Caso Mazan: El marido empleó la sumisión química para grabar a 50 hombres manteniendo relaciones sexuales con su esposa
Dominique Pelicot drogó a su esposa para dejarla sin sentido con el fin de grabarla mientras otros hombres hacían el coito con ella. Foto: Wikipedia.

Caso Mazan: El marido empleó la sumisión química para grabar a 50 hombres manteniendo relaciones sexuales con su esposa

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07/9/2024 00:45
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Actualizado: 06/9/2024 20:51
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Tiene 71 años y está jubilado. Se llama Dominique Pelicot y fue empleado de la Électricité de France S.A. Durante 7 años, entre 2013 y 2020, sometió a su esposa, Gisèle, a relaciones sexuales con extraños. En el momento en que se descubrieron los hechos, Dominique y Gisèle llevaban casados 47 años.

Vivían en la población de Mazan, una localidad ubicada en el departamento de Vaucluse, en el sureste de Francia, de unos 6,000 habitantes.

Para hacer eso con su mujer empleaba la sumisión química. La drogaba sistemáticamente con fármacos para dejarla inconsciente con el objetivo de que otros hombres mantuvieran relaciones sexuales sin su consentimiento.

Fueron concretamente 50 hombres. De edades comprendidas entre los 21 y los 68 años. Y de todas las clases y procedencias sociales. Desde bomberos, trabajadores de la construcción, hasta periodistas e, incluso, expolicías.

En total fueron 92 actos de violación, porque algunos de esos hombres repitieron. Algunos –diez– hasta seis veces.

Todos y cada uno de esos actos fueron grabados por el marido, quien «reclutaba» a los hombres a través de la plataforma «coco.gg», un sitio de encuentros sexuales. Contactaba con ellos mediante mensajes privados.

CONTABA QUE ERA UN JUEGO SEXUAL EN EL MATRIMONIO

Les explicaba que su esposa estaría drogada e inconsciente durante el acto sexual, pero que él que tenía su consentimiento para videograbarla cuando lo hicieran con ella. Era un juego sexual entre ellos dos.

Dominique Pelicot no está enfermo ni padece ninguna anomalía mental.

Lo suyo es «voyeurismo», una parafilia o desviación sexual. Se excita –y obtiene placer sexual– observando a otras personas desnudas, mientras realizan actividades sexuales. Es un comportamiento considerado intrusivo y puede ser ilegal cuando viola la privacidad o los derechos de las personas observadas. El término proviene del francés «voyeur», que significa «observador».

Fueron concretamente 50 hombres. De edades comprendidas entre los 21 y los 68 años. Y de todas las clases y procedencias sociales. Desde bomberos, trabajadores de la construcción, hasta periodistas e, incluso, expolicías.

Pelicot es, por lo tanto, un voyeurista. Y actualmente está siendo juzgado junto a los 50 hombres por violación agravada. Un delito que en Francia conlleva una pena máxima de hasta 20 años de prisión, agravada por la sumisión química.

El 2 de septiembre de 2024 comenzó el juicio en el tribunal penal de Vaucluse, en Aviñón. Era uno de los procesos más esperados en Francia. Allí es conocido como el caso Mazan, por la localidad en que han sucedido los hechos.

La esposa, Gisèle, como víctima, rechazó que el juicio se celebrara a puerta cerrada, como era su derecho. Decidió que tuviera toda la publicidad. No ha querido ocultarse. Su abogado, Stéphane Babonneau, explicó que su cliente no tenía nada de qué avergonzarse y que la vergüenza, en todo caso, debía recaer en los agresores.

Con ello, Gisèle busca sensibilizar sobre las agresiones sexuales y la sumisión química, mostrando que las víctimas no deben sentirse culpables por lo que han sufrido. Manifestó que era importante dar visibilidad a su caso para que otras mujeres que hayan pasado por situaciones similares puedan sentirse apoyadas y entendidas.

PELICOT FUE DESCUBIERTO POR CASUALIDAD

La investigación sobre Pelicot comenzó en 2020 cuando fue detenido por un incidente menor: fue sorprendido filmando bajo las faldas de mujeres en un supermercado, lo que se conoce mundialmente como «upskirting».

Es una práctica invasiva y clandestina en la que se toman fotos o videos de partes íntimas de una persona sin que lo sepa o sin su consentimiento, generalmente utilizando una cámara oculta. En Francia esta acción está tipificada como un delito contra la privacidad y puede ser sancionada con penas legales severas.

Tras la detención, la policía registró su domicilio y encontró un disco duro con más de 4.000 imágenes y videos que documentaban múltiples violaciones de su esposa inconsciente por parte de diferentes hombres.

Durante los interrogatorios a que fue sometido por la Policía, Pelicot confesó haber sentido placer al ver a su esposa obligada a realizar actos sexuales que ella misma hubiera rechazado de haber estado consciente.

