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Opinión | El magnicidio de Carrero Blanco: episodio histórico desde el periodismo de investigación
18/1/2024 06:30
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Actualizado: 18/1/2024 08:14
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Carrero. 50 años de un magnicidio maldito. El desarrollo del contenido de esta obra y su extensión -607 páginas- apoyan que de la misma salgan varias películas y, al menos, una serie. También, el libro demuestra que es posible escribir novelas y realizar buenas películas sin manipular los hechos.
El resumen de Cerdán
Sólo necesitamos leer 53 páginas para encontrarnos con este resumen:
«Esta veintena de escenas inverosímiles en torno al preparativo del atentado sólo es una muestra de los despropósitos que envuelven el magnicidio. Aunque podrían rescatarse muchas más, la lista de oprobios, agravios y contradicciones es interminable. Por todo ello, la muerte de Carrero ha generado un cúmulo de susceptibilidades que han desembocado en una legión de escépticos.
» Es comprensible que, cincuenta años después, permanezcan las dudas sobre el asesinato. Los más desengañados señalan a ETA como la mano ejecutora, pero al mismo tiempo hacen valer sus sospechas sobre una conspiración y la verdadera identidad de los inductores».
Algunas de esas escenas son auténticas secuencias, es decir, un conjunto de escenas. Cerdán domina el lenguaje cinematográfico desde hace veinticinco años. Ha dirigido documentales y un libro suyo ha servido para una película: El hombre de las mil caras, sobre Francisco Paesa, exagente secreto del Gobierno español.
Periodistas de investigación e historiadores
Los periodistas de investigación tienen un trabajo más difícil que los historiadores. Éstos trabajan con fuentes muertas.
Los periodistas de investigación, con fuentes vivas (directas, dice Cerdán), fuentes que conservan años y años la capacidad para fabricar apariencias falaces. Manuel Cerdán sabe desmontar esas falacias y, por eso, acota muy acertadamente las diferentes teorías.
El autor del libro escribe un párrafo que deberían leer no pocos historiadores que suelen desbordar con sus juicios sin apoyarse sólidamente en hechos. A algunos les sorprende que los auténticos periodistas de investigación vendan tantos libros y muchos historiadores publiquen sus obras sin pena ni gloria.
«Una minoría de historiadores, los más puristas, se han esforzado en desacreditar y censurar a los periodistas que han escrito libros históricos, pero hay que recordar que ellos jamás han obtenido un solo dato de fuentes directas. Nunca se han sentado ante protagonistas de la historia reciente para recabar testimonios.
» ¿Cómo van a poder dar indicaciones sobre el personaje fantasma del hotel Mindanao si no han hablado ni con Ezkerra ni con Wilson (terroristas de ETA)? Tampoco se han reunido con un alto cargo de la seguridad del Estado o del SECED (Servicio Central de Documentación) de la época ni han tenido acceso al sumario con el testimonio de los terroristas o las investigaciones policiales» (Págs.70-71).
Carrero. 50 años de un magnicidio maldito. El desarrollo del contenido de esta obra y su extensión -607 páginas- apoyan que de la misma salgan varias películas y, al menos, una serie. También, el libro demuestra que es posible escribir novelas y realizar buenas películas sin manipular los hechos.
El resumen de Cerdán
Sólo necesitamos leer 53 páginas para encontrarnos con este resumen:
«Esta veintena de escenas inverosímiles en torno al preparativo del atentado sólo es una muestra de los despropósitos que envuelven el magnicidio. Aunque podrían rescatarse muchas más, la lista de oprobios, agravios y contradicciones es interminable. Por todo ello, la muerte de Carrero ha generado un cúmulo de susceptibilidades que han desembocado en una legión de escépticos.
» Es comprensible que, cincuenta años después, permanezcan las dudas sobre el asesinato. Los más desengañados señalan a ETA como la mano ejecutora, pero al mismo tiempo hacen valer sus sospechas sobre una conspiración y la verdadera identidad de los inductores».
Algunas de esas escenas son auténticas secuencias, es decir, un conjunto de escenas. Cerdán domina el lenguaje cinematográfico desde hace veinticinco años. Ha dirigido documentales y un libro suyo ha servido para una película: El hombre de las mil caras, sobre Francisco Paesa, exagente secreto del Gobierno español.
Periodistas de investigación e historiadores
Los periodistas de investigación tienen un trabajo más difícil que los historiadores. Éstos trabajan con fuentes muertas.
Los periodistas de investigación, con fuentes vivas (directas, dice Cerdán), fuentes que conservan años y años la capacidad para fabricar apariencias falaces. Manuel Cerdán sabe desmontar esas falacias y, por eso, acota muy acertadamente las diferentes teorías.
El autor del libro escribe un párrafo que deberían leer no pocos historiadores que suelen desbordar con sus juicios sin apoyarse sólidamente en hechos. A algunos les sorprende que los auténticos periodistas de investigación vendan tantos libros y muchos historiadores publiquen sus obras sin pena ni gloria.
«Una minoría de historiadores, los más puristas, se han esforzado en desacreditar y censurar a los periodistas que han escrito libros históricos, pero hay que recordar que ellos jamás han obtenido un solo dato de fuentes directas. Nunca se han sentado ante protagonistas de la historia reciente para recabar testimonios.
