Javier Junceda, abogado, jurista y profesor universitario, aborda un caso de plena actualidad: el abuso del formulario a todos los niveles.
Opinión | El abuso del formulario
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31/1/2025 05:40
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Actualizado: 30/1/2025 21:04
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Para fotocopiar los formularios del mítico Brocá Majada se formaba cuando era joven una cola monumental en la biblioteca de mi colegio de abogados.
La obsesión de los primerizos se centraba sobre todo en someterse a esa dictadura formal, con independencia de lo que se contara sobre el fondo de un asunto. Lo importante, para el novato, era obtener una decisión, estimatoria o no, para contrastar así la fiabilidad del modelo utilizado y poder emplearlo en otras oportunidades.
Luego llegaron las herramientas informáticas, que no se limitaban a incluir más y mejores formularios, sino hasta programas para redactar demandas, facilitando la jurisprudencia precisa.
De la búsqueda manual en el Aranzadi, que tanto formaba al tener que leer sentencias que no necesitabas para tu caso pero se te quedaban en la cabeza, pasamos de pronto a poder manejar sistemas que te lo daban todo masticado, sin tener que hacer nada más.
Como esa tecnología estaba también a disposición del resto de operadores jurídicos, y significativamente de jueces y fiscales, a los escritos procesales de ciertos letrados generados por los ordenadores comenzaron a dar respuesta algunos textos estereotipados de similar carácter salidos de los tribunales.
Este intercambio de cuero digital entre unos y otros continúa hoy produciéndose más de lo que sería deseable, para desdoro de una actividad tan trascendental para la vida en sociedad.
Podría mostrarles decisiones idénticas elaboradas para una misma materia, apenas alteradas en la identificación de las partes, un poco en el relato de hechos, y otro poco en la fundamentación que determina el fallo.
«En algún caso me he visto en la tesitura de tener que pedir la aclaración de resoluciones que incluían párrafos que nada tenían que ver con lo juzgado y sí con otros procesos ya resueltos por el mismo ponente, como consecuencia de un corta-pega perpetrado sin mayores miramientos».
Y demandas o contestaciones igualmente calcadas para casos similares, con ligeros retoques en atención a las circunstancias del caso.
La actual práctica del derecho se ha convertido a veces en eso, en formularios que van y vienen. Y no les quiero ni contar en el supuesto de pleitos en masa, para los que siempre me he preguntado si no sería mejor someterlos a los algoritmos.
En algún caso me he visto en la tesitura de tener que pedir la aclaración de resoluciones que incluían párrafos que nada tenían que ver con lo juzgado y sí con otros procesos ya resueltos por el mismo ponente, como consecuencia de un corta-pega perpetrado sin mayores miramientos.
Nadie está diciendo que prescindamos de los instrumentos creados para facilitarnos las cosas, ni que volvamos a escribir en Olivettis antediluvianas.
De lo que se trata es de intentar confeccionar siempre documentos jurídicos que respondan a lo que se pide o se rechaza, actualizados de forma permanente y ajustados lo máximo a la realidad a enjuiciar, en una labor de filigrana como la que acomete a diario en su taller el engastador de joyas.
Por supuesto que existe material de uso recurrente, pero nunca está de más renovarlo, incluyendo las últimas novedades. Y sobre todo descendiendo en cada proceso a la cuestión discutida, defendiendo los letrados con pasión y razón nuestras tesis, y resolviendo los jueces con templanza y rigor las contiendas.
Es justo reconocer que la acumulación de trabajo en despachos de abogados y tribunales puede dificultar bastante lo que sostengo.
Y que hay legiones de beneméritos profesionales del derecho, en la judicatura o la abogacía, que se afanan lo que no está escrito en elaborar piezas primorosas y artesanales, repletas de pleno conocimiento jurídico y mejor letra.
Pero lo que no puede ser es esa creciente y preocupante generalización del formulario, porque de seguir su progresión a nadie deberá extrañar que en breve seamos todos pasto de la inteligencia artificial.
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