Firmas

Opinión | Así era el pensamiento sobre la Justicia, el derecho y la política del Papa Francisco

Opinión | Así era el pensamiento sobre la Justicia, el derecho y la política del Papa Francisco
Manuel Álvarez de Mon Soto, ha sido magistrado, fiscal y funcionario de prisiones. Actualmente es letrado del Colegio de Abogados de Madrid. [email protected]. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
23/4/2025 05:35
|
Actualizado: 22/4/2025 23:03
|

El sentido de la justicia y el derecho.

Dar a cada uno lo suyo, definición clásica de justicia, dice Francisco en la encíclica «Fratelli Tutti» (F.T. en adelante), significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales.

La distribución fáctica del poder —sea sobre todo político, económico, de defensa, tecnológico— entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones e intereses concreta la limitación del poder.

Sin embargo, el panorama mundial presenta muchos falsos derechos y, a la vez, grandes sectores indefensos, víctimas de un mal ejercicio del poder. Este pensamiento formó parte de su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 25 de septiembre de 2015, con motivo del 70º aniversario de la organización. Fue su primera intervención ante la ONU y tuvo lugar durante su viaje apostólico a Estados Unidos.

Veamos brevemente la visión del Papa Francisco en algunos puntos concretos.

Los derechos humanos

No son suficientemente universales, pues persisten en el mundo numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre.

Las organizaciones criminales utilizan redes sociales para lograr sus objetivos, y la acción para derrotarlas requiere un esfuerzo conjunto y global de los diferentes agentes que conforman la sociedad.

Un mal al que se enfrenta la humanidad es la destrucción del derecho a la intimidad, a través de la comunicación digital, en la que aparecen movimientos de odio, destrucción y manipulación de la información, creando mecanismos de difusión de información y noticias falsas.

Ignorar la existencia y los derechos de los otros, tarde o temprano, provoca alguna forma de violencia, muchas veces inesperada.

El derecho a la inmigración

Es dos veces un derecho, de acuerdo con Francisco I: el derecho a encontrar en el propio país las condiciones para llevar una existencia digna y el derecho a desplazarse cuando esas condiciones mínimas no existen, siendo la integración la clave de ese proceso, escribe el Papa en el libro «Esperanza, la Autobiografía» (E.A. en adelante), añadiendo que muchos buscan escapar de la guerra, persecuciones o catástrofes naturales y, con derecho, buscan «oportunidades para ellos y sus familias, soñando con un futuro mejor.»

Derecho al trabajo

Cabe reflejar el pensamiento de Francisco sobre este tema, destacando por su deseo de solidaridad sus palabras pronunciadas en su visita a la isla italiana de Córcega en 2013 y que recoge el libro «Esta Economía Mata», de A. Tornelli y A. Galeazzi.

Francisco dijo que la falta de trabajo lleva a la persona al sufrimiento de sentirse sin dignidad. Un mundo en el que los jóvenes no tienen trabajo no tiene futuro.

Añadió: «Para defender este sistema económico idólatra se instaura la ‘cultura del descarte’, y se descarta a los abuelos y a los jóvenes. Debemos decir ‘no’ a esta cultura y decir ‘queremos un sistema justo, un sistema que nos haga avanzar a todos’.»

Francisco concluyó su discurso con una oración que le brotó del corazón: «Señor, a Ti, que no te faltó trabajo, fuiste carpintero y eras feliz, no nos dejes solos; los ídolos quieren robarnos la dignidad y los sistemas injustos quieren robarnos la esperanza. Señor, danos trabajo y enséñanos a luchar por el trabajo, bendícenos a todos…».

Y es que, como dice Francisco en la encíclica «Laudato Si», el hombre está llamado al trabajo desde la creación, pues, según relata la Biblia en el Génesis, Dios lo puso allí para trabajar.

Valor del trabajo que, recuerda Francisco, desarrolló sabiamente el Papa San Juan Pablo II en su encíclica «Laborem exercens» y que tanto se había puesto de relieve en el monacato, pues San Benito de Nursia, en el siglo VI, ya propuso en su Regla que los monjes combinaran la oración y la lectura con el trabajo manual (ora et labora).

Derecho a la vivienda.

Francisco recuerda en «Esta Economía Mata» que la Iglesia no olvida y no puede olvidar que el derecho a la propiedad privada está subordinado al destino universal de los bienes; un principio, este, que se refiere también a los bienes propios del sistema financiero, técnico, intelectual, personal.

Los mecanismos del sistema económico deben estar al servicio del hombre, no al servicio del beneficio ilícito ni de la especulación.

La guerra

Es la negación de todos los derechos, dijo Francisco en su discurso antes citado, y una dramática agresión al ambiente. «Hay que asegurar el imperio del derecho y el recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, como propone la Carta de las Naciones Unidas, verdadera norma jurídica fundamental.»

La pena de muerte

Hoy, dice Francisco, es inadmisible, recordando las palabras del Papa San Juan Pablo II de que es inadecuada en el ámbito moral y no necesaria en el penal.

La Iglesia, añade Francisco, se compromete con la determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo.

Además, Francisco señala a las penas como parte de un proceso de sanación y de reinserción social y que no debe abusarse de las prisiones preventivas y reclusiones sin juicio.

Política y bien común

La política siempre interesó a Francisco, como dice en E.A., comentando que si en la antigua Yugoslavia se decía «que con dos eslovenos se forma un coro, con dos croatas un parlamento y con dos serbios un ejército», en Argentina con dos de nosotros se crea un conflicto interno.

Pero, sobre todo, aquella fue una reacción en favor de los pobres.

Y así escribió en F.T. que «la política es una altísima vocación, una de las formas más preciosas de caridad, porque busca el bien común.»

La buena política busca caminos de construcción de comunidades en los distintos niveles de la vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para evitar efectos disgregantes.

El político es un constructor de grandes objetivos, aún más allá de su propio país.

Las mayores angustias de un político no debieran ser las causadas por caídas en las encuestas, sino por resolver los problemas de exclusión social y económica.

Derecho a la vida

Francisco dice, entre otros escritos en «Laudato Si», que no es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para recoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano, aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades.

«Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosa para la vida social.»

Esta ha sido una breve y limitada referencia al rico pensamiento de Francisco sobre la justicia y el derecho, sugiriendo la lectura de sus múltiples y variados escritos.

Es un regalo imborrable que nos ha dejado para siempre, destacando por su carácter casi póstumo sus dos últimos libros, publicados este mismo año de su muerte, 2025: «Esperanza, la Autobiografía», al que nos hemos referido en este artículo, y la maravillosa encíclica «Dilexit nos», ya de carácter teológico, ajeno al objetivo de este artículo.

Otras Columnas por Manuel Álvarez de Mon Soto:
Últimas Firmas