Firmas
El ataque por sorpresa de los terroristas de Hamás contra Israel hace pedazos el mito del Mossad
10/10/2023 06:30
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Actualizado: 10/10/2023 09:22
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En el verano de 1991 fui un privilegiado, lo confieso. Pude entrevistar, en carne y hueso, a Isser Harel, el reconocido padre de los servicios de inteligencia de Israel. Primero fue director del Shin Bet o Shabak, el servicio de seguridad interna de ese país, y después del Mossad, el servicio de inteligencia exterior, entre 1952 y 1963.
Sin duda aquel judío ruso bajito, de mirada penetrante era una de esas personalidades a las que de vez en cuando nos referimos como gigantes de la historia sobre cuyos hombros se elevaron los que vinieron detrás. Lo mismo que el primer ministro David Ben Gurión, su amigo, de quien, además, era su hombre de confianza, y con el que luchó, hombro con hombro, para hacer realidad el nacimiento del estado de Israel en 1947.
Harel había venido a Madrid en julio de 1991 invitado por el CESID –como se llamaba entonces el Centro Nacional de Inteligencia (CNI)– para participar en un curso de verano sobre servicios de inteligencia que había organizado para la Universidad Complutense.
Pude escuchar su versión de una operación secreta que yo conocía muy bien porque la había estudiado: la captura y el rapto en Buenos Aires, Argentina, de Adolf Eichmann, quien había sido teniente coronel de las SS (Schutzstaffel o Escuadras de Protección), organización militar, policial, política, penitenciaria y de seguridad al servicio de Adolf Hitler y del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán,
Su papel había sido crucial en la formulación y ejecución de la llamada “Solución Final para el Problema Judío”, un eufemismo que ocultaba el diabólico programa para la exterminación de todo hebreo dentro de las fronteras alemanas.
CAMPOS DE EXTERMINIO NAZIS PARA JUDÍOS
De los 6 millones de judíos aniquilados en los campos de exterminio nazis, dos millones perdieron la vida en Auschwitz-Birkenau, hoy en Polonia, de lo que Eichmann era directamente responsable.
El nazi, sin embargo, logró escaparse al terminar la contienda.
Antes, como es lógico, destruyó todos los archivos referentes a su persona. Quemó todas sus fotografías y se hizo pasar por un soldado de la Luftwaffe, las fuerzas aéreas alemanas.
El caos existente propició que el nazi consiguiera huir del brazo de la Justicia, a través de España y sirviéndose de papeles del Vaticano a algún lugar desconocido de Hispanoamérica, me contó.
Para Isser Harel, Eichamnn se había convertido en una obsesión, según me confesó en la entrevista que publiqué después para la revista Panorama.
El oficial nazi fue finalmente localizado en Buenos Aires en 1958. Vivía en el número 4261 de la calle Chacabuco del barrio de los Olivos. Bajo la falsa identidad de Ricardo Klement.
El primer ministro Ben Gurión le dio luz verde para secuestrarlo y llevarlo a Israel para someterlo a juicio. Y debía hacerse en secreto, en un país extranjero, porque era algo evidentemente ilegal. Proscrito.
Once agentes del Mossad –diez hombres y una mujer– formaron parte de aquella operación que Isser Harel dirigió personalmente. Lo agarraron pocos segundos después de bajar de un autobús y lo introdujeron en un coche.
Una vez en el piso franco, Eichmann, sin casi presión les dijo a sus captores lo que necesitaban saber: «Me llamo Adolf Eichmann. El número de mi carnet del Partido Nacional Socialista es el 889895. Mis números en las SS eran el 45.326 y el 63752”. A continuación recitó, para sorpresa de Harel y del equipo de agentes secretos –en perfecto hebreo– el sh’ma Israel, una de las oraciones sagradas judías: “Escucha, oh Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor es uno…”.
¿Cómo lo sacaron de Argentina? Hicieron que Eichmann se vistiera con un uniforme de tripulante de El Al, la aerolínea israelí. Luego lo drogaron. A continuación le pusieron una venda en la cabeza para hacer creer que había tenido un accidente de coche durante su estancia en Buenos Aires.
