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Opinión| Muere Jaime Botín, por Mario Conde
16/8/2024 05:30
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Actualizado: 17/8/2024 00:06
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Al regresar de almorzar en un restaurante italiano cercano a Fraser, en la propia calle Albion, me comunican la noticia del fallecimiento de Jaime Botin. Lo siento mucho.
Es verdad que la última vez que le vi, paseando con César y Silvia por las calles de Santander, su físico —acentuado por esa condición de pasiego montañés cuya estética no siempre es la mas gloriosa— permitía intuir que no sería excesivo el tiempo que permanecería por estos valles de lágrimas. Así ha sido. Y lo siento.
Imposible no recordar aquel almuerzo en Zacalain, convocado a instancias de Juan Abelló, en el que le expuse mi idea de la operación Antibióticos envuelto en el nerviosismo propio del momento, porque necesitábamos, ni mas ni menos, que 3.000 millones de pesetas de los de aquella época.
En la misma tarde, ya vencida, recibí su llamada convocándome al día siguiente a desayunar en presidencia de Bankinter, en donde me comunicó que me concedía el préstamo porque creía en lo que yo proponía, con la condición —precisamente porque creía en mi— de que el banco daba el dinero y la familia tomaba participación en el negocio.
Me fui encantado a comunicar la noticia a Juan Abello. Todo salió bien. Controlamos Antibióticos S.A:, lo gestioné y lo vendi en 450 millones de aquellos dólares.
Jaime y Emilio se repartieron 13.5000 millones de aquellas pesetas. El banco cobró sus intereses y se devolvió el capital sin problema alguno. Fuimos Jaime y yo bastante amigos. Volábamos en su avión en algunas ocasiones con destino a la Costa Brava. Luego, como es normal, todo se ciñó al esquema diseñado por el Sistema pero Jaime, en mi primer encierro, cuando nadie nos daba el aval de 3.000 millones con el que pusieron precio a mi libertad, rompió la disciplina sistémica y nos concedió el preciado documento, incluso antes de que yo firmara las garantías, lo que sucedió en la noche del 30 de Enero de 1995 en la calle de Triana, llevando la dirección jurídica Mateu de Ross.
Desde entones no volvimos a tener contacto real. Pero siempre guardaré en el recuerdo un afecto singular a Jaime.
Era una persona notable, con inquietudes y dentro de su familia con criterio propio. Su subordinación al Sistema era la mínima imprescindible. Fue iconoclasta en muchos aspectos. Navegamos juntos en aquel barco de Pardomo —Jessica——que Jaime quiso que compráramos a medias, lo que me pareció un despropósito. Lo compró él y le cambió el nombre.
El destino ha querido que ese maravilloso velero sea un símbolo de la propia desgracia de Jaime. Que descanse en paz y que reciba allá donde esté mi cariñoso recuerdo
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