Los psiquiatras que lo evaluaron describieron su comportamiento como un intento de ejercer poder y control sobre un ser más vulnerable.

Durante el juicio, la víctima declaró: «En las fotos, estoy inerte en mi cama y estoy siendo violada. Son escenas bárbaras. Mi mundo se está derrumbando, todo lo que he construido en 50 años».

Gisèle Pelicot, quien permaneció ajena a los abusos durante años, fue alertada por la policía cuando le mostraron las imágenes de su propio abuso.

La mujer jamás sospechó nada. Describió a su esposo como un hombre «amable y cariñoso».

Sin embargo, recordó episodios de «ausencias» inexplicables que comenzaron después de mudarse a Mazan en 2013. Su familia temía que estos episodios fueran el comienzo de una enfermedad neurodegenerativa, pero tras la revelación de los hechos, se descubrió que esas «ausencias» eran el resultado de las drogas para hacer realidad la sumisión química, que le administraba su esposo.

Durante el juicio, la víctima declaró: «En las fotos, estoy inerte en mi cama y estoy siendo violada. Son escenas bárbaras. Mi mundo se está derrumbando, todo lo que he construido en 50 años».

Describió las imágenes como «escenas de terror» y contó que inicialmente no reconoció a la mujer en las fotos hasta que se dio cuenta de que era ella misma.

Dijo haberse sentido como una «muñeca de trapo» en manos de su esposo y los otros hombres que participaron en los abusos, refiriéndose a cómo fue usada sin su consentimiento ni conocimiento.

A pesar del dolor emocional, se ha mantenido firme en su decisión de testificar en público, rechazando la idea de un juicio a puerta cerrada. Para ella, era importante que se hablara abiertamente del caso y que las víctimas de sumisión química no se sintieran avergonzadas, sino empoderadas.

«Ninguna mujer debería pasar por lo que yo pasé», afirmó.

La víctima, Gisèle Pelicot, junto a su hija, durante el juicio. Foto: EP.

PELICOT SE HA JUSTIFICADO ALEGANDO SUFRIR UNA ESPECIE DE «ADICCIÓN»

El marido, el principal acusado, ha reconocido, en el juicio, su implicación en los hechos, aunque ha ofrecido una versión matizada de su comportamiento.

Admitió que drogaba a su esposa para someterla a relaciones sexuales con otros hombres, pero trató de justificar sus actos alegando que sufría de una especie de «adicción» que no podía controlar.

Para que «lo comprendieran» mencionó un episodio de su infancia, afirmando que una enfermera lo había violado cuando tenía nueve años, lo que, según él, contribuyó a su conducta desviada en la vida adulta.

A pesar de estas confesiones, sin embargo, Pelicot no ha mostrado signos de arrepentimiento profundo y ha mantenido una actitud fría durante gran parte de las vistas diarias aunque se derrumbó llorando cuando su esposa declaró en su contra.

De acuerdo con Véronique Le Goaziou, una investigadora asociada al Laboratorio Mediterráneo de Sociología, especializada en violencia sexual, que declaró como perito, «El hecho de someter a alguien puede suscitar un tremendo sentimiento de omnipotencia y de poder sobre un ser más débil o dominado. Es un sentimiento de dominación masculina».

El principal argumento de algunos de los hombres acusados es que Pelicot les había hecho creer que su esposa fingía estar dormida y que participaba voluntariamente en los encuentros.

Según explicó al tribunal, no existe un «perfil típico» de violador. Los agresores en este tipo de casos suelen ser personas comunes, lo que resalta la naturaleza socialmente integrada de muchos de los acusados, y subrayó que este tipo de comportamientos no necesariamente están ligados a patologías mentales, sino a dinámicas de poder y control sobre las víctimas».

El principal argumento de algunos de los hombres acusados es que Pelicot les había hecho creer que su esposa fingía estar dormida y que participaba voluntariamente en los encuentros.

Esta línea de defensa, no obstante, se ha desmoronado ante las pruebas expuestas en el juicio. La fiscalía ha señalado que, en muchos de los videos, es evidente que Gisèle Pelicot no está consciente, y solo unos pocos de los acusados cuestionaron el estado de la víctima en el momento de los hechos.

Además, varios de los acusados visitaron la casa de la pareja en repetidas ocasiones, lo que hace aún más difícil sostener que no sabían que la mujer estaba siendo drogada y violada sin su consentimiento.

Está previsto que el juicio dure cuatro meses, lo que ha atraído la atención de medios de comunicación, organizaciones feministas y expertos en criminología.

El hecho de que tantos hombres de diferentes perfiles sociales estén implicados en un caso tan grave ha llevado a los expertos a cuestionar los límites de la normalización del abuso sexual en ciertos círculos.

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