La cosa cuajó sin problemas. Fue el 20 de mayo de 1958.
Harel dirigió toda la operación de embarque, que se desarrolló sin problemas, desde su puesto de mando, en el bar del aeropuerto de Buenos Aires.
Veinticuatro horas más tarde el hombre más odiado por los judíos aterrizó en Tel Aviv.
Eichmann fue inmediatamente recluido en una celda de máxima seguridad. La noticia fue anunciada al día siguiente en el Knesset, el parlamento israelí, por el propio Ben Gurion, lo que fue recibido con una gran ovación.
Finalmente el nazi fue juzgado en 1961, condenado a muerte y ejecutado.
ELIE COHEN
Pero esa no fue la única operación que contribuyó a construir la fama de la que, hasta nuestros días, venía disfrutando el Mossad. Este servicio de inteligencia, bajo la dirección de Harel, consiguió convertir a uno de sus agentes, Elie Cohen, un judío egipcio de padres sirios, en uno de los dirigentes del Partido Baath, de Siria.
Se construyó para él la falsa identidad de Kamel Amine Tabet, un libanés emigrado a Argentina, donde «tuvo éxito en los negocios de importación y exportación». Había regresado a Damasco porque se sentía un «patriota» sirio que, además, odiaba profundamente a Israel, lo que le propició grandes contactos con el partido único en el poder en Siria y con el ejército.
Gracias a ello pudo visitar los Altos del Golán, que entonces era territorio sirio, y estudiar sus fortificaciones. Obtuvo una información muy precisa merced a su memoria fotográfica que inmediatamente pasó a Harel y al Mossad.
Información que resultó muy valiosa para Israel en la guerra de los seis días, que Israel libró en junio de 1967 contra una coalición de cuatro países, Egipto, Jordania, Siria e Irak, a los que venció. En esa contienda se hizo con dichos Altos del Golán, que todavía controla en nuestros días.
Cohen fue descubierto en 1965 y ejecutado por ahorcamiento. A día de hoy está considerado un héroe nacional. Siria siempre se ha negado a entregar a Israel sus restos mortales.
Valgan estas dos pinceladas para describir las raíces sobre las que se levantaba, hasta ahora, la sólida reputación del Mossad que el ataque de las fuerzas de Hamás ha dejado muy maltrecha.
Porque no supo anticipar los atentados llevados a cabo por las milicias de este grupo terrorista palestino, en los aledaños a la franja de Gaza, en los que 900 soldados y civiles israelíes fueron asesinados. Y otros cientos fueron secuestrados y llevados al interior de dicha franja, incluyendo niños, mujeres y ancianos.
Sirviéndose de cohetes, parapentes, motocicletas, camionetas, y barcos, los militantes de Hamás lanzaron un ataque coordinado que mostró un inesperado nivel de
sofisticación.
Tanto el servicio de inteligencia como las fuerzas militares israelíes fueron cogidos por sorpresa por los terroristas de Hamás, que hasta llegaron a hacer uso de excavadoras para derribar la valla de seguridad con Israel.
Los informes de inteligencia de los que disponían los israelíes decían que el grupo terrorista había centrado su enfoque en tratar de avivar la violencia en Cisjordania, evitando llevar ataques desde Gaza para prevenir una operación de castigo que pudiera devastar, como en el pasado, la ciudad. Todo tranquilo.
Pero no.
Ni el Mossad ni las Fuerzas de Defensa de Israel, para decirlo con toda claridad, olieron lo que les vino encima. Y fue una operación militar muy bien planificada, que se sirvió del elemento sorpresa, provocando el peor desastre de los últimos 40 años para el estado judío.
Lo que ha hecho pedazos el aura de invencibilidad y de control del servicio de inteligencia israelí. Un aura que Isser Harel contribuyó a construir porque era consciente de que en el conocimiento, en la información, le iba a vida a Israel.
Algo que parece que han olvidado sus sucesores.
O eso parece.
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