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Ley, orden y justicia en el salvaje oeste americano: una visión cinematográfica
Paul Newman interpretó al juez Roy Bean en la película "El juez de la horca", de John Huston (1972). Bean era un forajido que, sin tener ninguna formación jurídica, se erigió en juez de Vinneganon, Texas. Presumía de que solo necesitaba un revólver y una soga para hacer justicia, según cuenta Javier Nistal Burón en su columna.
06/8/2023 06:30
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Actualizado: 07/8/2023 11:01
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La leyenda del “salvaje Oeste”, que se centra en la época del 1830 a 1900, ha pasado a la historia por ser una época de inusitada violencia, donde primaba el caos más absoluto y el respeto por la vida humana brillaba por su ausencia.
La proliferación de armas, que hasta formaban parte del propio atuendo habitual de los hombres (nadie salía de casa sin llevar una pistola colgada del cinto); el elevado consumo de alcohol y, las frecuentes disputas entre gente desposeída y acostumbrada a la violencia, eran el caldo de cultivo propicio para que, particularmente, las ciudades ganaderas del Oeste americano se convirtieran, cada vez que llegaban los vaqueros con su paga recién cobrada y, que solían gastar en una sola noche, en lugares especialmente peligrosos.
En estas ciudades donde abundaban las salas de diversión, de ocio y de prostitución, como sitios pensados para alegrar la vida, no era infrecuente perderla con bastante facilidad. Los tiroteos, las peleas y, hasta los asesinatos, estaban al orden del día.
Son ciudades célebres de este salvaje “Oeste” las ciudades de Dodge City (en el Estado de Kansas); la de Tombstone (en el Estado de Arizona); fue en esta ciudad donde tuvo lugar el famoso tiroteo de O.K. Corral el 26 de octubre de 1.881; la ciudad de Deadwood (en el Estado de Dakota del Sur); en esta ciudad encontró la muerte el legendario «sheriff» Wild Bill Hickok; la ciudad de Abiline (en el Estado de Texas), punto de embarque de reses en el ferrocarril del Pacífico en 1.881.
En estos lugares vivieron y murieron muchos personajes del mítico “Oeste americano” con la pólvora en la sangre.
Es, precisamente, en el cementerio “Boosts Hill” en Tombstone (Arizona) donde están enterrados más bandidos por metro cuadrado de todo el “salvaje Oeste”.
I. EL «SHERIFF» COMO GARANTE DE LA SEGURIDAD Y EL ORDEN EN EL SALVAJE OESTE AMERICANO
En estas ciudades a las que hemos hecho referencia el representante de la ley y el orden era el «sheriff», cuyo trabajo, peligroso donde los hubiere, describen muchas películas del género cinematográfico denominado “películas de Oeste” (las cuales se computan por miles), pues se tenía que enfrentar a los peores forajidos, que también iban armados y, que no dudaban en disparar cuando querían imponer su voluntad. Normalmente, el apresamiento de algunos de estos maleantes movilizaba a sus secuaces a liberarlo por la fuerza, lo que ponía al «sheriff» y a sus ayudantes en un evidente riesgo de perder sus vidas a manos de estas bandas de pistoleros desalmados.
Estas situaciones las vemos reflejadas en muchas películas de este género cinematográfico; podemos referenciar como más significativa, la de “Rio bravo” (Howard Hawks, 1959), que cuenta magistralmente la historia del «sheriff» Chance (John Wayne) que encarcela por asesinato al hermano de un poderoso terrateniente, que intentará liberarlo por todos los medios; para impedirlo Chance cuenta con la colaboración de dos ayudantes: un alcohólico (Dean Martin) y un viejo tullido (Walter Brennan), a los que se une un joven y hábil pistolero llamado Colorado (Ricky Nelson). Todos ellos se encierran en la oficina del «sheriff» para impedir que el detenido pueda ser liberado antes de que llegue la autoridad estatal para llevárselo a juicio.
Esta figura del «sheriff» es abordada en el cine con todo lujo de detalles, describiendo tipologías de lo más variadas, en algunos casos basadas en personajes reales, como son los casos de Ben Thopson, Wyatt Earp y Wild Bill Hickock, que ganaron su fama tratando de mantener la ley y el orden en algunas de esas ciudades, a las que hemos hecho referencia, que atraían a multitud de empresarios y comerciantes, pero también a pistoleros, prostitutas, proxenetas y apostadores.
Algunos de estos «sheriffs», ellos mismos, estuvieron al otro lado de la Ley y/o utilizaban la misma para su beneficio particular, como nos lo relata la película “Silverado” (Lawrence Kasdan, 1985).
En 1880, cuatro hombres cabalgan por el polvoriento camino que lleva a la ciudad de Silverado, son los hermanos Emmett (Scott Glenn) y el aventurero Paden (Kevin Kline), también un duro vaquero de raza negra.
