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Opinión | El nuevo traje de algunos mandatarios políticos

Opinión | El nuevo traje de algunos mandatarios políticos
Javier Nistal Burón toma en su columna la fábula de "El Rey desnudo", de Hans Christian Andersen, como base para hacer un paralelismo con la actual situación política española. Imagen: RG.
22/9/2024 05:35
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Actualizado: 22/9/2024 00:48
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Quien hace de la política su profesión, las más de las veces, tiene que desprenderse de muchos de los valores y principios que, a modo de ropaje, adornan la condición humana.

Algunos  de estos profesionales de la política llegan a despojarse de tantos de estos valores y principios que acaban quedándose completamente desnudos.

Y es esta “desnudez” la que me da pie para hacer una transposición inversa a la actual situación política de uno de los cuentos populares, a modo de fábula, más famosos del escritor danés Hans Christian Andersen, que lleva como título “El traje nuevo del Emperador”.

Más conocido por “El Rey Desnudo”. Publicado en el año 1837. Aunque con anterioridad encontramos una historia parecida en “El Conde Lucanor” (ejemplo XXXII), obra escrita entre los años 1331 y 1335 por el infante Don Juan Manuel.

La misma historia, aunque con otro argumentarlo aparece, también, en un entremés de Miguel de Cervantes, llamado “El retablo de las maravillas” (1615).

LA FÁBULA DEL REY DESNUDO DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN

Esta historia del “El Rey Desnudo” es una fábula, que tiene muchas y variadas versiones, que yo expondré de forma resumida.

Se trata de un Rey que decidido a hacerse un traje nuevo con las mejores sedas existentes. Con bordados en hilo de oro e incrustaciones de piedras preciosas (un traje digno de un Rey).

Se lo encarga a unos estafadores, que se hacen pasar por sastres y convencen a este Rey que la tela que utilizarán para la confección de ese traje, en realidad inexistente, resulta invisible para cualquier tonto o incapaz para desempeñar su cargo.

Deficiencia que, evidentemente, se niegan a admitir, tanto el Rey como sus cortesanos.

El resultado es que el soberano llega a desfilar por las calles de su ciudad, completamente desnudo, pensando que va vestido con un traje excepcional.

Mientras, sus súbditos, conocedores también, de la rara cualidad que tenía el vestido inexistente, a pesar de ver desnudo a su Rey, aseguraban todos verle vestido.

Hasta que un niño inocente constata la verdad y exclama “¡pero si el rey va desnudo!, evidenciando el singular engaño, que escondía esta curiosa mentira.

LA TRANSPOSICIÓN INVERSA DEL “REY DESNUDO” A LA SITUACIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA

Esta fábula de Andersen puede ser transpuesta de forma inversa a la situación política española, pues si en este cuento se pretendía engañar al mandatario del país de que iba vestido cuando en realidad iba desnudo, en la política española son algunos mandatarios los que pretenden engañar a sus ciudadanos de que van vestidos cuando en realidad van desnudos.

Y es que las prendas que, normalmente, deberían llevar puestas los buenos mandatarios no son otras que las del honor, la honradez, la dignidad, la integridad, la honestidad, la transparencia, la justicia y la defensa de la verdad.

Sin embargo, por el interés espurio de seguir ostentando el poder, a toda costa, dichos mandatarios suelen ir despojándose, poco a poco, de estas prendas, hasta quedarse completamente “desnudos”.

Es entonces cuando sabedores y conscientes de su desnudez, no quieren que sus ciudadanos la perciban, por lo que se rodean de colaboradores fieles, leales y obedientes, que nunca van a descubrir su indigencia a la ciudadanía.

Y, con algunos de ellos diseñan “planes” concretos para acallar las opiniones de quienes les critican y, al mismo tiempo, premiar a quienes les alaban.

Todo ello, con el objetivo de convencer a los ciudadanos de que aquellos que no vean que sus mandatarios van vestidos con las mejores galas de los buenos servidores públicos es porque son todos ellos unos obtusos y unos necios, incapaces de percibir las dotes de sus buenos gobernantes.

CONCLUSIÓN

Esta estrategia de los mandatarios políticos de aparentar ir bien vestidos cuando en realidad están desnudos de principios y valores, no deja de ser un acto de egoísmo personal y de desconsideración hacia quienes les eligieron como representantes públicos.

Lo cual es inmoral y muy perjudicial para el buen funcionamiento de las instituciones del Estado, que se utilizan indebidamente para fines propios, lo que sin duda afecta a la calidad del propio sistema democrático.

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