés por el asunto.
Bueno sí seguía el devenir de la Iglesia Católica, a pesar de su ateísmo. Tengo un archivo con las fotocopias de entrevistas en «La Nueva España», en las que exponía lo que pensaba sobre el Pontificado de Benedicto XVI.
Hace siete años que Bueno falta y se acaban de cumplir diez del Pontificado de Francisco. No conozco declaraciones de Bueno sobre los tres años primeros de Francisco.
¿Qué hubiera ocurrido si, ahora, Dragó y Bueno hubieran intercambiado ideas sobre Francisco?
No es difícil de imaginar.
Dragó hubiera presentado a este Papa como una confirmación más de su pésima visión de la Iglesia Católica.
Bueno hubiera visto a este Papa como inmerso en el mito de la Cultura, con todo lo que de negativo esto tenía para Bueno. Se habría fijado en lo accesible que es el Vaticano actualmente a las presiones de algunos “lobbies”.
«El mito de la Cultura», de Gustavo Bueno, al que se refiere el profesor Valbuena en esta columna.
Y en cómo el Papa jesuita ha nombrado a otro jesuita para centralizar el ataque a la llamada “Doctrina del Descubrimiento”. Y sin consultar a expertos españoles. Es decir, que el jesuita Berboglio no ha querido guardar las mínimas formas.
Los jesuitas son expulsados de España, en 1767, por Carlos III de Borbón (a través de Aranda, Campomanes y Roda), siendo un móvil importante del monarca el resarcirse de los excesos del «motín de Esquilache» porque fundamentalmente pretendiera la rehabilitación de Esquilache con el que no dejó de mantener lazos de afecto y amistad (Es una de las varias hipótesis que se han dado).
¿Es una interpretación conspiranoica? No hace falta conspiración alguna.
Algunos que sabemos lo suficiente del sistema de Bueno, advertimos que este Papa carece de una formación filosófica y teológica seria. Convierte un problema moral y político como el del celibato opcional en un problema ético: “Yo no puedo presentarme ante Dios permitiendo ese matrimonio”.
Y al no enfrentarse con los problemas desde una formación de la que carece, la resultancia pueda ser que un cura, por no permitirle que se case, pueda ser sospechoso de pederastia.
O cree que, por irse a vivir a una casa modesta, aumenta el prestigio del Papado.
En realidad, al vivir a fondo dentro del Mito de la Cultura, el prestigio del Vaticano puede bajar …todavía más.
Tiene la costumbre de soltar lo que Bueno llamaba “majaderías”. La última ha sido su opinión sobre las suegras. Anteriormente, cuando sintetizó los resultados de una Comisión de sobre el puesto de las mujeres en le Iglesia diciendo que eran “sapos de distintos pozos”. Y así, más casos que no viene al caso enumerar.
Sin embargo, en España ha habido una respuesta del nuevo Secretario de la Conferencia Episcopal, César García Magán, que constituye el acto filosófico-teológico-histórico más importante de los cardenales y obispos españoles desde hace muchos años en defensa de la acción de España en Hispanoamérica.
Un obispo español que no sólo es inteligente sino valiente. ¿Cuánto hace que no vemos un hecho así?
Desde luego, no está garantizado que las mujeres españolas traigan al mundo a criaturas que, de mayores, sean los mejores alcaldes para cada pueblo. Mucho más fácil, en un próximo futuro, es que los cardenales, reunidos en cónclave, sean capaces de escoger a un Papa más inteligente, formado y prudente que el actual.
Creo que Dragó y Bueno habían coincidido en los puntos que he abordado en esta última parte.
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