Al llegar, se encuentran con un ambiente hostil, su principal enemigo es el «sheriff» Cobb (Brian Dennehy), que es un viejo amigo de Paden, dueño del «Saloon» y un personaje corrupto, que aprovecha su puesto de «sheriff» para incrementar sus oscuros negocios.
Otros «sheriffs», sin embargo, son honrados empleados públicos, que por una escasa pega se juegan la vida, en ocasiones en solitario, como lo refiere la excepcional película “Solo ante el peligro” (Fred Zinnemann, 1952). Will Kane (Gary Cooper).
El «sheriff» del pequeño pueblo de Hadleyville, acaba de contraer matrimonio con Amy (Grace Kelly).
Los recién casados proyectan trasladarse a la ciudad y abrir un pequeño negocio; pero, de repente, empieza a correr por el pueblo la noticia de que Frank Miller (Ian MacDonald); un criminal que Kane había detenido y llevado ante la justicia, ha salido de la cárcel y llegará al pueblo junto con su banda de forajidos en el tren del mediodía para vengarse.
Nadie en el pueblo está dispuesto a ayudar al «sheriff» (esta película ganó cuatro premios Óscar y cuatro Premios Globo de Oro).
En otros casos, la situación de desorden y caos de determinadas poblaciones obliga a sus vecinos a contratar los servicios de algún afamado «sheriff», como es el caso del famoso Wyatt Earp, personaje real del que se han hecho varias películas, entre ellas la de “Pasión de los fuertes” (John Ford, 1946), “Duelo de titanes” (John Sturges, 1957) y, la última, “Tombstone: La leyenda de Wyatt Earp” (George P. Cosmatos, Kevin Jarre, 1993).
En todas ellas se relatan, de una u otra manera, las andanzas de este personaje Wyatt Earp, que junto con sus dos hermanos, Virgil y Morgan y Doc Holliday, el 26 de octubre de 1881, hicieron leyenda al enfrentarse a los 6 hermanos Clanton y a Tom y Frank McLaury, en el “O.K. Corral”.
La pelea acabó con tres vidas, pero no acabó con una de las enemistades más sangrientas en la historia del Oeste americano.
También, son contratados el «sheriff» Virgil Cole (Ed Harris) y su socio Everett Hitch (Viggo Mortensen), para pacificar la ciudad de Appaloosa, una ciudad sin ley que vive de las minas y que está dominada por Randall Bragg (Jeremy Irons), un despiadado y poderoso ranchero, que se nos narra en la película “Appaloosa” (Ed Harris, 2008).
II. LOS JUECES EN EL VIEJO OESTE AMERICANO COMO GARANTES DE LA JUSTICIA
La responsabilidad del mantenimiento de la incipiente ley y orden en el salvaje Oeste no solamente recaía en la figura de los «sheriffs», también, participaban en esta labor los jueces, responsables de enjuiciar a quienes eran llevados ante la justicia por sus delitos.
El tipo de justicia que estos variopintos “empleados públicos” dispensaban era tan irregular, cuanto más alejadas estuvieran las ciudades del Este civilizado.
Muchos jueces que, a su vez, eran comerciantes o ganaderos, tenían poca o ninguna preparación legal y, a falta de locales adecuados, a menudo, desarrollaban sus juicios en tiendas o en el propio «Saloon», sin mucho interés por administrar justicia.
No era extraño ver a un juez hacer un receso para aplacar la sed con whisky, claro está.
Estas enormes deficiencias no libraban a los acusados de recibir las más duras penas si eran encontrados culpables, pero tampoco impedía que muchos culpables salieran bien parados de juicios que resultaban ser auténticas farsas.
En la mayoría de las ocasiones, se revestía de legalidad lo que era un puro arbitrio; lo peor era que además estos jueces solían aceptar cohechos y utilizaban su autoridad para embolsarse las multas que imponían a los reos; así pues no era de extrañar que se cometieran muchas injusticias, lo que, por otra parte, estaba asumido y así cuando colgaban a un inocente, lo que se descubría cuando aparecía el verdadero culpable, en la tumba del ejecutado se le imponía una improvisada lápida que decía “ahorcado por error” («hanged by mistake»).
Unos de estos jueces, muy afamado por sus extravagancias, fue Roy Bean personaje real.
La encarnación más pintoresca de la improvisada justicia que se impartía en el Oeste americano. La historia de este juez, se relata en la película “El juez de la horca” (John Huston, 1972).
La cinta está protagonizado por Paul Newman y cuenta la historia de la vida del citado juez Roy Bean; un forajido que harto de deambular por el «Far West», recala en la ciudad de Vinneganon (Texas) y tras una serie de vicisitudes, logra erigirse en ella como «la justicia al oeste del Pecos» y convertir un prostíbulo en su peculiar Juzgado.
Absolutamente lego en estudios jurídicos, se jactaba de conocer muy bien las leyes, porque las había quebrantado todas a lo largo de su vida y presumía que sólo necesitaba un revólver y una soga para hacer justicia.
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