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Opinión | El Holocausto en el cine: un enfoque desde el protagonismo de los verdugos

Opinión | El Holocausto en el cine: un enfoque desde el protagonismo de los verdugos
Fotograma de "La zona de interés", sobre el que trata este artículo de Javier Nistal Burón, una nueva película sobre el Holocausto con un enfoque diferente: el de los verdugos.
27/1/2024 06:31
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Actualizado: 27/1/2024 00:05
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Hoy 27 de enero se conmemora el Día Internacional de la Memoria de las Víctimas del Holocausto.

El  pasado viernes día 19 de enero del 2024, se estrenó en las salas de los cines españoles la ya premiada película y con cinco nominaciones a los premios Óscar, que lleva como título La zona de interés (Reino Unido 1923, Jonathan Glazer), como un nuevo filme sobre un género cinematográfico originado por uno de los sucesos más trágicos de la historia de la humanidad, como fue el “Holocausto”, que sigue apareciendo en la filmografía.

La última vez que lo hizo fue con la película El hijo de Saúl (Hungría 2016, László Nemes), que guarda cierta relación en su planteamiento con esta nueva película “La zona de interés”, pues tanto en una como en otra no existen imágenes directas del campo de exterminio sobre el que se proyecta el guion argumental, lo que obliga al espectador a intuir el espanto que puede estar ocurriendo dentro del campo, convirtiendo al espectador más en testigo de los acontecimientos que partícipe de ellos.

La nueva película “La zona de interés” ha empezado a proyectarse en los cines españoles, justo una semana antes de la fecha en la que se conmemora el Día Internacional de la Memoria de las Víctimas del Holocausto”, como recordatorio imprescindible para que algo tan espeluznante y atroz no se vuelva a repetir nunca jamás, por lo que quiero aprovechar esta coincidencia para rendir merecido homenaje a los millones de víctimas inocentes de aquella barbarie humana, como ya lo hice con una columna publicada en Confilegal en el año 2022, sobre esta misma temática

UNA ORIGINAL REPRESENTACIÓN DEL HOLOCAUSTO

Bien es cierto, que la cuestión del “Holocausto” la hemos visto en la cinematografía muchas veces y de muy diversas formas, por lo que se hacía difícil pensar en algo novedoso sobre esta temática, pero hete aquí que un nuevo film sobre los campos de exterminio nazis, rompe con la rutina de presentarnos el horror desde el enfoque de las víctimas, haciéndolo, en esta ocasión, desde el enfoque de los verdugos, al mostrarnos la vida cotidiana de éstos, como una vida totalmente normalizada de espaldas a la trágica realidad que protagonizan.

Ya la exitosa películaLa vida es bella (Italia 1997, de Roberto Benigni), había desarrollado una línea argumental parecida, aunque ahora este nuevo filme sobre el ”Holocausto” incide de una forma más exclusiva en el enfoque de los verdugos.

También, tiene sus semejanzas con la película El niño con el pijama de rayas(Reino Unido, 2008 Mark Harman), aunque esta es una película más convencional y emocional, que provoca piedad hacia las víctimas, lo que hace que el espectador se identifique con ellas.

Sin embargo, esta compleja película “La zona de interés” identifica totalmente al espectador con los verdugos nazis mediante la narrativa de la vida cotidiana éstos como gente absolutamente normal, en concreto, narra la vida del comandante que dirigió durante tres años y medio el tristemente célebre campo de exterminio de Auschwitz, el teniente coronel Rudolf Höss (apodado por sus crímenes como «el animal de Auschwitz»), que junto a su esposa (Hedwig Hensel) y cinco hijos, disfrutaban de una vida de ensueño en una casa con jardín y piscina, lindando, pared con pared, con el campo de exterminio, desde donde podían percibir el sonido de los horrores que sucedían dentro del campo, pero que ellos no veían y que el espectador de esta película tampoco ve, solamente se los imagina.

De esta forma, esta nueva película refleja una representación del “Holocausto” de lo más original, mostrando el horror de Auschwitz, solo por los sonidos que se escuchan tras el muro: gritos, órdenes, alaridos, disparos, ladridos de los perros, las calderas de los hornos crematorios, el silbido de las cámaras de gas etc., es decir, el sonido de la atrocidad.