» ¿Cómo van a poder dar indicaciones sobre el personaje fantasma del hotel Mindanao si no han hablado ni con Ezkerra ni con Wilson (terroristas de ETA)?
Tampoco se han reunido con un alto cargo de la seguridad del Estado o del SECED (Servicio Central de Documentación) de la época ni han tenido acceso al sumario con el testimonio de los terroristas o las investigaciones policiales» (Págs.70-71).
Desde luego, la controversia periodistas de investigación versus historiadores da para mucho más que un curso en una Escuela de Verano.
El periodismo de investigación español tuvo su tiempo de auge entre los años 1975-2000, como ha estudiado muy bien Luis Díaz Güell.
Hay periodistas, como Cerdán o Juan Luis Galiacho, que están empeñados en continuar aquel tiempo.
Una cosa son los datos y otra, la información
Los fallos de seguridad que precedieron al atentado caen en lo tragicómico. Comenzando por Carrero, que se negó repetidamente a perfeccionar su raquítico sistema de seguridad.
Estos fallos se extendieron durante varios años, no solo meses. Y pudieron haber sido evitados.
Cuando los terroristas de eta comprobaron, de primera mano, la ausencia de medidas de seguridad de Carrero, abandonaron el secuestro, por ser más arriesgado, y se decidieron por el atentado.
El mismo día del magnicidio, y en fechas posteriores, los servicios secretos hicieron públicos los nombres y trayectoria de varios terroristas que habían participado en el atentado.
Es una señal muy importante de que los servicios secretos podrían haber hecho mucho más en su trabajo de prevención.
Las fuerzas de seguridad de entonces tenían datos, sí, muchos datos, pero no información operativa, movilizadora. Cuando años después sí supieron hacerse con un sistema de información, derrotaron a eta.
Y antes de la derrota, los terroristas llegaron a copiar y utilizar el sistema de contravigilancia de la Guardia Civil. Esto no lo trae Cerdán en su libro, porque él examina la eta del atentado, no la historia de eta.
Un hecho es el entrecruzamiento de varias teorías
Parece que el magnicidio del almirante Luis Carrero Blanco, que acabó su larga carrera política como Presidente del Gobierno durante seis meses (Junio-Diciembre de 1973), es una cuestión muy compleja e insoluble.
Sin embargo, Gustavo Bueno, al que suelo citar cuando nos encontramos ante un asunto filosófico, definía un hecho como el «entrecruzamiento de varias teorías».
En cuanto a las teorías, las afirmaciones de algunos personajes no aclaran las cosas. Adolfo Suárez, Presidente del Gobierno: «Me voy sin saber si ETA cobraba en dólares o en rublos».
Otros sí han querido implicar a la CIA, que intentaba que hubiera partidos políticos en España. Sin embargo, los rusos consideraban a Carrero como independiente de los intereses norteamericanos.
Carmen, la hija de Carrero: «De Franco para abajo, no salvo a ninguno». Un desahogo.
El teniente general del Ejército, Gutiérrez : «Chico, hay tantos que querían quitarse de encima a Carrero…». Viene a decir que no tiene una idea acabada de lo que ha pasado.
El magnicidio de Carrero y sus avatares judiciales
Si Cerdán dedica un gran parte del libro al poder ejecutivo, en las últimas páginas, antes del Apéndice, examina qué ocurrió con el Poder Judicial.
Luis de la Torre Arredondo, uno de magistrados civiles que instruyeron el sumario 142/73. Se quejó ante un periodista de que el Régimen le colocó de florero para aparentar una imagen de normalidad en torno a la investigación del magnicidio.
Cuando el Gobierno se percató de que quería llegar hasta el fondo, se lo arrebataron para desviarlo a la jurisdicción militar.
Y así fue pasando a otros juzgados hasta que el asunto se convirtió en algo irrelevante.
Es importante ver las maniobras mediante las que el Poder Ejecutivo influye en el Judicial.
Cerdán aprovecha este asunto para repasar las peripecias de los magnicidios que acabaron con otros Presidentes del Gobierno español: Juan Prim (1870), Antonio Cánovas del Castillo (1897), José Canalejas y Méndez (1912) y Eduardo Dato e Iradier (1921).
Resultado: Impunidad.
De nuevo, el mundo de lo audiovisual
Queda por hacer la historia de jueces y magistrados en la lucha antiterrorista, que sí contiene episodios muy interesantes, y no siempre positivos. De esta historia también pueden salir documentales, películas y series.
José María Calleja, el periodista que tanto luchó contra ETA y contra el ambiente que rodeaba a los terroristas –estuvo 19 años escoltado- escribió que no llevaba razón el productor Andrés Vicente Gómez, quien sostenía que las películas sobre ETA no daban dinero.
Lo importante es que las posibles películas y series no estén al servicio del adoctrinamiento político.
Víctor M. Pérez Velasco ha dedicado dos libros a este asunto, utilizando un proceder científico: Cine español y adoctrinamiento político en democracia (2011) y ETA en el cine (2021).
Última observación: Manuel Cerdán escribe mejor cuando es el único autor de un libro.
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