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El interés por el crimen y el poder seductor de los criminales

El interés por el crimen y el poder seductor de los criminales
Javier Nistal Burón es Jurista del Cuerpo Superior de Instituciones Penitenciaria; ha sido director general de Ejecución Penal y Reinserción Social de Instituciones Penitenciarias. En su columna aborda este fenómeno que atrae a alguna gente hacia asesinos –o presuntos asesinos, como Daniel Sancho–.
24/8/2023 06:30
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Actualizado: 24/8/2023 11:57
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El caso de Daniel Sancho, presunto asesino y descuartizador del cirujano colombiano Edwin Arrieta en Tailandia está siendo la noticia de este verano, la que más tiempo está ocupando en los medios de comunicación audiovisuales y la que más páginas en los medios de comunicación gráficos, incluso superando a las noticias de la actualidad política en unos momentos de conformación de un nuevo gobierno en España.

Y es que los asesinos en serie, los parricidas, los descuartizadores de sus víctimas, los despiadados caníbales y, en general, todos los criminales más perversos, que han sido capaces de cometer los delitos más macabros gozan de mucha popularidad.

Hasta el punto de ser capaces de despertar en muchas personas un alto interés por ellos.

El ingreso en prisión de estos criminales va seguido, casi de forma inmediata, del envío a su nombre de correspondencia escrita de personas, normalmente mujeres, que quieren entablar una relación de amistad con ellos, conociendo, sobradamente su peligrosidad.

Estos primeros contactos escritos, en algunas ocasiones, pasan a ser posteriormente contactos telefónicos y visitas presenciales, pudiendo convertirse en relaciones más intensas.

Esta “fascinación” por los autores de delitos tan macabros va más allá, llegando incluso a que éstos despierten cierta atracción sexual hacia ellos, es lo que se conoce como la “hibristofilia”.

Y es que el relato de los crímenes cometidos por estos personajes desalmados que se hace en los medios de comunicación se suele posicionar, solamente, desde el punto de vista del autor del hecho delictivo y no de la víctima, lo que supone introducir al espectador en la mente del asesino, despertando un sentimiento cercano a la empatía, a la comprensión y al aprecio.

Es lo que se conoce como la “romantización” del asesino, pues ante el enigma de que una persona, aparentemente normal, pueda llegar a convertirse en un “monstruo”, se despierta un sentimiento de no entender lo que ha hecho, pero a la vez el sentimiento opuesto de querer comprenderlo.

EL “EFECTO HALO

Y si, además, el criminal es guapo y con buena presencia física se suele producir el denominado “efecto halo”, que es esa tendencia a efectuar una evaluación “tendenciosa” de otra persona basándose en sus características externas. Es un fenómeno psicológico que tiene una gran influencia en nuestras relaciones sociales y que ha sido objeto de un amplio y profundo estudio por parte de la psicología social. Sencillamente, significa que la característica física más dominante de una persona, ya sea positiva o negativa, afecta a la forma en la que se perciben el resto de los atributos de la misma.

Es este “efecto halo” el causante de que “la primera impresión” sea la que cuenta.

Son los primeros rasgos físicos que se observan en una persona, los que influyen en la valoración global que se hace sobre ella y, además, esas impresiones generan unas expectativas, que nos determinarán una opinión concreta al respecto; lo que, por otra parte, es difícil de evitar, porque este “efecto halo” influye, inconscientemente, en las percepciones, lo que condiciona nuestra posterior emisión de juicios, valoraciones y toma de decisiones.

El alcance del “efecto halo” juega un papel muy importante en el mundo delincuencial, hasta tal punto que a los criminales guapos y de buena presencia física se les “disculpan” sus atrocidades.

No se admite fácilmente, que estas personas hayan podido ser autores de algún delito de la gravedad que se les atribuye.

El subconsciente nos lleva a pensar que cuando una persona guapa es acusada de un delito horrendo, ha debido existir un error; no nos acabamos de creer que sea posible que alguien apuesto y agraciado haya podido hacer algo tan abominable.

Esta reacción lleva a buscar causas justificativas de una conducta tan aberrante, causas como pueden ser la educación recibida, los problemas en su niñez, como el maltrato y los abusos u otras circunstancias.

Todo ello, para tratar de justificar una conducta tan deplorable y humanizar al asesino y, en cierta medida, victimizarle a él.

EL INTERÉS POR EL CRIMEN

Este interés por el crimen y esta percepción “benévola” del criminal lleva a que los delitos cometidos por estos perversos delincuentes sean inmortalizados a través de su trasladado a la cinematografía para conocimiento del público en general y, ahora, a las abundantes Plataformas Digitales, que han descubierto el poder de seducción para la audiencia de este fenómeno conocido como “True Crime” (relato sobre crimen verdadero), y, que goza de enorme éxito, precisamente, por ese factor de realidad que tiene el relato de un verdadero crimen, que no deja de ser la explotación comercial del crimen real para entretenimiento y disfrute de la audiencia, con lo que ello conlleva de sufrimiento para los familiares de las víctimas de estos criminales, que vienen obligados a revivir, de forma fidedigna, el sufrimiento de quienes perdieron la vida a manos de sus asesinos.

A buen seguro, que el auge de este fenómeno del “True Crime” llevará pronto a algún avispado productor a encargar un guion para rodar una serie, en alguna de las Plataformas Digitales existentes, sobre el asesinato cometido, presuntamente, por Daniel Sancho en Tailandia, convirtiendo su crimen en entretenimiento para la audiencia que, a buen seguro, tendrá un considerable éxito, pero que comportará el correspondiente daño en los familiares de la víctima.

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