Aunque, también, los espectadores ven, de vez en cuando, el humo que sale de las chimeneas del crematorio y que se funde con las nubes del cielo, así como el vapor de los trenes que traen a más prisioneros deportados al campo de exterminio, lo que nunca ven los espectadores es a las víctimas de este genocidio.

Son estos sonidos los que el espectador, inevitablemente, asocia con las imágenes, sin necesidad de verlas, pues la abundante imaginería que todos hemos visto de esta atrocidad permite, aunque el horror esté fuera de la vista, que éste penetre dentro de la mente. Es como si estuviéramos viendo una película y oyendo otra, pero a diferencia del estupor que esto le puede generar al espectador, para la familia de Rudolf Höss esos sonidos son rutinarios y no les afectan lo más mínimo (a excepción de la madre de Hedwig, la esposa del comandante del campo).

LA BANALIDAD DEL MAL

La película “La zona de interés” es la adaptación libre de la novela del mismo título del británico Martin Amis, publicada en el año 2014 (se da la casualidad de que Amis falleció el mismo día en que se presentó la película en el Festival de Cannes), que está rodada en el escenario real, junto al propio campo de Auschwitz, donde se construyó la casa y el jardín que serviría de plató para la trama, que retrata a los verdugos nazis como gente absolutamente normal, que viven de espaldas -física y moralmente- a lo que sucede al otro lado del muro.

Esta “normalización” de la atrocidad recibe el nombre de la “banalidad del mal”, frase acuñada por la autora Hannah Arendt, alemana de origen judío en un caso concreto (el de Adolf Eichmann, juzgado y ahorcado en Israel en 1962, por genocidio contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial).

Hoy la frase es utilizada con un significado universal para describir el comportamiento de algunos personajes históricos que cometieron actos de extrema crueldad, sin ninguna compasión para con otros seres humanos, en los que no se han encontrado anomalía alguna de personalidad que justificara sus actos.

Este puede ser el caso de Rudolf Höss, que fue educado por unos padres, católicos acérrimos, en el más estricto respeto hacia los demás, y el de muchos otros dirigentes nazis, que no es entendible que pudieran organizar el cruel exterminio de tantos seres humanos, sin ser personas sádicas, malvadas, crueles o psicópatas desalmados que disfrutaran con el sufrimiento ajeno, simplemente, eran personas que se limitaban a cumplir órdenes recibidas sin cuestionarlas, con total y absoluta sumisión a la autoridad, a quien en todo momento pretendían agradar, haciendo todo lo que consideraban bueno para la causa nazi.

Estos criminales nazis tenían dos caras, pues hasta sus más cercanos familiares estaban convencidos de que eran unas buenas personas, tal y como lo puso de manifiesto una de las hijas de Rudolf Höss (Bigritte Höss) que dijo de su padre: «debía de haber dos caras en mi padre, la que yo conocía y otra. Para mí era el hombre más bueno del mundo«.

La película “La zona de interés” finaliza con unos planos que conecta esos años de horror nazi (1940-1945) con el presente, cuando aparecen en escena unas trabajadoras haciendo labores de limpieza en lo que hoy son las instalaciones de Auschwitz dedicadas a museo del “Holocausto” y, donde se guardan pilas de zapatos, de maletas, de ropa y de otros objetos personales de quienes allí fueron exterminados, llamando la atención sobre el riesgo de convertir el “Holocausto” en un parque temático, lo que, sin duda, podría trasladar la “banalidad del mal” al momento presente.

CONCLUSION

A modo de conclusión, podemos decir que esta película “La zona de interés” nos da una visión original del “Holocausto”, desde el enfoque de los verdugos, que siendo personas, aparentemente “normales”, fueron capaces de cometer atrocidades espantosas, permaneciendo ajenos al horror y, la razón era porque, simplemente, estaban cumpliendo órdenes superiores, que acataban sin reflexionar sobre sus consecuencias; hacían lo que debían, sin conciencia alguna del “mal” que estaban causando. Eran simples operarios dentro de un sistema basado en el exterminio de personas.

 Esto nos lleva a hacer una reflexión, cual es que, posiblemente, no haga falta ser un perverso malvado, dotado de una gran capacidad para la crueldad para cometer atrocidades con nuestro semejantes, pues cualquiera de nosotros que, nos consideramos personas normales, podemos perder nuestra dignidad y cometer esas barbaridades, simplemente hace falta un contexto adecuado -el de un entorno que consienta- y el compromiso de convertir las ideas en acciones.

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